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Luis Melgar
Salve, oh Aton, tu que apareces resplandeciente en el cielo! !Salve, tu que has creado toda la vida! Al alzarte sobre el Oriente llenas los paises con tu perfeccion. Cuando ocultas tu faz, el universo se sumerge en las tinieblas y la muerte. Los hombres duermen en sus moradas con la cabeza tapada y ninguno puede ver a su hermano. El mundo yace en silencio, pero tu vives en el Pais de Occidente. Aton, tu y solo tu gobiernas sobre el Amenti. Yo, Mutnodjemet, esclava, sacerdotisa, prostituta y reina, te conozco y conozco tu nombre. Aunque durante anos haya practicado tu fe en secreto y mis creencias hayan permanecido ocultas para los hombres, nunca deje de adorarte. Hoy me postro ante ti para pedir clemencia, pues se que mi muerte esta proxima y temo tu veredicto sobre las acciones que he emprendido a lo largo de mi vida. No cometi iniquidad contra los hombres. No perpetre pecados en tu morada. No hice pasar hambre, salvo persiguiendo un bien superior. No hice dano a nadie y, si lo hice, la intencion de mi corazon era pura. No hice llorar. A proposito, nunca hice llorar a nadie. No, no mate. Bien sabes que tuve el motivo y la oportunidad, pero elegi no matarlo. Te suplico, oh Aton, que me permitas entrar en el Reino de Occidente, que me reciban con gritos de alborozo los espiritus bienaventurados y que a su lado me concedan un puesto. Aton, tu que eres al tiempo padre y madre, apiadate de mi y aceptame en la Duat, el pais de los muertos, a semejanza de los habitantes de la luz, y permiteme tambien salir a la luz del dia para pasear entre los vivos sobre la tierra, y hacer todo lo que pueda desear. Te pido que, en tu reino, me concedas reunirme con mi hermana. La que debe ser olvidada. La traidora, la hereje, la usurpadora. La que siempre me protegio y a la que yo no supe salvar de la muerte. Nefertiti. Mi hermana y yo hemos tenido tantos nombres que no se por cual de todos se nos reconocera en el mas alla. Mucho antes de que en Egipto la bautizaran como Nefertiti, mi hermana se llamaba Henti. Toda mi familia contaba que nacio siendo un bebe precioso, ni siquiera se vio amoratada y desfigurada por el parto como tantos recien nacidos. Conservo esa extraordinaria hermosura durante toda su existencia. En cuanto a mi, al nacer, mis padres me impusieron un nombre de varon debido al miembro que pendia entre mis piernas, aunque desde muy nina di senales de mi autentica naturaleza. Para empezar, tenia una obsesion absoluta con mi hermana Henti. La admiraba y la adoraba casi como si fuera una diosa. Ella representaba todo lo que yo queria ser: era guapa, elegante, delicada, femenina. Frente a mi pelo negro y fosco, su cabello castano tenia reflejos cobrizos y, aunque era mas bien liso, terminaban en unos bucles que enmarcaban su rostro como la mas perfecta obra de arte. Tenia los labios carnosos, la piel dorada y sonrosada y los ojos grandes y separados. Su nariz era recta y fina. Recuerdo, siendo una nina, que a menudo rezaba a los dioses y les pedia que me convirtieran en ella. Habia mas indicios. Tenia la costumbre de ponerme en cuclillas para orinar en vez de hacerlo de pie como los otros ninos. Odiaba estar desnuda y, cuando por fuerza tenia que quitarme la ropa para lavarme o para ponerme una muda limpia, juntaba mucho las piernas y escondia mi miembro tras ellas para no tener que verlo. Esa parte de mi cuerpo siempre me ha causado profundo desagrado. Cuando saliamos a la calle para jugar yo nunca me unia al grupo de los ninos ni disfrutaba dandole patadas a la pelota de madera con que jugaban, sino que me quedaba con Henti y con sus amigas. Nuestro entretenimiento favorito en aquella epoca era un juego que llamabamos <
>. Henti, por supuesto, representaba siempre el papel de gran reina y las demas teniamos que hacer de damas y sirvientas y atenderla en todo lo que nos pedia. Recuerdo que, una tarde, cuando yo tenia cuatro anos y Henti seis, una de las ninas mayores de nuestro grupo protesto por el hecho de que yo estuviera con ellas. --!Tu hermano no deberia estar con nosotras! Es un nino y tendria que jugar con los otros ninos. Si se queda aqui y escucha nuestros secretos, se los contara a los otros muchachos y todos se reiran de nosotras. --No es mi hermano, tonta. Es mi hermana. ?No ves que es una nina? --!Henti esta mintiendo, Henti esta mintiendo! --Dinos, ?eres un nino o una nina? --!Eso, que lo diga! Tuve un momento de confusion. Nunca habia pensado en esos terminos. Hasta entonces me habia limitado a actuar con la naturalidad de la infancia sin reflexionar en lo que ello significaba. Pero al cabo de unos instantes, alce la cabeza y respondi