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14 de noviembre de 1650 Aquel dia de noviembre habia amanecido lluvioso. El invierno se aproximaba y pronto no podria cabalgar a ese lugar tan especial en el que siempre se veia con el que consideraba que era su gran amigo del alma, aunque en su joven corazon tenia ciertos sentimientos a los que aun no habia podido ponerles nombre debido a que jamas nadie le habia explicado que era amar de verdad. El viento rozando sus rosadas mejillas hacia que Sheena MacLeod, unica hija del jefe del clan MacLeod del norte de Escocia, cerrara los ojos y disfrutara de la humedad que arrastraba la fina llovizna. La joven cabalgaba a toda prisa hacia otra de sus innumerables citas que tenia con el que era su amigo desde la infancia: Alasdair Mackay. Este era hijo de Ian Mackay, gran enemigo de Arthur, padre de Sheena, desde hacia muchisimos anos. Sin embargo, hubo un tiempo en el que ambos padres eran intimos amigos, pero un malentendido entre ellos provoco que la amistad que los unia desde que eran pequenos desapareciera y diera paso a un intenso rencor que duraba ya gran parte de la vida de ambos. No obstante, ambos jovenes habian coincidido en innumerables ocasiones y habian forjado una amistad tan fuerte que ni siquiera el yugo de sus padres era capaz de romper. Desde hacia varios anos, Sheena y Alasdair se veian a escondidas de sus respectivas familias a orillas de una pequena charca a medio camino de las casas de ambos. Por eso, aquel dia de comienzos de noviembre Sheena se habia preparado para acudir al encuentro de Alasdair. Su pelo siempre suelto y rebelde como ella ondeaba con el intenso viento y comenzaba a humedecerse con la lluvia. Sin embargo, no le importaba. A pesar de que las instructoras que su padre habia puesto a su cargo habian intentado hacer de ella una joven fina y educada que dedicara su vida a la labor y a tener hijos como todas y cada una de las chicas con las que se habia cruzado, Sheena habia forjado su propio futuro y siempre habia tomado las decisiones que le dictaba su joven corazon. Era una rebelde por naturaleza, y el hecho de haber crecido sin una madre que sirviera como referente de educacion y buenos modales habia provocado que la joven fijara sus ojos en su padre. Por ello, desde muy pequena habia mostrado interes por las espadas y el arte de la lucha, ya que desde su habitacion siempre habia visto a su padre entrenar en el patio junto a sus hombres. Siempre se sentaba al lado de su padre para que este le contara historias de sus incontables aventuras desde que era apenas un adolescente, y Sheena sonaba con ser algun dia una buena guerrera como el. Con el paso del tiempo, la joven habia aprendido a manejar la espada como cualquier otro hombre del clan, aunque una de sus grandes habilidades era el manejo del arco, pues poseia una punteria que era envidiada por todo el clan. Sheena sonrio cuando espoleo al caballo para que este fuera mas deprisa. Le encantaba sentir la libertad que le proporcionaba el animal cuando este aumentaba la velocidad. Le quedaba tan solo media milla para llegar al lugar de encuentro, y a medida que se acercaba sentia que este se encontraba cada vez mas lejos de ella. No entendia el motivo de su nerviosismo. Disfrutaba de la compania de Alasdair y siempre se le encogia el corazon cuando llegaba el momento de la despedida. Su corazon se acelero cuando diviso la charca y a sus oidos llego el sonido del agua cayendo por la pequena cascada. Su sonrisa se ensancho aun mas e intento disfrutar del increible paisaje que habia a su alrededor. Un manto de color verde se extendia bajo los pies del caballo y cuyo fin le era desconocido. La arboleda que la rodeaba se alzaba sobre sus hombros impidiendo que la poca luz del dia penetrara entre las hojas y le iluminara el camino hacia su deseado destino. El canto de los pajaros la acompanaba y parecia haberse contagiado del entusiasmo de la joven y le daba la bienvenida como otras tantas veces desde hacia varios anos. Cuando tan solo quedaban unos metros para llegar a las rocas que bordeaban la charca, Sheena bajo del caballo y decidio recorrer el trecho a pie, disfrutando de la soledad del momento. La joven se aproximo a uno de los arboles, amarro fuertemente al caballo y despues se aproximo al agua para disfrutar del sonido que desprendia la cascada mientras esperaba impacientemente la llegada de