Ver todos los libros de: Antonio Torres Rodriguez
A veces nos pasamos la vida entera esperando encontrar a nuestra media naranja y cuando se consiguen conjugar todos los ingredientes para que suceda el encuentro y los elementos se alinean permitiendo que la providencia la ponga frente a nuestros ojos, entonces aparece el factor mas influyente y determinante, nosotros mismos, provocando que por una decision erronea se nos pase el tren que tanto tiempo estuvimos esperando y deseando, llegando a alcanzar tan solo a ver como se nos aleja en el a quien tanto buscamos. Eso mismo debio de pensar Paula cuando quedo desorientada en el anden del metro, viendo como se perdia por la boca del tunel el ultimo vagon. Ni imaginarlo podia cuando una semana antes viajaba como cada manana con destino a la universidad y por los cristales del vagon vio a una joven de aspecto delicado que tambien portaba libros entre los brazos, que se mostraba frente a ella al otro lado de las vias en el convoy que coincidia en horario con direccion opuesta. Las dos jovenes se quedaron mirando fijamente hasta que la velocidad y entre el gentio que abarrotaba el interior de los vagones obstaculizaron la visibilidad entre ellas. Paula quedo atraida desde ese mismo momento y su imagen ya no se aparto de su mente durante toda la jornada, pensando en su belleza y en su mirada, imantada con la de ella. A la manana siguiente y envuelta en la misma voragine cotidiana subio de nuevo al metro que le llevaria a tomar las clases universitarias. Probablemente ya nunca mas volvere a verla, pensaba, mientras el metropolitano comenzaba desplazarse sobre las vias dejando ver sobre la ventanilla el paso revolucionado de la vida al otro lado del cristal. La parada se iba acercando al mismo tiempo que su inquietud subia de tono a la espera de saber si lo del dia anterior fue solo una coincidencia y ya nunca mas se daria otro casual encuentro. Pero el convoy se detuvo coincidiendo tambien en esta ocasion frente al vagon de la desconocida pasajera y alli estaba. De nuevo sus figuras se quedaron inmoviles y mudas frente a frente, con un mensaje de atraccion mutua en sus miradas, y tras unos breves minutos otra vez la velocidad se interpuso entre las dos rompiendo el encanto del encuentro. El pulso se le altero y por primera vez comenzo a sentir un cosquilleo dulce que le recorria el cuerpo. La alegria y la sonrisa se instalaron en ella al tiempo que su mirada se quedaba anclada en cualquier objeto, al azar y con el horizonte perdido. Su concentracion quedo limitada a un recuerdo y por su mente ya no pasaba otra cosa mas que la imagen de quien comenzaba a sentirse enamorada. Pasaron varios dias mas y la dulce sensacion se tornaba temerosa, solo un dia mas de clases en la universidad y de nuevo regresaria a su ciudad, a su pais, lo que significaba que probablemente ya nunca mas volverian a encontrarse, que todo quedaria en una hermosa ilusion efimera. No asi, y consciente de ello, se atrevio a dar un paso adelante. No podia dejar escapar la oportunidad de conocer a aquella chica que le ocupaba su pensamiento todas las horas del dia y en sus suenos. A la manana del ultimo dia se levanto mas temprano que de costumbre y tomo el metro de anterior horario al habitual, con la intencion de apearse en la parada del encuentro y pasarse al otro anden, esperar al convoy en que acostumbraba a viajar la desconocida pasajera y provocar un encuentro mas cercano. Y asi lo hizo, se abrieron las puertas y subio al vagon donde la joven de delicado semblante se mostraba cada manana desde dias atras. Busco y busco, pero no la encontro en el compartimento, no estaba alli. Fue entonces cuando su manifiesta desilusion se multiplico, al ver que la joven se hallaba en el convoy opuesto, en el mismo vagon en que ella viajaba cada dia. La expresion de sus miradas lo dijeron todo y Paula solo acerto a salir precipitadamente del metro y quedarse en el anden, donde por ultima vez vio alejarse a la mujer que le habia trabado el corazon. Cuento del hombre bipolar La calida manana veraniega invitaba al relax y disfrute de