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C. J. Tudor
Lo primero en lo que se fijo fue en los adhesivos que bordeaban la luneta del coche y recubrian el parachoques: <
>. <> <> <> <> Vaya batiburrillo de mensajes. Aunque una cosa quedaba meridianamente clara: el conductor era un capullo. Gabe habria apostado lo que fuera a que llevaba una camiseta con un eslogan y tenia en la oficina una foto de un mono con las manos en la cabeza y el letrero: <>. Le sorprendia que el tipo pudiera ver algo entre tantas pegatinas. Por otro lado, al menos proporcionaba material de lectura a la gente durante los atascos. Como aquel en el que se encontraban atrapados en ese instante. Una larga fila de vehiculos avanzaba a paso de tortuga a causa de las obras en la autopista; daba la sensacion de que se habian iniciado en algun momento del siglo anterior y que durarian hasta bien entrado el milenio siguiente. Gabe suspiro y tamborileo con los dedos sobre el volante, como si asi pudiera aligerar el trafico o hacer que apareciera una maquina del tiempo. Ya casi iba con retraso. No del todo. Aun no. Todavia estaba dentro de los limites de lo posible que llegara a casa a tiempo. Pero no albergaba muchas esperanzas. De hecho, las esperanzas lo habian abandonado cerca de la salida 19, como a todos los conductores lo bastante espabilados para confiarse a su GPS y tomar un desvio por una carretera comarcal. Lo mas frustrante era que ese dia habia conseguido salir a buena hora. Habria podido llegar sin problemas a las seis y media, a tiempo para la cena y para acostar a Izzy, como le habia prometido --prometido de verdad-- a Jenny que haria esa noche. <> Eso le habia dolido. Ella queria hacerle dano. Por supuesto, Gabe habria podido replicar que era el quien habia preparado a Izzy para el colegio por la manana, mientras Jenny salia pitando para reunirse con un cliente. Era el quien habia consolado a su hija y le habia aplicado crema antiseptica en el menton cuando el temperamental gato de la familia (adoptado por Jenny) la habia aranado. Pero no le ha dicho nada, porque ambos sabian que eso no compensaba todas las ocasiones perdidas, los momentos en que el no habia estado alli. Jenny era una mujer bastante razonable, pero en lo que a asuntos familiares se referia, tenia los limites bien marcados. Si alguien los traspasaba, ella tardaba mucho tiempo en dejarlo volver al redil. Era una las cosas que el amaba de ella: su devocion inquebrantable hacia su hija. La madre de Gabe habia sido mas devota del vodka barato, y el nunca habia conocido a su padre. Juro que el seria distinto, que siempre estaria al lado de su pequena. Y sin embargo alli estaba, atrapado en la autopista, con muchos numeros de llegar tarde. Otra vez. Jenny no se lo perdonaria. No queria pensar demasiado en las posibles consecuencias. Habia intentado llamarla, pero habia saltado el buzon de voz. Ahora le quedaba menos de un uno por ciento de bateria en el movil, que se apagaria en cualquier momento, y justo ese dia, como no podia ser de otra manera, Gabe se habia dejado el cargador en casa. No podia hacer otra cosa que permanecer sentado, luchando contra el impulso de pisar el acelerador a fondo y llevarse por delante los demas vehiculos, tabaleando sobre el volante con agresividad mientras contemplaba al puto don Pegatinas que tenia delante. Muchos de los adhesivos parecian viejos, pues estaban descoloridos y arrugados. Por otro lado, era un coche antiguo. Un Cortina, o algo por el estilo. Estaba pintado con un espray de aquel color tan de moda en los anos setenta: una especie de dorado sucio. Platano mohoso. Crepusculo contaminado. Sol moribundo. El inestable tubo de escape escupia de forma intermitente un turbio humo gris. El parachoques entero estaba salpicado de herrumbre. Gabe no alcanzaba a ver el distintivo de la marca. Seguramente se le habia caido, junto con media matricula. Solo quedaban las letras <>, <>, y parte de un numero que podia ser un 6 o un 8. Fruncio el ceno. Estaba convencido de que aquello no era legal. Seguro que el cacharro de mierda no estaba ni en condiciones de circular, ni asegurado, ni en manos de un conductor cualificado. Mas valia no acercarse demasiado. Estaba planteandose cambiar de carril cuando el rostro de la nina aparecio tras la luneta, justo en el centro del marco formado por los adhesivos medio despegados. Parecia tener unos cinco o seis anos, cara redonda, mejillas sonrosadas y el fino cabello rubio recogido en dos coletas en lo alto de la cabeza. Lo primero que le paso a Gabe por la cabeza fue que ella deberia llevar puesto el cinturon de seguridad. Lo segundo que penso fue: <>. La nina clavo la vista en el. Se le desorbitaron los ojos. Abrio la boca, dejando al descubierto el diente delantero que le faltaba. Gabe recordaba haberlo envuelto en un panuelo de papel antes de colocarlo debajo de la almohada para que lo recogiera el Ratoncito Perez. Sus labios formaron la palabra <>. En ese