Ver todos los libros de: Javier Marin Mercader
Con sus ultimos pasos dejo atras el sinuoso camino que lo llevo a lo mas alto de la colina, se detuvo con cara de satisfaccion y contemplo el mar de luces a lo lejos bajo sus pies. Era media noche, una fria brisa traia un leve olor a tierra mojada y todo lo que veia era el manto azulado de una ciudad que no dormia, miles de pequenos focos de distintos colores le daban la bienvenida. Habia pasado mucho tiempo fuera, su instruccion fue dura y sacrificada. Era la hora: estaba escrito. Mirando aun esos destellos como pequenas luciernagas frente a el, su cara mostro una casi imperceptible sonrisa. La situacion lo excitaba. La adrenalina le corria veloz por las venas. Su cabeza era un torbellino de sentimientos. Por el, por su sufrimiento, por lo que dejo atras. Ahora estaba preparado. Devolveria todo el dano que habia sufrido alli. Abrio los brazos y, mirando al cielo, rio, esta vez a carcajadas. Cuando se relajo lo sintio. Todo esta a punto de empezar. PRIMERA PARTE 1 COMIENZO A las 21:30 aun estaba en su oficina, situada en el edificio mas alto de la ciudad: la Torre de Cristal era una construccion de treinta y cinco pisos, acristalada en todo su contorno. Las mejores empresas contaban con sus oficinas alli. Una de ellas, Longoria & Becker Asociados, mantenia una gran actividad durante casi las 24 horas del dia, abogados de plantilla, becarios, secretariado, etcetera. Su plantilla ascendia a veintidos personas que representaban a los mas renombrados personajes de la sociedad, desde banqueros y deportistas hasta grandes magnates de negocios. Andres Longoria era uno de sus fundadores. Bajo la luz de su lujosa lampara de escritorio aporreaba su portatil, nervioso... Este caso lo estaba sacando de sus casillas. Alicia Faith, la nueva bomba musical, numero uno en todas las cadenas musicales del pais, estaba metida en un lio importante de drogas, que de momento se habia conseguido ocultar a la prensa, pero ?hasta cuando? La defensa que preparaba no tenia ni pies ni cabeza, no sabia por donde cogerla y estaba empezando a perder los nervios. Dejo el portatil bruscamente y se levanto de su acolchado sillon de cuero. Se acerco al mueble bar y se puso una relajante copa de whisky, hecho mas habitual que de costumbre en estos ultimos dias; camino despacio hacia la cristalera desde donde se veia toda la ciudad, le encantaba esa panoramica, sentia que todo lo que habia alli abajo estaba muy cerca de su mano..., le hacia sentir fuerte y lo ayudaba a pensar. --!Maldita ninata de mierda drogadicta! Estaba acostumbrado a lidiar con ese tipo de gente, pero siempre se sumia en ese estado de nervios cuando sabia lo que se avecinaba, la prensa, internet, television, publicidad. Lo mejor de estos casos era lo que despues le reportaban; mas dinero, mas clientes importantes y su nombre en todos los noticiarios. Apuro su copa echando la cabeza hacia atras con un gesto mas que exagerado y se dispuso a llenarla de nuevo. Mientras lo hacia, penso en lo que le esperaba al salir del despacho. Antes de volver a casa pasaria a ver a Jenny, no habia mejor forma de calmar los nervios y dejar de pensar en toda la gentuza que tenia que ver y con la que tenia que lidiar a diario. Otra vez con su copa llena, volvio a la cristalera y contemplo de nuevo lo que tenia a sus pies, cientos de coches moviendose sin parar, peatones andando deprisa para resguardarse del frio. Le encantaba esa ciudad. De repente oyo un susurro a su espalda. Se dio la vuelta y la piel se le puso de gallina; no habia nadie, pero el escalofrio aun le duraba. --!Me voy a volver loco, joder! En cuanto giro la cabeza para volver a concentrarse en el paisaje y su copa, algo lo agarro por el cuello. La copa se estrello contra el parque y en el reflejo del cristal pudo ver una sombra que empunaba un objeto plateado. A la vez que sus ojos siguieron el destello de la fina hoja bajar hasta su cuello, una voz le susurro: --Chsss, todo ha terminado. Con la misma rapidez que aparecio, la cuchilla lo rasgo de lado a lado. Los ojos de Andres se le salian de las orbitas, su ultima vision fue la de la bonita cristalera que se llenaba de sangre, su sangre. Despues todo fue tranquilidad. 