• pablo poveda - Pablo Poveda

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    No podia disimular su expresion corporal, por mucho que deseara pasar desapercibido. Los musculos de la cara se le habian encogido. Su rostro blanquecino despertaba la curiosidad de los que caminaban en direccion contraria a el. El barrio estaba despierto, las mesas de los bares ocupaban las terrazas de la calzada y las parejas de enamorados paseaban de la mano para disfrutar del sol dominical. Habia vuelto a despejarse el cielo, a salir el sol y todo pronosticaba que seria un domingo de ensueno. No obstante, lo que parecia una estampa primaveral y castiza, llena de color y energia, no lo era para el arquitecto, que caminaba hacia su domicilio tras haberse apeado del coche. Despues de contemplar como el vehiculo se perdia a lo lejos por el final de la calle, la voz de aquel hombre todavia resonaba en su cabeza. De pronto, levanto su mano a la altura del esternon y sintio los latidos del corazon golpeando la puerta de su pecho. No era miedo lo que arrastraba. Tampoco era el odio lo que le hacia bombear asi. Una extrana sensacion, poco habitual en el y, afortunadamente, casi desconocida: furia. Mientras la lengua coloquial hablaba de esta como un mero enojo, para Don significaba algo mas que eso. Los romanos habian llamado Furias a las diosas violentas engendradas con la sangre de los testiculos de Urano, dos temibles criaturas capaces de enloquecer al propio Zeus. Para el arquitecto, aquella historia mitologica tenia sentido. Enfurecer, en el maximo esplendor de la expresion, era lo que habia evitado durante tanto tiempo a traves de sus actos, sus cambios de personalidad, de profesion e incluso de apariencia. Un trabajo de artesano al que habia dedicado toda una existencia y que estaba a punto de convertirse en pedazos a causa del infortunio. Lo que menos le preocupaba era perder todo lo que habia conseguido. Despues de todo, lo material carecia de sentido para el. Sin embargo, temia perder a Marlena. Temia que, a causa de un descontrolado y frenetico ataque, perdiera la cordura y se convirtiera en alguien totalmente irreconocible para ella. Tres dias. Eso era todo lo que tenia en sus manos para encontrar el modo de salir airoso. Si es que existia. Frente a la puerta del edificio, encontro su reflejo en el cristal que habia tras la reja negra. Tenia el cabello despeinado a causa del temporal matutino, bolsas en los ojos y un semblante cadaverico. A diferencia de la mente, el cuerpo no tardaba en manifestar los excesos que el propio dueno era capaz de darle. Demasiados viajes en pocos dias, largas horas de coche, cortas noches de sueno y una fatidica visita inesperada que le ponia en jaque por momentos. Se mecio el pelo, introdujo la mano en el bolsillo de su pantalon y saco un juego de llaves metalicas. Despues abrio la puerta. Antes de subir el escalon de la entrada, un pequeno gorrion se poso sobre el bordillo. Era pequeno, redondo y tenia las plumas de color marron. Don observo al pajarillo como cantaba, libre y sin miedo ante la presencia humana del arquitecto. En un lapso, se imagino a si mismo agarrandolo con la mano y apretando el puno con fuerza hasta ahogarlo. Asi se sentia el en esos momentos. Confundido, meneo la cabeza para olvidar el desagradable pensamiento y comprobo que el ave ya se habia marchado. No era su mejor momento, aunque el peor todavia estaba por llegar. Cuando cruzo el umbral de su apartamento, nada de lo que habia frente a sus ojos volvia a ser como lo habia sido antes: el sofa, las cortinas blancas de tela, la television de pantalla plana, la cadena de musica, su coleccion de discos de musica clasica, la estanteria de libros... El unico refugio en el que se sentia recogido tras una jornada de trabajo, tras una actuacion temeraria o un