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Monica Carrillo
Una llamada de telefono lo cambio todo. Cuando Gala emprende el viaje para despedirse de su abuela Rosario no puede imaginar que pronto descubrira que nada es lo que parece en su familia: a pesar de las apariencias, o precisamente por ellas, todos tienen una vida publica que muestran al mundo, una vida privada reservada para unos pocos y una vida secreta que permanece oculta para todos. Poco a poco, Gala ira destapando las distintas capas que envuelven a sus padres, a su hermano Mauro y a su tia Julia. Y en la cima de tantos descubrimientos hallara aquello que siempre busco y que se le resistia: el amor sin condiciones. LA VIDA DESNUDA Monica Carril o Premio Azorin de Novela 2020 Esta novela obtuvo el Premio Azorin de Novela 2020, concedido por el siguiente jurado: Reyes Calderon, Manuel Cifo Gonzalez, Juan Eslava Galan, Jose Ferrandiz Lozano, Luz Gabas, Julia Parra, que actuo como presidenta del jurado, Belen Lopez Celada y Amparo Koninckx Frasquet, que actuo como secretaria sin voto. La Diputacion Provincial de Alicante y Editorial Planeta convocan y organizan el Premio Azorin de Novela. Editorial Planeta edita y comercializa la obra ganadora. A Alex y a Vega. Por ensenarme nuevas formas de amar Me doy cuenta tambien de que he vivido tres vidas: la vida publica, la vida privada y la vida secreta. GABRIELGARCIA MARQUEZ Mi vida Vida 1 La culpa me pesa desde el dia en que mate a mi abuelo. Llevaba mas de un ano postrado en una cama tras sufrir un ictus que le habia dejado medio cuerpo paralizado. La hemiplejia habia relegado la vida del yayo Fermin a una habitacion, donde su unico entretenimiento era mirar el techo y las paredes recubiertas de gotele, en las que imaginaba siluetas y rostros de otras vidas que pudieron ser. Aquel dia su cuerpo dijo basta. Esa fue la version oficial del equipo medico que lo atendio durante todo el proceso degenerativo, aunque yo, y nadie mas que yo, sabia la verdad. Aquel 15 de septiembre de 1995 su nieta Gala corto el fino hilo que sujetaba a Fermin a la vida. Para entonces mi abuelo ya no era mi abuelo. Ya no hablaba y apenas nos reconocia. Con suerte algunos dias, sobre todo a primera hora de la manana, lograba abrir los ojos y sonreirnos con la mirada. Al menos eso interpretaba yo, o eso queria entender de sus escasos gestos. En algunas ocasiones, mientras le acariciaba el entrecejo para que lo relajara, me apretaba suavemente la otra mano. Como diciendo: <
>. Fermin fue muchas cosas, pero en el carne de identidad se podia leer que su profesion era la de practicante. Nos ponia las inyecciones con una destreza que no he vuelto a ver en nadie tantos anos despues. El abuelo hervia el material en una cazuela para esterilizarlo y lo reutilizaba luego en cada una de las nalgas que se le ponian a tiro. Aquella diminuta sala de tortura tenia un olor muy particular. Una mezcla de alcohol, medicamentos y miedo. Porque el abuelo seria muy diestro y atinado en lo suyo, pero eso no impedia que mi hermano y yo temblaramos cada vez que nos tenia que pinchar el antibiotico con aquella aguja cargada por el mismo diablo. Fermin el Agujas, el Espadachin, el Lanzaflechas: al abuelo le acompanaban muchos motes en el pueblo. Mi favorito era el de Azotaculos. Y era cierto. El ritual siempre se repetia: cogia una gasa y la empapaba en alcohol, te daba unos golpecitos en el gluteo y te hincaba la aguja sin piedad hasta descargar todo el contenido de la inyeccion. Una vez que el embolo tocaba el extremo, el abuelo repetia las mismas palabras: <>. Y se reia. Los dias previos a su muerte, su salud habia empeorado mucho y los mayores --como mi hermano y yo llamabamos a los adultos en aquellos tiempos-- decidieron ingresarlo de nuevo en el hospital. Ya no salio de alli con vida. Lo intubaron, oxigeno, suero, sondas… Aquel si que ya no fue mi abuelo nunca mas. Mi recuerdo de aquella nueva habitacion era aun peor que el que conservaba de su casa. En el hospital compartia el reducido espacio con otro paciente, un hombre con una enfermedad terminal a quien, como a Fermin, le quedaba un resuello de vida. Fueron cuatro o cinco dias de internamiento en los que apenas pudieron hacer nada por el. <>, dijeron mis padres a la tia Julia. Con ocho anos, yo no era capaz de saber a que se referian exactamente. ?Que tipo de trastorno tendria el abuelo? ?Acaso era posible empeorar mas? Yo lo miraba y veia las llagas de las caderas en carne viva, las extremidades retorcidas y la inapreciable masa muscular, fruto de la apisonadora del tiempo que juega en contra. A mi mente inocente e infantil le parecia imposible que hubiera algo peor que aquello. Pero