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Lynsey Lynwood
M e despierto con un terrible dolor de cabeza. Los recuerdos se empiezan a agolpar en mi mente. El abordaje, la prision en las bodegas de esa pirata desalmada de Clarissa, el encuentro con mi hermano Philip y mi mayor humillacion: la caminata, esposado como un esclavo, a traves del follaje espeso de esta isla apartada de la civilizacion hasta la mansion de mi captora. Los piratas apuntan a mi cabeza con fusiles, algunos tienen bayonetas incorporadas... por si tengo intencion de escapar, !como si hubiera alguna posibilidad! No puedo caminar ni dos pasos. La falta de agua y alimentos han hecho estragos en mi salud. Estoy acostumbrado a comer todo lo que me apetece cuando se me antoja. El marques y yo hemos pasado por momentos de necesidad, pero siempre hay algo en la despensa, especialmente por la noche. El hambre me asalta al mismo tiempo que la ansiedad, suelen ir unidos. Desde hace tiempo, sospecho que no es normal. Hay algo oscuro en mi que me domina: el hambre. Hambre de comida, de sexo, de atencion, de amor. Hambre de todo. Hay ocasiones, como ahora, en las que los nervios me traicionan y lo unico en lo que puedo pensar es en comer hasta calmarme, hasta llenar el hueco de mi estomago, como si eso pudiera llenar otros espacios vacios en mi interior, otras necesidades intangibles. Por eso peso ciento veinte kilos. Soy mas alto que la mayoria de mis amigos. Mido un metro ochenta y cinco. Estoy muy lejos de acercarme al prototipo de hombre ideal del momento y, sin embargo, no dejo que mi apariencia me defina de ninguna manera. Me toco la cabeza porque el dolor es demasiado intenso. Recuerdo el golpe que me ha propinado la misma Clarissa con la culata de un fusil cuando le he pedido que me dejara en libertad. <
>. Eso ha sido lo ultimo que he escuchado antes de perder el conocimiento y caer al suelo. Me levanto y me acerco a la unica ventana abierta. Es de noche, pero por la posicion de la luna no parece que sea muy tarde. Inspiro profundamente. El olor del mar me da la bienvenida. En estos momentos, odio ese olor. Despues de meses en un barco en medio del oceano, el mar me provoca nauseas. Me asomo al balcon. Esta en el segundo piso. Calculo la distancia hasta el suelo. Es demasiada. No quiero morir, pero tampoco se si estar preso es un destino peor que la muerte y pienso si merece la pena arriesgarse a escapar. Me pregunto que piensa la gente cuando cae al vacio para terminar con su vida, cuales son sus ultimos pensamientos, cuales seran los mios. Dudo si Philip sentira remordimientos en caso de que me mate al saltar o si mantendra la misma indiferencia que ha mostrado en Falcon Point cuando me ha entregado como regalo a Clarissa. ?Quien regala a alguien con el que has crecido y que nunca te ha hecho dano? Tal vez Philip ya no es la persona que pense que era. Tal vez yo no merezco nada, ni siquiera la compasion de otro ser humano. Tal vez los pecados de mis padres son peores de lo que pensaba, tal vez mis deseos oscuros son imperdonables. Es posible que mi alma esta demasiado rota como para poder alcanzar la redencion. He escuchado historias terribles sobre piratas desalmados y Clarissa entra en la descripcion. Es una mujer hermosa, no puedo negarlo, con esa piel bronceada como arena de playa mojada, los ojos oscuros como la noche y el cabello como una laja de pizarra mojada por la lluvia. Es una vision a la que no estoy acostumbrado. Mi estomago emite un grunido. El hambre no va a desaparecer, solo va a empeorar. Tendre que salir del dormitorio y aventurarme a buscar la cocina. Me pregunto si a todos los prisioneros les dan el mismo trato que a mi. A pesar de la relativa oscuridad de la habitacion, puedo apreciar las dimensiones. Es enorme, tanto como mi antiguo dormitorio en Sudley Manor, la mansion que ha pertenecido a la familia materna de