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Manu Ponce
Todos los derechos reservados. Esta publicacion no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por, un sistema de recuperacion de informacion, en ninguna forma ni por ningun medio, sea mecanico, fotoquimico, electronico, magnetico, electrooptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor. Agradecimientos Como siempre, agradecer a Las chicas de la Tribu. Cada dia a su lado se transforma en una revolucion de sonrisas. Sin duda, mis dias tienen mas color desde que las conozco. A cada una de mis lectoras, gracias por confiar en mis letras. Gracias por los consejos y el carino que me brindan. Y este libro en especial va dedicado a dos de mis companeros: Aitor y Jenny. Un gran cambio llego a sus vidas y solo puedo desearles lo mejor del mundo en esta nueva etapa. Que estos cambios, los llenen de felicidad y dicha. Merecen todo y mucho mas, por ser las grandes personas que son. <
> Capitulo 1 Sentenciar un amor deberia estar prohibido. Hoy lo se, me sobran motivos para afirmarlo. No siempre fue asi, hubo un tiempo en el que me lo cuestione todo mas, ?deformacion profesional? Quizas si. Soy juez y mi nombre es Remy. Mi historia podria haber sido como la de cualquiera de mis companeros de juzgado; un matrimonio convencional, ninos, reconocimiento social y mirar para la galeria; antes muerto. Si os soy sincero, a mi lo de la erotica del poder como que me ha resbalado siempre. No asi otro tipo de erotica, pues creo firmemente que la sugerencia de unas curvas femeninas pueden ser la perdicion de cualquier hombre. Lo afirmo con conviccion y es que las cicatrices del pasado me avalan para ello. Todos llevamos nuestra propia mochila, no os descubro America si os digo que esto es asi, pero hay cicatrices mucho mas hondas que otras. Todo empezo una noche de sabado de un mes de invierno de hace dos anos... --Remy, ?existe alguna posibilidad por remota que sea de que lleguemos a tiempo? --La que hablaba asi era Amanda, mi mujer... --Existe, pero si insistes en mantener ese tono es muy posible que la cosa cambie. --Torci el gesto. El ambiente en casa no era precisamente el ideal y tampoco podia adjudicarle a ella la culpa, eso habria sido totalmente injusto. Y yo de impartir justicia si que entendia. Amanda y yo nos habiamos conocido dieciocho anos atras, cuando a mi me faltaban dos cursos para acabar la carrera de Derecho y ella era una estudiante de primer curso de Economicas. Desde el principio nos hicimos inseparables. Para mi, fue mi primera novia formal, dado que hasta entonces solo tuve un par de novietas que pasaron por mi vida sin pena de gloria. Por su parte, fui su primer novio a secas, porque antes no habia salido con nadie. A ojos de nuestros padres eramos la pareja ideal; estudiosos, formales, responsables y cuidadosos el uno con el otro. En unas familias como las nuestras, en las que las apariencias lo eran todo, lo nuestro cayo como agua de mayo. Por aquel entonces mi hermano mayor, Andres, habia dejado embarazada a su novia y abandonado los estudios. El disgusto supuso tal mazazo en casa que mi madre estuvo ingresada un par de veces en urgencias, del soponcio que le dio. Ante el cariz que tomaron los acontecimientos, Amanda supuso una bendicion para ellos y no les dolieron prendas en hacerme ver que trenes asi no pasaban dos veces en la vida, que cuando uno conocia a alguien con quien "casaba" tan bien no debia detenerse a pensar nada mas... Y justo eso fue lo que hicieron, encargarse de que nos casaramos en cuanto yo saque las oposiciones de juez, a los veintiocho anos. Si digo que por aquel entonces seguia enamorado de Amanda corro el riesgo de que me crezca la nariz, porque no fue asi. Me case con ella por costumbre y con el tiempo detecte en su actitud que a mi mujer le habia pasado tres cuartos de lo mismo. Eso si, vista desde fuera, nuestra vida bien podia parecer idilica; nuestra posicion social era digna de envidiar, ya que a mi plaza de juez sumabamos que Amanda paso a dirigir una importante empresa en un tiempo record. Asi las cosas, solo nosotros sabiamos que nos faltaba algo; y ese algo era la chispa que debe alumbrar la vida de cada pareja. Digamos que entre Amanda y yo no habia grandes problemas, porque tampoco estabamos por la labor de buscar grandes soluciones. Si uno tenia un dia una queja, el otro miraba para otra parte y esperaba a que pasara. En el terreno sexual, ?que quereis que os cuente? Pues que la cosa tampoco era para tirar cohetes, como ya estareis sospechando. No os equivocais; Amanda y yo nos limitabamos a echar uno o dos polvos semanales y pare usted de contar. La rutina se instalo en nuestra cama el mismo dia que el amor salto por la ventana y la cosa iba cuesta abajo y sin frenos. Fue Soraya, la mejor amiga de Amanda, quien detecto que nuestra vida marital no es que fuera el colmo de la pasion y le dio aquella idea que en principio me parecio tan rocambolesca. --?Ir a un club de intercambio de parejas? Venga ya, Amanda, solo faltaba que alguien nos reconociera--le dije cuando me lo propuso. --?Que sabras tu? La hermana de Soraya ha ido con su marido, el frances, y por lo visto estan encantados con el tema. --Yo no lo veo, te digo que no lo veo, ?y que me cuentas de lo del tema de la confidencialidad? --Como que te crees tu que los que estan alli tienen intencion de que su cara salga en primer plano en los periodicos, no te fastidia. Ademas, todo es de lo mas sofisticado, la gente va con unas mascaras que impiden que se les reconozca. --?Con unas mascaras? --me interese porque ese tipo de complementos siempre me habian chiflado.
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