los placeres mediterraneos en la pequena ensenada. Como cada manana estival el cuentacuentos disfrutaba de la brisa marinera junto a su pino preferido, bajo su sombra, a la espera de que los jovenes y curiosos que transitaban la playa acudieran a su encuentro, donde cada dia les contaba un cuento, les narraba una historia con sabor a mar napolitano. Poco a poco y como en una liturgia los escuchantes se iban sentando a su alrededor, esperando a que el narrador comenzara su relato. El contador bebio un trago de agua fresca y comenzo su historia, la del hombre bipolar: Cuentan que hace ya algunos anos, tantos como los que no alcanzamos a haber vivido, existio un joven inquieto hijo de esta isla. Pietro, como se llamaba, sonaba cada dia con recorrer otros lugares, otros paises, con vivir aventuras y nuevas experiencias. El creia que era la mejor manera de encontrarse a si mismo, la de ir puliendo su pensamiento a golpe de vivencias. Tantas ilusiones y ansias por recorrer mundo tenia que cada manana subia a la colina mas alta de Ischia, para en los dias claros observar el horizonte, la silueta de la costa napolitana, la linea del paisaje toscano; cada jornada hasta la puesta del sol, donde Neptuno pinchaba con su tridente al astro rey para llevarlo a su reino a dormir, para al dia siguiente despertar de nuevo radiante y vigoroso, esplendido de luz, exultante de vida. Uno de aquellos dias, en el que el otono se hizo patente y las nubes comenzaron a nublar el horizonte, Pietro decidio que habia llegado el momento de partir a buscar su propia identidad, aquella que, contaban los mayores del pueblo, llevamos dentro y que solo aparece con el transcurrir de los dias y las experiencias. Era tan inquieto que no soporto la espera, quiso adelantarse a su tiempo y a las vivencias para provocar su llegada lo antes posible. Bajo de la colina y fue en busca de su amada madre, de la que se despidio, para luego acercarse a los barcos amarrados en el puerto y en uno de ellos cruzar hasta su horizonte sonado. Recorrio la Toscana, sus colinas y campos cosechados, y continuo hasta llegar a Venecia, por donde navego en gondolas por entre canales, con el revolotear de palomas al sonido bizantino del repicar de San Marcos. Y continuo su caminar; y camino hacia el norte hasta poner sus pies andariegos en las orillas del Danubio, en el valle de los Bosques de Viena, con ritmo de vals y entre lagos con blancos cisnes que se difuminaban con los paisajes de palacios nevados. Y siguio la senda con la vista puesta en los Alpes, en su esbelta cordillera y por los verdes valles a su falda. Continuo hacia el Norte, hacia el Este, hasta las tierras bajas, entre canales y molinos de viento, al color de los interminables campos de tulipanes. El mar se situo a sus pies y decidio bajar continente hacia el Sur, hasta quedar prendado en las riberas marsellesas de la Costa Azul. Siguio el mismo punto cardinal en su rosa de los vientos hasta enamorarse de Sierra Morena y recorrer sus montes bandoleros a lomos de una yegua cartujana; miro hacia el Este y anclo sus ojos en los tristes fados de la dulce y triste Lisboa, donde se sento a mirar el horizonte atlantico, igual que anos atras hacia sobre la colina de su querida isla mediterranea. La anoranza le invadio y decidio que aquel era el momento de regresar. Y regreso. Nadie en su pueblo recordaba ya al joven Pietro, ni siquiera su querida madre salio a recibirlo, ya no estaba entre los moradores vivos de Ischia. Sus paisanos, que no lo reconocian, murmuraban a su paso preguntandose quien seria aquel desalinado personaje que caminaba siempre solo y hablando en voz alta, cambiando el tono, preguntandose y respondiendose a la vez, llorando y consolandose, riendose a doble carcajada. Comenzaron a llamarle el hombre bipolar, porque era capaz de mostrar doble personalidad. Hasta que una manana uno de los mas ancianos de la isla lo reconocio y recordo que salio muchos anos atras a recorrer mundo para encontrarse a si mismo, fue el que supo llegar a la conclusion mas logica, que Prieto no solo habia encontrado su identidad sino que habia regresado acompanado de su otro yo, el que se dice que todos llevamos dentro. Busca a tu hermano Busca a tu hermano, prometeme que no dejaras de buscarlo por nada del mundo. Fueron las ultimas palabras que Milagros pronuncio a su hijo Jose Antonio antes de morir. Ella siempre tuvo en el presentimiento que su primer hijo se lo robo aquel militar franquista que no paraba de piropearlo. No lo olvidaba, nunca olvido la expresion de su cara mientras repetia -!Pero que nino mas guapo!