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Lena Valenti
Hay cosas a las que con solo echarles un vistazo uno percibe que no son nada ordinarias. Hay lugares marcados por una extrana energia a la que los humanos no sabemos ponerle nombre, por mucho que sintamos en nuestro fuero interno que algo especial sucede ahi. Nos encanta observarlos y gozar de ellos sin pagar entrada ni pedir permiso, porque consideramos que no estan regidos ni por estatutos comunitarios ni son propiedad de nadie en especial. Estan ahi para la contemplacion y el goce, vengan del mundo que vengan. Son Patrimonio de la Humanidad. Eso sucede con es Vedra. Es Vedra formaba parte de Eivissa en la antiguedad; pero un dia, por alguna extrana razon, decidio independizarse de ella y nadar a traves del mar hasta quedarse flotando como una roca, parecida a una espectacular catedral gotica, que flanqueaba a los ibicencos, guardandoles, protegiendoles y amandoles desde la distancia, pero fuera de ellos y de su nucleo. La atrevida fechoria de es Vedra para con Ibiza fue el acto de independencia mas pacifico y natural de la historia, en el que ni los intereses ni los prejuicios humanos podian delimitar si uno podia liberarse o no. Y es que... ?quien se puede oponer a las fuerzas de la Naturaleza? Las Antiguas, llamadas mujeres de Iboshim, aquelarres de sabias y ancestrales brujas que poblaban las islas desde epoca fenicia, ocultas solo para aquellos que no las quisieran ver, contaban en petit comite que es Vedra necesitaba el aislamiento para mantenerse pura y acumular energia, puesto que era y seria un importantisimo punto de equilibrio telurico y magnetico para la Tierra. No sabian decir por que era asi, pero asi era. Por tanto, aquella gigantesca roca, fuente de leyendas, mitos, magia y todo tipo de sucesos paranormales, emergia de las profundidades del mar Mediterraneo, desde sus entranas, para hacer de vigia de la gente de Eivissa y banarlos con su poder. Ofreciendose para ellos siempre que lo necesitaran y siempre que la respetaran. Y alli estaba Amanda Balanzat, descendiente de las mujeres de Iboshim. A sus treinta y cinco anos, tenia unos dolores de parto tan fuertes que parecia que la estaban matando. Cada contraccion le arrancaba un ano de vida, y suponia que, una vez diera a luz, su larguisimo pelo rojo estaria entrecano y las comisuras de sus ojos verdes lucirian arrugas marchitas; lamentablemente, ninguna de ellas seria causada por sonreir. Los medicos le habian recomendado que no tuviera esos bebes. Su embarazo habia sido declarado de alto riesgo y por eso decidio no continuar visitando a su equipo medico, pues ya no confiaban en el exito del alumbramiento. Amanda no queria dar marcha atras; sus ginecologos decian que lo mejor para preservar su salud era abortar, y aquella diatriba habia generado un serio conflicto entre ellos, mas aun, sabiendo que su madre, Pietat, habia sido una doctora muy respetada en las islas. No obstante, los medicos no creian en aquello que las Balanzat, temidas por algunos, tenian por ciencia cierta, como eran los conocimientos, tan antiguos como la mismisima vida de sus maravillosas islas, que atesoraban con celo y que habian sido transmitidos de generacion en generacion desde la Antiguedad. Es Vedra era magica y tan real como que el sol salia cada manana y la luna se alzaba por las noches, tan magica como habia sido su caso de embarazo. Amanda habia sido declarada rematadamente esteril. Con solo un ovario, <
> como decia ella, se habia quedado embarazada en contra de los diagnosticos aplastantes de sus medicos. Y no solo de un bebe. Ni de dos. Tres. Tres eran las bebes que esperaban nacer de su vientre abultado, estriado y varicoso. Una cuna de carne que las habia resguardado el tiempo necesario como para que se formaran, pero no el suficiente y recomendado para que las pequenas, que no serian trillizas identicas, pudieran sobrevivir a la vida fuera de su protector interior. Amanda acaricio la parte baja de su barriga y tomo aire por la nariz para sacarlo por la boca. Aquello debia salir bien. El linaje de las Balanzat no podia acabar solo con ella; ellas eran las guardianas de Eivissa y su linea de sangre debia persistir. Mama Pietat, su madre, y su amado y descuidado marido, Angel, la acompanaban para la ocasion. Una le secaba el sudor de la frente con un pano blanco remojado en el agua fria de la orilla del islote mientras recitaba una oracion a es Vedra. Tenia el pelo blanco trenzado, y sus ojos azules y conmovedoramente claros, a diferencia de su hija, si tenian arrugas de felicidad a su alrededor. La mujer no dejaba de sonreir, alegre por saber que las Balanzat proseguirian su camino en la vida de la mano de esas tres ninas que verian la luz de la luna llena esa misma noche. Pietat se negaba a creer otra cosa que no fuera un exito rotundo en el parto. --Tu, que eres madre y sostienes a tus hijos; tu, que nos vigilas y no juzgas; tu, que nos ayudas y nos purgas. Sobre tus faldas yace mi hija, la tuya; ayudala a dar vida y ayudala a sanar despues. La vida con muerte no es vida, la vida con vida lo es. --Remojo su rostro de nuevo y acuno su mejilla roja en su mano--. Vas a estar bien, carino. Ya lo veras. --Me matan los dolores. Cada contraccion es peor que la anterior --susurro ella dejandose mimar por su madre, abatida y y ya muy cansada. --Lo se, amor --dijo Angel encendiendo la ultima vela pequena y de tallo grueso a su alrededor. Se incorporo y con el indice recoloco sus gafas de pasta negra, que se habian deslizado