Ver todos los libros de: Daniel A. Tortora
Supe que definitivamente era el final. Solo me entristecia que no fuese mas tragico, que se marchase asi nomas, como el otono, con alguna lluvia, con apenas un poco mas de frio. La parejita trepo los escalones de la estacion escoltada por los familiares y algunos vecinos. Se dirigieron hacia el unico banco que se mantenia en pie y apoyaron los bolsos y la valija en el piso. Don Anselmo destapo el termo y comenzo la ronda de mate con Elvirita. Simularon sonrisas y algunas bromas, los amigos apartaron del grupo a Alberto, seguramente para darle consejos. Elena tomo a Elvirita con las manos y la repaso de arriba abajo, negandose a aceptar que quien se iria a vivir a la ciudad, --y ya no regresaria--, era su hija. El mate paso de Juan a Elena, de Elena a Ramon, de Ramon al Chuno y asi hasta acabar nuevamente la ronda en Don Anselmo. Esta vez el tren no se hizo esperar como cuando se marcharon las hijas de Clara. Aquella tarde si que debieron aguardar, sin embargo hoy llego en hora. Juan tuvo que arrancar a Elvirita de los brazos de Elena y Don Anselmo intervino tomando a su esposa por los hombros. Los domingos no son buenos para las despedidas, mucho menos por la tarde. Cuando el tren arranco, cerre la ventana y me fui a acostar. Unos fuertes golpes en la puerta me despertaron, pero tarde en reaccionar hasta que se repitieron acompanados por los gritos del Negro. --Abra maestro, somos nosotros, los pecadores, vamos abra. --Va, va. Ya va. --Les abri la puerta mirando hacia abajo y refregandome los ojos. El Negro traia un paquete en la mano. Detras de el entro Raul con las manos en los bolsillos y mirando hacia todas partes. --Hola profesor. ?Dormia? --Un poco. Pasa Raul, pasa y cerra la puerta. El Negro ya se habia sentado y mientras desenvolvia el paquete con tortafritas me senalo el mate que habia quedado alli desde la noche anterior. Fui hasta la cocina a calentar agua. Me quede esperando que se me pasara la modorra, ademas no tenia muchas ganas de hablar. --?Y maestro, falta mucho con eso? --Ya va Negro, esta calentandose. --Regrese a la pieza y apoye la pava sobre la silla, despues me sente en la cama. El Negro fue el encargado de preparar el mate. --?Vio que se las tomo Elvirita y Juan? --dijo, guinandome un ojo. --Si, los vi desde la ventana. --Por eso el poeta anda medio triston, vio, le tenia unas ganas a Elvirita. Nos reimos. --?Es verdad lo que dice el amigo, Raul? --pregunte. --No le haga caso, son inventos del Negro --contesto Raul. --Dale, que no, las punetas que te habras hecho con Elvirita, guacho, a mi me vas a decir --se defendio el Negro. Nos reimos un buen rato con eso. El Negro siguio hostigandolo y yo haciendo de partenaire. Raul se abandono al papel de victima y opto por escuchar las barbaridades que decia su amigo. Casi no tuvimos otro tema de que hablar. Alrededor de las dos de la manana, el Negro se paro de repente, se sacudio los restos de tortafritas que le habian quedado sobre la barba y la camisa y mirando a Raul le dijo --vamos poeta, manana tengo que laburar. --Vamos --respondio su amigo. Los acompane hasta la calle, pense que habia dormido demasiado para acostarme tan temprano. El Negro cruzo la calle y fue a orinar contra un arbol, de espaldas a nosotros. Raul encendio un pucho y le pego una chupada interminable. El Negro seguia de espalda, de pronto nos miro y grito. --Disculpen, eh. --Y se tiro un pedo. Me rei mirandolo a Raul que negaba con la cabeza, pensaria que ese no podia ser amigo nuestro. --?Te vas a acostar Raul? --pregunte todavia riendome. --No, todavia no. --?Lo acompanamos al Negro y vamos a dar una vuelta por ahi? -- ofreci. --Vamos, pero primero pasemos por casa. CAPITULO II Cuando el tren se detuvo, me apresure a descender. Busque algun punto de referencia para guiarme, pero lo unico que encontre sobre los arboles fueron los techos, la antena de un radioaficionado y la cruz de la iglesia. Camine hasta el borde de la escalerita que estaba rodeada por macetones repletos de flores que ya empezaban a marchitarse. Me