con orgullo. --!Soy una nina! --?Ah, si? ?Y como te llamas? Porque las ninas tienen nombre de nina. --Me llamo Iltani --respondi. Iltani era el nombre de una prima lejana de mi madre, una mujer a la que apenas conocia y que no me inspiraba particular admiracion, pero el nombre me vino a mi cabeza como si fuera algo evidente, casi natural. --Iltani, creo que es hora de que nos vayamos ya a casa --me dijo Henti--. Vamos, hermana. Desde entonces, el nombre de Iltani me despierta una sensacion calida en el vientre. Me inspira serenidad, me hace sonreir. Mutnodjemet, en cambio, es un nombre severo, altivo, propio de una dama de la corte. Igual que el de Nefertiti. Todo era mas sencillo cuando eramos tan solo Henti e Iltani, hermanas inseparables, gemelas del corazon. Aquella misma tarde, al llegar a casa, aprovechamos que nuestros padres no estaban para deslizarnos en su dormitorio y jugar a ponernos los vestidos de nuestra madre, a calzarnos sus sandalias y a agrandarnos los ojos con kohl. Ambas estabamos tan excitadas con nuestro descubrimiento que necesitabamos escenificarlo de algun modo, hacerlo realidad, demostrarnos a nosotras mismas que estabamos en lo cierto. Lo que comenzo como un juego termino por convertirse en una costumbre. Despues del incidente con la nina que me acuso de ser un varon, los demas no dejaron de meterse conmigo. Ninos y ninas por igual me senalaban con el dedo y me llamaban abominacion, monstruo y cosas peores. Henti siempre me defendia y, al final, acababamos por jugar las dos solas a nuestro juego de la emperatriz, en el cual yo siempre hacia de dama. Cuando regresabamos a casa por la tarde, nos encerrabamos en la habitacion para ponernos los vestidos de nuestra madre y maquillarnos con sus pinturas. En una ocasion, cuando llevabamos ya varias lunas con el mismo ritual, mi madre volvio antes de tiempo y nos descubrio en el preciso instante en que Henti me probaba su traje de novia que, aunque me quedaba grande, me habia cautivado por la suavidad de la tela y lo fino de los bordados. Se nos quedo mirando sin hablar durante varios instantes antes de lanzar un hondo suspiro y acercarse a nosotras. --Henti, por favor, no juegues a disfrazar a tu hermano porque se nos va a amanerar y los otros ninos se reiran de el. --Mama, pero yo no estoy disfrazada... --comence yo a protestar, pero Henti me tapo la boca y termino por mi. --Lo siento, no volvera a ocurrir. --Eso espero. Con estas cosas no se juega. Mi madre me quito el vestido, me lavo la cara para quitarme los restos de kohl y continuo con las tareas del dia. Cuando nos quedamos un instante a solas, Henti me susurro al oido: --Iltani, creo que sera mejor que guardemos tu verdadero nombre en secreto. Madre y padre no lo entenderian. Cuando estes conmigo puedes ser como eres, pero cuando estes frente a ellos, actua como si fueras un nino, ?de acuerdo? La idea de poder vestirme y comportarme a mi gusto solo cuando estuviera a solas con ella no me causaba especial ansiedad, mas bien el contrario, hacia que todo aquello fuese aun mas especial, de modo que acepte. A partir de ese momento tuvimos mas cuidado para que nuestros padres no nos descubrieran. Conforme mi hermana se fue haciendo un poco mayor, ya no fue necesario recurrir a las pinturas ni a los vestidos de mi madre, ya que Henti tenia los suyos propios y era feliz de compartirlos conmigo. Asi pasaron los anos, entre emperatrices imaginarias, vestidos demasiado grandes y sandalias que se me salian de los pies, hasta el dia en que todo cambio para siempre. Me pregunto que hubiera ocurrido si los dioses no hubieran tenido previsto un destino tan diferente para nosotras. Cual habria sido mi historia si el rey Suppiluliuma de Hatti no le hubiera declarado la guerra a nuestro soberano, Tushratta de Mitanni. Quiza hubiera terminado por contarle a mi madre quien era yo en realidad. Quiza ella hubiese hablado con mi padre y ambos me hubieran aceptado y amado. O quiza no, quiza me hubiesen expulsado de la casa y mi vida hubiera acabado siendo exactamente la misma porque, en definitiva, el destino de hombres y mujeres esta previsto por Aton y escrito en las estrellas desde mucho antes de nuestro nacimiento. El dia en que todo cambio yo tenia ya ocho anos y Henti, diez. Nuestro padre no estaba en casa. El era artesano, del tipo que hacen esculturas y grabados y hasta frescos en las paredes. Habia salido por trabajo y nuestra madre estaba en casa afanada con la cocina. No nos adornabamos con pulseras de oro ni poseiamos esclavos que nos sirvieran, pero tampoco pasabamos hambre ni penalidad alguna. Teniamos el privilegio de vivir en la capital del reino y nuestra casa contaba con un pequeno patio