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Si digo feminismo digo libertad. No la libertad de elegir, no la libertad de consumir, no la que consiste en ponerse delante de una estanteria llena de opciones y decantarse por una cualquiera, la que sea, implique lo que implique. No, cuando digo feminismo, cuando digo libertad, me refiero a vivir sin que me releguen a un segundo plano, sin que mi existencia, mi opinion, mi placer y mi dolor valgan menos que la existencia, la opinion, el placer y el dolor de mis hermanos hombres. Cuando digo libertad digo dignidad, me refiero a dejar de sentirme encerrada en la cocina, en casa, en la familia, en la religion o en la tribu. Sacudirme de encima las incontables mordazas, leyes del silencio y normas ancestrales que me limitan, que hacen que mi existencia sea infinitamente mas limitada de lo que podria ser, que me relegan, una y otra vez, a ocupar un lugar sin valor, sin importancia. Por eso feminismo, libertad, nunca sera elegir la sumision, la discriminacion, un orden natural segun el cual he de resignarme a ser un sucedaneo. Feminismo no es amoldarse a una libertad vigilada por las estructuras de la sociedad, cultura o religion de pertenencia ni rendirse a los pretextos que se alegan cuando levanto la voz para denunciar, o tan solo mencionar, la discriminacion. Hoy por hoy, necesito reiterar la reivindicacion de siempre, y no porque esta haya cambiado, sino porque lo han hecho las estrategias de quienes, pretendiendo silenciarnos, han dotado al machismo de nuevas formas, nuevas teorias, retoricas y discursos cautivadores. Sin embargo, y a pesar de su falsa apariencia, todas van a parar al mismo lugar de siempre: la perpetuacion del antiguo orden, que antes se consideraba natural, segun el cual no solo aceptamos la sumision, sino que la defendemos como rasgo identitario, cultural y religioso. En las paginas siguientes explicare el machismo concreto del que provengo y de que manera se ha ido transformando en teorias aparentemente feministas. Es decir, explicare lo que es y siempre ha sido obvio para volver a desmontar, todas las veces que haga falta, este nuevo envoltorio con el que pretenden vendernos las normas rancias del patriarcado. Volvere a decir feminismo para seguir defendiendo una libertad completa, sin restricciones ni sometida a vigilancia. Alzar la voz, el paso mas dificil Todavia hoy, cuando escribo para opinar sobre temas relacionados con mi origen, con mi condicion de hija de una familia musulmana marroqui, me tiemblan las manos, tecleo con miedo de ser castigada, una vez mas, por romper el silencio que me han impuesto desde pequena. Se que puede parecer extrano porque llevo anos abordando estos temas tanto en el ambiente protegido de la ficcion como en charlas, entrevistas, articulos de opinion y conversaciones privadas; de hecho, suelen decirme que soy valiente al hacerlo, pero eso no significa que no tuviera miedo la primera vez que escribi sobre lo que no se podia decir y que no lo tenga cada vez que vuelvo a tocar el tema de la violencia, la opresion y la injusticia en la que creci y en la que crecieron las mujeres a las que mas he querido. No hablo de estos temas con la intencion de hacerme la valiente, lo hago para sobrevivir. Durante muchos anos, la escritura fue el unico instrumento que tuve a mi alcance para no sucumbir del todo, para no rendirme a los embates del machismo. Todavia no he podido quitarme de encima la sensacion de que estoy quebrantando alguna norma cuando rompo el silencio que me impuso la ley del padre. No hables de eso, no lo cuentes, no comentes segun que cosas y que maneras de concebir la condicion de la mujer. Este mutismo es uno de los pilares fundamentales de la educacion que hemos recibido de manera constante a lo largo de toda la vida. Aunque parezca mentira porque vivimos en una sociedad moderna, occidental y democratica en la que la igualdad de derechos es una realidad legal y existe una conciencia feminista creciente, a las mujeres como nosotras (hijas de la inmigracion musulmana) todavia nos cuesta Dios y ayuda levantar la voz en la esfera publica para denunciar el machismo en el que hemos crecido. Nuestro miedo no es infundado: el temor a ser rechazadas, expulsadas de nuestro grupo de origen, esta mas que justificado. Si alguna de nosotras se atreve a levantar la voz para denunciar el sistema ferozmente discriminatorio en el que hemos vivido y hacer un memorial de agravios tanto de nuestras vidas como de las vidas de las mujeres con las que hemos convivido, sabe con certeza que la reaccion mas probable sera la expulsion sumaria, con mayor motivo si se tocan temas tan delicados como la sexualidad o la religion. Si el mero hecho de pedir la palabra para expresar -- o hacer constar, tan solo-- todas las injusticias que las mujeres hemos sufrido se considera un acto subversivo de por si, para los nuestros ese