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Massimo Recalcati
Benditas, escribe Rilke, sean las manos de la madre. Bendito el sosten que ofrecen al <
> y a los <> de la vida. Bendita la <> de la madre y su memoria. Presentando publicamente en las mas dispares ocasiones (tanto en universidades como en festivales culturales, tanto en escuelas de psicoanalisis como en jornadas de formacion de los partidos politicos, en teatros y plazas, en centros comunitarios y en centros religiosos) mis recientes obras sobre la figura paterna, sobre su declive y sobre la necesidad de su replanteamiento radical <>,1 ocurre siempre, sin excepcion, que en determinado momento del debate se levante una mano -de mujer por lo general- para hacerme la misma pregunta: <> Este libro toma muy en serio esa pregunta y aspira a proporcionar una primera respuesta articulada. En las paginas que siguen me concentro en la experiencia de la maternidad, en su herencia y en sus fantasmas, en sus luces y en sus sombras. Trato de interrogarme sobre el misterio de la maternidad y, mas en concreto, sobre lo que queda de la madre en esta epoca de declive de su representacion patriarcal. En los ultimos anos me he dedicado a la figura del padre, a su evaporacion y, sobre todo, a lo que queda de sus funciones en una epoca que ha dejado atras la figura tristemente opresiva del padre-amo. Sin nostalgia de su autoridad disciplinaria, de su mirada severa ni de su atronadora voz. Contra quienes me han acusado de querer exhumar esta figura de la paternidad, siempre he aclamado y dado la bienvenida a esta epoca que ha visto su disolucion. No siento anoranza alguna respecto a la fascinacion oscura por la Ley inhumana del padre-amo. Al elevar al padre a una especie de ideal disciplinario represivo, la cultura patriarcal nos lego y al mismo tiempo nos impuso una version de la madre igualmente incomoda. Me refiero a la madre del sacrificio y de la abnegacion, a la madre como destino ineluctable de la condicion de mujer. La ideologia patriarcal que hoy esta exhalando sus ultimos y, en ocasiones, desesperados suspiros pretendia reducir el ser de la mujer al de la madre. Solo la figura de la madre podia sancionar una version socialmente aceptable, benefica, positiva, saludable, generativa de la feminidad. En cambio, la mujer divorciada de la funcion materna aparecia como la encarnacion de los fantasmas mas malignos: maldad, pecado, lujuria, falta de fiabilidad, brujeria, crueldad. Mientras que la mujer que se realizaba en la maternidad enmendaba los aspectos mas inquietantes de la feminidad, la mujer que se negaba a limitarse unicamente a la maternidad, renunciando a su libertad, acarreaba el estigma de una anarquia peligrosa y antisocial que habia de ser redimida con las herramientas de la moral pedagogica, la psiquiatria o la marginacion social. En definitiva, segun la perspectiva de la ideologia patriarcal, solo el acceso a la maternidad podia conferir una forma de realizacion benefica y publicamente aceptable a la mujer. Se trata de una version esquizoide y maniquea de la feminidad (madre=bien, mujer=mal), que constituye la espina dorsal de la representacion patriarcal de la maternidad y que con toda razon ha sido criticada y superada. La libertad social y sexual adquirida por las mujeres en las ultimas decadas ha subvertido, de hecho, tal representacion. Hoy en dia las mujeres trabajan, estan socialmente comprometidas y, al igual que los hombres, tienen poco tiempo para dedicar a sus hijos. La organizacion social de nuestra vida no facilita, en efecto, la integracion fructifera entre la mujer y la madre, sino, al contrario, favorece su divorcio. A causa de ello, han brotado nuevos fantasmas que introducen ineditas versiones patologicas de la maternidad; no ya la tradicional de la madre que devora su propio fruto, que no deja marcharse a su propia criatura, sino la hipermoderna de la madre que vive los hijos como un obstaculo para su afirmacion social. En nuestro tiempo, la maternidad no depende ya de la capacidad generativa ni del sexo de los progenitores. Algunas evidencias que regulaban el proceso de filiacion -la generacion proviene del coito, la sexualidad es la primera condicion de la generacion, la funcion paterna y materna estan sostenidas, respectivamente, por una madre (mujer) y un padre (varon)- estan saltando irreversiblemente por los aires. La ciencia y el derecho facilitan la posibilidad de tener un hijo sin pasar por la generacion sexual de los cuerpos y prescinden del deseo de maternidad como evento que nace de un vinculo amoroso. Se ha consolidado una nueva industria -la de la reproduccion asistida medicamente- que ha hecho que el deseo de maternidad se vuelva autonomo respecto al deseo amoroso hacia el otro sexo. Se trata del trasfondo hipermoderno de este libro, que nos impone una serie inedita de preguntas: en un epoca en la que el coito ya no resulta necesario para la fecundacion y los sexos de los padres no tienen por que corresponder necesariamente con la heterosexualidad anatomica, en una epoca en la que el sexo se ha desprendido de las leyes de la naturaleza y ha sido colonizado por la ciencia, en una epoca en la que la nocion neutra de progenitor (1 y 2) parece querer reemplazar a la de padre y madre, ?sigue teniendo sentido plantearse el problema de la diferenciacion