Ver todos los libros de: N. T. Oto
Nadie en este mundo ni en ningun otro podra afirmar nunca con seguridad que no tiene ningun defecto. Esas eran las palabras que mi madre me decia cuando era pequena, y yo las repetia una y otra vez, como un mantra. No entendia entonces a que se referia, pero ahora, ya pasado el tiempo, puedo alcanzar a ver el proposito de aquella oracion. Hoy cumplo veinte anos, y mi padre, como siempre, se muestra mas entusiasmado que yo misma. En ocasiones tengo la tentacion de pedirle que se relaje, que me pone de los nervios, pero luego recuerdo el verdadero motivo de celebracion y me callo para mirarlo con compasion. Hace siete anos perdio a mi madre por lo mismo por lo que me perdera a mi. Una enfermedad que afecta en su mayoria a los hombres, a uno entre cien mil. La suerte, como veis, esta de nuestra parte. Si ya es complicado acertar a la diana con tal probabilidad minima, imaginad lo complejo que debe de ser siendo, ademas, mujeres. Mi madre siempre lamento haberme tenido, haberme condenado a sufrir, pero por aquel entonces ella desconocia su enfermedad y su gravedad, y yo no puedo reprocharselo. Tal vez, incluso se lo agradezco. Cuando sabes que vas a morir --que vas a morir en un plazo de uno a setecientos treinta dias--, la vida no pasa como para las personas corrientes, la vida se ralentiza, te muestra cosas extraordinarias, te permite disfrutar de cada corriente de viento y de cada gota de lluvia. Mi padre siempre reza por un milagro; yo le digo que existe ya milagro en la propia vida. --Vamos, abrelo --me dice. Esta mirando el paquetito que se encuentra estrategicamente colocado sobre la mesa del comedor. Yo le digo que espere con la mano mientras trago el trozo de tortita. La rutina es la misma cada ano: me levanto de la cama y bajo a desayunar. Cuando llego al comedor, siempre hay un regalo sobre la mesa esperando, pero yo nunca lo abro; yo siempre espero a que mi padre me lo diga. Y siempre lo hace a mitad del desayuno. Un dia me atragantare y la enfermedad maldecira por haberle quitado el protagonismo de mi muerte. --De acuerdo, ?que es esta vez? --le pregunto. Y el, como siempre, se encoge de hombros. Mi padre es un hombre de costumbres. Un gran hombre de costumbres. Y no lo digo unicamente por su enorme corazon; mi padre es alto, de hombros anchos y brazos largos. Sirvio a la marina hasta que mi madre empeoro, y, cuando murio, me saco del colegio, tal vez para llenar su vacio, y me educo en casa. Me diagnosticaron hace dos anos FPI --Fibrosis Pulmonar Idiopatica--, la misma enfermedad que se llevo a mi madre, y desde entonces tratamos de llevar una vida corriente. No ignoramos la realidad, pero ?por que estar hablando de ello constantemente? En fin, no aporta valor. --Veamos, ?que suena? --muevo la caja, pero no suena nada. --Daniela, abrelo de una vez --me dice, impaciente. Retiro el papel de regalo, descubriendo tras el la imagen de una camara instantanea. --!Papa, es genial! Le abrazo con fuerza, pero su abrazo es mas fuerte y mas largo. --Voy a ensenarsela a Cat. Cat es mi vecina y mi mejor amiga. Bueno, mi unica amiga, para que enganarnos. Mi epoca en el colegio estuvo protagonizada por la enfermedad de mi madre, y ello no me permitio profundizar en las pocas amistades que mi introvertida personalidad me concedio. Pase, por tanto, por alli como pasa un avion por el cielo y despues desapareci. Ella fue la unica persona que me acompano en aquel triste viaje y quien aun hoy me sigue acompanando. --!Dani! --exclama al abrir la puerta. Y me arrastra al interior con una fuerza anormal para su tamano de metro cincuenta. Me besa y abraza