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Espero esta carta no te ofenda. Esa no es mi intencion. ?Quien soy? Hace una semana nos conocimos en La Guaira, en el ferrocarril. Soy la jovencita que tuvieron que incluir en tu compartimiento de primera clase porque no encontraban un lugar para ella en el resto del tren. ?Me recuerdas? Llevaba un gorrito negro sobre una melena rebelde de rizos castanos. Sonreiste con amplitud al recibirme, como si tuvieras mucho tiempo esperando por mi y respiraras aliviado al verme aparecer. Esa idea romantica me la fabrique para justificar la sonrisa calida y transparente que me dedicaste. !Fue tan dulce! Y se quedo grabada en mi memoria. Quiero agradecer tu hospitalidad. Estaba sola, cansada por el largo viaje desde Europa y me encontraba algo paranoica por culpa de mis nervios. El area economica, repleta de soldados ruidosos y de rostros insatisfechos, no hubiera ayudado a serenarme. Los empleados del ferrocarril se hallaban tan angustiados como yo. No esperaban la presencia de un grupo militar tan amplio, tuvieron que afanarse en buscarles ubicacion a varios pasajeros para evitar incomodidades. Yo fui bendecida al ser llevada ante ti. Mientras el encargado de la linea conversaba con tu asistente para que me cedieran un puesto en tu vagon, no pude evitar asomarme al interior y terminar embrujada por tu imagen varonil ubicada tras una mesita de trabajo. Tus cabellos, de mechones negros algo largos y desordenados me encantaron, te daban un aire jugueton que me inspiro confianza; aunque fue tu rostro anguloso de piel morena, nariz aguilena y labios delgados lo que conmovio a mi entumecido corazon, preparandolo para el mayor impacto, que lo recibio cuando alzaste la vista y posaste sobre mi a tus ojos oscuros como el onix, asentados entre gruesas pestanas. Me sobresalte. En mi organismo se esparcio una sensacion tan extrana que me desconcerto. Cada hueso y cada organo fueron transformados por esa nueva emocion dejandolos por un instante fuera de servicio. Senti verguenza, al darme cuenta que habia quedado por un tiempo indefinido mirandote embobada. Mi boca, completamente erosionada, no podia cerrarse. Todo rastro de temor, incertidumbre y soledad que venia experimentando desde que llegue al pais se extinguio de mi mente para ser suplantado por el anhelo. Porque en eso me converti despues de conocerte: en una mujer ansiosa por ti. Por tus ojos, capaces de invadirme el alma, por tus labios, que dibujaron una sonrisa tan enigmatica que le dieron vida a las miles de mariposas que habian nacido muertas en mi estomago, y por tu presencia, tan abrasadora, que a pesar de ser calmada desprendia un halo de autoridad que me hacia sentir protegida. Demostraste tu capacidad de dominio ante tu empleado, quien con irritacion quiso negarse a permitirme la estadia en el vagon y desaprobaba cada una de las propuestas brindadas por el funcionario del ferrocarril. Tu, con tu voz firme, lo impediste. Alcanzaste a ver en mis ojos llorosos mis miedos y preocupaciones. !Es que me sentia tan sola...! Como todo un caballero te pusiste de pie, te acercaste y te presentante formalmente con una sonrisa apacible marcada en tu semblante. Me tomaste de la mano y me ubicaste en el asiento frente a tu mesa antes de girarte y tranquilizar al funcionario del tren, asegurandole que te encargarias de todas mis necesidades. !Eres tan excepcional! Recuerdo que durante las horas del viaje intentaste ser amable procurando entablar una conversacion conmigo. Me hiciste un par de preguntas, pero al notar mis evasivas y el temblor en mi voz causado por el nerviosismo preferiste callar y continuar con tu lectura. !Oh, es que me sentia perturbada!
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jonaira campagnuolo