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Lide Aguirre
Estoy convencido al ciento cincuenta por cien de que es mi vecino quien lo tiene secuestrado. Me da igual su aspecto de angel redentor y que sea el nino bonito de un barrio atestado de momias que ya solo quieren creer y se rinden a sus maneras de oveja encarrilada, a su voz llena de graves que ahora suena a terciopelo de salon pero que hace nada barria los silencios de los locales mas miserables de la ciudad: el sabe donde esta el chico por el que todo el mundo llora. El tiene a Pablo Martiarena. Lo supe ayer, al anochecer. Volvia a casa entre calles brillantes por la lluvia, dejando atras los pasos apresurados de quienes corrian a resguardarse bajo los soportales y sintiendome algo mejor que los dias anteriores, seguramente porque la oscuridad del nuevo invierno parecia darme un refugio y el cuello del abrigo solo me devolvia el calor de mi respiracion. Y entonces lo vi. Salia con su coche por la cuesta del parking de la plaza Cataluna y no me habria fijado en el si no fuera porque volvio la cara y me miro de repente; y sus ojos eran dos agujeros transparentes, no esa mirada azul a lo Paul Newman que tanto explota hoy dia por aqui y que tan bien le funciona, sino dos ojos redondos, vacios, de pirado, que me abrieron la puerta, por un segundo, a los calculos de hielo que se forman dentro de su cabeza. Y detras, en el asiento trasero, estaba el, Pablo Martiarena, el joven de la <
>, el nino bien por el que se han levantado las alfombras de la ciudad, con su cicatriz en forma de jota en la sien izquierda, <>, como explicaba su angustiada madre en el programa de ETB de ayer por la tarde, y su pelo rubio cortado a lo casco, un peinado antiguo, de los noventa, que le da aspecto de nino o de yonki, segun quien lo mire. El caso es que vi a Pablo de perfil, a cuatro metros de mi y medio cubierto por una sombra corpulenta que le habia lanzado el autobus 17, que circula por la Gran Via como si se fugara de Alcatraz, pero lo reconoci a pesar del escupitajo oscuro del autobus y las bailarinas de lluvia que se estampaban contra su coche. Pero eso no es todo: algo le estaba sucediendo. Porque habia algo mas ahi, en el interior del vehiculo que conducia mi vecino Ivan Katz; algo lo suficientemente impactante como para que mi conciencia lo eliminara al instante, algo que llevo intentando rescatar desde entonces sin lograrlo. Ahora camino hacia mi casa en el barrio de Gros, en San Sebastian. Hoy no llueve, pero el dia suena a cristal helado. A mi derecha, el horizonte mastica los ultimos restos de la tarde y las paredes de los edificios a mi izquierda se van apagando cubiertas de carteles con el rostro de Pablo, carteles de color naranja fosforito para que destaquen sobre la rona que esta levantando su silencioso imperio de oscuridad sobre las fachadas de este barrio bohemio, obtuso y marino que el chico frecuentaba bastante, segun he podido saber. En los carteles, la familia de Pablo Martiarena subraya que se trata de una desaparicion de riesgo, asegura que se recompensara cualquier informacion sobre su paradero y facilita un numero de telefono. El chaval sonrie en la foto con una tristeza latente que te hace pensar que si no hubiera desaparecido ahora lo habria hecho mas adelante, de alguna otra manera. Tiene una expresion apocada y una mirada ojerosa y descolorida que revela noches de juerga y dias oscuros y tristes. Segun voy leyendo, me entero de que a Pablo Martiarena, donostiarra de 27 anos, se lo trago la tierra hace tres semanas, pero hace solo un dia estaba sentado en el Volvo gris de Ivan, el artista, el emprendedor, el nino mimado que se perdio en las fauces del lobo durante mas de diez anos y se reencontro con su parte ganadora antes de que se lo tragara la bestia. El mismo nino al que todos los demas del edificio teniamos miedo de pequenos. La Ertzaintza, sin embargo, tiene su propia version de lo ocurrido. Una version que me ha roto todos los esquemas. Una version con la que no estoy de acuerdo. Pero empecemos por el principio. Ayer por la noche, cuando llegue a casa y le conte a mi prima okupa lo que habia ocurrido, me convencio de que me acercara a una comisaria de la policia a contarles lo que vi o, mejor dicho, a ponerles al corriente de <>, como la llama ella ahora. No lo hice, no inmediatamente; no lo tenia claro del todo. En cambio, opte por tirar de contactos haciendo uso del listin siglo XXI: Facebook. Alli di con Edorta, un buen tipo con aspecto de toro viejo y espiritu acolchado, antiguo companero de clase en mi primer colegio y ertzaina de profesion. Le envie un mensaje diciendole que queria verle por un asunto que quiza era una tonteria, pero quiza no, y que, eso, que mejor encontrarnos. Y hoy mismo a primera hora me ha contestado animandome a que me pasara por la comisaria de Hernani, un pueblo a pocos kilometros de San Sebastian, <>. Al final, ha sido el quien me ha puesto al corriente de la verdadera situacion de Pablo. Y, en pocas palabras: Edorta desmiente todo lo que se cuenta sobre el caso en los medios