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Jairo observo el color de la sangre. Despues de un rato de analisis, concluyo que el tono no se parecia a ningun otro. Presiono la herida para que el flujo se incrementase y sonrio al ver la densidad del liquido vital. No entendia como alguien podia desmayarse al ver la sangre. A el le parecia algo hermoso. Suave y seductor. Escucho el grito que venia de arriba. Levanto la cabeza y escucho a aquel energumeno, que le increpaba y le prometia que la proxima vez que no le diera el bocadillo seria mucho peor. Jairo no pudo reprimir una sonrisa y penso que escupirle un gargajo sanguinolento era la mejor respuesta que podia ofrecerle en aquella situacion. Con un poco de suerte, ganaria tiempo y podria reaccionar. Si le atacaba directamente a el, sus secuaces no reaccionarian. Al menos, eso era lo que esperaba. Contaba con que los otros se acojonarian. Si no era asi, seria hombre muerto. <>, se dijo. Otra voz le susurro que se estuviese quieto e hiciese todo lo que le pedia aquel grandullon que disfrutaba con su reinado del terror. --?Vas a quedarte ahi llorando como un bebe? --increpo el grandullon mientras acompanaba las palabras con una patada en el cuerpo ovillado del muchacho, que yacia en el suelo--. Dile a tu madre que deje de ponerte sardinas de lata. Todos sabemos que se gana bien la vida chupando pollas. El comentario le hizo a Jairo mas dano que la patada. Las habladurias sobre su madre estaban en boca de todo el barrio, y a el no le pasaba desapercibido como la miraban cuando entraba en el bar a comprar un sifon o cigarrillos. Pero lo que peor llevaba la gente es que ella se enfrentara a aquellas miradas y las combatiese con comentarios hirientes. A finales de los sesenta, una mujer soltera, resultona, a la que se veia con diferentes companias masculinas y que, ademas, bebia, fumaba y no tenia pelos en la lengua era carne de las criticas mas causticas. Pero su madre aseguraba que era envidia por vivir como le apetecia. Siempre refrendaba su opinion sobre el tema con el comentario de que ya tuvo bastante represion con un padre falangista al que le gustaba utilizar el cinturon al menor atisbo de modernidad. Jairo dirigio su mirada glacial atrapada entre aquellos largos barrotes negros que, en una contorsion imposible, oscurecian el color verde de los ojos y los convertian en una puerta al mismisimo infierno. --A tu padre no se la chupa. Se escarba los dientes con el palillo que tiene entre las piernas --escupio Jairo. El grandullon se puso rojo de rabia y comenzo a patear el cuerpo enjuto del muchacho, que se cubrio como pudo del ataque del gigante sin cabeza. Los secuaces se miraron entre ellos, y uno se atrevio a parar la furia del cabecilla. --Dejalo. Ya ha recibido suficiente. La afirmacion parecio contentar al maton, que se calmo y, senalando el cuerpo que estaba a su merced, grito: --La proxima vez eres hombre muerto, !maldito retrasado! Jairo aguardaba otra lluvia de patadas que no llego. Uno de los satelites del grandullon, asustado, se dispuso a comprobar que el muchacho no necesitase ayuda medica. Al intuir su intencion, el cabecilla le dio una colleja y solto: --Si quieres ayudarle, manana te pongo en su lugar y te llueven hostias del cielo. El resto estallo en risas nerviosas. El reinado del terror que imponia aquel muchacho, al que no se le conocian razones para ser un mal bicho, era terrible. Si no obtenia el reconocimiento de su plebe, se mostraba proclive al desanimo y a paranoias conspiratorias que arrastraban a una espiral de turbas dogmaticas y pruebas de compromiso con el lider. --Suspendes lengua, ?verdad? --dijo Jairo desde el suelo--. Llover implica que sea desde el cielo, mendrugo. El comentario hizo gracia a uno de los secuaces, que se esforzo mucho por no soltar una carcajada. El grandullon barrio con su mirada estrabica a su horda de titeres antes de volver a dar una patada brutal a Jairo. Iba dirigida a las costillas, pero el muchacho consiguio atenuar el golpe interponiendo un brazo. --Te voy a dar tal paliza que la zorra de tu madre no te va a reconocer, hijo de la gran puta. El ultimo insulto proferido por el grandullon floto por el lugar durante unos instantes antes de esfumarse. Pero rebotaba en los oidos de Jairo. --Agarradle los brazos --ordeno el grandullon. Dos muchachos