Ver todos los libros de:
Roser A. Ochoa
Sus besos sabian a chocolate negro, igual de amargo que todas las despedidas, con cierto regusto a salado por las lagrimas que no dejaban de brotar de sus ojos. No pudo evitar pensar en cuando lo conocio, de eso hacia ya algunos anos. Siempre habia adorado el vigor de sus ojos, la vitalidad que irradiaba todo su ser, su sonrisa siempre tan sincera... Esa manera en la que sus manos acariciaban cada rincon de su cuerpo al hacer el amor, como la miraba con ternura mientras la penetraba con rudeza, entregandose ambos en cuerpo y alma a esa danza ancestral que los llevaba directos al paraiso, en el momento justo en el que el se derramaba en su interior. Como desobedecieron al Rey, su padre, convirtiendose asi en proscritos luchando por su amor. Con esos pensamientos y aun con la sensacion del calor de sus manos recorriendole la piel e invadiendo sus entranas, la princesa acaricio la mejilla de su principe musitando un adios, antes de que su cuerpo terminara de hundirse en el fango. --Te amare el resto de mi vida --susurro, viendolo desaparecer. Fin Rebeca paseaba de un lado a otro de la habitacion aguardando a que Paola, su mejor amiga, que ademas era muy critica, terminara de leer el manuscrito de su nueva novela. Estaba impaciente, asi lo denotaban su erratico caminar y los resoplidos que soltaba cada poco rato. Desde que tenia uso de razon, Rebeca sonaba con ser escritora. Con doce anos ya habia leido todos los libros que su madre tenia en la biblioteca, y pronto empezo a devorar todo lo que caia en sus manos, fuera del genero que fuese, pero siempre sintio especial predileccion por las novelas romanticas, puede que el motivo principal fuera porque la hacian reir mucho. Un movimiento en la cama capto su atencion, Rebeca paro en seco clavando la mirada en Paola y la apremio a que hablara, necesitaba conocer esa primera impresion de la que era no solo su mejor amiga, sino tambien la mejor lectora que conocia. Paola, al igual que ella, habia leido cientos de libros desde que era pequena, de hecho, asi era como se habian conocido, en una biblioteca peleando por llevarse ambas la ultima novedad. Rebeca no pudo evitar sonreir ante ese bonito recuerdo que le vino a la mente. --?Y bien? --apremio sin poder contener mas sus ansias. --Me gusta --respondio Paola, alzando la mirada hacia su amiga. --?Si? --inquirio emocionada. --Aja... --empezo a anadir Paola. --Pero... Siempre hay un <
>, venga, !desembucha! --la animo. --?Por que no terminan juntos? --cuestiono, dejando los papeles a un lado de la cama y clavando la mirada en Rebeca. <>, penso Rebeca; el final, sabia que ese final iba a levantar ampollas. Sin embargo, asi eran sus finales, inesperados, y eso le gustaba, era algo asi como su sello de identidad. Sus lectores sabian que conforme se acercaba el desenlace de la historia, cualquier cosa podia pasar. No le gustaban los finales lineales que no albergaban sorpresa alguna; se habia convertido casi en una necesidad imperiosa el ir siempre un paso mas alla y terminar sorprendiendo en las ultimas paginas. En este caso, se habia esmerado con la repentina muerte de uno de los protagonistas, cerrando tambien, en ese momento, la puerta a cualquier posible segunda parte.--No lo se... --contesto ella, alzando los hombros--. Supongo que porque nadie se lo espera... --Todos los finales de tus historias siempre son... --?Reales? --tanteo Rebeca. --Tristes --aclaro Paola. --El amor duele --solto seca Rebeca, sentandose en el suelo con la espalda apoyada en la pared.--Becca... --Paola se levanto de la cama y se sento frente a su amiga cogiendola de las manos--, cuando las lectoras cogemos un libro, lo que queremos es evadirnos de la realidad, sonreir, emocionarnos, queremos... --Que os mientan --resumio Rebecca pragmatica. --!No! --exclamo Paola indignada. --!Si! --insistio Rebecca--. En serio, ?piensas que los tios de las novelas son reales? !No me hagas reir! --!Joder, Becca! !Eres escritora de novela romantica! --le recordo. --Sentimental, gracias --corrigio sarcastica ella--. Aunque casi que podriamos decir que es ciencia ficcion, en realidad, los hombres tan perfectos no existen y los finales felices apestan un monton --sentencio. --A veces, es necesario un final feliz... --insistio Paola, tratando de hacer que su amiga razonase. --Ppffff --bufo Rebeca--. No se, no me los creo, y yo necesito creerme los finales. --Eres la escritora mas rara del mundo --se quejo su amiga, levantandose para irse--. Prueba a escribir un thriller --se burlo Paola al tiempo que se ponia la chaqueta--. Alli todos mueren, estarias en tu salsa. --!Vete al cuerno! --gruno molesta--. ?Te lo llevas y vuelves a releerlo? --pregunto Rebeca senalando el manuscrito. Sabia que lo haria, Paola se habia convertido en eso que en el mundillo llamaban <> y era una maquina, no solo por la velocidad a la que leia, sino porque era unica para ver todos esos pequenos gazapos que, a ella, como autora, a pesar de haber releido la novela cientos de veces, se le escapaban. Se moriria de verguenza mandando la novela a su agente literaria Carmen sin que esta estuviera lo mas perfecta posible, a veces, Carmen bromeaba con el hecho de que no le hacia falta ni corrector. --Claro, tengo