Ver todos los libros de: Angel Paudo Veloso
Mi abuelo hace mucho que nos dejo, tanto, que yo apenas recuerdo que alguna vez haya estado aqui. En mis escasos recuerdos, el siempre estaba triste, callado, ausente. Por eso, el dia que fallecio, todos lo vimos como un paso mas, no como la interrupcion de algo. Mi abuelo pasaba la mayor parte del dia en su despacho, siempre sentado en aquel mueble de caoba tan senorial. Cuando enfermo, la llave giro sobre la cerradura y aquel despacho quedo cerrado durante muchos anos sumido en la mas profunda oscuridad. Ahora que mi familia se planteaba vender la vieja casa, habia que abrir aquella habitacion y vaciarla, dando salida a todos los fantasmas tristes, callados y ausentes que alli debian habitar. Cuando la puerta se abrio, nadie queria entrar alli, ni siquiera mi abuela. Todos miraban hacia aquella oscuridad como si hubiese algo que ellos veian, pero que yo no podia imaginar. El polvo ocupaba cualquier minusculo espacio de aquella oscuridad infinita. Al final, fue mi abuela la primera que se decidio a entrar y cuando levanto las persianas, incluso a la luz le costaba introducirse en aquel espacio, buscando huecos entre las manchas de los cristales para iluminar la estancia. Mi abuela atraveso la puerta despacio, con cautela, como si tuviera miedo de pisar algun recuerdo que hubiese quedado olvidado en el suelo. Yo la observaba desde fuera sin atreverme a cruzar el umbral, era como un viaje al pasado, a un pasado demasiado oscuro, tras ella la puerta se cerro de nuevo. No tardo mucho en abandonar el despacho, apenas quince minutos. Cuando salio, lo hizo con una vieja caja de zapatos atada con un lazo raido, intente hablar con ella, curiosear que era aquello, pero estaba como ausente, mis palabras no llegaban a sus oidos, camino por el pasillo despacio, con la mirada perdida y, finalmente, entro en su habitacion y cerro la puerta suavemente, luego echo la llave. Mi abuela habia reaccionado de un modo extrano, encerrandose en su habitacion. Ella no era como mi abuelo, a ella le gustaban los cuartos abiertos, nunca antes habia echado la llave de su habitacion. Yo, preocupado, desde la ventana la observaba en silencio, agazapado, con la curiosidad del que ve, que las cosas cambian demasiado rapido e intenta asimilarlas a una velocidad normal, antes de que estas perdieran su sentido, mientras mi familia se desmoronaba rapidamente. A traves de la ventana, podia ver a mi abuela leyendo una montana de cartas que se amontonaban junto a un raido lazo rojo. Mi abuela leia y leia sin apartar la vista, de manera casi enfermiza, como quien ha entrado en un sitio del que ya no puede salir. Mientras ella leia, en la penumbra yo podia ver el reflejo de sus lagrimas descendiendo por sus mejillas. Cuando por fin termino de leer, con los ojos enrojecidos de tanto llorar, amontono las cartas en una papelera, se seco las lagrimas, encendio una cerrilla y les prendio fuego. Mi padre siempre decia que todos queremos dejar algo a nuestro paso por la tierra, pero no por cuestion de ego, en realidad es una necesidad o, mas bien, una obligacion que todo ser humano sentia a lo largo de su vida; y mi abuela le acababa de robar a mi abuelo todo eso en un instante, porque aquellas cartas eran su legado, lo unico que aquel hombre triste y callado habia dejado de su paso por este mundo. Eso y un colgante, con un extrano trozo de metal retorcido que siempre llevaba al cuello como su reliquia mas preciada. Tras las llamas vino el silencio, mi abuela se nego a responder a ninguna de nuestras preguntas sobre lo que alli ponia, sobre aquellas palabras que habian removido tanto en su interior como para hacerla reaccionar de una manera tan encendida. Por la noche me acerque a la papelera y entre los restos negros de papel carbonizado, apenas pude rescatar parte de la direccion de un remite, como unica prueba de que alli antes existieron letras, que formaron palabras, que formaron frases y que juntas cobraron tanto sentido que hicieron llorar a mi abuela desconsoladamente durante un dia entero. Yo, por mi parte, intente que me contase que ponia en aquellas cartas, que se abriera y se sincerase, necesitaba que compartiera conmigo aquello, lo unico interesante que habia aparecido en medio de todo el silencio que envolvia la vida de mi abuelo. Pero, de repente, no tenia nada que decir, parecia que habitaba ahora en el extrano lugar donde antes lo hacia mi abuelo. Era ella ahora la que no hablaba, la que observaba la vida pasar en silencio, ausente, con una mirada perdida. Todo esto provocaba aun mayor necesidad en mi de saber que era lo que habia ocurrido, que era lo que ponia en aquellas cartas y que extrano secreto habia dejado dos vidas en suspension de aquella