desencuentro con la vida, ahora, se habia convertido en un lugar extrano, aseptico y sospechoso. Habitar entre aquellas cuatro paredes no seria lo mismo. Cerro de un golpe y paso el seguro de la puerta. Despues camino con sigilo hasta las habitaciones y se aseguro de que no hubiera nadie, al menos, esperando alli dentro. Mientras muchos madrilenos pasaban el mediodia dando una vuelta por el centro de la ciudad o visitando el parque del Retiro, Don estaba dispuesto a encontrar cada uno de los dispositivos de espionaje que habian instalado en su vivienda para controlar sus movimientos. Cada rincon era un buen lugar para escuchar, ver o sentir al arquitecto. Paso las cortinas, se acerco al sofa y observo las instantaneas que habia encontrado bajo el mueble. Agarro las fotos en las que aparecian los cadaveres de Ferrec y Baumann y puso a un lado la de Marlena. Despues se dirigio al fregadero, cogio una caja de cerillas del mueble de la cocina y prendio fuego a las imagenes. Como una cinta de video acelerada, los fotogramas de su ultimo viaje pasaron a toda velocidad por sus ojos mientras las imagenes se doblaban entre llamas hasta reducirse a cenizas. Ambos eran historia y ahora debia centrarse en ese misterioso hombre de pelo canoso y mirada gelida. Ni siquiera sabia como se llamaba, pero ese era un asunto que resolveria mas tarde. Miro el reloj y comprobo que eran las once y media de la manana, una hora perfecta para poner patas arriba el apartamento. Mientras intentaba idear que hacer con las horas que tenia por delante, decidio empezar por limpiar su apartamento de una vez por todas. Desconecto la conexion de red, de telefono y comprobo las lamparas de las habitaciones. Ni rastro, pero no se iba a dar por vencido tan rapido. Busco con esmero, en los armarios, en el cuarto de bano y bajo los cojines del sofa hasta que, hastiado, se sento por un segundo para recuperar el aliento y volvio a comprobar la hora en el reloj que habia junto al televisor. Un reloj redondo de sobremesa marcaba las tres de la tarde con sus agujas. Era de color negro, cuadrangular y tenia una esfera dorada en el centro. Un objeto de decoracion por el que habia pagado mas de cuatro mil euros en una subasta y por el cual no tenia el mas minimo aprecio. De pronto, el arquitecto recordo que solo habia dado cuerda una vez al artefacto, el mismo dia que se lo llevaron a su casa. De aquello habia pasado mas de medio ano, por lo que, en caso de funcionar, detalle del que dudaba, el reloj debia seguir sin el cambio de horario de invierno. Tomo un angulo recto y saco el telefono movil de su bolsillo para comprobar la hora. El telefono indicaba las tres de la tarde. Alguien lo habia puesto en hora. Se acerco al aparato y lo observo de cerca. Podia ver su rostro reflejado en el pendulo dorado que colgaba del viejo reloj. En el centro, bajo las agujas, habia un pequeno lunar oscuro que se convirtio en una lente a medida que acercaba la vista. --Malditos hijos de perra... --dijo hacia sus adentros. Un ano era demasiado tiempo para haber convivido en el mismo apartamento. Las escuchas y las imagenes habrian sido suficientes para recabar informacion sobre el arquitecto y seguir sus pasos, saber cuando entraba y salia para que nunca les cogiera desprevenidos. Probablemente, aquella era la unica camara en todo el salon, pero con una les bastaba. Estaba colocada en un lugar estrategico desde el que podia capturar todo lo que sucedia en la habitacion y en la cocina contigua. Sabian que Don pasaba la mayor parte del tiempo alli, ya fuera por las mananas, durante sus sesiones de ejercicios, o por las noches frente al ordenador. Lo habian visto todo: su intimidad, sus rutinas, sus ataques insanos de agresividad, las mujeres con las que se acostaba y como maquinaba los planes para encontrar a sus victimas.

