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Mi despertador marca las 7:02. Extravagancia personal. No me agradan las horas en punto. Me visto sin hacer ruido, me ato mis Nike recien estrenadas gracias a una amiga de la familia que tiene descuentos. Piso el asfalto al ritmo de End of Time de Beyonce, mis pies se mueven sin cesar. Corro para olvidar, para aclarar todas las ideas que me retumban en la cabeza. Salgo a esa hora porque ella aun duerme y se que es el unico momento en que me dejaria salir sola. Se que cuando llegue tendre que volver a encerrarme. La calle no esta hecha para personas como yo. Sus palabras resuenan en mi mente. Cambia la cancion y acelero el ritmo, noto como bombea mi corazon, siento cada paso que doy. La adrenalina de volar libre. Libertad. Es una palabra de la que no gozo al pronunciarla en voz alta, pero que si me permito experimentar en estos pequenos instantes. Y una sensacion que desaparecera en el momento que ella decida. Es como si pudiera rozar con la yema de los dedos esa sensacion, como el nino que intenta llegar a la nube con sus propias manos. Pero mi nube se vuelve oscura y turbia porque ella nunca quiere perder el control. Control. Que gran palabra. Es en esos momentos en el asfalto cuando me empodero y me convenzo de que puedo trazar la direccion de mi vida. Justo en ese instante acelero aun mas, advirtiendo mi libertad, avistando mi albedrio, justo en ese preciso instante la realidad me cae encima como un peso muerto sobre los hombros. Se me escapa una lagrima, pero no, me la limpio con la manga de mi camiseta. Continuo porque no debo retrasarme, he de regresar antes de que ella abra los ojos porque, si no, puede pasar lo peor. Llego sudada y satisfecha por el trabajo realizado. He conseguido subir hasta la montana y bajar en una hora. Esa montana me da paz. Ella tambien lo sabe, por eso me hace creer que mira hacia otro lado cada manana mientras salgo a hurtadillas, ya que en el fondo ella tambien lo necesitaria, pero es demasiado tozuda para hacerlo. Prefiere quedarse en casa, durmiendo, levantarse tarde y atiborrarse de comida fria que haya sobrado la noche anterior. Me meto en la ducha, dejo que caiga el agua templada sobre mi cabeza mientras cierro los ojos pensando que ojala esta sensacion de bienestar pueda durar toda la vida. Sonrio imaginandome que acaso pudiera llevar las riendas de mi vida, pero enseguida oigo la puerta; ya esta aqui. Mi sonrisa se desvanece a la vez que ella hace su aparicion. Mi nombre es Maria. Bienvenidos a mi historia. 2 SOLO SIRVO PARA ESCONDERME Intento concentrarme en el agua que cae sobre mi cabeza, cada gota consigue que toda mi musculatura se relaje, que toda la tension que ella pueda producirme disminuya debajo de ese chorro que parece que me transporte a donde yo quisiera estar, pero muy pronto vuelvo a la realidad. --Oye, tu, necesito la ducha. Date prisa. Cada manana lo mismo. Me irrita lo inoportuna que eres siempre --dice con una sonrisa cinica y su tono amargo tan habitual de por las mananas. --Acabo de entrar, Ana. Dame unos minutos. Ademas, es sabado, no tienes que ir a trabajar. --Intento contestar con la maxima dulzura posible para que su enfado no aumente, aunque no entiendo ese mal humor matutino. Lo tiene desde hace anos y realmente procuro convivir con el, pero es muy molesto. --?Unos minutos? Maria, espabila. No te lo vuelvo a repetir. --Cierra la puerta a la vez que sisea la ultima letra, sabiendo el panico que eso me produce. Ese sonido sibilante activa mi sistema de alarma. Su expresividad y su forma de remarcar cada palabra me hacen comprender que la situacion puede agravarse si sigo en mis trece. Me apresuro porque no pretendo tener problemas. Solamente anhelo seguir experimentando la sensacion anterior, la que consigue que me levante cada dia. Salgo de la ducha procurando tragar el nudo que se me ha formado en la garganta. Me miro al espejo. Observo mi piel palida. Paso mis dedos por el ondulado cabello que cae a un lado de mi cuello, y justo en ese momento aparece ella e insiste: --Si dejaras que yo controlara la situacion, si dejaras de resistirte, todo seria mas facil. --Tienes razon, Ana. Lo siento --le respondo mientras bajo la mirada. --Buena chica --contesta con un gesto de triunfo que no me pasa desapercibido, y me da un pequeno azote en el trasero antes de meterse en la ducha--. Si quieres, como hoy te has portado bien, podemos desayunar juntas. Pero algo ligero, que cada vez estas mas gorda y asi no vas a gustar nunca a nadie. --Tienes razon. Quizas haya ganado un poco de peso. Te lo agradezco, Ana. Eres muy considerada conmigo. --Ya lo se, Maria. Siempre pienso que harias en esta vida si yo no fuera tu guia --me responde mientras se atusa el pelo mirandose al espejo. --Pues… --empiezo a decir, pero me corta tajante. --!Pues llorar y quejarte! --Me mira de reojo mientras su brazo se ha quedado suspendido en el aire. Intuyo que con esa ultima frase quiere acabar la conversacion para poder ducharse tranquila. Cierro la puerta y oigo que ya ha puesto la musica a todo volumen. Creo que la pone tan alta para no oirme. Para no tener que escuchar nada, para no pensar. Solo disfrutar, ese es su lema.
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