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Recuerdo que una voz femenina me pregunto la hora. Me gire para responderle y fue la primera vez que la vi. En ese instante eran las diez de la noche del tercer viernes de noviembre, justo seis semanas despues desde que me decidiera viajar a Ho Chi Minh. --Si, claro --balbucee con cierto nerviosismo--. Faltan cuatro minutos para las diez --le dije, emitiendo una inapreciable sonrisa. --?Tambien vas a Vietnam? --me pregunto a continuacion. La chica expelia una mirada entre curiosa y cinica. Como si le sorprendiera verme en la estacion y, al mismo tiempo, se burlara de mi. Yo recorde que esa misma pregunta, tal cual, me la habia hecho mi madre cuando le comente lo del viaje, unas semanas antes: --Mama, me voy de viaje. --?De viaje? ?A donde, hijo? --A Vietnam. --?Tambien vas a Vietnam? Mi madre siempre iniciaba una pregunta anteponiendo un 'tambien' delante, como si ya conociera a alguien antes que hiciera lo mismo que tu hacias. Creo que mi madre no soportaba que yo fuese el primero en algo y por eso siempre tenia que haber alguien antes que yo. --Si. --respondi a esa chica--. Voy a Vietnam. Desde esa estacion partian trenes hacia dos direcciones opuestas: o a la frontera francesa o al aeropuerto. En la segunda opcion, la del aeropuerto, habia viajes a muchisimas ciudades. Yo iba a Madrid, porque desde alli esa noche habia un vuelo directo a Ho Chi Minh. Un vuelo de veintisiete horas. Pero aquella chica me pregunto si viajaba a Vietnam. ?Como cono podia saberlo ella?--Que coincidencia --chasco la lengua con garbo--. Yo tambien viajo alli. Y emitio una sonrisa que le ilumino la cara. Entonces pude contemplar lo hermosa que era. Me llamo la atencion que vistiera pantalones cortos cuando el frio en la estacion era insoportable. Pero no me importo porque la chica tenia unas piernas realmente preciosas. Lo mismo que esa chaquetilla vaquera de entretiempo que no pegaba nada en el mes de noviembre. O esas botas Martens que le adelgazaban las piernas. O esa camiseta fina que transparentaba los dos botones de sus pechos. --?Como lo sabes? --le pregunte. --?El que? --Que tambien viajo a Vietnam. --El billete --me dijo senalando mi mano--. Lo se por el billete. --Y elevo el suyo por encima de su cabeza y se lo pego en la frente, como si fuese una visera. Entonces mire mis manos tiznadas con el color azul del billete que sostenia entre los dedos. Lo aprisionaba entre el pulgar y el indice, en un intento inutil de controlar mis nervios. Incluso el sudor de mis manos empapo las cifras negras y las desplazo emborronandolas. Que estupido, me dije. Ella supo que mi destino era Vietnam, porque los billetes azules como el mio eran para los destinos internacionales. --?El de las cero horas y cuarenta y cinco minutos? --le pregunte. --El mismo --asintio. La megafonia advirtio que faltaba poco para que partiera el tren que nos llevaria hasta el aeropuerto de Barcelona. Unos cuantos viajeros se dieron prisa en asir sus maletas y formaron cola delante de una linea amarilla que marcaba la puerta del convoy. Me fije que, al igual que yo, los dos solo portabamos una bolsa de mano. Pocas alforjas para tan largo viaje, me dije. --En poco mas de dos horas estaremos a bordo del avion --me voceo para que yo la oyera entre el barullo de pasajeros subiendo al tren. --Si todo va bien, si. --No me has dicho tu nombre --me grito antes de subir. --Javier. ?Y el tuyo? --Sonia. Y su figura se perdio en el interior del vagon, como si fuese un fantasma desvaneciendose al alba. Capitulo 2 Ya en el aeropuerto, observe como un taxi de color negro, con las puertas y el maletero amarillo, se detuvo ante la entrada principal. El pasajero era un hombre mayor, de unos setenta y cinco anos. Estaba delgado y vestia elegante, con traje a medida, y era el orgulloso poseedor de una barba canosa muy arreglada. Solamente portaba una maleta