corrieron a cumplir el cometido. Uno tenia un tic en el ojo y el otro estaba rapado casi al cero. Ambos sabian que debian ser ellos quienes agarraran a Jairo, que parecia un cristo crucificado en un suelo que olia a orines y cobardia. El grandullon se sento a horcajadas en el abdomen de Jairo. Luego, deleitandose, se inclino y puso sus rodillas encima de los brazos del muchacho. --Ayudadme a abrirle la boca --mando de nuevo. Los mismos crios que antes le sujetaban los brazos corrieron en su ayuda sin rechistar. --Necesita que le lavemos la boca --dijo apretando los carrillos de Jairo--. Tiene una lengua muy sucia. Los otros dos se aplicaron en su nueva mision. Cuando entre los tres tuvieron la boca de Jairo abierta, el grandullon hizo el sonido desagradable del que produce un gargajo asqueroso. La mucosidad que producen las carencias se aglomero en la boca del maton. Macero la mezcla de fluidos y, en el momento en que estaba dispuesto a dejar caer el chorro vomitivo en la boca de Jairo, este consiguio morder los dedos laxos de un secuaz que previamente estiraba sus labios. En un movimiento raudo, el muchacho se deshizo de lo que le oprimia y lanzo un escupitajo sanguinolento al rostro del grandullon, que no se esperaba aquella reaccion. La sorpresa paralizo al resto de rivales. El maton, con horror, se paso el dorso de la mano por la cara y, sin abrir demasiado los ojos para que no se le metiese el liquido espeso que cubria su rostro, solto un punetazo. Jairo consiguio apartar la cabeza con un movimiento felino, y el puno del grandullon se estrello en el suelo. El maton solto un grito de dolor y sus secuaces se quedaron clavados. No sabian lo que tenian que hacer. Jairo aprovecho la indecision. Se levanto impulsado por el odio y el afan de revancha y se lanzo a las espaldas del grandullon para cogerlo con fuerza del cuello. Luego, con un movimiento rapido, saco su afilado lapiz Staedtler Noris del numero 2 y lo paso con fuerza y rapidez por la mejilla del maton, que ya no parecia tan fiero y que grito muerto de miedo. Jairo amenazo con clavarle el lapiz en la garganta mientras la brecha del carrillo comenzaba a sangrar. El muchacho miro con atencion la sangre. Se calmo al momento. Penso que la suya era mas atractiva y se levanto sin dejar de amenazar al grandullon con el lapiz ante la atenta mirada de los secuaces, que no iban a mover un dedo. --?Ves lo que sucede cuando te pasas de listo? --dijo Jairo como si estuviese sentado en el sillon de su casa--. Voy a tener que darte un correctivo --anadio simulando la voz del sadico profesor de religion. El grandullon lloraba muerto de miedo. No conseguia ver cual era la gravedad de la herida que no paraba de sangrar y que abrasaba su cara. Con las manos manchadas de sangre, reclamaba ayuda a gritos y pedia clemencia a un Jairo frio como el hielo. --!No, por favor! !Llamad a un medico! !Este loco me ha rajado la cara! --Todavia no he acabado contigo --dijo con una sonrisa agridulce. Sus ojos se entornaron y el verde del iris fulminaba y le hacia parecer de otro planeta. La cadencia y la calma con que pronuncio las palabras hizo que el ambiente se cargara de terror. Y de mas orines. Jairo disfrutaba de su protagonismo. Para dar mas tension, cogio el sacapuntas y se dispuso a afilar el lapiz. --?Que vas a hacer? --pregunto el grandullon, sumiso y sin apartar la mano de su moflete abierto. --Ahora lo veras --prometio con la misma sonrisa. El grandullon retrocedio hasta la pared oscura devorada de moho y suciedad. Sus pantalones cortos se tineron con un tono mas profundo. --Por favor, por favor, deja que vengan a curarme. Me duele mucho la cara y no para de sangrar --consiguio decir entre sollozos. --Te prometo que ese va a ser el menor de tus problemas --dijo Jairo, que caminaba hacia el y daba la espalda a los secuaces del grandullon. Estaba seguro de que no iban hacer nada por ayudarle. Jairo empunaba el lapicero como si de una varita magica se tratase. Cuando llego donde se hallaba el grandullon, se arrodillo a su lado y dijo: --Estate quieto o sera peor. El terror inmovilizo al maton. Quiza era cierto que aquel chico era el mismisimo demonio. Jairo puso el lapiz frente a la cara del grandullon. --?Izquierda o derecha? --?Que? Jairo chasqueo los labios y comenzo a cantar el <
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