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  • Quien mato a Laura Coves de Pablo Poveda

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    Quinientos metros mas y habria terminado su entrenamiento diario. La manana comenzaba a ser calurosa en la ciudad de Alicante. El sol repicaba en la playa del Postiguet a medida que se acercaba el mediodia y la abundante masa de turistas transitaba en sendas direcciones por el paseo. El sudor empapaba su pecho, notaba la humedad en los brazos y la boca reseca tras una hora sin pausa. Correr le ayudaba a sentirse mejor, a silenciar la mente, aunque no era una aficionada a los deportes. No le gustaba el yoga, ni la meditacion. Lo habia probado todo y aquello era lo unico que le funcionaba. Marta Agullo se movia rapido, a un ritmo que superaba el de la mayoria de los corredores que encontraba por el camino. Para ella era lo habitual. Las pruebas de acceso al Cuerpo no le habian resultado complicadas. Atraveso el paseo de la playa, acompanada por el ritmo machacon de la musica electronica que salia por sus auriculares y continuo por el bulevar del puerto. A la altura del cruce que llevaba a la Explanada, vislumbro un grupo de extranjeros que esperaban a que el semaforo cambiara de color. Todo sucedio en cuestion de segundos. De pronto, sus sentidos se agudizaron y vio como la mano de un carterista accedia al bolso de una mujer de cabello rubio. La turista no noto su presencia hasta que sintio el tiron en su cuerpo. El grito de la victima provoco la confusion. 1 a en la playa del as transitaba en ca tras una hora aficionada a los ello era lo unico s corredores que rpo no le habian sica electronica a del cruce que que el semaforo edia al bolso de El circulo del paso de cebra se deshizo y los transeuntes que cruzaban desde el otro lado formaron una masa heterogenea. Agullo no lo penso dos veces. Cuando el ladron pego el primer tiron, echo a correr por el paseo maritimo, en direccion a la antigua lonja de pescado. Su padre siempre le decia que un agente no descansaba, incluso cuando no estaba de servicio. Agullo salio disparada tras el ladron, aumentando la velocidad y tambien el ritmo cardiaco. La fatiga se hacia presente en su cuerpo. Empezaba a sentir la deshidratacion despues de una hora corriendo. Ignoro las senales de su organismo y se concentro en el objetivo. El delincuente era un varon delgado, de baja estatura, moreno y con el pelo rizado. Por su apariencia, ella penso que no pasaria los veinticinco anos y tambien que no tardaria en agotarse. Poco a poco, recortaba la distancia con el, pero aun estaba lejos de alcanzarlo. El ladron giro el rumbo, bordeando el Club de Regatas y adentrandose en la peatonal que llevaba al centro comercial Panoramis. Ella debia apresurarse. Si el sujeto entraba en los grandes almacenes, lo perderia de vista. Cuando el muchacho parecia dirigirse hacia la puerta principal, un grupo de jovenes le obstruyeron el paso y le obligaron a cambiar de direccion. Agullo apreto los punos, lleno los pulmones doloridos por la carrera y aumento el ritmo, a pesar del cansancio. Cada zancada era mas larga y tambien mas sufrida, pero lo tenia acorralado. La muchedumbre de la entrada, que parecia formar parte de una visita guiada, entorpecia el camino de la agente. --!Policia! !Apartense! --grito a viva voz. Las palabras disuadieron a los viandantes, que abrieron un pasillo. La presencia de ambos llamo la atencion de los guardias de seguridad del recinto. El chico corrio hacia un espigon y entendio que no habia salida. Ella rebajo la velocidad y vio su expresion de impotencia. Era joven y el bolso valia lo suficiente para detenerlo. Los ojos del ladron buscaban una salida. --!Alto, Policia! --exclamo ella, acercandose a el. No iba armada, ni estaba de servicio, y penso que lo mas probable era que el delincuente si tuviera con que defenderse--. !No puedes huir! !Entregate y no lo compliques mas! Era la primera vez que se enfrentaba a una situacion como esa. En comisaria le habian advertido de las consecuencias, pero ella se dejo llevar por el instinto y ahora comenzaba a arrepentirse por ello. Debia ser precavida, penso. El muchacho no respondio, quiza porque no entendia el idioma, o porque seguia buscando una escapatoria. Agullo se acerco unos metros mas, pero el no parecia tenerle miedo. Cada vez estaba mas cerca del limite que separaba el muelle del agua. --!Entregate! El la miraba desafiante y nervioso. Con una mano sujetaba el bolso que habia robado y con la otra se preparaba para golpear. --No seas tonto, dame el bolso y entregate. Los pies del chico estaban cerca del borde de la superficie. Ella estudio su lenguaje fisico y entendio que, si avanzaba un centimetro, no dudaria en sde el otro lado n direccion