manera. Mis abuelos siempre habian mantenido una relacion cordial, se querian, se respetaban, pero nunca vi ese algo especial que si observaba en la relacion de mis padres, practicamente, hasta que mi padre fallecio. En pocos anos, los cambios habian sido tantos y afectado a generaciones tan diferentes entre si, que quien podia calificar el comportamiento o las costumbres de una generacion que nada tenia que ver con la nuestra. En cualquier caso, mis abuelos siempre estuvieron juntos, se hacian compania y no se dejaban ni a sol ni a sombra, yo solo eche de menos entre ellos esa pasion que en mis padres desbordaba por todas partes. Yo habia perdido a mi padre por una enfermedad larga y agonica que fue acabando con el poco a poco y, realmente, tengo pocos recuerdos suyos fuera de la cama o alejado de su enfermedad. Ademas, su padre murio en la guerra. Esa era una de las razones por las que la guerra civil era un tema tabu para el, como si, por no hablar de las cosas, estas desaparecieran. La familia para nosotros era un gran conjunto de fantasmas sin ningun recuerdo ni ninguna historia a la que aferrarse. La abuela decia que el abuelo se rompio en la guerra y que no siempre fue un hombre triste y melancolico, el hombre que vino con ella a Alicante fue transformandose a lo largo del trayecto, de manera que el hombre que llego a Alicante nada tenia que ver con el hombre que salio del pueblo. Era como si con cada paso, con cada trecho recorrido, sus recuerdos y lo que el habia sido, se iban quedando alli en el barro, en cada pisada. Pero que hubo un tiempo, antes de que la gente empezase a dispararse unos a otros, en que cuando mi abuelo entraba a un sitio, ese sitio resplandecia, se iluminaba. Despues de lo de las cartas, le di muchas vueltas a todo, yo estaba pasando un extrano momento, una epoca mala, una epoca mala que duraba ya demasiado tiempo. Me habia dejado llevar y estaba completamente perdido, apatico y sin ganas de hacer nada, sin ilusion, sin ninguna meta, asi que me propuse averiguar lo que pudiera de aquellas cartas, a lo mejor asi, averiguaba algo de aquella familia de la que no sabia absolutamente nada. La mia. El domingo, unos dias despues de lo de las cartas, cogi una mochila, guarde en una bolsa de plastico el pequeno trozo del remite, algo de dinero y me subi sin pensarmelo demasiado en un autobus con direccion a Madrid a visitar a una amiga y a buscar un pedazo de la historia. La historia de mi familia, que al igual que la historia del pais durante aquellos anos, se escondia entre las sombras a buen recaudo, enterrada en una montana de remordimientos, rencores y pena, mucha pena. Antes de marcharme, busque entre las cosas de mi abuela y cogi uno de los pocos recuerdos que en la casa quedaban, quiza el unico. Sin contar aquel extrano colgante con un trozo de hierro retorcido, que, desde hacia ya tiempo, era mi posesion mas preciada. Aquel extrano colgante que mi abuelo antes de morir me colgo un dia al cuello, dedicandome una sonrisa, la unica que yo recuerdo haberle visto, pero sin explicarme nada. Asi de raro era mi abuelo. Como digo, cogi ese recuerdo, una foto de aquella epoca en blanco y negro castigada por el tiempo, por si me era de ayuda en mi busqueda. En la foto estaban mi abuelo, mi abuela y un grupo de personas desconocidas para mi, conectadas por sus cuerpos, buscando un lugar en el encuadre, compartiendo el espacio fotografiado con una sonrisa como del que no sabe lo que se le avecina. Estas fotos de antes y del periodo de entreguerras me producian miedo y nostalgia, parecen de una epoca tan lejana, en la que siempre intuyo una extrana felicidad y una mirada con un brillo especial, del que nada tiene y nada espera. Creo que hemos perdido algo necesario y muy importante en este tiempo, pero no se bien que es, solo se que, cuando veo fotos de aquella epoca, los rostros tienen un brillo especial que ahora soy incapaz de encontrar. Es como si, con el paso del tiempo, hubiesemos perdido nuestra razon de ser y ahora no supiesemos muy bien lo que queremos o lo que buscamos. Llegue a Madrid al atardecer, la sensacion al llegar a la ciudad en la que creci era siempre especial y dificil de explicar, una mezcla de nostalgia y de falso arrepentimiento de haberla cambiado por otra ciudad. Pero, sobre todo, me sentia importante, siempre paseaba altivo sintiendome alguien especial por sus calles, aunque era como si se pudiese oler que ya no pertenecia a ella, pero andaba por sus calles con la seguridad de alguien que sabe por donde pisa. Al mismo tiempo, mientras caminaba me sentia insignificante, dejaba de ser alguien, ese alguien que en las ciudades pequenas tenia nombre y apellido y era reconocido por todos, para integrarme en esa masa sin