de mano de color muy oscuro, con hebillas plateadas. Cuando llego al mostrador de la agencia de viajes, le dijo a una chica joven y de tez sonrosada: --Tengo una reserva para el vuelo de las cero horas y cuarenta y cinco minutos. Al escucharlo supe que ese hombre viajaria hacia Madrid en el mismo avion que Sonia y yo. La chica tecleo en el ordenador y disipo el protector de pantalla. --?Su nombre? --le pregunto sonriendo de forma efusiva. --Blas. Hice la reserva hace dos dias desde una agencia. La chica asintio con la cabeza. --Tiene que hacer escala en Madrid, primero, y desde alli sale un vuelo hasta Ho Chi Minh. El fin de semana no hay aviones directos --le explico con dulzura. --Lo se. Ya me lo dijo su companera que me atendio, cuando compre el billete. --?Va a facturar equipaje? --No. La recepcionista siguio tecleando en el ordenador y en unos segundos la impresora escupio un folio que doblego y le entrego de inmediato. --Que tenga buen viaje, senor. El hombre se sento en un banco que habia casi enfrente de la agencia de viajes y muy cerca de donde yo me habia sentado. A esa hora no habia mucha gente en la terminal y escogio uno que tan solo estaba ocupado por una anciana de al menos ochenta anos, que aprisionaba entre sus piernas una maleta de aspecto anticuado. La mujer tenia el pelo completamente blanco y vestia de oscuro. Lo mas llamativo era una enorme cruz nacarada que le colgaba del pecho con una gruesa cadena de plata. --?Tambien va usted a Vietnam? --le pregunto la anciana. --Si. A esta hora solamente hay este vuelo --respondio el hombre de la barba, sin mucho animo. Luego se ladeo ligeramente, dando a entender que no le interesaba seguir con la conversacion. Mire hacia un panel de publicidad que teniamos enfrente y vi nuestro reflejo. Una anciana que parecia que fuese vestida de luto. Un abuelo, a juzgar por las arrugas de su cara, aunque al tio se le veia agil y en buena forma fisica. Y un joven, yo, que todavia dudaba de si viajar a Ho Chi Minh era una buena idea o no. Pero despues de un ano horrible, decidi invertir el dinero del finiquito de la empresa de paqueteria en un viaje aventurero. Lo necesitaba, necesitaba evadirme. Necesitaba olvidarme de todo, incluso de mi. Sonia se entretenia en el quiosco de prensa hojeando revistas que cogia y dejaba en su sitio de nuevo. La tia estaba un monton de buena. Y lo sabia. Y si no, ?por que vestia con esos mini pantalones en pleno invierno? Me pregunte. --El avion me lleva hasta Madrid y alli hago transbordo en otro vuelo --siguio hablando la anciana, ajena al gesto de desaire del hombre que se habia sentado a su lado. --No hay vuelos directos desde aqui el fin de semana --se molesto. --Estoy un poco nerviosa, es la primera vez que subo a un avion y tengo miedo. --Es comprensible. --A usted lo veo muy tranquilo. --Porque no es la primera vez que subo a un avion. --?Y la primera vez estaba tan nervioso como yo? El no respondio. Comprendi que queria que aquella mujer se diese cuenta de que no le interesaba para nada su conversacion. Ademas intui que ella buscaba hablar con cualquier pretexto. Supongo que ni el ni yo nos creimos que una abuela de ochenta anos jamas hubiera subido a un avion. --Voy a ver a mi hijo que vive en Ho Chi Minh --continuo hablando la anciana. El hombre saco un libro de su maleta--. Asi seguro que se le pasa el tiempo antes --le dijo mirando el libro. --Aun falta un rato para que salga nuestro vuelo. --?Que esta leyendo? --Una novela policiaca --respondio. --A mi siempre me han gustado las novelas policiacas --alabo la mujer, mientras se pasaba un dedo por debajo del ojo--. Pero lamentablemente he perdido mucha vista en estos ultimos anos y ya no puedo leer como antes. --?No usa gafas? --Deberia, pero no me he terminado de acostumbrar a ellas. La anciana se quedo mirando con descaro a su interlocutor.
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