Ver todos los libros de:
R. M. de Loera
--ME VOY. Adrian fruncio el ceno mientras su manzana de Adan subia y bajaba con brusquedad. Esos ojos azules pretendieron descifrarme, pero me obligue a permanecer con la postura correcta y mostrar impasibilidad en mi rostro. Intento hablar en un par de ocasiones hasta que crei entender: --?Decidiste participar en ese concurso en Lerma? En mis labios aparecio una sonrisa incierta y asenti, pues no estaba segura de que mi voz fuera capaz de emitir sonido alguno. Ni siquiera sabia a donde me dirigiria, porque solo habia vivido en ese barrio los ultimos ocho meses. Por mi trabajo, era una errante y no llame hogar a ningun lugar hasta que llegue a Pinilla. El nego y crei ver que movio los labios a un lado como si mis acciones le desagradaran. Tuve que recordarme una y otra vez que la desilusionada era yo y que el no tenia ningun derecho a sentirse dolido. Incluso estaba segura de que solo era mi imaginacion. Solto el aire de golpe y anadio: --Te deseo lo mejor, Sofia. Pense que diria algo mas, pero metio las manos en los bolsillos y se balanceo sobre los pies. Nos observamos en silencio y hasta se podria decir que estabamos paralizados. Eramos un mundo aparte del bullicio que habia a nuestro alrededor. Era hora punta y el restaurante estaba lleno. Me mordi el interior de las mejillas y desvie la mirada mientras un suspiro escapaba de mi garganta. El marco de su ultimo encargo descansaba sobre mis piernas. --?Es esa mi pintura? La primera obra que pinte para Adrian reflejaba el espiritu acogedor de su restaurante. Ahi todos eran bienvenidos… Y yo era una de ellos. A esa obra le siguieron muchas mas. Tantas, que el lugar albergaba mas pinturas de mi autoria que mesas. Y el encontro como colocarlas con buen gusto. Me obligue a observarlo otra vez y volvi a asentir, era extrano tener sentimientos tan encontrados. Existia cierta musicalidad en el chocar de las cucharas en los platos, el tintinear de las copas y la caida del vino en ellas. El restaurante se volvio mi inspiracion, amaba estar ahi. Adrian saco una mano del bolsillo, la levanto y la acerco a mi rostro, seguro que tenia alguna mancha de pintura. Mas en esa ocasion me adelante y pase el dorso de la manga. El dejo caer la mano como si acabara de perder la capacidad de sostenerla. Esos labios, que bese unos dias antes, estaban apretados en una mueca. Pedro, uno de los meseros, se acerco a nosotros. Era urgente que Adrian regresara a la cocina. El levanto el menton en senal de que lo habia escuchado, por lo demas, permanecio inmovil frente a mi. Necesitaba que se fuera, pues el escozor en mis ojos se torno intolerable. Solo tenia que entregarle la llave de la habitacion y marcharme. Despues me permitiria liberar el cumulo de emociones que me dominaban, era probable que lo hiciera en un cuadro no muy elegante. --Tendras tiempo para comer, ?no? Se giro sin permitirme responderle. En segundos, Martin, el maitre, extendio la mano con la caballerosidad que sus anos le aportaban. Pestanee con rapidez, tenia la mente en blanco. No estaba segura de que esperaba, pero no eran esas palabras. Me deje llevar por los recuerdos y con pasos inseguros llegue a la mesa de siempre. Observe el ir y venir del lugar. La maestria con que los camareros danzaban por el salon mientras Don Alvaro y Don Fermin hablaban de la bolsa de valores y unas mesas mas alla unos turistas intentaban hacerse entender, aunque sus rostros delataban lo famelicos y sedientos que se sentian. En segundos, su mesa se lleno de panes y el mas fino vino de la casa. Frente a mi, dos enamorados se susurraban palabras de amor entre risas y besos robados. Apoye la cabeza sobre mi mano y observe el exterior, no queria que se percataran de mis ojos humedecidos. Me dejaban esa mesa porque era la que ofrecia la mejor vista del salon y del rio. Martin no permitia que nadie mas la usara. Siempre decia: <
>. Y es que Adrian cursaba la especialidad en reposteria y yo jamas me negue a comer sus preparaciones. Segun el, yo era su musa. Los postres mas solicitados vieron la luz en los dias en que estuve alli. Extranaria ese lugar idilico a las faldas del rio Duero. Era una estructura diminuta con varios siglos de historia, una reliquia familiar. Adrian me permitia subir las angostas escaleras de caracol para llegar a lo mas alto de la torre y observar el horizonte, la frontera entre el rio y el barrio que me robo el corazon. Le dedique una sonrisa a Pedro cuando dejo una ensalada de rape sobre la mesa con una copa de vino rosado del que, en cuanto toco mi lengua, percibi su frescura y el tono citrico. Me relami los labios por la opulencia en sabores. En cualquier otro momento, pensaria que Adrian pretendia retenerme al dedicarme sus mejores creaciones. Todo el barrio comia alli. Adrian caminaba por los mercados a media manana y compraba los productos