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El Hotel Hillover era uno de los hoteles mas lujosos de toda la ciudad, o para ser mas exactos, de todo el estado de Maine, y podria ser uno de los habituales de Colorado: alli tambien existen hoteles especiales. Construido por primera vez en el siglo XIX--ya que fue reconstruido tres veces--, el hotel era ahora uno de los mas populares entre los turistas que la habitaban con sus estupidas sonrisas en contraste con el comienzo frio que tuvo hace mas de cien anos. Myer trato de no parecer aburrido mientras repetia esto a los nuevos invitados que acababan de llegar. El acababa de ordenar a viva voz, que se enviaran sus equipajes al piso de arriba y ahora los acompano a las habitaciones que habian reservado de antemano. Esas pequenas joyas que empezaban por el primer piso hasta acabar en el cuarto. Myer tenia poco mas de treinta anos. Era alto, de piel bronceada y clara, barba incipiente, ojos verdes y cabello castano claro que se peinaba cuidadosamente con cera antes de salir a cualquier parte. Llevaba una camisa blanca debajo de su traje negro y se enfundaba en esa chaqueta susodicha, con una pajarita a juego alrededor de su cuello que no era precisamente una estola. Los huespedes que se quedaron en el hotel, en adelante sencillamente hotel a secas; no eran personas comunes o se deberia decir: normales. El hotel era muy exclusivo y solo tenian acceso a su cache aquellas personas adineradas de todo el pais o de los diferentes estados que bordeaban Maine. Estos personajes residian durante largas temporadas, excepto en invierno, en este hotel, mientras estaban en Arkansas, Nueva York o Washington a traves de la magia de los telefonos moviles con su cobertura 5G. Todo el mundo sabia que punetas era. Si, todo el mundo. Las personas con una cartera en el bolsillo, de las que se consideraban normales, no podrian pagar las facturas de un hotel como este, aunque tambien conocian ese jodido 5G. Myer habia estado trabajando en el hotel durante los ultimos seis anos y su vida habia cambiado drasticamente desde el dia uno: todo empezo con una entrevista de lo mas enrevesada y extrana que uno podia imaginar. A veces la recordaba y otras, sufria de amnesia. Eso era bueno. Todos los invitados que ahora se arremolinaban cerca de el eran de familias adineradas y siempre le dejaban generosas propinas que al final acababa en su estomago en forma de alcohol. Ademas de eso, el dueno del hotel, un tipo que siempre hablaba en la penumbra de su despacho, le pagaba un buen salario--unos treinta mil al ano-- porque trabajar como conserje era un trabajo importante. Claro que lo era. Responsabilidad pensaba. Demasiado tiempo de dedicacion al completo para que el corazon del monstruo que pugnaba de la montana siguiera latiendo con naturalidad. Despues de subir las escaleras que no resonaban a su taconeo cruzo los pasillos y mostro el largo camino a los nuevos huespedes que derivaban hacia sus respectivas habitaciones. Su mano extendida bajo una incipiente sonrisa que lo hacia parecer un payaso de feria, los guiaba. --Debes estar cansado despues de este y jodido largo viaje --dijo Myer al aire, porque nadie giro la cabeza sobre sus rodillos de carne--. Puedo recomendarte los mejores espaguetis de la ciudad, una vez que hayas descansado. ?Supongo que querras cenar mas tarde? --Y esa persona no era nadie porque todavia no le escuchaban. Despues del chasco inevitable, acompano a los invitados a sus habitaciones, que estaban bien iluminadas, eran acogedoras y muy exuberantes con un papel tapiz dorado clasico que emitia vibraciones muy vintage: que fino ha quedado eso. Todas las habitaciones tenian muebles de roble oscuro, elegantes camas con dosel y chimeneas decorativas en un extremo como un ojo avizor. Estaban estrategicamente colocadas y discretas para evitar el riesgo de un posible incendio. <
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