Philip en Inglaterra y donde he pasado mi ninez. Tal vez ser el hermano de Philip me confiera ciertos privilegios, aunque, si quiero ser preciso, el no es en realidad mi hermano. No tenemos la misma sangre. Mi madre se caso con el padre de Philip embarazada de un cantante de opera italiano, pero Clarissa no lo sabe y Philip no lo ha revelado cuando ha tenido la oportunidad. Nadie conoce la sordida verdad: soy un bastardo nacido dentro de un matrimonio respetable y gracias al buen corazon del marques de Harlow, el padre de Philip, que me crio como si fuera su propio hijo, no he tenido que sufrir la humillacion y la verguenza de ser senalado. Bueno, no pienso revelar la verdad nunca. Ese es el tipo de secreto que uno se lleva a la tumba. ?Quien quiere confesar que es un bastardo y ser excluido de la sociedad en la que vive? Intentare sacar todo el provecho que pueda al parentesco que me une a mi hermano. Diviso la puerta rezando para que no este cerrada. Cuando la abro, dejo escapar el aliento que he estado conteniendo. Me llega el sonido de varias personas discutiendo a pleno pulmon. <>, pienso con desden. Desciendo las escaleras. El vestibulo es enorme y esta vacio. <>, me pregunto con menosprecio. La arquitectura de la mansion es francesa y eso me sorprende. Al perder el conocimiento, he olvidado los detalles del lugar que va a ser mi prision por una larga temporada... o al menos eso creo, aunque, como nunca he tratado con piratas, no puedo estar seguro de nada. Me pregunto donde esta el resto de la tripulacion del Belle Lueur. Tal vez en las bodegas del barco esperando un destino peor que el mio. Un escalofrio me recorre la espalda. Me acerco a la habitacion de donde provienen las voces y escucho con atencion. --Clarissa, no puedes mantenerlo prisionero. Es un aristocrata. Imaginate si alguien se entera. Tendremos al maldito ejercito ingles a las puertas de Emerald Bay antes de que te des cuenta. --El unico que lo sabe es Falcon y el no va a denunciarnos. El sigue las reglas. Por el tono de su voz, deduzco que Clarissa no esta preocupada en absoluto. --Es su hermano. ?Cuanto tiempo crees que pasara antes de que venga a pedirte que lo liberes? --interviene otra voz. <>, pienso. Philip ha dejado claro que no le importa mi suerte. Me duele ver que aun me odia. El motivo no lo se, aunque intuyo que es porque descubrio que soy un bastardo. Un parasito que ha estado viviendo de la fortuna de su padre, aunque ese patrimonio ya no existe. Philip no sabe nada aun. Tal vez pueda hablar con el y arreglar las cosas. --La cuija se queda hasta que convierta Emerald Bay en una plantacion exitosa. Es mi ultima palabra -- escucho decir a Clarissa con decision. Me pregunto que demonios significaba la palabra cuija. Al parecer, ya tengo un apodo e ignoro su significado, lo cual me frustra mas... si eso es posible. Odio a esta mujer que no me respeta y que no tiene ningun limite. Igual mata que secuestra o vende a sus prisioneros en el mercado de esclavos, o al menos eso habia dicho el pirata que se habia encargado de vigilarnos en las bodegas cuando nos hicieron prisioneros. Aprieto los punos con rabia para evitar golpear la pared o a alguien. Estoy furioso, pero tambien se que tengo que actuar con inteligencia. No quiero morir en este infierno. Escucho las carcajadas del grupo. Se burlan de mi apodo y eso me molesta mas que saber los planes que tiene para mi. Se va a llevar una sorpresa si piensa que se algo sobre plantaciones exitosas o de algun otro tipo. No voy a permitir que nadie planee mi futuro sin mi permiso. Esta banda de sanguinarios va a tener que escucharme, claro que si. Avanzo con decision hacia la puerta abierta. Un grupo de doce personas estan sentadas alrededor de una mesa. La ironia del numero casi me hace reir. ?Acaso se creen los doce apostoles? Bueno, yo voy a convertir su <> en un juego de azar donde el