debido al sudor sobre el puente de su gran nariz. Amanda observo a Angel y se sorprendio de lo mucho que lo seguia amando. A muchas parejas el tiempo les desgastaba, aniquilando todo el amor que un dia habian sentido el uno por el otro, como si fuera un recuerdo de un sueno; pero ese no era su caso. Basaron su relacion en el respeto y en la admiracion mutua que se profesaban como personas. Su amor no habia sido nada fulgurante, se habia forjado a fuego lento, y de ello habia resultado un inmejorable cocido del que todavia paladeaban su sabor. ?Que futuro podrian haber tenido una curandera y el disenador de la planta desalinizadora de Formentera? Probablemente no mucho. Angel era un hombre de negocios, muy rico y de ideas muy vanguardistas. Ella era solo una chica sonadora de un pueblo ibicenco, en es Cubells. Pero una noche de San Juan entre hogueras, alcohol y ritos naturistas podia dar mucho de si. Y vaya si lo habia dado. Desde entonces, la pareja se habia vuelto inseparable y se habian querido tanto o mas que el primer dia. Por eso Amanda no queria fallar. Necesitaba sobrevivir al suplicio de sacar a tres personitas adelante, sufriera los dolores que sufriera. Y si ella no seguia adelante, al menos, que sus hijas conocieran al maravilloso padre que tenian y a su esplendida abuela. Que vieran la vida con los ojos vivos con los que ella la veia. La vida era un regalo que todos merecian sin distincion. Y su deseo mas profundo era que sus hijas la experimentaran. --De acuerdo, preciosa --le dijo Angel colocandose tras su espalda para que ella se apoyara en el. Habian intentado facilitar todas las comodidades posibles a la parturienta pero, al final, no habia nada mas seguro y tranquilizador que el sosten que conferian el cuerpo y los brazos de la persona que te queria y que no permitiria que hicieras ese viaje sola. Los hombres no sufrian dolores de parto, pero si sufrian el temor y el dolor de ver a su mujer gritando entre lagrimas, sangrando y desfalleciendo, y Angel no era inmune al hecho de no poder apaciguar siquiera un poco de su tormento. Pero, al menos, estaria ahi para ella. Le ofrecio la mano derecha a su mujer, y ella se la cogio, amarrandose a el como si fuera un salvavidas. --Rompeme todos los huesos si quieres --le susurro el al oido, con ternura infinita--. No me voy a ir. Amanda sonrio y apoyo la cabeza en su pecho. Su respiracion se habia disparado y ahora ya no llevaba ritmo ni control. Mama Pietat se arrodillo entre sus piernas y arremango las mangas de su camisa roja de estilo ibicenco. --Muy bien, hija. Ya estas muy dilatada --La inspecciono con los dedos entre las piernas--. Madre mia... Ya toco la cabeza de una de ellas --sonrio con ojos brillantes--. Cuando diga tres, empujas con fuerza. --Mama... --susurro llorosa-- la ultima ecografia que me hice reflejaba que una de ellas estaba atravesada... --sorbio por la nariz--. No se si podre... No se si ha sido buena idea... --Las dudas, inevitablemente, la acecharon en el ultimo momento. --Chis, nina --la corto la madre--. Las mujeres llevan pariendo desde hace milenios... No te va a pasar nada, carino. Estamos en lugar sagrado y no podemos ofender a es Vedra. Mis nietas estaban mal colocadas antes. --Alzo los ojos claros al cielo y a la luna llena. El pico lleno de acantilados de es Vedra recortaba el color nocturno y lleno de luces titilantes de la boveda celeste--. Pero ahora, el espiritu de Mama Vedra hara lo propio --dijo refiriendose a la magica roca--. Empuja --le ordeno seria y llena de determinacion, sin perder de vista la expresion asustada de su hija--. !Empuja, Amanda! Amanda no tardo ni un segundo en reaccionar y obedecerla. Impulso su cuerpo hacia adelante con toda el alma y contemplo a su madre, que con ojos abiertos y estupefactos, llenos de maravilla y fascinacion, recibian al primer bebe en un pano rosa y caliente. Actuo con diligencia y corto el cordon umbilical con unas tijeras nuevas que habian comprado ese mismo dia. Todo era nuevo y a estrenar: las mantitas, la cuna triple que pondrian sobre la lancha para salir del islote, las gasas, los hilos... Todo seria casero para salir del paso. Despues, cuando Amanda acabara de dar a luz a su tercera hija, se la llevarian al hospital municipal de Ibiza. La bebe ni siquiera lloro. Pietat la observo con detenimiento cuando la pequena abrio los ojos y, medio prematura como era, fijo la mirada en ella. Unos ojos tan verdes como los de Amanda. Tenia los punitos apretados contra su pecho desnudo y resbaladizo y hacia pucheros con su boquita en forma de pinon. --Por todos mis antepasados... --susurro Pietat, estremecida--. Esta nina tiene ojos de vieja. --Se llamara Nicole --sentencio Amanda. --Todos los bebes son viejos enanos al nacer --dijo Angel, con una sonrisa estupefacta en sus labios--. Viene otra mas, Pietat. Dejala en la cuna--la urgio nervioso, animando a Amanda y besandola en la coronilla. --!La quiero coger! --clamo Amanda. --No, aun no --le prohibio Pietat--. Despues cogeras a las tres. Ahora centrate, esto aun no ha acabado. --Vamos, cielo. Ya hay una parte del camino hecho --la espoleo Angel. Amanda lloraba con fuerza; los dolores se hacian insoportables. Una vez habia salido la primera, empujaba la segunda. Sin embargo, esta segunda no tuvo nada que ver con la de antes. Amanda sintio una paz increible al empujar; tanto que, incluso, pudo sentir como parte de su cuerpo, internamente magullado y desgarrado, se regeneraba y sanaba milagrosamente.
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