algunas anotaciones para hacerte, como que cambies el final. Pero me gusta, ?eh? --se apresuro a anadir--. Aunque sea un desenlace triste yo te quiero igual, y la novela va a ser un exito, aun habiendo matado al principe... --Lo merecia por idiota --justifico Rebeca--. !Anda, largate! Nos vemos manana. --Claro, recuerda que hemos quedado con las chicas a las seis, ?llegaras? --Correre. --Te esperamos, no te preocupes. Ambas amigas se despidieron en la puerta de ese pequeno apartamento que habian compartido durante un tiempo, de hecho, desde que habian empezado la universidad y hasta que Paola se habia mudado con su pareja hacia tan solo unos meses. Vivir juntas siempre habia sido su sueno desde el colegio; eran amigas del alma, casi como si fueran hermanas, incluso algunos hablaron de ellas como si, en realidad, fuesen pareja. Todo lo hacian juntas, donde iba una lo hacia tambien la otra. Y esos anos compartiendo el minusculo apartamento habian sido, al menos para Rebeca, los mas felices. Jamas reconoceria en voz alta lo sola que se sentia ahora, a pesar de estar tan feliz por Paola y Fran. Sentimientos agridulces, como los finales de sus novelas, porque en la vida real no todo era blanco o negro. Rebeca, que sin duda aun no se habia acostumbrado a vivir sola, se quedo pensativa unos instantes. Se levanto para servirse una taza de te y siguio con la mirada fija en ninguna parte durante un buen rato mas. Estaba convencida de que era una buena historia, y el final... Bueno, el principe se lo habia buscado, no todas las princesas necesitaban ser rescatadas. Eso le paso no por caballeroso, sino por desconfiado, por menospreciar el poder y fuerza de ella para conseguir solucionarlo todo. No todas las mujeres necesitaban un hombre a su lado, estaba segura de que la princesa podria arreglarselas sin el a partir de ese momento. --Merecia morir --sentencio al fin en voz alta para reafirmarse en su decision. Decidio que veria un poco la television, dispuesta a evadirse un rato de todo su mundo interior. Con suerte podria ver alguna pelicula de muertos vivientes, terror o cualquier cosa que no tuviera nada que ver con la romantica. Habia publicado su primera novela a la edad de diecisiete anos, para ello habia necesitado el consentimiento paterno. Despues de esa historia, que obtuvo muy buenas criticas, vinieron seis mas, aproximadamente, una al ano. Adoraba escribir y, a pesar de dedicarle muchas horas al dia, era incapaz de publicar al mismo ritmo que otras companeras de profesion, ella necesitaba su tiempo. Conocer bien a los personajes, vivir con ellos, pensar en ellos, sonarlos, interiorizarlos, hacerlos suyos, dejar que, finalmente, fuesen ellos los que hablasen. Todo ese proceso requeria muchos meses, sin embargo, lo que mas desgaste le ocasionaba era desprenderse de esos seres que ella ya sentia como reales. A veces, le resultaba hasta doloroso. Por mas tiempo que pasaba no lograba no empatizar con esas vidas que creaba, esos mundos que, para ella, durante meses, eran tan reales como su propia vida, puede que incluso mas reales que ese empleo en una tienda de ropa que le pagaba las facturas, pero que, en realidad, no le aportaba nada. Sus historias y fantasias eran lo que la mantenia cuerda en ese mundo que poco a poco se hacia mas insoportable. Y si, escribia erotica porque adoraba el sexo. Escribirlo y, sobre todo, practicarlo. No obstante, de un tiempo a esta parte parecia que ya nada valia, el amor convencional habia caido en el olvido y ahora tocaba siempre superar lo insuperable. El sexo <> habia muerto. Cuerpos perfectos, posturas imposibles, sesiones de sexo maratonianas... Tenian su punto, habia que admitirlo, como bien decia Paola, la gente leia para abstraerse de su realidad y hombres feos que follaban con los calcetines puestos los habia a patadas. Sin embargo, a ella le gustaban esas historias sencillas aunque con sus matices, personajes imperfectos y finales creibles, reales y grises. El blanco y el negro eran dos colores preciosos, pero el gris, y todas sus tonalidades, era lo que a ella realmente la fascinaba. Ni los buenos eran tan buenos, ni los malos simplemente malos. Puede que no fuese una autora al uso, sin embargo, adoraba lo que hacia, le gustaba releer una y otra vez sus novelas, verse reflejada en ellas y sentirse orgullosa de su trabajo. Ahora, como cada vez que terminaba una historia, necesitaba descansar una temporada. Tomo una reconfortante ducha y se entretuvo en darle muchos mimos a su cabello, sus rizos necesitaban un plus de cuidados si no queria terminar pareciendo una loca en medio de un huracan. Cuando termino con el difusor, ya era la hora de cenar. Odiaba los domingos por la noche, no tenia nada en contra de ese dia, solo que eran la antesala de su detestado lunes y su aun mas odiado martes. Odiaba todos los dias de la semana sin excepcion, todos aquellos en los que tenia que arrastrarse hasta su lugar de trabajo, ponerles buena cara a las clientas, aunque estas se comportaran como autenticas groseras, y asentir con simpatia al dueno del negocio. Ese si era un buen especimen. Puede que Paola tuviera razon, le apetecia escribir un thriller con el siendo la victima de algun personaje al mas puro estilo de Jack el Destripador
General