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Ser la condesa viuda de Shewsbury no le habia servido, a Amanda, mas que para tener un esposo malvado que la habia dejado en la ruina. Con poco mas de veintiun anos, se consideraba a si misma una superviviente que habia salido adelante gracias a su belleza, y a su manera de hacer las cosas en su propio beneficio. La acusaban de muchas cosas, la gran mayoria ciertas y malas. Poco importaba, porque eso no le daria un porvenir, un techo bajo el que vivir y comida en la mesa. El antiguo conde de Shewsbury, el que fuese su esposo durante dos anos, le llevaba demasiados anos y perversiones, de diferencia. Los vicios le habian costado la ruina y por suerte, para ella mas que para el resto, el hombre decidio terminar su vida pegandose un tiro en la sien. No fue una gran perdida para la que antano fuese la senorita Amanda Baker, hija de un baronet igual de despreciable que el esposo al que su padre la habia entregado. En su opinion, los hombres no servian mas que para hacer dano y regir el destino de las mujeres. Bien lo sabia ella, que habia tenido que soportar los severos castigos del baronet mientras su madre sumergia sus penas en alcohol y miraba hacia otro lado. A su progenitor le gustaba admirarla. Decia que su belleza serena seria su mejor arma. Amanda poseia una frondosa melena rubia que se asemejaba al oro liquido. Sus preciosos ojos de un azul unico, con chiribitas doradas, le conferian la mirada de un angel. Los pomulos perfectamente alineados con su fina nariz y unos labios gruesos y rojos como una fresa madura, la hacian ser digna de admiracion. Todo ello sin olvidar una tez clara y una figura envidiable acorde a la moda. Pero su padre era un monstruo desalmado que disfrutaba torturandola por su belleza. Si bien el baronet deseaba que sus dos hijas se casasen bien, siempre tuvo una especial inclinacion por Amanda. Pero malsana. A su hermana mayor, el baronet no le hacia demasiado caso porque Samantha, la actual condesa de Strangened, era bonita pero, no era de una belleza evidente. Tenia tonos mas oscuro y su piel, cabello y ojos. La fijacion del baronet lo habia llevado a tener que castigarla a ella por tentarlo a el. Era costumbre que, desde que Amanda cumplio los catorce anos, el quisiera examinarla desnuda y le marcase la espalda con una vara acusandola de ser un demonio que habia llegado para torturarlo. La joven no alcanzaba a comprender lo que su progenitor, ese que tenia mas amantes de las que ella podia contar con una mano y que tambien contaba con otra familia en algun lugar de Londres, le espetaba cuando la atizaba con la vara. Y no lo entendio hasta que en una de esas extranas sesiones de castigo, el se puso delante --porque por norma general el se ponia detras de ella-- y la miro de aquel modo en el que sabia que un padre no deberia mirar a su hija. En aquel momento, Amanda comprendio que si el hombre destinado a cuidarla y protegerla era capaz de hacerle sentir miedo y dolor, el resto de ellos la podrian herir de muerte. No tardo en comprender que fuera de casa estaria mas a salvo que en su hogar. Aprovechaba a cada ocasion para salir de alli y huir de su verdugo. La fortuna hizo que su padre no llegase a cumplir la amenaza que veia en su mirada cuando la obligaba a participar en aquel ritual malvado. No obstante, el mal estaba hecho porque nada volveria a ser igual. No confiaba en los hombres y nunca lo haria. E hizo bien al verlos unicamente como un instrumento para conseguir sus propios planes. Sus padres habian criado sus hijas para ser condesas como poco. Las dos lo habian conseguido, pero solo su hermana mayor, Samantha, habia alcanzado la felicidad, eso era lo que siempre le explicaba cuando se veian. La joven Amanda vio que su belleza no era lo suficientemente rapida para abrirse camino y huir de su casa. Su padre habia jurado que si sus hijas no conseguian un conde, no les permitiria casarse. Ella se invento un titulo superior, pues explico a toda la buena sociedad que su progenitor, el bastardo que la tenia atemorizada, iba a recibir un titulo de mayor rango, por lo que comenzo a hacerse llamar lady Amanda Baker. Puesto que la mentira nunca llego a convertirse en realidad, no tardaron en acusarla de arribista y perdio muchas amistades por el camino. En honor a la verdad, sus caprichos y mentiras tambien le habian pasado factura, y hoy en dia, salvo la proteccion y la compresion de su hermana Samantha, ella no podia contar con nadie mas. No era su culpa ser como era --consideraba la joven--, porque estaba sola en el mundo y de ella dependia seguir sobreviviendo a las adversidades. Pero un dia sucedio lo peor que pudo haber pasado: su padre la prometio. Y lo hizo a otro despreciable aun peor de lo que el habia sido. La boda se celebro en un