numero trece va a frustrar sus planes y su suerte hasta la fecha. Clarissa preside una de las cabeceras. El otro extremo de la mesa esta vacio. Mi atencion se desvia durante un momento hacia las sillas. Cada una es de una epoca distinta y tan finamente trabajadas que no puedo dejar de admirarlas a pesar de ser tan diferentes entre si. Nunca he visto un comedor con sillas que no sean iguales y hagan juego con la mesa. Lo peor es que algunos tienen los pies sobre la mesa y otros se balancean sobre las patas traseras de las sillas mientras beben directamente de la botella. Imagino que es ron. Una de las personas que se balancea como un nino sin modales es Clarissa. Me molesta su actitud tranquila mientras que yo hiervo de coraje por dentro. Me recuerda a un ave de presa al acecho por la forma en que me mira entrecerrando los ojos, como uno de esos halcones gerifalte blancos que criaba el abuelo de Philip en Sudley Manor: hermosos de lejos, pero letales si te eligen como presa. Clarissa tiene un aire exotico que la rodea y, aunque lo unico que siento por ella es desprecio, no puedo dejar de fijarme en que es una mujer preciosa. Si nos hubieramos conocido en otras circunstancias, intentaria llevarmela a la cama. Tiene un cuerpo esbelto con las curvas perfectas en los lugares adecuados. Camina como una diosa que destila sensualidad, pero !que me parta un rayo si voy a caer tan bajo como para acostarme con una asesina! Una mujer con mas pecados que yo y el resto del mundo juntos. No quiero ni pensar en las vidas que ha segado con la espada que lleva colgando a esa estrecha cintura suya que se mueve como un junco agitado por la brisa. Es una salvaje. Una hiena sedienta de sangre. Una serpiente venenosa y astuta que muerde con rapidez y se esconde antes de que puedas alcanzarla. --Te odio --siseo sin poder contenerme. Ella se rie de mi arrebato. Nunca he sido de esas personas que se dejan llevar por las emociones facilmente. Toda mi vida he recibido con resignacion las burlas de la gente por mi aspecto, pero la risa despreocupada de esta barbara con la que ni siquiera he intercambiado unas palabras aun se mete debajo de mi piel sin poder evitarlo. Mi peso y apariencia no estan dentro de los canones de belleza del momento. Tal vez nunca lo esten y eso hace que la confianza en mi mismo se tambalee de vez en cuando. Me odio a mi mismo por dejar que me importe, por no saber levantar muros lo suficientemente altos como para que los comentarios de los demas no me afecten. Lo estaba haciendo bastante bien... hasta que la he conocido. --Adelante. Estamos hablando de ti --me invita a entrar con esa voz burlona, como si estuviera siendo magnanima en su trato. Imagino que asi es, considerando que soy su prisionero. Me acerco a la cabecera vacia de la mesa y retiro la silla con cuidado. Prisionero o no, quiero negociar en igualdad de condiciones. Todos estallan en carcajadas de nuevo cuando me siento frente a ella, al otro lado de la mesa, retando su autoridad. Ella eleva una ceja divertida mientras me recorre con la mirada. Me estudia detenidamente. Hace un mohin como si no le gustara lo que ve. <>, pienso mientras levanto mi cabeza para que vea que no me importa. A mi no me gusta su alma retorcida y malvada. Hay muchos tipos de belleza y, aunque ella es hermosa por fuera, es un monstruo por dentro. Uno que tengo todas la intencion de vencer en cuanto tenga la minima oportunidad. --?Estas seguro de que eres hermano de Falcon? Mantengo mi semblante impavido, sereno, como si su pregunta no hubiera agitado mis demonios. Nadie se ha atrevido jamas a hacerme esa pregunta directamente. Philip tiene los ojos grises; yo, azules. Su cabello es dorado, del color del oro viejo de los marcos de los retratos de hace cien anos, y el mio es rubio claro, como el del heno seco al final del verano. Su rostro, limpio y terso; el mio, lleno de granos. Su