2 CAFE Marco Duarte entro a la comisaria a primera hora. Esa manana habia decidido ir dando un largo paseo por la ciudad desde su casa. Pocas cosas superaban un rato a solas con sus cascos puestos, escuchando a sus grupos preferidos mientras se encaminaba al trabajo. Le toco a su reproductor decidir que oir, la voz de Kutxi Romero y Marea fue un buen chute para empezar la jornada. Solo se dio cuenta de que cantaba un poco mas alto de lo que debia al ver los rostros de la gente que bajaba las escaleras de la comisaria mirarlo extranados. Amanecio, la vi irse sonriendo con lo puesto por la puerta del balcon, el pelo al viento diciendome adios, porque decidio que ya estaba hasta las tetas de poetas de bragueta y revolcon, de trovadores de contenedor... !como yo! [*] Le encantaba esa cancion y no sabia como hacer para no tararearla. Sobre todo, una manana como esa, que estaba de muy buen humor. Su ritual era siempre el mismo desde hacia ya casi cinco anos: saludar a Jose, el policia que custodiaba la entrada al edificio desde tiempos inmemorables, subir a la primera planta, donde se encontraba la seccion de Homicidios, y cruzar todo el pasillo para llegar a la maquina de cafe. Alli se tomaba, de un trago, el segundo del dia. A partir de ese momento ya empezaba a ver las cosas de otra manera. Parecia que esa semana iba a ser tranquila; falta hacia despues de su ultimo caso, todo el equipo habia quedado exhausto tras conseguir meter entre rejas a los hermanos Flores (robo a mano armada y tres asesinatos en la huida). Despues de casi un mes de busqueda dieron con ellos y el juez hizo su trabajo. --!Buenos dias, Marco! --dijo una voz a su espalda--. ?Una noche larga? Dejame adivinar, ?Extremoduro?, ?Marea? O quizas vienes mas tranquilo... ?Ivan? Marco se dio la vuelta, tranquilo, mientras se quitaba los cascos de las orejas, y vio a su companera apoyada en la puerta con los brazos cruzados sobre el estomago, sosteniendo una cantidad ingente de carpetas marrones atestadas de folios. Alejandra Verdu llevaba siendo su companera tres anos y en ese tiempo habian compartido ratos de todo tipo; se apreciaban mutuamente y se conocian como si llevaran juntos desde el colegio. Casi 1,80 de pura fibra, pelirroja de pelo largo, habitualmente recogido en una cola alta, que acentuaba sus facciones finas y delicadas. Sus pecas en lo alto de los pomulos le daban un aire travieso que, mezclado con esos ojos verdes, hacia de la inspectora todo un monumento, provocando que todas las cabezas se volvieran para verla por donde quiera que pasaba. Ella lo sabia, claro, y se lo tomaba bastante bien; incluso lo disfrutaba y solia tener un comentario ironico para casi todas las situaciones de ese tipo que se le presentaban. Asi era ella: dura pero risuena, siempre con la sonrisa en la boca. --Esta manana he dejado que me llevara la Marea, ?y tu? ?A que viene esa cara de felicidad? --Marco le sonrio guinandole un ojo. --Bueno, nueva semana y aun no tenemos ningun caso que empezar a investigar, digamos que disfruto de estos momentos antes de que se acaben. ?Te apetece un poco de papeleo? --le dijo senalando las carpetas que llevaba en el regazo.
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