Alasdair. Sabia que esa seria una de las ultimas visitas a ese lugar antes del comienzo del invierno, que traeria consigo intensas lluvias y nevadas que harian practicamente imposible una visita a ese precioso lugar. Por ese motivo, y sin saber aun por que, habia dedicado mas tiempo esa manana a acicalarse para el encuentro. Sheena se arrodillo en una de las piedras que sobresalian del agua y acerco su rostro al agua para ver su reflejo en ella. Deseaba saber que todo estaba en su sitio antes de la llegada de Alasdair, sin embargo, su reflejo le devolvio la misma vision de siempre: su pelo castano y ondulado se mostraba encrespado por la humedad que la lluvia habia traido consigo. Su rostro ovalado y fino aparentaba una calma que en realidad no sentia en ese momento. Y la ropa se habia humedecido y descolocado con la intensa cabalgata a la que habia sometido al caballo. Sheena se paro unos segundos para mirar detenidamente su rostro. Su padre siempre habia mostrado admiracion por su belleza, indicandole que la habia heredado de su fallecida madre, que habia muerto en el parto de la joven. Desde muy pequena, los ninos que vivian en los alrededores del castillo habian mostrado su interes por ella, sin embargo, Sheena nunca habia entendido esa fascinacion que sentian hacia ella, ya que la joven no era capaz de reconocer la belleza de su rostro, que se habia intensificado cuando llego a la adolescencia. Por eso, a sus escasos dieciseis anos aun no se habia dedicado a mirarse detenidamente para averiguar que tenia su rostro de especial. Y menos aun comprendia por que habia elegido precisamente ese momento para admirarse. Sus ojos eran de un intenso color aguamarina, poco comun entre las mujeres que ella conocia. Sobre sus labios gruesos y rosados asomaba una nariz pequena y chata que estaba plagada de numerosas pecas, al igual que en sus palidas mejillas, que en ese momento estaban rosadas por el frio. Su cuello era delgado y largo y se escondia entre los ropajes que habia elegido para la ocasion: un cenido corpino de color verde con un bordado plateado de flores y un pantalon de lana con los colores tipicos del clan MacLeod. Se arrepintio de no haberse puesto una de las faldas que guardaba desde hacia tiempo en el fondo del arcon de su dormitorio, aunque ella siempre habia preferido usar para montar a caballo un pantalon, ya que le resultaba mas comodo. Sonrio al recordar los gritos de sus cuidadoras cuando la veian lucir esos pantalones que ellas consideraban de hombres. Pasados unos minutos, Sheena se incorporo y decidio sentarse a la orilla de la charca a esperar. Estaba segura de que Alasdair no tardaria en llegar, por lo que, tras un suspiro, se sento en una de las piedras que bordeaban el agua y se dedico a observar con detenimiento la caida de la cascada. Desde que habia descubierto aquel lugar tan especial se sentia enamorada de el. No era una cascada facil de encontrar para quienes atravesaban el bosque, y siempre se habia sentido segura y protegida de miradas indiscretas que pudieran descubrir su amistad con el que debia ser su enemigo. No podia ni queria imaginar lo que diria su padre si en algun momento de su vida descubria su amistad con el hijo de su peor enemigo. Sheena habia crecido escuchando barbaridades del clan Mackay, especialmente de Ian, su jefe y padre de Alasdair. Sin embargo, estaba completamente segura de que el joven al que aguardaba con insistencia era diferente de lo que su padre contaba de Ian. Siempre habia mostrado respeto hacia ella y la habia tratado como a un igual, tan igual que a veces pensaba que la veia como a una hermana a pesar de que ella se ponia nerviosa cada vez que se aproximaba el momento de verlo. Sheena fruncio el ceno ante ese pensamiento. ?Que sentia realmente por Alasdair? Durante unos segundos, la imagen del joven aparecio en su mente. Siempre lo habia considerado un chico muy atractivo, con el rostro demasiado varonil para tener tan solo diecisiete anos. Ademas, debido al entrenamiento al que era sometido, sus musculos comenzaban a asomar entre la tela de sus ropajes e incitaban a Sheena a desear tocarlos por encima de cualquier otra cosa. Se pregunto si aquellos pensamientos eran cercanos al amor o simplemente era una joven demasiado desvergonzada que unicamente deseaba retozar con el sobre la hierba que rodeaba aquel lugar tan bonito.
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