a la aba de servicio. ritmo cardiaco. despues de una o rizado. Por su aria en agotarse. la peatonal que a en los grandes o de jovenes le punos, lleno los ada zancada era da, entorpecia el encia de ambos a de servicio, y e--. !No puedes ar por el instinto eguia buscando no dudaria en golpearla. Sin embargo, en su cabeza tambien existia una segunda posibilidad, sin que saliera herida. Con cada respiracion, el muchacho se recuperaba de la carrera que habia efectuado. --!Por ultima vez, dame el maldito bolso! No te lo voy a repetir. El mozo sonrio y saco una navaja del bolsillo. Abrio la hoja y la levanto para que ella la viera. La agente sintio un escalofrio que la puso en alerta. La situacion se complicaba, penso, pero no iba a permitir que se escapara. Calculo rapido y tomo una decision. Cuando el caco extendio el brazo para disuadirla, Agullo lo esquivo y despues fingio abalanzarse sobre el. El chico no espero el contraataque y retrocedio, olvidando que estaba tan cerca del agua. Un fallo, un error que le saldria mas caro que el bolso. Perdio el equilibrio, cambio de expresion y movio los brazos con torpeza. Agullo se acerco, le arrebato el objeto de las manos y lo dejo caer al muelle. El ladron se sumergio en las densas aguas del Club de Regatas, banadas en combustibles y aceites. La agente echo un vistazo al objeto y calculo que valdria mas de mil euros. <>. Los guardias de seguridad se acercaron a ella para socorrerla. --A mi, no, !a el! --explico, mientras el chico intentaba nadar hacia la salida. A lo lejos, la victima del robo y su marido se acercaban a las puertas del centro comercial. --!Llamen a la Policia para que lo detengan! --ordeno y se giro para senalar a la propietaria del Louis Vuitton--. Esto pertenece a aquella mujer. --Pero usted es policia --dijo el guardia jurado, desconcertado por la situacion. Agullo lo miro, sudando a borbotones, y suspiro. --?Por que hoy nadie me escucha cuando hablo? golpearla. Sin embargo, en su cabeza tambien existia una segunda posibilidad, sin que saliera herida. Con cada respiracion, el muchacho se recuperaba de la carrera que habia efectuado. --!Por ultima vez, dame el maldito bolso! No te lo voy a repetir. El mozo sonrio y saco una navaja del bolsillo. Abrio la hoja y la levanto para que ella la viera. La agente sintio un escalofrio que la puso en alerta. La situacion se complicaba, penso, pero no iba a permitir que se escapara. Calculo rapido y tomo una decision. Cuando el caco extendio el brazo para disuadirla, Agullo lo esquivo y despues fingio abalanzarse sobre el. El chico no espero el contraataque y retrocedio, olvidando que estaba tan cerca del agua. Un fallo, un error que le saldria mas caro que el bolso. Perdio el equilibrio, cambio de expresion y movio los brazos con torpeza. Agullo se acerco, le arrebato el objeto de las manos y lo dejo caer al muelle. El ladron se sumergio en las densas aguas del Club de Regatas, banadas en combustibles y aceites. La agente echo un vistazo al objeto y calculo que valdria mas de mil euros. <>. Los guardias de seguridad se acercaron a ella para socorrerla. --A mi, no, !a el! --explico, mientras el chico intentaba nadar hacia la salida. A lo lejos, la victima del robo y su marido se acercaban a las puertas del centro comercial. --!Llamen a la Policia para que lo detengan! --ordeno y se giro para senalar a la propietaria del Louis Vuitton--. Esto pertenece a aquella mujer. --Pero usted es policia --dijo el guardia jurado, desconcertado por la situacion. Agullo lo miro, sudando a borbotones, y suspiro. --?Por que hoy nadie me escucha cuando hablo? Viernes, 7 de agosto de 2008. Sant Vicent del Raspeig, Alicante. Su padre no aguanto lo suficiente para cumplir su ultima voluntad. La vida no siempre era justa y en su caso se lo llevo antes de hora. Ante la presencia del agente inmobiliario, Marta Agullo dio un ultimo vistazo a la modesta casa familiar de Sant Vicent del Raspeig, una vivienda de dos plantas con patio interior en la que se habia criado. Entre esas paredes se quedarian todos sus recuerdos, los momentos de una infancia atipica pero feliz. Sin embargo, penso que lo mejor que podia hacer, dado que no tenia mas familia cercana, era ponerla en venta y deshacerse de ella. Ahora ya no existia ningun motivo para estar alli. --Aqui tiene --dijo y le entrego las llaves al agente, quitandose una gran carga emocional de encima--. Es toda suya. El hombre llevaba un traje de color plateado y el cabello tieso por la gomina. --Estupendo. Le preparare una copia del contrato, con todo el papeleo. --Por supuesto, no hay ninguna prisa. --No la hay para usted, claro --respondio con un tono jocoso. Ella no reacciono. El hombre rio nervioso, cruzo los brazos y miro al salon--. Esta casa se vendera