con carino mientras me felicita. Caterina Bell es una chica de dieciocho anos tan intensa, alocada, atrevida, extrovertida y decidida, que su pequeno tamano crece con todas esas virtudes hasta igualar el mio, diez centimetros superior. Si el Yin y el Yang tuvieran rostros, sin duda serian los nuestros. --Sientate. Mi madre no nos molestara --dice mientras me echa sobre su cama y empieza a sacar ropa de su armario, ropa fresca, que para eso es verano--. Tenemos que celebrar tu cumpleanos. Saldremos esta noche y estrenaremos esa camara. ?Quieres ir a algun sitio en particular? Evitaremos lugares con humo; esos pulmones hay que mantenerlos sanos durante el mayor tiempo posible. Cat sabe que estoy enferma, pero le da igual. Ella siempre me ha tratado como una chica corriente, a pesar de mis ingresos esporadicos en el hospital y de ser consciente de mi no muy lejano final. Ella siempre dice que viva mientras lo este, y yo, por lo general, suelo obedecer. --No se si me dejara mi padre, Cat. Te recuerdo lo que paso la ultima vez. Ella pone los ojos en blanco y se sienta en el suelo para mirarme desde alli abajo, hecha una bola, con las manos entrelazadas alrededor de sus piernas. --La ultima vez --dice, con un tono de obviedad que te anima a creer todo lo que va a salir de sus labios-- fue un contratiempo tras otro. Nos dejamos mi movil en el taxi, nos perdimos al volver, habia demasiada gente... Incluso yo, que no tengo los pulmones como estropajos, senti que me faltaba el aire. --Bien, pues habla tu con el. --De acuerdo. Pero tu tendras que apoyarme. --Hecho. Se levanta del suelo y se dirige con seguridad a la puerta. Yo, como siempre, admiro su determinacion desde las sombras mientras camino tras ella. Pero, por primera vez, se detiene en seco antes de alcanzar su destino. --?Crees que me odia por lo que te paso? --?Mi padre? !Cat, claro que no! Mi padre te adora. --Bien, pues vamos. --Cat nunca tarda mucho en despreocuparse--. Hablemos con el y despues nos ponemos a Malcolm para relajarnos. Yon Malcolm. Cat esta loca por el. Y no es para menos: veinticuatro anos embutidos en un cuerpo y una cara perfecta. En fin, es actor; de eso vive. Y, aunque suelo colocar en una misma caja a todas las personas del mundo por aquello de los principios que te regala saber que vas a morir --que vas a morir en un plazo de uno a setecientos treinta dias--, he de decir que Yon Malcolm es un ser de otro mundo que no podria de ninguna manera estar en una caja tan corriente. Si Yon Malcolm tiene que habitar una caja, la caja sera --dice Cat-- de oresmerbi. Oro, esmeralda y rubi. Un elemento unico. Como el. E imposible. Como el. Porque sus ojos no son castanos ni verdes, son verdanos --a Cat le encanta hacer palabras sin sentido uniendo otras--, su piel no es palida ni morena, su sonrisa no es muy abierta ni muy pequena, su pelo no es negro ni pardo. Yon Malcolm es, asi, un chico de ojos verdanos, piel palena, labios abienos, y pelo pargro. Vamos, un engendro, para quien la oiga. Cuando mi padre nos ve aparecer juntas, se huele algo. Porque es exmarine, y los exmarines saben hacer esas cosas. Y se pone rigido y saca pecho, preparado para defender sus ideas, decisiones y cualquier cosa que nos propongamos atacar. No esta, por supuesto, preparado para las suplicas, ojos vidriosos, y excusas bien elaboradas de Caterina Bell. Asi que lo unico que puede hacer como consuelo a su orgullo es ponernos de forma estricta una hora de regreso. Las once estan bien, pero a Cat le parecen mejor las doce. Y a mi padre, tras tres minutos y veintiseis segundos, tambien.
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