atrevimiento esta visto como una traicion a la familia, a la tribu, a la patria y, sobre todo, al islam. Armarse de valor para denunciar publicamente cuales son los mecanismos que nos han relegado a la condicion de ciudadanas de segunda, despues de haber tomado distancia para identificarlos, es una rebelion intolerable que merece todos los castigos terrenales y divinos. Estaba acostumbrada a sentir esa presion por parte de los que todavia creen que la lealtad al propio origen esta por encima de cualquier otra consideracion, que el islam es la religion verdadera y que por eso debe defenderse de un ambiente hostil. Ya me habia habituado a las criticas de los que querian que el orden establecido permaneciera inalterado. No me sorprendian sus criticas ni los sermones histericos de los barbudos que clamaban contra la liberacion de las mujeres. Pero no estaba preparada para el escenario actual en que las chicas mas jovenes, en vez de unirse a la lucha contra el machismo imperante, se suman al adoctrinamiento religioso, se apuntan a las versiones reaccionarias que quieren frenar el progreso de las mujeres y alzan la voz para defender, en nombre de la pertenencia identitaria y del esencialismo religioso, esos elementos objetivamente nefastos para nuestra dignidad. Y por si fuera poco, los imanes desde las mezquitas y las hijas alienadas en las redes sociales no son los unicos que nos instan para que asumamos la condicion de subalternas, sino tambien la izquierda, que de un tiempo a esta parte ha caido en la trampa del relativismo cultural y ha empezado a reivindicar acriticamente todo aquello de lo que hemos huido y por lo que hemos pagado un precio altisimo. Lei libros feministas durante anos y nunca se me ocurrio pensar que las ideas que contenian no eran para mi. Devore a autoras a las que ahora tachan de occidentales, de blancas, y a otras de mi misma procedencia --otra vinculacion que tambien esta llena de trampas, puesto que si lo que se impone a la hora de defender una posicion determinada es lo que somos y no lo que decimos, yo me veria obligada a descartar la obra de una burguesa como Fatima Mernissi, que guarda poca relacion con el mundo rural y empobrecido del que provengo-- para intentar comprender como resolvian el malestar que, como mujer, yo misma habia experimentado. Nunca pense que aquellas ideas eran exclusivas de algunas mujeres y que no se podian aplicar a las que procedemos de otras culturas o religiones. Sin embargo, resulta que ahora en las entrevistas me preguntan si de verdad soy feminista viniendo de un pais no occidental y habiendo nacido dentro del islam, como si de repente se hubiera impuesto una separacion entre las mujeres a la hora de hablar de feminismo. <>, me preguntan, <> Miro a mis interlocutores y tengo la impresion de que estoy fallando en algo, de que deberia anadir un adjetivo a mi posicion para matizar y explicar cual es mi feminismo. Hasta ahora no se me habia ocurrido. Siempre que decia feminismo, siempre que decia machismo, creia que me estaba refiriendo a todas las mujeres, tenia plena conciencia de que la vulneracion de nuestros derechos es un fenomeno universal contra el que hay que luchar desde cada una de las esferas en que nos movemos. Como escritora debo luchar contra las interpretaciones machistas de las obras escritas por mujeres, denunciar nuestra invisibilidad y senalar la escasa presencia de las mujeres en los medios de comunicacion, organos de poder del mundo de la cultura, debo denunciar sin tregua todo lo que me condiciona y no condiciona a mis companeros varones, no debo olvidar que si el machismo se perpetua y el feminismo tiene que ser explicado una y otra vez, como si cada generacion empezara de nuevo, se debe, en parte, a que en las plataformas mas influyentes de difusion del pensamiento todavia impera, de forma mas o menos explicita, el antiguo orden discriminatorio. Como trabajadora en una fabrica, mis preocupaciones no tenian nada que ver con las que tengo como escritora, pero la raiz profunda de ambas es la misma. Como trabajadora tuve que defenderme del acoso sexual en el ambito laboral, descubri que las limpiadoras cobrabamos menos que nuestros companeros por el mismo trabajo, vi con mis propios ojos que existia un sistema expresamente establecido para impedir el ascenso de las mujeres, y como los hombres entraban directamente de encargados mientras que nosotras seguiamos siendo trabajadoras de base sin ninguna oportunidad de ascenso. A pesar de que en nuestros carnets de identidad constaban nacionalidades diferentes, las mujeres descubrimos, en la fabrica, que nunca habiamos sido tan iguales. En pareja tuve que sortear los intentos de controlar mi libertad en nombre del amor, tuve que velar por mi propia sexualidad, tuve que reivindicar el valor de mi trabajo y la distribucion de las tareas domesticas.
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