abrir y cerrar de ojos. Y su vida comenzo a ser un verdadero infierno, tanto, que por las noches echaba de menos no estar bajo el techo de su padre. Pero el destino la premio con la muerte de su esposo. Ella se levanto un dia, y cuando el servicio le informo de que lord Shewsbury habia sido encontrado muerto en su despacho, Amanda casi comenzo a saltar de alegria. Ya se veia a si misma como una joven, bonita, y rica viuda que al fin seria libre del yugo de los hombres y podria establecer su propio destino. Al fin habian servido de algo los sacrificios, los lloros y los rezos para pedir clemencia a un Dios que parecia haberla olvidado. El sentimiento de gratitud y felicidad duro apenas unas horas. Los acreedores llamaron a la puerta y no hubo dinero ni para una asignacion. Llego a la casa un primo lejano del conde, llamado Lucas, que iba a heredar el titulo y le ofrecio matrimonio. Amanda, pese a ser una de las mujeres mas orgullosas de todo el reino, decidio, por una vez, usar su sensatez y pedir auxilio a su hermana y al esposo de esta. Era una carga. Se habia convertido en una mujer bella, libre y todavia asi no conseguia cazar a un buen hombre al que pudiera manejar a su antojo. Pero eso iba a terminar esa misma noche, se juro. El duque de Kensington, Kirk Baldrick, al que apodaban el duque demente porque habia regresado de la guerra contra Napoleon con algunas secuelas, ofrecia una fiesta en la que iba a estar uno de sus antiguos pretendientes. Esperaba que el coronel Frederick Burns, a quien rechazo hacia cuatro anos porque no tenia un titulo, siguiese estando muy interesado en ella. El denominado Frederick siempre estuvo comiendo de su mano y habia heredado el condado de Exeter, por lo que no habia una mejor opcion que el para casarse y salir del atolladero. Amanda repaso su atuendo. Ese precioso y del todo sugerente vestido verde, a juego con las esmeraldas que le habia prestado Samantha, iba a convertirla en una apetitosa mujer para el. Una llamada en la puerta hizo que la hermosa rubia dejase de mirarse en el espejo. Dio su consentimiento para que accedieran a la alcoba mientras se retocaba un pequeno mechon de pelo que se habia escapado de su recogido. --?Estas segura de que es lo que quieres hacer? --Su hermana entro en la habitacion y cerro la puerta tras de si mientras lanzaba la pregunta. --Desde luego que si. Ya te explique que Frederick siempre ha estado prendado de mi. No se ha casado, nunca fue demasiado apuesto y encima ha regresado tullido. Es pan comido --Amanda movio la mano en senal de despreocupacion mientras se pellizcaba las mejillas para que cogieran un poco de color. --Y yo te conteste en su momento que no tienes motivo para apresurarte. --Samantha se acerco para hundir una horquilla rebelde que se habia movido de su lugar en el recogido de Amanda. --Gracias --le dijo cuando lady Strangened le puso correctamente el abalorio en el cabello sin haberle hecho dano. --Tampoco hace falta que me las des, soy tu hermana mayor y debo cuidar de ti... Debi haberlo hecho mucho antes. --Senalo la ultima parte con gran pesar. Amanda se dio la vuelta y le sonrio con ternura. Samantha era con la unica persona con quien habia podido ser ella misma siempre. --No es tu culpa nada de lo que me sucedio. Ademas, aquello ya paso y ahora estoy dispuesta a convertirme en una fabulosa, rica e influyente condesa. Lord Exeter me dara todo lo que yo quiero en un abrir y cerrar de ojos, te lo garantizo. Con el estare mas que bien. Es un hombre muy facil de contentar y se que me cuidara. --Pero no lo amas --le recordo como si fuera una cosa imprescindible. --?Amor? --expreso con incredulidad--. El amor no es en absoluto necesario en un matrimonio, incluso agradecere no enamorarme jamas. --No mentia en su expresion. Samantha la miro con mucha compasion y a Amanda esto la incomodaba y le molestaba a partes iguales. --No todos los matrimonios son como el de nuestros padres. Y desde luego, no todos los hombres son como padre. Lo que el te hizo... --A Samantha se le hizo un nudo en la garganta al recordar aquel dia en el que se disgusto con una buena amiga y llego antes a casa. Ver a su hermana desnuda con su padre usando una fusta sobre su espalda... ?Que clase de monstruo le hacia eso a su propia hija? Samantha, todo lo timida y pacifica que era, entro en tromba y se enfrento a su padre. Puso su capa sobre su hermana y se la llevo de alli. La retahila con la que lo amonesto parecio surtir efecto y el patriarca las dejo en paz. Desde ese dia, Samantha vigilo cada paso que daba su hermana. Cuando se convirtio en condesa de Strangened, hizo todo lo posible por llevarse a Amanda consigo. No lo consiguio, ni con la ayuda de su influyente esposo fue capaz de que el baronet dejase libre a Amanda. Tampoco pudo evitar que el padre casase