mas frescos, en cambio ellos lo visitaban a la hora de la comida. Era un engranaje que mantenia viva la economia del lugar. Alli se saludaba a las personas por su nombre. Martin se encargo de dejar el bacalao con salsa de azafran frente a mi junto con una copa de sauvignon blanc. Antes de que se retirara, extendi la mano temblorosa y le dije: --No quiero postre. Martin palidecio y el murmullo de las mesas se evaporo. El corazon me retumbaba en el pecho, mi respiracion se entrecortaba. Ya no habia marcha atras, ese era el final. LLEGUE A PINILLA POR un concurso de pintura en la calle y, aunque no gane, a Adrian le gustaron mis pinturas. El vivia con un grupo de personas y me ofrecio alojamiento, esa fue la razon por la que acepte vivir juntos. Solo seria una excentrica mas en esa familia que el construyo. Pero despues de ocho meses, no existia una relacion entre los dos, y ese era el problema. Porque cuando el llegaba del restaurante a las dos o las tres de la madrugada, se recostaba en mi cama, sus brazos me rodeaban por la cintura y de algun modo siempre encontraba la calida piel de mi abdomen. Los primeros dias reia y lo echaba a la habitacion contigua, aunque el nunca me presto atencion. A esa hora hablabamos de Gertrudis, que tenia un gallo que adoraba y nos regalaria su canto un par de horas despues. Susurrabamos sobre Mateo y Pilar, una pareja madura de recien casados demasiado inquietos a la hora de hacer el amor. Sin embargo, la noche anterior fue la primera vez que Adrian no vino junto a mi, y un pinchazo se apodero de mi pecho como cuando una aguja encuentra tu piel sin querer. En la habitacion contigua alguien mas se dejo llevar por la pasion. Y eso que unos dias antes yo le robe un beso… Era momento de partir. ME APRESURE CON EL bacalao, que era mi platillo favorito, y de un solo sorbo bebi el vino. Abri el bolso sin poder contener el temblor de mis manos. Saque veinte euros y me puse en pie. No tenia el valor para entregarle la llave en la mano y fingir que no sucedia nada. Deje el billete sobre la mesa, junto a la llave, y sali. Camine por las calles a modo de despedida. Al llegar frente a la bodega le dije adios a Gertrudis y Pilar, sin embargo, debieron pensar que las saludaba porque se acercaron y plantaron dos besos en mis mejillas. Pilar me sostuvo entre sus brazos y fruncio el ceno. Ella y Mateo solian aconsejarnos. --Que mala pinta tienes. ?Acaso Mateo y yo nos excedimos anoche? Observe a una y luego a la otra con los ojos entrecerrados, ladee la cabeza y mis labios formaron una mueca. >>Junto a tu habitacion. --Ahi duerme Adrian. --Mi voz era apenas un susurro. Pilar asintio como si yo debiera saber que: --Dejo una nota, se fue a su viaje anual de pesca. Repeti el gesto y senale calle arriba. --Adrian esta en el restaurante. Pilar tartamudeo mientras su piel se torno de un carmin preocupante y comenzo a caminar de espaldas. Entonces se giro y partio en la direccion contraria. Abri la boca y la cerre. Una risita burbujeo de la garganta de Gertrudis quien me dio unas palmaditas en el hombro. --Quema las sabanas, comprad una cerradura e intercambiad llaves. --Me guino un ojo y regreso a la bodega. Solte el aire de golpe y por un segundo fui incapaz de moverme. Mas la euforia que bullo en mi interior me obligo a girar y correr. No obstante, Adrian se dirigia a mi como un rio fuera de su cauce. Con el impulso me levanto entre sus brazos, a pesar de su semblante petreo. --Te llevare a Lerma, esperare por ti. Contuve el aliento ante la certeza en su voz y un hormigueo dulce me recorrio. Una incipiente sonrisa curvo mis labios y me senti liviana. Me parecio que la calle reverdecia, que el cielo se tornaba rosa y anaranjado con unos toques de amarillo, y que su restaurante se convertia en una fortaleza cubierta de flores. Las cosquillas en mis dedos eran prueba inequivoca de mi deseo por capturar ese momento con mis pinceles. Me solto con suavidad hasta asegurarse de que no perderia el equilibrio y corri, los comensales estaban fuera sin perderse cada uno de nuestros movimientos. Adrian no tardo en tomarme entre sus brazos una vez mas. En mi garganta sono una carcajada efervescente. Nuestros ojos se encontraron y reconoci el resplandor en su mirada, pues debia ser un espejo de la mia. --No comi postre. --Levante las manos y enrede los dedos en su cabello. Me entrecerro en sus brazos como para demostrarme que el nunca me dejaria escapar y una chispa timida calento mi corazon. Quizas podria sonar con un futuro juntos. Aunque caminaba de espaldas, sabia que nos dirigiamos al restaurante, si bien no existia nada a mi alrededor, solo la intensidad que reflejaban sus ojos. --Te espera en tu mesa. Cubri mi rostro con las manos en un intento por detener el calor en el. Adrian me dedico una sonrisa ladeada y picara. >>Una creacion inspirada en el beso de un angel.
General