Ver todos los libros de: Tamara Bueno
Un equinoccio, un cambio. Un antes y un despues en mi forma de enfrentarme a la vida. Eso supuso para mi el verano de 2012. Se fueron los colores, los aromas, las risas... todo, pero ese hecho trajo algo consigo. Una luz nueva, diferente y capaz de obrar... un milagro. Lo que es seguro es que todo puede dar un giro en cuestion de horas y dejar solo... gris. Sin vida. Perdida y desolacion, y en el centro el rugir de las llamas abriendose paso y en mi mente, solo una imagen: mama con los ojos enrasados en lagrimas. Pero algo debe suceder para devolver todo a su cauce. Para traer la sonrisa una vez mas a su rostro, para casar la historia... porque esto no puede quedar asi. No se puede haber perdido todo. Un antes y un despues. Un nuevo y excitante sendero a seguir capaz de hacerse un hueco... hasta mi. 1 Cenizas. El aire estaba impregnado de ese residuo alquitranado que invade los sentidos. Mirase donde mirase solo las lagrimas cubrian el paraje que me rodeaba. Arboles caidos que hacian del paisaje algo desolador. Ni musgos ni helechos, nada. El paso de aquellas lenguas de fuego no habia dejado nada. Sentia mi cuerpo sin fuerzas. Aquel nudo en la garganta amenazaba con ahogarme. Tras convencer a Leonard de que necesitaba comprobar los danos por mi misma, nuestros companeros, hacha en mano, se propusieron echar abajo lo que habia quedado de la puerta del que era mi hogar. Mis padres habian insistido en acompanarme, pero no estaba segura de lo que se encontrarian alli y por nada del mundo queria que ellos sufrieran aun mas. Mi madre habia crecido en ese pueblo, en esas montanas, en la casa que frente a mi ahora se erguia solo por la fuerza de sus gastados cimientos. Aquello ya no parecia mi hogar, todo era gris. El humo era lo unico que mis pulmones podian asimilar, la pureza del agua de las nieves habia desaparecido, la lavanda o el romero, los robles... No sabia cuanto mas podria aguantar. La piel se me antojaba palida y los surcos bajo los ojos no daban lugar a dudas. Siempre me habia sentido orgullosa de llevar en la sangre la perfeccion que me habian inculcado, tanto mi madre como mi abuela. Ahora me miraba y a mi alrededor con desazon. Orgullosa de mi aspecto, siempre bien peinada, con un toque puro y perfecto de color en el rostro, con el maravilloso olor de las rosas aderezando mi cuerpo y ahora no tenia ni tan siquiera eso. El tiempo que habia pasado ayudando a mi equipo me habia despojado de aquello, tal y como me ocurria en las jornadas de trabajo de ese calibre, solo que en las circunstancias presentes no podia volver a mi hogar para mi pequeno ritual, ahora debia hacer acopio de las pocas fuerzas que tenia para personarme en el interior de aquella casa que desde hace mas de cien anos habia pertenecido a mi familia y de la que ahora, a pesar de que siempre habia sido un refugio para mi corazon, apenas quedarian intactos unos pocos recuerdos. La fachada estaba calcinada y la puerta apenas habia opuesto resistencia al acero de aquellas hojas de acero, aquellas hachas que de forma alternativa chocaron contra ella. Nada mas ceder una bola de humo ocupo todo el espacio y las primeras lagrimas fueron restanadas de mi rostro con ferocidad. Podia ser dura como la que mas, pero los sucesos acontecidos me herian en lo mas hondo. Tenia ganas de gritar. Personas como las que alli habitaban no se merecian algo asi, mis padres no se merecian algo asi. Quizas alguien menos ducho en este terreno habria supuesto que el interior podria haber quedado protegido en su mayor parte por la fachada, pero yo sabia lo que veria. En las casas de los pueblos de alta montana el material predominante en cualquier obra era la madera. Mirando a mi alrededor todo estaba vacio, sin color. Y dentro no seria diferente. Apenas podia respirar. ?Como se recupera uno de algo asi? ?Como lo haran mis padres o vecinos? Tantos anos pasando de padres a hijos. Todos habiamos dejado recuerdos, nuestra historia escrita en aquellas paredes. El muro que sostenia la escalera, justo al lado de la pequena puertecita que el bisabuelo anos atras habia construido con sus propias manos, siempre se habian dibujado marcas de crecimiento de todos y cada uno de los ninos que habian llenado la casa con sus risas y suenos para mis amantes padres, abuelos, todos... y ahora no quedaba nada. Las lagrimas ardian en el fondo de mis ojos y se disponian a obligarme de nuevo a restanarlas de alli. Lo siento. Aquellas sencillas palabras pronunciadas en un susurro de los labios de Leonard fueron un respiro que hizo descender por mi rostro la senal del dolor que me esforzaba en ahogar. Sali a grandes zancadas y no mire atras. Necesitaba tiempo, espacio. Por suerte la cabana de caza de papa, situada al otro lado de la ladera, estaba ilesa y ese lugar era justo lo que necesitaba. Habia comprado lo que pudiese necesitar en la ciudad, al otro lado del valle, y me habia instalado en la cabana sin muchos preambulos. Mis padres habian insistido en que me quedase con ellos en la pension, pero era ferrea en mis decisiones y no daba el brazo a torcer facil cuando habia tomado una determinacion. Alla arriba, en la sierra, la temperatura era significativamente mas baja y daba igual la estacion porque al menos un chandal y una bufanda eran imprescindibles. E intentas no helarte las manos mientras procuras hacer una tarea tan sencilla como poner la mesa para uno, sin guantes, puesto que de mala manera has comprobado que con ellos seria un desastre muy pringoso. Habian pasado cinco dias desde la extincion total del incendio. Cinco dias en los que habia paseado por el piso de madera, mirado por las ventanas y suspirado una y otra vez, deseando no hacer lo que sabia que debia hacer. Mis padres necesitaban volver a su hogar y para ello debia contratar a un equipo para reconstruir y limpiar todo. Estaba desesperada puesto que solo imaginar el dolor en los ojos de mi madre me hacia morir por dentro y solo pensaba en evitar esa situacion en la que me encontrase al lado de ella mostrandole los pedazos rotos de toda una vida, restos incinerados de los suenos de muchos, todos borrados sin remedio. No podia permitir eso. Carla, mi madre, habia llamado en numerosas ocasiones a lo largo de los dias pidiendo que por favor la llevase, decia que anoraba su casa. Habia llorado una y otra vez implorando, pero gracias al apoyo de papa pude mantenerme entera. Ahora debia hacer esa llamada. Leonard me habia hablado de un hombre que trabajaba la madera y con una reputacion intachable que segun pensaba era la persona ideal para ayudarme. La idea era rescatar de mi memoria cada detalle e intentar restaurar cada rincon y necesitaba a alguien que de verdad se prestase a que lo corrigiesen una y mil veces si hacia falta hasta conseguir recomponer todas las piezas que habian formado parte de nuestras vidas. Sabia que era complicado, pero Leonard tenia buen ojo para la gente, de modo que no perdia nada por intentarlo. Gregory Anderson. Asi se llamaba. Sin pensarlo mas, tome el movil y marque. Un tono, dos... cinco y el bip. <
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