forma con multitud de individuos que vagaba de un sitio a otro sin fijar su mirada en nada ni en nadie. Esa masa donde la singularidad perdia todo su sentido, una autentica contradiccion, como todo lo que esta ciudad me hacia sentir. La casa de Eva estaba en pleno barrio de Malasana, uno de los barrios mas antiguos y autenticos de Madrid. Tenia el encanto de las viejas construcciones de principio de siglo, una corrala donde el cuarto de bano estaba fuera de la casa, aunque varios de los estudios que se habian creado en las antiguas viviendas ya reformadas, disponian de cuarto de bano en su interior. Pero esto te recordaba como habian cambiado las cosas en poco tiempo y esos patios exteriores ahora vacios, te hacian pensar en la vida que antes debian tener en su interior, donde todos sus vecinos se conocian y no se esquivaban unos a otros como hacen hoy en dia y era facil imaginar a toda aquella gente relacionandose y hablando en esa zona donde ahora no habia vida ninguna y donde reinaba el silencio mas absoluto. Eva tardo bien poco en encontrar una direccion y el nombre del pueblo en aquel pequeno trozo de papel casi vacio, con apenas unas letras. Le resulto muy facil, tan solo tuvo que hacer un filtrado en internet y unas cuantas busquedas en Google Maps. Apenas tardo una hora en conseguir algo que yo podia haber tardado toda una vida en averiguar. "Masegoso del Tajuna" en Guadalajara era el sitio elegido, el pueblo al que debia ir a buscar las raices sobre las que descansaba el futuro incierto de mi familia, a punto de ser talado por los rapidos golpes certeros del destino. Es curioso como un pueblo completamente desconocido para mi, con un nombre que me sonaba tan extrano, habia marcado el principio y el final de mi familia. Un pueblo donde descubriria con el tiempo que mi apellido era compartido por gran parte de los aldeanos. Que mis ancestros habian corrido por aquellas callejas y vivido durante decadas en un sitio que para mi era completamente desconocido. Aquel sitio, que no significaba nada para mi, era el sitio donde descansaba toda la historia de mi familia, una clara muestra de que todo lo importante en la vida, queda sepultado por el tiempo. El ?De donde venimos? y el ?A donde vamos? ahora cobraba un nuevo sentido y una de las dos preguntas al final quedaba respondida y quien sabe si quiza la segunda a raiz de este viaje tambien quedase respondida. Porque a veces las respuestas como las desgracias vienen todas de golpe sin saber si quiera si estamos preparados para ellas. Sin mas dilacion, le dije a Eva que al dia siguiente por la manana saldria para Masegoso. Yo no era una persona paciente y una vez sabido el nombre del pueblo no tenia sentido que siguiera en aquella casa, no debia perder mas tiempo en Madrid. Ademas, la situacion con Eva se habia convertido en algo un poco raro e incomodo. Es increible como se puede querer y compartir tanto con una persona y, con solo estar un par de anos separados, ser ahora los dos tan distintos, como dos extranos que buscan a la otra mitad que dejaron, siempre en el sitio equivocado y que echan mano a recuerdos de un pasado tan cercano como lejana esta ahora la quimica que antes habia. Era como, si desde el momento de nuestra separacion, cada uno hubiera tomado el camino mas alejado del que habiamos compartido hasta entonces, pero en direcciones opuestas y nos hubieramos convertido en dos personas tan distintas, que ni siquiera nuestros recuerdos de los mismos hechos coincidian ahora, por no hablar de esos silencios incomodos que estaban cubiertos de reproches. De camino a la estacion volvi a caer en la cuenta de que Madrid sigue siendo una ciudad especial para mi y que siempre lo sera por mucho tiempo que pase y que cada rincon de la ciudad me traia algun extrano recuerdo. Recuerdos olvidados que venian a la cabeza al pasar por aquellas calles. Ahora que me marchaba, en la estacion tuve claro que amaba tanto a Madrid por la capacidad que tenia para ponerme triste. Ademas de encontrarme la direccion del pueblo, Eva me dijo algo en lo que yo no habia pensado. Y es que, practicamente, todo en esta vida tiene su reverso y en este caso, no simplemente era importante la direccion, sino que habia algo mucho mas importante. Todas las cartas que vinieron tuvieron respuesta en otras que fueron y que, aunque mi abuela quemo unas, las cartas de mi abuelo, si es que las hubo, no pudo quemarlas y habia una posibilidad de que tambien descansaran en la oscuridad de algun armario o de alguna caja de zapatos y estuvieran alli esperandome, quiza en Masegoso, aquel pueblo que me esperaba en la provincia de Guadalajara, una provincia que era una autentica desconocida para mi.
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