quede un instante observando el panorama, despues mire el reloj, eran la seis y cuarto, entonces cruce la plaza desierta y opte por caminar hasta la escuela. La escuela estaba a unas cuadras, imposible perderse. Desde la plaza podia versele, era un edificio prolijamente pintado, moderno, que no encajaba con las casas que lo rodeaban. Subi los seis escalones que separaban la puerta de la vereda y lei el cartel que estaba pegado en el vidrio “atencion al publico de 9hs. a 12hs.” --Que bien-- pense. Deberia buscar un hotel, ya que presagiaba que a esa hora seria imposible encontrar a alguien. Una hora mas tarde pude ubicarme en el unico hotel que tenia el pueblo, comer algo, banarme y acostarme, aun restaba una semana para que comenzasen las clases y tendria tiempo para escribirle a mi familia. Me desperte temprano, me duche sin apuro y baje a desayunar en el hall del hotel. Una mujer vieja me sirvio un cafe con leche con tres facturas. Le di las gracias pero no me respondio. Me apresure a desayunar y sali para el colegio. Las pocas personas que me cruzaba se quedaban mirandome como si yo fuese un dibujito animado, algunos no me quitaban los ojos hasta que me perdian de vista, yo miraba para adelante con aire de personaje importante, me sentia Charles Bronson. Camine sin apuro, mostrandome. El colegio estaba a solo tres cuadras del hotel. Al llegar a la esquina donde debia doblar procure recordar las palabras que me habian dicho en el Consejo. “Cuando llega, se presenta en el colegio y les comunica que usted es el profesor de historia y geografia que pidieron, pero los papeles no los entrega, me entendio.” Subi las escaleritas, atravese el corredor y camine hasta otra puerta, cuando la abri me encontre, a la derecha, con un aula. Mire hacia todos lados buscando a alguien que pudiera atenderme, pero como no habia nadie golpee con los nudillos. Una voz de mujer grito "adelante". Abri con cuidado y meti solamente la cabeza. Era una mujer de alrededor de cuarenta anos o tal vez algunos mas, me miraba sorprendida, como si Charles Bronson realmente hubiese entrado, despues se puso de pie. --Pase, pase, adelante. --Buen dia, soy el profesor de historia y geografia --me presente. --Ah si, si, sientese. Por aca tengo sus datos. --Leyo una carpeta que tenia sobre la mesa y dijo --Alejandro Roboni. El senor Alejandro Roboni --repitio recalcando el “senor”. --Ragoni --dije. --?Como? --pregunto. --Alejandro Ragoni. --?Ragoni? --repitio. --Si, Ragoni, como se pronuncia. --Entonces aca lo pusieron mal --se excuso y comenzo a borrarlo--. ?Sabe que el lunes comienzan las clases? --Si, ya me lo comunicaron. --Bueno, si desea saber algo mas o alguna otra preguntita --comenzo a decir. --Quisiera conocer mis horarios, saber quien me va a entregar los programas y si se puede visitar la escuela. De repente la mujer me echo una mirada de furia, como si le hubiese pedido vaya a saber que cosa y me respondio pausada pero marcialmente. -- El lunes debe venir a las ocho de la manana y ahi va a conocer sus horarios. Los programas debera retirarlos en la municipalidad de lunes a viernes de ocho a trece horas y al colegio no va a poder visitarlo porque solo esta abier ta la secretaria, que es esta aula, y ya la conoce. Sin responderle comence a ponerme de pie, le iba a dar las gracias de mala gana y a marcharme cuando se abrio la puerta y entro una adolescente que se quedo clavada cuando me vio. --Perdon --dijo. --Pasa Susana, pasa. --Hola mama --saludo la chica. La mujer me senalo con el dedo y le dijo a su hija con voz socarrona --el joven es el nuevo profesor de historia y geografia que vas a tener desde el lunes. El senor Raboni, ?asi era, no? --Ragoni --le conteste, mirando a su hija y pensando que si esta era la secretaria como seria la directora. Mas tarde me enteraria que ella tambien era la directora. --Disculpe que no me presente -- me dijo con una voz mucho mas amigable--, me llamo Clara Prieto, pero todos me llaman Clara, solamente. --A mi llameme Alejandro, es mas facil.
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