y un dormitorio separado para Henti y para mi. Mi hermana y yo jugabamos en nuestra habitacion. Sabiamos que mi madre no entraria, asi que, como tantas otras veces, yo me habia puesto una de sus tunicas, que aun me quedaba un poco grande, y ambas jugabamos a imitar una danza que habiamos visto representar en la plaza unos dias atras. Primero fue el ruido, como si la casa se desplomara sobre nuestras cabezas. Henti y yo dejamos de reir y detuvimos nuestros juegos. A lo largo de los anos he revivido muchas veces este momento en mi memoria, y creo estar segura de que el estruendo lo provocaron los soldados hititas cuando derribaron la puerta y entraron en la casa como langostas, arramplando con todo lo que encontraban. En aquel momento no supe que ocurria, pero fui lo bastante consciente como para sentir miedo y, al mismo tiempo, obligarme a no llorar. Tampoco podia toser. Ni siquiera me atrevia a respirar. Enseguida empece a escuchar los gritos. Aullidos de guerra de los hititas, por descontado, pero tambien algo mucho mas desgarrador para mi. Eran los alaridos de dolor de mi madre. Corri a esconderme entre los jergones de nuestras camas. Henti vino hacia mi, me abrazo y comenzo a susurrar unas palabras apenas inteligibles: --Shaushka de Ninive, protegenos, no permitas que a mi hermana y a mi nos suceda nada malo. A pesar del panico que sentia, en aquel momento sonrei, hasta me olvide de lo que estaba sucediendo. Solo pense que Henti se habia referido a mi como su hermana. El instante de felicidad paso enseguida, cuando volvimos a escuchar a nuestra madre llorar y pedir clemencia. Pense que ibamos a morir. Los soldados grunian como animales, jadeaban y gemian mientras los quejidos de mi madre iban perdiendo fuerza hasta que, al fin, se apagaron. Despues se hizo el silencio. Un silencio opresivo, angustioso. Los gritos habian terminado, pero yo aun podia escucharlos como un eco dentro de mi cabeza. Sin moverme de mi escondite, me atrevi a entreabrir los ojos. Aunque era pleno dia y el sol brillaba alto en el cielo, por las ventanas entraba un brillo anaranjado. Olia a humo y a madera quemada. La boca me sabia a ceniza, a polvo y a sangre. Creo que me habia mordido sin darme cuenta. Mire a mi hermana y ella me hizo un gesto para que esperaramos. Aguce el oido, tratando de averiguar si quedaba alguien en la casa... o quiza esperando que alguien viniera a decirnos que estabamos a salvo, que los invasores se habian ido y ya era seguro salir de nuestro escondite. Esperaba que alguien nos rescatara, pero ese alguien no llegaba. Estabamos solas. Senti como las lagrimas caian en silencio por mis mejillas. Tome una bocanada de aire, pero el humo me provoco un acceso de tos. Henti me sujeto los hombros hasta que logre contenerme, despues me limpio los ojos y me ayudo a ponerme en pie. --Vamos --me dijo--. No estamos seguras aqui. Nos dimos la mano y salimos de la habitacion de puntillas, mirando a un lado y a otro como el gato que esquiva al perro guardian. El pequeno patio central, donde teniamos el aljibe para recoger el agua de la lluvia y donde mi padre habia plantado dos palmeras y un sicomoro, estaba lleno de muebles destrozados, telas rasgadas, frascos de perfume y peines rotos. Tuve que taparme la boca para no gritar cuando reconoci entre aquel desastre el cuerpo sin vida de mi madre. En aquel momento me negue a admitir que se tratara de ella. Mi madre era alta y hermosa, con el porte distinguido y una apariencia siempre impecable. Supongo que Henti ha heredado de ella su belleza. Sin embargo, la mujer que tenia frente a mi era un amasijo de carne sanguinolenta. Su rostro destrozado me ha perseguido en mis pesadillas desde entonces. En mi sueno puedo ver lo que le hacen los hititas. Veo como le arrancan la ropa a jirones para poder gozar de ella uno tras otro. Mientras un soldado abusa de ella otro la golpea, una y otra vez, uno tras otro, hasta que la dejan inconsciente, con el cuerpo mancillado y los rasgos desfigurados. Planean dejarla morir asi, pero uno de ellos, mas misericordioso que sus companeros, pone fin a su vida con un tajo de su espada en el cuello. Incluso ahora que soy vieja, en ocasiones me despierto humeda de sudor, en medio de la noche, con ese sueno fresco en la memoria. Empezo a temblarme la mandibula. Todo me daba vueltas y la boca se me lleno de saliva. Estaba a punto de vomitar. Solte a mi hermana e hice amago de sentarme en el suelo, pero ella tiro de mi y me zarandeo. --!Iltani! No podemos quedarnos aqui. Cuando los soldados acaben de saquear la ciudad, regresaran para llevarse a los supervivientes como esclavos. --?Mama...? --gimotee.
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