sola. Ya lo creo. <>. Marta Agullo abandono la propiedad con un casco de motocicleta en el codo y la esperanza de regresar para firmar la venta. Se despidio del agente y camino hacia su Vespa Primavera de color azul celeste para regresar a Alicante. La calma de las calles del pueblo le recordaba a su ninez, a su padre y a las tardes que habia pasado sola entre libros, mientras el se encargaba de cazar a los malos, como solia decirle. Ella tambien se convirtio en policia, una decision que nunca le gusto al padre, pero que termino aceptando con orgullo. Por desgracia, el inspector Agullo habia fallecido dos anos antes a causa de un infarto. Una muerte rapida, subita como la que provoca un balazo en el centro del corazon. Una despedida dulce, o quiza entretenida, frente a la pantalla de la television mientras veia una serie espanola. Un suceso tragico, triste, pero esperado por su hija. 2 zo a la modesta nterior en la que infancia atipica nia mas familia ga emocional de ono. El hombre o y la esperanza pa Primavera de ardes que habia padre, pero que un infarto. Una Una despedida serie espanola. Tenia depresion, aunque nunca asistio a un medico. El conac y el tabaco lo acompanaron durante diez anos, despues de que un cancer se llevara a su esposa. La ultima voluntad del padre era la de poder presenciar algun dia, como su hija se convertia en inspectora del Cuerpo Nacional de Policia. Marta le prometio que asi seria, pero solo si cortaba con sus vicios. Ella cumplio con su parte del trato. Las pruebas eran duras, pero ella era inteligente y tenia buena forma fisica. Estudio, oposito y consiguio el ascenso. El no lo vio. No aguanto lo suficiente. Por suerte, tampoco para escuchar como la vida de su hija se habia convertido en un infierno tras el ascenso. Habia pasado casi un ano desde su incorporacion a la Comisaria Provincial, casi dos desde la marcha de su padre. Algunas cosas habian mejorado, como su punteria. En la galeria de tiro de Javea era una habitual. Disparar en frio no era un problema. Sin embargo, otras, seguian igual que el primer dia. El cuerpo se le paralizaba cada vez que la idea de apuntar a una persona asomaba en su cabeza. El porque de esa reaccion seguia siendo el mismo que la habia llevado a empunar una pistola. Una noche primaveral de sabado, de camino a una discoteca junto a una amiga, la atracaron en plena calle. Sintio impotencia, miedo y rabia por tener que entregar sus pertenencias bajo coaccion. Uno de los maleantes se insinuo, rozando su rostro con la hoja de la navaja. Las piernas le temblaron tanto, que estuvo a punto de perder el equilibrio. La Policia llego tarde y los cacos desaparecieron. Paso dos noches sin dormir, aterrada por la cara de esos hombres y preguntandose cuantas mujeres tendrian que sufrir sus ataques hasta que los detuvieran. Ni el consuelo de su padre ni las palabras de los policias la calmaron. Pensaba que no solo era injusto, sino que nadie debia pasar por aquello. Y entonces descubrio que hacer con su vida. Cuando abrio la taquilla de los vestuarios, vio que alguien se habia molestado en dejarle una nota de papel con un recordatorio escrito en rotulador rojo: <>. Ese era su seudonimo. Un molesto juego de palabras. <>, se repetia recordando a su padre, cada vez que le gastaban una broma. Tomo la nota, miro a su alrededor en busca de complices, la arrugo en una bola de papel y la lanzo a una papelera. o acompanaron hija se convertia eligente y tenia o en un infierno asi dos desde la asomaba en su nar una pistola. ga, la atracaron tandose cuantas e su padre ni las adie debia pasar o en dejarle una recordando a su ola de papel y la <>. Esa era la leccion que le habia ensenado su padre a lo largo de la vida. <>. Un consejo que llego tarde y tal vez seria util para el, un lobo de vieja escuela, pero no para ella. La Comisaria Provincial de Alicante habia pasado de ser un lugar de trabajo ameno y tranquilo, a convertirse en una fortaleza hostil en su dia a dia. Una subida de sueldo tambien implicaba un aumento de responsabilidades, de criticas y de zancadillas que evitar. A muchos de sus companeros, sobre todo los que estaban por encima de ella, todavia les costaba aceptar la posicion que habia adquirido. No les sentaba nada bien que Agullo se saltara la cola del ascenso con un examen. Se licencio en Derecho por exigencias familiares. La madre queria un titulo para su hija y los abogados estaban bien considerados y ganaban un buen salario. El padre pensaba que una carrera como aquella la ayudaria a tener orden y solvencia en el futuro, pero Marta no estaba de acuerdo con esa forma de ver la vida. Con los anos, su padre tuvo razon. En lugar de discutir, Agullo entendio que podria salir con titulo antes de tiempo, y los cinco anos de carrera