- como tampoco habia olvidado su nombre, Laureano Gil de la Hoz, el responsable del traslado de las presas republicanas en el viejo tren de mercancias con direccion a la prision de San Carlos. La guerra espanola causaba estragos en la zona republicana por los ataques de los fascistas sublevados. Milagros cayo presa aquella noche de 1.937 en la que los rebeldes entraron armados en el pueblo, mataron a la mayoria de los hombres y apresaron a las mujeres en edad de luchar. Solo tuvo tiempo para envolver a su hijo en la toquilla y, a punta de fusil y a empujones, la subieron al camion que las traslado al tren. Al segundo dia de ingresar en la carcel una monja le arrebato a su hijo de entre los brazos con la excusa de que las condiciones del presidio no eran las adecuadas para la salud del nino. Dos dias mas tarde, la misma monja, fue a decirle que su hijo habia muerto. Ella tenia el convencimiento de que no era verdad, que su hijo estaba vivo y que se lo habian robado, mas aun, despues de que la religiosa se negara a que pudiera verlo por ultima vez. Jose Antonio tenia el conocimiento de que Milagros no era su madre biologica, aunque para el nunca supuso inconveniente alguno, siempre la acepto como su propia madre desde que era un nino, cuando se quedo a vivir con ella hasta el dia en que murio. La hermana de Milagros, Encarnacion, fue a visitarla despues de acabada la guerra. La contienda las mantuvo separadas durante varios largos anos en los que la miseria y el hambre recorrian el pais de punta a punta. La noche que los falangistas entraron en el pueblo y se llevaron a las mujeres, Encarnacion, embarazada por aquel entonces, se escondio en la cuadra y no salio de alli hasta que se fueron. Al dia siguiente huyo y no regreso hasta pasados algunos anos. Jose Antonio tenia una hermana algo menor que el y recordaba el dia que junto a su madre fueron a visitar a Milagros a la ciudad, a reencontrarse las dos hermanas despues de varios anos separadas. Milagros lloraba desconsolada abrazada a Encarnacion, implorando al cielo que le devolviera a su hijo querido que le habian robado. A partir de aquel dia Milagros se convirtio en su verdadera madre. Encarnacion permitio que el nino se quedara con su hermana por unos dias, para que le hiciera compania y le ayudara a olvidar a su hijo desaparecido, pero aquellos dias se convirtieron en toda una vida. Para Milagros, Jose Antonio paso a ser Antonio a secas, como se llamaba su hijo biologico, habia encontrado en su sobrino el remedio a sus desconsolados males. Sin embargo, no echo en olvido a su hijo desaparecido, cada dia recordaba como y cuando se lo quitaron de entre los brazos para no verlo nunca mas. Nunca perdio la esperanza, hasta el ultimo de sus dias no dejo de pedirle a Jose Antonio que lo buscara y que, cuando lo encontrara, le dijera lo mucho que lloro por el, que nunca lo dio por muerto y que nunca lo habia olvidado. Los esfuerzos por satisfacer a su madre, por encontrar el paradero de Antonio, fueron infructuosos. Busco pesquisas por todas partes, en la antigua carcel, en el convento de la monja que se lo arrebato, pero todo fue inutil. El paso de los anos se habia encargado de borrar el minimo indicio de la existencia del nino Antonio. A la muerte de Milagros, el unico familiar que le quedaba vivo era su hermana Encarnita, que vivia en el pueblo donde Encarnacion habia muerto algunos anos atras. Con el dolor de la perdida de su madre y con la promesa que le hizo a esta de no dejar de buscar a su hijo, Jose Antonio decidio ir a visitar a su hermana.
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