figura, atletica, y la mia obesa como un barril de roble frances que despues de varias temporadas va perdiendo el ajuste de los remaches, convirtiendose en un objeto amorfo. --Por supuesto que somos hermanos. Disculpa si te sientes decepcionada --contesto ironicamente sin apartar los ojos de ella. --Relajate, cuija. La unica manera en la que me puedes decepcionar es si no logras convertir este lugar en una plantacion. Lo demas no me importa. --Para eso tendria que saber algo sobre plantaciones y creeme si te digo que no se absolutamente nada. En Inglaterra no hay, asi que es mejor que le encargues el trabajo a otro que sepa lo que esta haciendo. --Veras, William... Esta es tu mejor opcion. Falcon solia decir que tampoco sabia lo que estaba haciendo cuando compro Falcon Point, la plantacion y sus esclavos y la convirtio en la mejor plantacion de cana del Caribe. Asi que, si piensas que vas a librarte de mi con decir que no sabes nada sobre plantaciones, estas muy equivocado. Puedo ver que esta furiosa. Bueno, ya somos dos. Los hombres sentados alrededor de la mesa parecen relajarse cuando ella me presiona un poco mas. Me pregunto quienes son y por que estan aqui, si los piratas tambien tienen una jerarquia dentro del barco, al igual que los corsarios y los oficiales navales de los barcos de su majestad. Uno de los hombres sentados a la mesa, creo que es James, el que le leyo la copia del certificado de matrimonio de Philip y Miranda a Clarissa, desliza una botella con precision en mi direccion. La detengo y la miro con asco sin poder evitarlo. ?Es que no saben lo que es un vaso? Me niego a beber de la misma botella. Posiblemente, ni siquiera se lavan la boca con bicarbonato. La vuelvo a empujar en su direccion y el se encoge de hombros mientras la agarra y le da un trago. Aparto la vista con repulsion. James ha tenido un gesto amable, pero en estos momentos no estoy para gestos amables. Quiero partirle la cara a alguien. Me han secuestrado, ?que esperan, que les bese las manos en agradecimiento? Las tripas me rugen tanto de hambre que estoy seguro de que todos las pueden escuchar. --Es un maldito noble, ?que esperas? --dice con desprecio uno de ellos, refiriendose al rechazo de la botella. --Si Falcon pudo, siendo un noble ingles, tu tambien --dice Clarissa ignorando el comentario. --?Y si me niego? Los ojos se le oscurecen y la sonrisa desaparece de sus labios. --Hay traficantes arabes que pagarian una fortuna por alguien como tu --dice despacio--. Si crees que no voy a cumplir mi amenaza, es que no me conoces. Estoy seguro de que no esta bromeando. Evito estremecerme delante de ella, de ellos. Pongo mi mejor cara de poker. No voy a mostrarles cuanto me afecta su amenaza. Entrelazo mis dedos para que no vean que me tiemblan y me mantengo sosegado aunque los latidos de mi corazon se han disparado como si fuera un pobre zorro en una de esas cacerias que tanto le gustaba organizar a mi abuelo en Sudley Manor; bueno, al abuelo de Philip, me corrijo. --?De cuanto tiempo dispongo? --Un mes para organizarlo todo. Quiero ver planos. Aprieto mi mandibula para no decirle cuatro cosas a esta salvaje. ?Piensa que soy un maldito arquitecto? --Quiero numeros. Los numeros no mienten. Sus hombres de confianza asienten con la cabeza cada vez que habla como si estuvieran escuchando la palabra de Dios. Ese tipo de devocion me enferma. --?Que tipo de numeros? Recuerdo que no sabe leer, ?como diablos piensa estudiar esos numeros?, ?acaso sabe contar hasta cien sin equivocarse? --Cuantos esclavos. --No deberia extranarme que sugiera el uso de esclavos, pero lo hace. Esta mujer no tiene moral o humanidad. No deberia sorprenderme--. Cuantas hectareas, cuanto dinero debo invertir, ese tipo de cosas --dice alzando una mano como yo si supiera que demonios esta pensando.
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lynsey lynwood