se convirtieron en cuatro, debido a su capacidad para memorizar los extensos y aburridos temarios por los que nunca mostro interes. Despues ingreso en la Academia de Avila. Media un metro sesenta y cinco, cumplia con las exigencias de altura y tambien se manejaba por el ingles, gracias a una relacion amorosa que habia tenido anos atras con un chico irlandes afincado en Alicante. Debido a su pasion por el deporte desde nina, destaco en las pruebas fisicas con unos tiempos envidiables. Marta Agullo iba a encaminada a ser una agente ejemplar. Era obediente, metodica, agil y resolutiva, cualidades que no tardaron en levantar ampollas entre el resto de personal. Pasaron algunos anos, gano experiencia y comprendio como funcionaba aquello. Sabia que podia dar mas de si y aspiraba a convertirse en una de esas mujeres duras y sin miedo que veia en la comisaria durante los turnos de noche. Pero optar a inspectora no era sencillo: ni por el camino viejo, ni por el alternativo. Las oposiciones para acceder a la Escala Ejecutiva eran duras y exigentes. Y ella no era una conformista. Dejo las pertenencias en la taquilla y salio al exterior del edificio para tomar un cafe antes de comenzar la jornada laboral. Algunos dias sabia cuando entraba, pero no cuando saldria. Esa manana tuvo una extrana sensacion al respecto. Cruzo la calle y entro en la cafeteria que habia frente a la comisaria, un bar espanol como los de siempre, con su barra alargada de zinc, la pata de jamon en un extremo, la vitrina cargada de ensaladilla rusa, boquerones, magra frita con tomate y una television en lo alto. Uno de esos bares que huele a cafe torrefacto, a bocadillo de calamares y a anis. Un lugar en el que la vida se detiene mientras se esta en el. Pero la suya no se detuvo. Mas bien, la siguio recordando el calvario que sufria. Al entrar, encontro a varios companeros desayunando en la barra. Su presencia no paso respeto de los la, pero no para abajo ameno y sueldo tambien ella, todavia les Agullo se saltara ara su hija y los que una carrera taba de acuerdo mpo, y los cinco r los extensos y ien se manejaba n chico irlandes s pruebas fisicas vantar ampollas uello. Sabia que iedo que veia en un cafe antes de ndo saldria. Esa spanol como los trina cargada de o. Uno de esos el que la vida se esencia no paso desapercibida. --!Buenos dias! --dijo, con el semblante serio. Un hombre y una mujer la miraron, le devolvieron el saludo y se desplazaron al otro extremo de la barra. La inspectora pidio media tostada con tomate rallado y aceite y un cafe cortado. Podia sentir los ojos punzantes. La miraban como los buitres, desde la distancia. <>, se dijo, asumiendo que la unica manera de rehacer su vida seria pidiendo un traslado. Y no lo descartaba. Era lo unico que podia salvarla en el futuro de una baja psicologica. Vender la casa de su padre habia sido el primer paso. Mientras esperaba al desayuno, alzo la vista y puso atencion a la television para distraerse. <>. Elche, penso, la eterna ciudad vecina que existia en un mundo aparte y a la que habia visitado dos veces en su vida. El resto eran comentarios y prejuicios del colectivo popular. <>, se pregunto, observando la pantalla. <>, se dijo. <>, penso y se rio. Dio un bocado a la tostada y se limpio el aceite de la barbilla. Las palmeras, las fiestas y los fuegos artificiales aparecian en la pantalla. Se volteo a mirar a los otros policias. ?Hasta cuando duraria aquello?, se cuestiono. ?Realmente merecia la pena todo lo que habia sacrificado por llegar hasta alli? <>. desapercibida. --!Buenos dias! --dijo, con el semblante serio. Un hombre y una mujer la miraron, le devolvieron el saludo y se desplazaron al otro extremo de la barra. La inspectora pidio media tostada con tomate rallado y aceite y un cafe cortado. Podia sentir los ojos punzantes. La miraban como los buitres, desde la distancia. <>, se dijo, asumiendo que la unica manera de rehacer su vida seria pidiendo un traslado. Y no lo descartaba. Era lo unico que podia salvarla en el futuro de una baja psicologica. Vender la casa de su padre habia sido el primer paso. Mientras esperaba al desayuno, alzo la vista y puso atencion a la television para distraerse. <>. Elche, penso, la eterna ciudad vecina que existia en un mundo aparte y a la que habia visitado dos veces en su vida. El resto eran comentarios y prejuicios del colectivo popular. <>, se pregunto, observando la pantalla. <>, se dijo. <>, penso y se rio. Dio un bocado a la tostada y se limpio el aceite de la barbilla. Las palmeras, las fiestas y los fuegos artificiales aparecian en la pantalla. Se volteo a mirar a los otros policias. ?Hasta cuando duraria aquello?, se cuestiono. ?Realmente merecia la pena todo lo que habia sacrificado por llegar hasta alli? <>.