lo hubo. Hay veces en las que, por muy luminoso que se haya despertado el dia, en nuestra casa anochece pronto. Aquel iba a ser uno de esos dias. Veinticinco anos despues de ese 15 de septiembre de 1995 recibi una llamada que me transporto en el acto a aquel momento: a la noche en que le quite la vida a mi abuelo. Vida 2 Existen personas a las que sabes que no podras olvidar en toda la vida, pero llega un dia en el que dejas de quererlas. No fue mi caso. Nunca llego ese dia. El tiempo solo curo las heridas que ya no importaban, lo intrascendente, lo que era ajeno a mis sentimientos. Practicamente nada. Fuera llovia. Era una de esas tardes en las que esta justificado enfundarse el pijama y arroparse con la manta sin salir de casa, y justo eso habia decidido. Estaba dibujando ensimismada en mis bocetos cuando sono el telefono. Sin saber por que, me inquieto. <> Fue un mal presagio, aunque al segundo siguiente lo estaba achacando a alguna operadora telefonica dispuesta a tentarme con una oferta. Me equivocaba. --?Si? --Hola, preguntaba por Gala. Era la voz de un chico joven. Tenia un timbre agradable. --Si, soy yo. --!Hermanita! Soy Mauro. Perdona, no te habia reconocido. Me quede bloqueada, aturdida, paralizada. Mi hermano nunca me habia llamado al fijo, no sabia a que venia aquello. Otra vez el mismo presentimiento. --!Vaya sorpresa! --acerte a decir al fin--. Yo tampoco te habia reconocido. Que raro que me llames a este telefono. --Tienes el movil apagado. Lo mire: sin bateria. --?Va todo bien? --pregunte, directa al grano. --Bien… Bueno, mas o menos. Te llamo por papa. Me ha pedido que lo haga. --?Que le ocurre? --me apresure a preguntar. --No, tranquila, el esta como siempre, Gala. Es la abuela… Mi corazon se agito con violencia y senti que me mareaba y me fallaban las piernas. Me acerque con el inalambrico al sofa donde un momento antes disfrutaba placidamente de la entrada del otono y me sente despacio. --?Que ha ocurrido, Mauro? No me asustes. --Bueno, el diagnostico es complejo, pero por la evolucion de las ultimas horas, creo que no hay mucho margen de mejora. Gala, la vida de la abuela se apaga y hemos creido que deberias saberlo. --?Donde esta? ?Donde esta la abuela? Lance la pregunta con un grito seco, desesperado, mientras un intenso dolor se instalaba en mi garganta y me comprimia las cuerdas vocales, impidiendome articular correctamente las palabras. La voz me temblaba al compas de las manos, que de repente se tornaron frias como el cristal que tenia delante. Esa ventana a traves de la cual habia contemplado el paso de las horas, vacias de todo salvo de recuerdos. --Esta en el Hospital del Norte. Hemos preferido que la ingresen aqui porque asi puedo tratarla yo mismo. Ahora estoy de guardia -- anadio mientras yo pensaba si seria mas rapido el puente aereo o un AVE a Madrid. Vida 3 Me deje caer a plomo en el asiento: coche 11 del AVE Sants-Atocha, ventanilla. Habia llegado por los pelos despues de una carrera hacia el control de seguridad, de un traspie que me lanzo de bruces contra el suelo camino de los andenes y de un esprint final con la mochila para viajes relampago a la espalda, mientras el ultimo revisor gritaba: <>. El doble pitido de aviso me pillo en el aire, literalmente, saltando para salvar los escalones y no quedarme en tierra. No podia creerme lo que habian dado de si los ultimos cinco minutos. Por lo general, el tiempo, y en muchas ocasiones tambien la vida, me pasa por encima. Las horas transcurren lentas y rapidas a la vez. Y yo continuo imperterrita, haciendo caso omiso al devenir de las rutinas. Siempre ha sido asi. Desde nina he tenido una enorme facilidad para quedarme embobada observando el aleteo de una mosca, la laboriosa tarea de una hormiga que carga con una pipa o las mil y una imagenes distintas que adivino en el suelo de marmol en casa de mis padres. --Gala, ?que haces? --me preguntaba mas de una vez mi padre desde el otro lado de la puerta del cuarto de bano. --Estoy en mi trono, que para algo soy una princesa --le respondi ufana en una ocasion. --?Todavia seguis ahi, alteza? Se os van a dormir las piernas. -- Mi padre siempre fue muy rapido en las respuestas. --Mejor. Si se me duermen, quiza suenen con algo bonito --le conteste igual de deprisa. Nos encantaba hacer eso. Era como jugar un partido de tenis que se va convirtiendo en otro de ping-pong; cada vez las respuestas mas veloces y el ritmo mas endiablado. Escuche la risa de mi padre desde el otro lado, pero ya no dijo nada. Espero a que se abriese la puerta para espetarme a bocajarro: --?Y bien? ?Con quien han sonado esas piernas dormilonas?
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monica carrillo