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Celia, recibe este anillo, simbolo de mi amor por ti --dijo, deslizandolo en su dedo--. Esta alianza te recordara cada dia cuanto te amo, que te soy y sere fiel y que, pase lo que pase, siempre me tendras a tu lado. Ella le tomo la mano derecha y lo miro a los ojos. --Alvaro, recibe este anillo --pronuncio, al tiempo que se lo colocaba en el dedo anular--, como simbolo de mi fidelidad, de mi entrega a ti y que te recordara siempre lo grande que es nuestro amor. El sonrio. Tomo la mano de Celia y se la llevo a los labios. --Te quiero --silabeo en silencio, antes de besar la alianza que acababa de ponerle y ella que no se quitaria jamas. Mosen Silvino continuo con la ceremonia y Celia se hizo un nudo en la garganta al escuchar su precioso alegato, que hablaba de dos manos unidas para siempre, dos corazones en un solo latir, dos almas y una sola vida. Emocionada, observo de reojo a su suegra que, al lado de Alvaro, miraba hacia el cielo en un esfuerzo imposible por contener las lagrimas. Celia atisbo hacia la derecha, su padre y padrino de boda sacaba en ese momento un panuelo del bolsillo del uniforme de gala de Infante de Marina. Miro con disimulo por encima del hombro y al ver a su madre tan guapa, con dos lagrimones y la nariz roja como un tomate, ya no pudo contenerse. Una lagrima se le escapo, a pesar de haberle prometido a Alvaro que no lloraria. Al verla coger el panuelo de la mano de su padre, Alvaro le tomo el rostro entre las manos y le seco la mejilla con el pulgar, con cuidado de no estropearle el maquillaje. --Es de felicidad --se excuso ella, ya que el no queria llantos en un dia tan feliz. --Lo se. --murmuro Alvaro con una sonrisa. En ese momento se sentia el hombre mas completo de la tierra y supo que recordaria esas lagrimas de Celia hasta el dia de su muerte. Convertidas en el simbolo de su felicidad, que valiosas eran. El cura carraspeo para que los novios le prestaran atencion y ellos dos miraron al frente para retomar el hilo de la ceremonia. A unos metros por detras, Nicolas Roman se estiro el chaque y cogio a Max de la mano. Todo estaba saliendo a la perfeccion. Ya tenian experiencia en lo tocante a organizar bodas de tronio, puesto que el enlace de Susana y Javier, celebrado tambien en la casa Grande durante el otono anterior, habia supuesto la prueba de fuego para su restaurante y fue todo un exito. Nico miro a su alrededor, que maravilloso se veia el jardin de la finca. Parecia un homenaje a la primavera: las sillas con sus faldones de blanco pique, las flores, el templete emparrado de hiedra sobre el altar. Penso en el banquete que habia preparado, y que constituia su regalo de boda a sus dos mejores amigos. Estaba seguro de que las sorpresas exquisitas que les tenia preparadas arrancarian aplausos entre los invitados. El reputado enologo Maxim Dupres miro a su marido. --Estas orgulloso, ?a que si? --murmuro apretando sus dedos unidos. --Gracias a ti --aseguro Nicolas con una sonrisa agradecida; el apoyo incondicional de Max era su seguridad. Aquella era una dichosa y soleada manana de finales de mayo. Todos los alli reunidos, el pueblo entero de Taraban, ademas de los invitados llegados de los alrededores, de Madrid, Cartagena y otros puntos de la geografia, eran la imagen de la felicidad. Todos, menos un hombre. Solo uno de entre todos los presentes, tenia la mirada ensombrecida por los recuerdos tristes. Diego Nuno odiaba las bodas desde hacia dos anos y medio, pero Alvaro y el habian sido amigos de juventud. Solo era un ano mayor que Nico y que el, pero los tres pertenecieron a la misma pandilla que recorria los pueblos en verano de verbena en verbena. Diego habia regresado a Taraban hacia seis meses y la invitacion a la boda de Alvaro Siurana