simbolica entre funcion paterna y funcion materna? En una epoca en la que el deseo de maternidad se ha emancipado por completo de la referencia inmediata a la madre como progenitora, como la que trae a la luz del mundo a un hijo, ?que es lo que queda de la madre? ?Que queda cuando convertirse en madre deja de ser el destino natural de la mujer para pasar a ser una eleccion en libertad que decide sus tiempos gracias al apoyo de la ciencia y el derecho? ?Cuando sexualidad y procreacion no forman ya un binomio indisoluble? Un hilo conductor recorre mi trabajo de los ultimos anos: el tema de la herencia. Este tema plantea con fuerza el problema de la humanizacion de la vida. Lo que esta en juego son las modalidades mediante las que el deseo se transmite de una generacion a otra. Es el gran tema de la filiacion simbolica que nuestro tiempo nos obliga a replantearnos desde el momento en que se aprecia, con mayor evidencia cada vez, que el proceso de filiacion no depende de la dimension naturalista de la familia. Pero por mas que no sea ya la familia la base natural de la filiacion, este dato no elimina en absoluto la centralidad de la filiacion simbolica, es mas, acentua ulteriormente, si eso fuera posible, su importancia. Dos prejuicios especulares han condicionado la lectura psicoanalitica de la funcion materna. Por un lado, estan aquellos que han identificado a la madre como la prision en la que se halla detenido el nino y al padre como su liberador necesario. En esta identificacion, la generatividad materna queda aplastada por una cultura que asimila a la madre con el caos original, con un lugar informe, prelinguistico, indiferenciado, que solo la intervencion del padre tiene el poder de ordenar y reglamentar.2 Por otro lado, estan aquellos que atribuyen a la madre una funcion tan exclusiva en el cuidado de los hijos que corren el riesgo de acabar cayendo en un proceso retorico de idealizacion que no tenga debidamente en cuenta la necesidad de que el hijo sea siempre el resultado de Dos y nunca de Uno solo. Contra el primer prejuicio, este libro quiere demostrar la centralidad activa de la funcion materna en el proceso de filiacion y de humanizacion de la vida. Contra el segundo, quiere demostrar que la madre no excluye nunca la ambivalencia y su division interna, que la idealizacion de la madre <> acaba unicamente por alimentar esteriles fantasmas de omnipotencia. La madre que suprime a la mujer -como sucedia en la version patriarcal de la maternidad- o la mujer que niega a la madre -como sucede en esta epoca hipermoderna- no son dos representaciones de la madre, sino dos declinaciones igualmente patologicas. Este libro se detendra en todo ello, pero sin ninguna intencion de reducir la maternidad a su patologia. Las ensenanzas de Lacan nos demuestran que la existencia del deseo de la mujer como no totalmente absorbido en el de la madre es la condicion esencial para que el deseo de la madre pueda ser generativo. Solo si la mirada de la madre no se concentra en sentido unico en la existencia del hijo puede la maternidad realizar plenamente su funcion. Es lo que nos ensena cotidianamente el psicoanalisis: solo si la madre es <> puede atesorar el nino experiencia de esa ausencia que hace posible su acceso al mundo de los simbolos y de la cultura. La contradiccion entre la entrega al cuidado y el impulso hacia la propia (y legitima) afirmacion personal parece hacer hoy en dia casi imposible el oficio de madre: la atencion materna entra en conflicto directo con la aceleracion maniatica del tiempo, totalmente carente de atencion, que es ensena de nuestra epoca dominada por el discurso del capitalista.3 Los cuidados maternos, al contrario de lo que sucede en todas las esferas de nuestra vida individual y colectiva, nunca son anonimos, genericos, protocolarios, estandares; nunca se insistira lo suficiente acerca de la importancia de la atencion materna que nunca es cuidado de la vida en general, sino siempre y unicamente cuidado de una vida en particular. Estos cuidados no se miden por el numero de horas dedicadas a los hijos. El psicoanalisis nos ensena que la presencia sin palabra y sin deseo puede ser bastante mas danina que una ausencia que sabe regalar sin embargo unas (pocas) palabras adecuadas. Lo que sigue siendo insustituible en la madre es el testimonio de que aun puede existir, en nuestro tiempo, una atencion que no sea anonima, una atencion que ame el detalle mas particular del sujeto, una atencion capaz de recibir el <> que llega con la luz del dia. No existe, en efecto, amor por la vida, al igual que no existe el amor por lo universal. Solo existe el amor por el uno por uno, el amor por el nombre propio, como diria Lacan. Y es precisamente ese amor el que la maternidad -a despecho de todas las transformaciones hipermodernas que han modificado su fenomenologia- tiene el cometido de custodiar. Su leccion mas profunda es la de oponer la atencion hacia lo particular como una resistencia irreductible ante la voragine vertiginosa que impulsa la negligencia absoluta del discurso del capitalista. Milan, febrero de 2015 Deseo dar las gracias a Matthias de Bernardis y a Donatella Berasi de la editorial Feltrinelli por su valioso trabajo, y a Ludwig Monti, de la Comunidad de Bose, por su generosa amistad
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