a su hermana con aquel hombre inmundo, pero ahora si que podia brindarle su ayuda y la protegeria, incluso de ella misma. --Estoy bien ahora, Samy --era el apelativo carinoso que usaba con ella--. No quiero que recordemos mas el pasado. --Te hara bien contarselo a alguien, Mandy --la hermana menor tambien tenia su propio sobrenombre. --No. El pasado es mejor dejarlo atras. Estoy bien y es lo que importa --se dijo mas para si misma que para su hermana. --No quiero que te vuelvas a casar si no estas segura de que no volveras a sufrir. Tu esposo era un... --comenzo a decir Samy. --!No! --la corto Amanda viendo el camino que tomaba la conversacion--. No vamos a hablar jamas de lo que fue aquello. --Necesitas abrir tu corazon, carino. Si no me dices lo que sucedio con Shewsbury, yo no puedo ayudarte... --Trato de hablar mostrando toda la compasion que le inspiraba. --!Basta! --grito con furia. Amanda se dio cuenta de que su hermana se habia llevado a un sobresalto y tuvo que recordarse que Samy era su aliada y no otra dama contra la que luchar o protegerse--. Se que tus intenciones son buenas --Mandy suavizo el tono de su exposicion significativamente--, pero no deseo rememorar nada de lo sucedido, ni con padre ni con el bastardo de mi esposo muerto. No pueden volver a hacerme dano --no al menos mientras estaba despierta-- y es lo que importa. Voy a convertirme en la condesa de Exeter y todo al fin habra valido la pena. --Mandy... --susurro--. No hace falta que sigas obsesionada con ser condesa. Yo puedo velar por ti. Mi esposo nos cuidara a ambas. Aunque admito que si te portases mejor con el, todo seria mas sencillo. --No. Tu has encontrado tu sitio y yo debo hacer lo mismo. Me jure que lo conseguiria y estoy decidida a hacerlo. Es lo unico que me ha impulsado a salir cada dia de la cama. Ser una mujer importante y tener poder era lo que deseaba para que nadie pudiera volver a obligarme a nada. --Estaba convencida en lo que decia--. En cuanto a lo de ser mas atenta con tu esposo... Antes el infierno se congelara. --!Eres imposible! --Soy sincera. --Brutamente sincera y en ocasiones desagradable era lo que en verdad era. --?Y si tu futuro esposo vuelve a atormentarte? ?Que sucedera entonces? Amanda se rio con ligereza. --Eso es del todo imposible. Lord Exeter seria incapaz de matar a una mosca. Aparte, se muy bien como defenderme. --Amanda recordo aquel momento en el que coloco un fino cuchillo en el cuello de su esposo. Hizo algo mas que eso. Desde entonces las cosas cambiaron. Le aseguro que no tenia nada que perder y que no dudaria en actuar si la volvia a danar. Samantha fruncio el ceno mientras la miraba con fijacion. Mandy rodo los ojos al ser consciente de lo que su hermana hacia, se avecinaba un sermon. --Debo recordarte que Exeter ha estado en el frente durante cuatro anos. No creo que sea el mismo hombre que una vez corrio tras tus faldas. Amanda se carcajeo a gusto. --Desde luego que no sera el mismo porque ya no puedo correr --adujo al recordar que el era un tullido con un problema en su pierna. Samantha resoplo. --Mandy, te quiero, pero eres demasiado cruel para tu propio bien. --?Cruel? ?Yo? --dijo con indignacion. --No es correcto que hables asi de un hombre que ha arriesgado su vida por su reino. --La regano con delicadeza. --!Son hombres! --rebatio como si eso lo diera todo por hecho. --Insisto en que no todos son iguales. Hay buenos hombres ahi fuera. --Su hermana la comprendio sin que ella diera mas explicaciones. --No. No los hay. --Si. Yo misma encontre a uno. --Bueno, pues yo no los quiero. Voy a ser la condesa de Exeter y hare todo lo posible por cumplirlo. Ademas, no es nada malo. Fui el sueno de Frederick antes de irse a la guerra y yo lo voy a recompensar. Se me escapo lord Monty, el duque de Kensington se me resistio, y te juro por mi honor, que el conde de Exeter no se me escapara y que esta noche sera mio. Los dos hombres a los que Amanda habia aludido se le escurrieron entre los dedos de las manos. El primero, el conde de Monty se caso con la que una vez fue su mejor amiga, Angela. El segundo... Bien, mejor que se le hubiese escapado porque el hombre habia regresado de la guerra, y si antes de marcharse no era una persona afable, habia vuelto todavia mas rudo y bruto que antano. Ello sin contar que circulaban muchas historias sobre el que le helarian la sangre incluso a Lucifer. Pues, tanto Frederick Burns, como Kirk Baldrick y otro hombre, un teniente, que tambien habia recibido un condado en herencia, llamado Ryan Cross, habian sido apodados los Soldados Valerosos por sus contribuciones en las batallas. Eran famosos por sus hazanas. La sociedad les habia entregado sus favores pese a que habian regresado cada uno con una tara del frente.
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