lo pillo por sorpresa, pero habria sido un feo gesto por su parte rehusar asistir. Diego suspiro con alivio al escuchar los primeros acordes de la marcha nupcial, que indicaban que el mal trago tocaba a su fin. La fiesta posterior ya seria otra cosa. El agape, los gritos pidiendo <>, las risas y el baile no se le hacian tan cuesta arriba. Diego Nuno contemplo a los novios cuando desfilaron por el pasillo cogidos de la mano. Tuvo que tragar en seco. Hacia ya mucho que habia asumido que Paula se habia marchado para siempre. Pero le costaba hacerse a la idea de que su vida no era la que habia imaginado el dia de su boda, cuando caminaba con ella del brazo sonriendo a los invitados, con la misma felicidad contagiosa que irradiaban los rostros de Alvaro y de Celia en ese momento. En lugar de un matrimonio dichoso, el destino habia convertido su existencia en una continua prueba de obstaculos. Y no por la soledad; era muy duro enfrentarse al dia a dia, viudo a sus treinta y cinco anos y padre de dos ninas pequenas. * * * Acabo la balada y vino el aplauso. El baile quedaba inaugurado. Los novios se retiraron de la explanada, que fue literalmente invadida en cuanto los musicos la emprendieron con un ritmo latino. Alvaro entrelazo los dedos con los de Celia y la llevo hacia la mesa de las bebidas, en la que Nicolas pedia a un camarero, justo en ese momento, una botella de cava que este le entrego junto con dos copas. --Nunca podremos agradecerte todo esto, Nico --dijo Alvaro, agarrando a su amigo en un fraternal abrazo--. Mas que un regalo de boda, nos has preparado un autentico homenaje. --Nada que vosotros no merezcais, asi que no me des las gracias -- concedio satisfecho--. Me conformo con que me traigais un iman para la nevera de Sicilia. Celia y Alvaro se miraron sonrientes. La bella isla del Mediterraneo era el lugar escogido para su luna de miel y, aunque se sentian felices de tener alrededor a tantas personas queridas, apenas faltaban unas horas para poder gritar el tan deseado <>. --Me voy a ver si encuentro a Max por ahi --decidio Nicolas--. Ya es hora de que brinde con el por lo bien que esta saliendo el convite. Y tu, ten cuidado --advirtio a Alvaro, senalandole a Celia con la barbilla--, que los italianos disparan a todo lo que se mueve. A ver si en un descuido te la van a quitar. Alvaro miro a Celia y sonrio con orgullo. --No hay peligro --aseguro--. Mi mujer no tiene ojos para otro. --Mi mujer --repitio emocionada--. !Ay, que bien suena eso en boca de mi marido! --Mmm… Que bien suena esa palabra en boca de mi esposa --murmuro Alvaro, comiendosela con la mirada. Nico simulo estremecerse, con cara de disgusto. --Y que angustia me esta entrando a mi con tanto almibar pasteloso. Pareceis un par de recien casados. Alvaro premio la broma con un amistoso golpe en el brazo y Nico se escabullo entre los invitados en busca de Max, antes de que se enfriara la botella de cava que llevaba en la mano. Imagino a su marido en medio de un corrillo de mujeres, embobadas con su encanto, su cabello rapado a lo presidiario y sus gafas de chico intelectual. O de hombres, quiza. Su irresistible acento frances seducia hasta a las piedras, a pesar de que Max marcaba las distancias en lo tocante al genero masculino. Le bastaba con seducir cada dia al hombre de su vida. Nico esbozo una sonrisa de orgullo porque ese hombre no era otro que el, y nadie mas que el. Los padres de Celia, acompanados del abuelo Cele, se acercaron a los recien casados. El anciano, una vez mas, dio la enhorabuena a Alvaro por la joya de mujer que se llevaba mientras Rosita achuchaba a su hija con unos cuantos besos emocionados y le arreglaba la cola del vestido, a esas horas llena de rodales de tierra y pisotones.
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