Ver todos los libros de: Noelia Hontoria
Adriana amaba viajar. Desde pequena siempre supo que no queria una vida prefabricada como los demas, ella era especial. Por encima de todas las cosas, deseaba almacenar en su retina paisajes de belleza desmedida, disfrutar de escenas urbanas cotidianas, integrarse en otras culturas desconocidas y atesorar miles, quizas millones de kilometros recorridos. Le gustaba imaginar que llevaba a sus espaldas una mochila magica en la que conservar la esencia de cada paso andado, cada kilometro viajado. Nunca supo bien de quien habia heredado esta pasion. Quizas de su tia preferida, Carla, quien siempre tenia una anecdota que contar de cada ciudad que habia visitado. O tal vez de sus padres, quienes sin saberlo le habian inculcado el deseo de conocer mundo. A pesar de que ambos tenian una coleccion de sellos en el pasaporte mas bien escasa, los dos poseian grandes conocimientos del mundo que nos rodea, cada uno por una razon diferente: la madre de Adriana era una reputada profesora de Geografia, mientras que su padre, cocinero, habia editado sin exito dos libros de recetas internacionales. Sin duda, sus ansias de viajar la habian llevado a vivir los mejores momentos de su vida y si de algo no se arrepentia, era de cada minuto vivido en ciudades que no le pertenecian. Adriana era hija unica, pero nunca fue una nina malcriada. Jamas le falto un capricho ni un regalo bajo el arbol de Navidad, pero tampoco educacion, carino y un castigo cuando lo merecia. Crecio en un hogar sin altibajos, sin problemas economicos ni familiares y paso su adolescencia como cualquier otra joven de su edad: le gustaba tomar cafe con sus amigas los viernes por la tarde, mirar ropa en el centro comercial y, de vez en cuando, salir por la noche a tomar un Malibu con pina en los bares "de mayores". Queria crecer rapido para ser como ellos, saber bailar, no tener toque de queda y no verse en la obligacion de dar explicaciones de con quien andaba o donde iba. Quizas si Adriana hubiese sabido lo que le esperaba unos anos despues de la mayoria de edad, habria deseado que su vida acabara en ese cafe de los viernes por la tarde. Pero por suerte o por desgracia para ella, la vida siguio su curso y Adriana se convirtio en una bella jovencita de pelo negro y ojos miel. Fue a la Universidad, aunque nunca llego a terminar la carrera. La vida le tenia preparado otro destino, eligio otros caminos y paso de ser una adolescente feliz a una marioneta de quien, con capricho, mueve los hilos de nuestra vida. ?Quien decide quien merece vivir una buena vida y quien se ahogara en una existencia marcada por las sombras? ?Somos nosotros los que, con nuestras acciones, marcamos nuestro futuro o realmente existe un destino escrito para cada uno desde el momento en que venimos al mundo? La joven no conocia la respuesta a la pregunta que se repetia todas las noches, pero un buen dia decidio que era el momento de buscar una salida del tren que ya habia descarrilado hace mucho tiempo. Se marcho. Huyo por la ventanilla del servicio de la tripulacion, como los cobardes, atraveso las vias, cambio de estacion e, incluso, de medio de transporte. Habia llegado el momento de romper con todo lo que le ataba a su vida anterior: familia, amigos, ciudades... creo una caja de recuerdos y guardo en ella lo que mas le importaba. Ese tipo de objetos que jamas tendrian valor material en un mercadillo de segunda mano, pero que para ella ahora eran todo su mundo. Con sumo cuidado, selecciono sus fotos preferidas con recelo de no aparecer en ninguna. Cerro la caja y con la llave se hizo un colgante. Creia en el poder de los amuletos y si queria empezar de nuevo, reescribir su historia, iba a necesitar uno. Con sus propias manos cambio su largo pelo negro por una melena rubia a la altura de los hombros y volvio a estudiar, pero esta vez no fueron las aulas de la Universidad las que disfrutaron de su inteligencia: una manana de Enero se matriculo en un curso de TCP, tripulante de cabina de pasajeros o, como lo llamaba el resto del mundo, azafata. Comenzar una nueva vida no fue facil: gestionar la documentacion fue casi mas dificil que encontrar un piso decente y economico en una gran ciudad como Madrid. Queria algo cerca de la Escuela pero con un alquiler acorde a su