momento, una mano procedente del asiento delantero la agarro del brazo y tiro de ella hacia abajo con brusquedad. Ella desaparecio de la vista. Se esfumo. Ya no estaba. Gabe se quedo contemplando el espacio vacio tras el parabrisas. <> Imposible. Su hija estaba en casa, con su madre. Probablemente viendo el Disney Channel mientras Jenny preparaba la cena. No podia ir en el asiento de atras del coche de un desconocido, en direccion a Dios sabe donde y sin el cinturon de seguridad abrochado. Las pegatinas le impedian ver al conductor. A duras penas alcanzaba a vislumbrarle la cabeza por encima del <>. A la mierda. Toco el claxon de todos modos. Luego hizo senales con las luces. Parecio que el cacharro aceleraba un poco. Las obras de la autopista terminaban unos metros mas adelante, y las senales de ochenta kilometros por hora cedian el paso a las que indicaban el limite de velocidad nacional. <> Piso el acelerador. Su coche era un Range Rover nuevo. Tiraba como una bestia. Aun asi, el viejo y destartalado monton de chatarra que tenia delante se alejaba. Apreto el pedal con mas fuerza. El velocimetro subio poco a poco, a ciento diez, ciento veinte, ciento treinta y cinco… Cuando empezaba a ganar terreno, el automovil de delante se paso de golpe al carril central y adelanto varios coches. Gabe lo siguio con un viraje brusco, cerrandole el paso a un camion de alto tonelaje. El estruendoso bocinazo estuvo a punto de dejarlo sordo. El sentia que el corazon estaba a punto de reventarle el pecho como un puto alien. El coche de delante zigzagueaba peligrosamente entre los demas vehiculos. Gabe se vio acorralado por un Ford Focus, a un lado, y un Toyota, delante. Mierda. Echo una ojeada al retrovisor y se desvio al carril lento antes de colarse rapidamente delante del Toyota. En ese instante, un Jeep que se incorporaba desde el carril de adelantamiento le rozo el capo. Gabe freno en seco. El conductor del Jeep puso las luces de emergencia y le mostro el dedo medio. --!Que te den, gilipollas de mierda! El monton de chatarra, que le sacaba ya varios coches de ventaja, continuo serpenteando entre el trafico hasta que las luces traseras desaparecieron a lo lejos. Gabe no podia seguirle el ritmo. Era demasiado peligroso. Ademas, se dijo, sin duda se habia confundido. Por fuerza. No podia tratarse de Izzy. Era imposible. ?A santo de que iria montada en ese coche? Se sentia cansado, estresado. Estaba oscuro. Debia de tratarse de una ninita que se parecia a Izzy. Una ninita que se le parecia un monton, que tenia la misma cabellera rubia recogida en coletas, la misma mella entre los dientes delanteros. Una ninita que lo habia llamado <>. Mas adelante una senal luminosa rezaba: <>. Podia parar alli y llamar a casa para quedarse mas tranquilo. Pero ya iba a llegar tarde; mas valia que siguiera adelante. Por otro lado, ?que importaria si se retrasaba unos minutos mas? Se aproximaba a la salida. <> En el ultimo momento, dio un volantazo a la izquierda y piso las bandas sonoras blancas, provocando un concierto de bocinazos. Acelero por la rampa y llego a la estacion de servicio. Gabe casi nunca paraba en estaciones de servicio. Le parecian deprimentes, llenas de infelices que habrian preferido estar en otra parte. Perdio unos minutos valiosos corriendo de un lado a otro entre los diversos establecimientos de alimentos en busca de un telefono publico, hasta que al fin encontro uno medio escondido cerca de los aseos. Un unico aparato. Ya nadie usaba telefonos publicos. Perdio varios minutos mas buscando suelto hasta que cayo en la cuenta de que aceptaba pago con tarjeta. Se saco la de debito de la cartera, la introdujo y marco el numero de casa. Jenny nunca lo cogia al primer timbrazo. Siempre estaba ocupada haciendo algo con Izzy. A veces decia que le habria gustado tener ocho pares de manos. El deberia pasar mas tiempo en casa, penso. Echarle una mano. --?Diga? Era la voz de una mujer, pero no de Jenny. La voz de una desconocida. ?Se habria equivocado de numero? No lo marcaba muy a menudo. Culpa de los moviles, tambien. Comprobo el numero en la pantalla. Era el del telefono fijo de su casa, sin asomo de duda. --?Diga? --repitio la voz--. ?Es usted el senor Forman? --Si, soy el senor Forman. ?Y usted quien cono es? --Soy la inspectora de policia Maddock. --Una inspectora de policia. En su casa. Atendiendo su telefono--. ?Donde esta usted, senor Forman? --En la M1. Es decir, en una estacion de servicio. De camino de vuelta del trabajo. Balbuceaba. Como si fuera culpable de algo. Aunque en realidad lo era, ?no? Culpable de un monton de cosas. --Tiene que volver a casa, senor Forman. Lo antes posible. --?Por que? ?Que pasa? ?Que ha pasado? Una larga pausa. Un silencio denso, opresivo. Uno de aquellos silencios prenados de palabras sobrentendidas, penso el. Palabras que estaban a punto de joderle la vida por completo. --Se trata de su esposa… y de su hija.
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