  • Silencio (Don 4) de Pablo Poveda

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    Un enjambre de turistas transitaba por la vieja plaza del mercado de la ciudad. La mayoria, visitantes extranjeros, buscaban la foto perfecta delante de la torre del Reloj Astronomico, el reloj medieval mas famoso del mundo. El sol comenzaba su retirada. Eran las siete de la tarde y una gelida brisa soplaba por las terrazas que ocupaban la plaza, bajo la mirada de las coloridas fachadas de influencia gotica y Art Noveau. Sentado en una mesita del Caffe Italia, un restaurante que de italiano solo tenia el nombre, terminaba su agua con gas mientras clavaba la mirada en el edificio de tonos rojizos y pasteles que tenia en frente: la Narodni Galerie. Ricardo Donoso, vestido de traje y con un abrigo de tres cuartos de color negro, pidio la cuenta con un ademan de mano, mientras una pareja de britanicos devoraba un codillo y saciaba su sed con dos cervezas Pilsner de medio litro. La mujer atendia a la pantalla de su telefono, mientras el hombre comia como si no existiera manana. Don los miro seriamente, hasta que la mirada del extrano se cruzo con la suya. La tension se alargo unos segundos, obligando a que este dejara de masticar, pero el arquitecto no vacilo en retirarse. Intimidado, el desconocido regreso a su plato con desaire y sin mediar palabra con la mujer que lo acompanaba. Las religiones occidentales habian instaurado el concepto de que el cielo y el infierno no eran sino lugares a los que se iba una vez muerto. Destinos como consecuencia de nuestras acciones en vida. Sin embargo, Don tenia otra idea. El arquitecto creia en el infierno como un lugar accesible, real, en el que la mayoria de las personas vivian, con suerte, en algun momento de sus vidas o, sin fortuna, para siempre. Por esa misma razon, no podia sentir pena por nadie, ni siquiera por sus victimas. La lastima no era mas que una invencion que postergaba la solucion del problema. Volvio a mirar al matrimonio. Ellos vivian atrapados, como el, en celdas distintas, pero en un mismo lugar. De repente, atisbo un grupo de personas a la salida de la Galeria Nacional. Era el, su objetivo estaba alli y debia ponerse en movimiento. Un hombre alto, de tez bronceada, cabello oscuro peinado hacia un lado y barba frondosa, salia acompanado de dos mujeres esbeltas, otro tipo de piel mas palida y movimientos torpes. Nicos Thalassinos, el cacique griego que los hombres de Velez tenian en el punto de mira desde el inicio de la crisis economica. Tsipras habia prometido destruir a los oligarcas que controlaban los medios del pais, pero solo consiguio que nacieran nuevos. Cuando esto sucedio, Thalassinos apenas rozaba los cuarenta anos, pero habia aprendido rapido las reglas del juego. Su destreza en los negocios, heredada de su padre, un magnate nautico griego; le ayudaron a escalar rapido y adquirir un fuerte poder social y politico. Pero esa no fue la razon por la que los hombres de Velez le habian encargado al arquitecto encontrar al griego. Durante la crisis y las fuertes oleadas de inmigracion que sufrio Grecia, el empresario se aprovecho de imagen publica, dono millones de euros para ayudar a los refugiados y, entre las sombras, introdujo su garra aprovechandose de la desesperacion humana y desarrollando una fuerte red de prostitucion ilegal que llegaba hasta Portugal. Un objetivo facil, a simple vista, pero delicado. Thalassinos conocia el precio de su cabeza, asi como el del silencio de sus clientes mas privilegiados. El encargo de Don era simple: sacarle los nombres de los politicos europeos que le protegian de los tribunales. Empero, nadie le indico si debia quedar vivo. Harto de esperar, introdujo la mano en el bolsillo del pantalon y dejo una moneda de cincuenta coronas en la mesa. Se puso en pie, levanto las solapas del abrigo y camino hacia el museo. Cuando menos se esperaba, el cielo se tenia de rojo. Un BMW de color negro los recogio frente a la entrada del edificio del Ministerio del Desarrollo Regional y se adentro por una estrecha calle empedrada. Don se aproximo a un viejo Mercedes de color blanco que se encontraba vacio y le pidio en ingles que siguiera al coche. El conductor, un checo cercano a la jubilacion, con fuerte olor a cigarrillos