cuenta bancaria: apenas habia tenido unos meses para ahorrar y los lujos no tenian cabida en su nuevo plan de vida. Tras dos noches durmiendo en un hostal de dudosa reputacion, logro encontrar un habitaculo en un piso modesto pero limpio. Su habitacion estaba decorada en tonos azules y contaba con un mobiliario bastante basico: una cama vieja pero comoda, un escritorio de melanina, un pequeno armario suficiente para su escaso equipaje y un par de cuadros de motivos marineros. Muy a su pesar, tuvo que resignarse a compartir piso con dos chicas de nacionalidad alemana, participantes de un programa de intercambio europeo, con las cuales apenas cruzo una centena de palabras durante todos los meses que duro su estancia. Adriana se escudaba en los obstaculos del idioma para no tener mucha conversacion con sus alegres companeras, pero ella bien sabia que ese no era el motivo real. Era consciente de que su vida ahora se encontraba en una etapa absolutamente temporal, que esto no duraria mucho. Le gustaba Madrid, le hacia sentirse extrana entre un mar de gente, pero no queria pasar aqui el resto de su vida. En ese momento, hacer amistad con las alemanas no entraba entre las prioridades de su nueva vida. Tampoco le interesaba conocer a sus companeros de Escuela. Ocho chicas y tan solo un varon que quedaban cada fin de semana para disfrutar de la noche madrilena. Despues de tres negativas por parte de Adriana, habian dejado de intentar convencerla para salir con ellos. La veian algo rara, taciturna y solitaria. Y no se equivocaban. En ocasiones hablaban de ella a sus espaldas y todos coincidian en que era una chica amable, responsable y con buenas maneras, pero no entendian como alguien tan joven podia tener tan poca vida social. Algunos apostaban a que tendria algun problema psicologico, otros simplemente achacaban su actitud a un posible novio demasiado celoso y absorbente. Fuera lo que fuera lo que marcaba la actitud de Adriana con el mundo, todos estaban de acuerdo en que no era la mejor personalidad para una futura azafata de vuelo. La realidad era bien diferente: sus fantasmas no la dejaban abrirse de nuevo al mundo. Desde que ocurrio aquello que nunca debio suceder, se acostaba cada noche imaginando que todos tenemos una segunda oportunidad y basta un "lo siento" o una explicacion para enmendar todos nuestros actos. Pero al final de cada noche, sus suenos siempre se transformaban en pesadillas. La vida siguio su curso y pocos meses despues abandonaba esa Escuela que le habia dado una nueva oportunidad, esta vez con el titulo bajo el brazo. Contra todo pronostico, Adriana fue la primera de su promocion que consiguio ser seleccionada en una de las entrevistas que la propia Escuela organizaba con algunas companias aereas. A pesar de que su tren descarrilo hacia apenas un ano, habia logrado encender los motores del avion de su nueva vida. Acepto sin dudarlo: ante la oportunidad que se abria delante de ella, ni siquiera reviso las condiciones de su contrato. No le interesaban las cifras mensuales, las horas de trabajo ni el convenio. Solo queria empezar, por fin, su vida. Dicen que nunca es tarde para volver a empezar y Adriana estaba a punto de comenzar el viaje hacia lo que realmente merecia. Un 7 de octubre de 2007, partio de madrugada, con nocturnidad y alevosia. No le hizo falta facturar. En su escasa maleta de mano llevaba un par de kilos de ropa, su documentacion y su caja de recuerdos. Pero lo que mas pesaba no era nada material que pudiera llevar con ella. Su secreto la acompanaba, alla donde fuera, con la carga anadida de saber que jamas iba a poder desprenderse de el. Las horas de espera en el aeropuerto volaron: antes de darse cuenta, la voz metalica que provenia de los altavoces del aeropuerto ya anunciaba la salida de su vuelo. Cogio su equipaje de mano, su secreto y su desesperanza y se puso en la cola de ese conductor de destinos al que vulgarmente llaman avion. Deteniendose un instante, como si quisiera saborear aquel momento, saco de su bolsillo la carta arrugada que habia recibido apenas unos dias antes y comprobo con la pantalla de la sala de embarque que no se habia equivocado de sitio. En ambos lugares rezaba la misma frase. Destino: Aeropuerto de Luqa. Malta.
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