de comunicacion. Pablo Martiarena <>, me ha insistido. Ni desaparecido ni en el coche de Ivan Katz. El chico de los carteles esta, simplemente, haciendo su vida muy lejos de aqui con una mujer que ha conocido y que su madre no aprueba. <>, me comenta bastante molesto. Al parecer, la madre se niega a aceptar esa version de la desaparicion y les pone <> alla por donde va, me cuenta. Por otra parte, los familiares de otros desaparecidos han empezado a criticar la repercusion que esta teniendo el caso de Pablo y la supuesta atencion que recibe por parte de la policia, y lo achacan a que el chico viene de una familia con dinero. <>, lamenta mi ex companero. En realidad, todo lo que me ha contado Edorta sobre el caso me ha dejado bloqueado, con una extrana sensacion muy parecida a la de tener las manos atadas y no poder abrir un regalo. Porque nada tiene mucho sentido, y cuanto mas habla el mas nitida se hace en mi memoria la imagen de Pablo en aquel coche. ?Estaba llorando?, pienso. Igual. Igual si. --Es un caso archivado, Mikel, aunque te agradezco la preocupacion --me suelta Edorta tranquilamente apoyado sobre el escritorio de un despacho anodino. Estoy sentado en la tipica sala de paso que imagino es la que utiliza cualquier agente cuando se reune con alguien poco relevante como yo--. Pablo Martiarena Gallardo se marcho voluntariamente a Iquique, en Chile, con su novia, hara tres semanas. Esta localizado y sano y salvo, pero no podemos evitar que su madre insista en que no es asi y se dedique a empapelar la ciudad y a llamar a la tele y a la radio, donde no comprueban la veracidad de casos como este porque son demasiado morbosos y les dan audiencia. El chaval da pena, su madre da pena y viene de una familia bien, y eso vende. En cualquier caso, te agradezco la informacion, Mikel, me alegra que hayas venido, te tenia perdida la pista despues de tantos anos y me ha gustado verte. Seguramente viste a alguien que se parece a Pablo, pero quien sabe, tal vez el chaval haya vuelto a San Sebastian. Nos pondremos en contacto con la madre para saber si ha tenido noticias. Trato de digerir la informacion. No se por que, no me cuadra. --?O sea, que al final lo unico que ha pasado es que se ha fugado con una chilena? --le pregunto con la vista fija en su costado derecho mientras intento poner los puntos sobre las ies. Edorta se ha levantado de su asiento y le hace un gesto a alguien a traves de la pared acristalada que separa el despacho del resto de habitaculos. --Si; bueno, no, no se ha fugado --cuando vuelve a tomar asiento, mi antiguo companero me sonrie con amabilidad y recuerdo fugazmente aquellos tiempos en los que era un nino regordete que me ayudaba a resolver problemas en clase de matematicas, treinta anos atras--. Lo unico que ha hecho es marcharse de mala manera con una chica, lo que hacen algunos enamorados, nada del otro mundo. El padre de Pablo murio hace cuatro anos y el no tiene hermanos, y su madre no quiere creer que se haya ido porque no asume que el hijo unico haya puesto una novia y un oceano entre ellos. Una locura pasajera, al parecer acababa de conocer a la chilena cuando hizo las maletas y se largo, una cosa rara, pero no ilegal. La madre niega la evidencia y asegura que esta secuestrado, que no lo localiza y que ni siquiera cree que este en Chile, pero lo cierto es que, por ahora, tenemos todo: los billetes de avion, su direccion… Ya volvera. O no. De todas maneras, nunca se sabe y es mejor tener todo atado. ?Dices que te parecio que Pablo viajaba en el coche con un vecino tuyo? --Si, en la parte trasera del coche de Ivan Katz, seguro que lo conoces. Ultimamente ha salido bastante en los periodicos. De chaval fue un grafitero bastante popular y ahora dirige una academia de pintura que organiza exposiciones de arte cada dos por tres en toda la ciudad, en Tabakalera y en el Kursaal y… Bueno, en muchos lados. Edorta se encoge de hombros --no lo reconoce-- y empieza a anotar en su ordenador. La luz blandengue de un halogeno cae sobre nosotros como lo haria en la sala de espera de un hospital. --Katz se escribe con k y tz, entiendo --murmura mientras teclea. --Si. Katz, como suena. Su abuelo era aleman. Ivan tiene nuestra edad, 42. Vivia en mi edificio, en la calle Zabaleta. Ahora vive en Segundo Izpizua, casi al lado. --?Y que sabes de el? Porque si has venido aqui sera por algun motivo. La gente no va denunciando a sus vecinos… --la mirada de Edorta se vuelve indescifrable. --Ivan Katz… --me siento como una maruja cotilla, pero trago saliva y me animo a continuar-- es un tipo raro. --?Raro? --Edorta es demasiado bueno para mirarme con mala cara, pero hasta yo me doy cuenta de que mi descripcion no tiene un pase valido en una comisaria. --Es peculiar… Peligroso --continuo, intentando despertar su interes--. Ahora parece un tio normal, asentado, ya sabes. Se esta haciendo un hueco en la sociedad guipuzcoana de renombre, digamos. Abrio la academia de pintura hace unos cinco anos, despues de recuperarse en Proyecto Hombre y…
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