y una camisa blanca con cuadros, puso en marcha el contador y siguio la serpiente de coches que atravesaba la calle del casco antiguo. --?Italiano? --Pregunto el chofer mirando por el espejo retrovisor con una ligera sonrisa. El arquitecto guardo silencio y dudo en contestar por diferentes razones. Aquel chofer solo pretendia ser amable, pero le era indiferente. El corazon bombeaba con tanta fuerza que podia sentirlo en la frente. Hacia tiempo que no lograba saciar la necesidad de matar. Despertarse cada manana con la certeza de ser controlado, avivaba su deseo. Por otro lado, le costaba horrores lidiar con ello en silencio desde que su relacion con Marlena habia progresado. Lo mas duro era aceptar que jamas podria contarselo. Ni a ella, ni a nadie. El silencio era su unico aliado. Siempre habia un precio que pagar, penso. --Si --respondio finalmente. Podia haberle explicado que era espanol, pero eso solo lo exponia aun mas, en cualquiera de las situaciones. Ninguno de los dos hombres que estaba en ese vehiculo conocia el final de aquella noche. El taxista balbuceo algo en el idioma vecino, pero Don lo ignoro por completo. Con la mirada siguio el trayecto del coche que iba delante. Los vehiculos abandonaron el casco antiguo para alcanzar la ladera del rio Moldava, que separaba la ciudad en dos, incorporandose a la Ludvik Svobody, una gran avenida de asfalto arropada por los aledanos del parque Lannova y los barcos atracados que funcionaban como locales de ocio en verano. Don miro por la ventanilla y llego a la conclusion de que, en cierto punto, todas las grandes ciudades eran iguales. Aguardo silencioso, expectante por lo que iba a encontrar una vez se bajara del sedan. Mantente concentrado, repetia la voz de Velez en su interior. Jamas creyo que el tono de aquel indeseable le resultara familiar. El vehiculo en el que viajaba el griego con sus acompanantes se detuvo en la entrada de un gran edificio rectangular iluminado y acristalado con espejo. En lo mas alto, luces rosadas alumbraban el cielo. --Aha... --dijo el taxista mientras reducia la velocidad--. Hotel Hilton Prague, signore. En efecto, penso el arquitecto. Miro el contador y saco un billete de doscientas coronas. Acto seguido vio salir a su victima junto a las dos mujeres. El otro tipo se quedo en el interior del coche. Dos obstaculos. Era parte del plan de Thalassinos. Deshacerse de ellas no seria muy dificil. --Dekuji --respondio el espanol haciendo uso de las palabras en checo que habia aprendido para su viaje y le entrego el billete. El taxista senalo al contador para explicarle que le habia dado de mas, pero Don levanto la mano. --Dekuji... --murmuro asombrado gratamente sin rechistar. Cuando vio como el empresario desaparecia tras la puerta giratoria del hotel, salio al exterior y cerro de un portazo el viejo coche aleman. Decidido, camino hacia el interior del edificio escuchando el ruido de la suela de sus zapatos bajo el gelido sosiego de la noche. Asi como por fuera el hotel parecia un bloque hermetico, el interior revelaba el porque de su forma. Era extrano, atipico y con un sobrecargado aspecto futurista, como si estar alli dentro perteneciera a otro lugar. Don recordo algunas ciudades de Oriente Medio en las que los centros comerciales se convertian en autenticas pequenas ciudades ficticias. Suelo de marmol blanco, palmeras de decoracion, luz tenue de tonos rosados y unas escaleras subian hasta la primera planta. Los alrededores estaban formados por las ventanas interiores de las habitaciones, apiladas en torres blancas de mas de diecisiete alturas. Cuando el espanol alzo la mirada al firmamento, no vio mas que un techo formado por vigas de hierro y una gran bola de acero dividida en laminas que formaba parte de la decoracion. Sin duda, un lugar estridente para los sentidos con un exceso de modernidad. A lo lejos, vislumbro las tres figuras humanas caminar hacia los ascensores. Tomo aire y se dirigio hacia ellos. No temia que lo descubrieran, pues nadie sabia quien era el y por eso iba a realizar su trabajo con eficacia. Cuando el ascensor llego, las puertas se abrieron y el empresario espero a que entraran las dos mujeres, ambas checas y mas jovenes que el. Entonces, las miradas de los varones se cruzaron por un instante.