Ver todos los libros de: Vanny Ferrufino
Por su bien, lady Stanton, evite esta boda. Va a arrepentirse hasta el ultimo dia de su existencia por haberse puesto en mi camino, lady Devonshire. Mercancia danada. Su piel es tan repugnante que me ofende pensar que pretende seducirme. Mire su cicatriz, cree que querre desvestirla. Es usted lo peor que pudo tocarme como esposa. ?Dinero? ?Quiere dinero de su dote? Le recuerdo que ese dinero me pertenece. Yo se lo iba a devolver si evitaba nuestra boda, pero al unirnos en sagrado matrimonio, es el minimo pago que merezco por desposarla y tener que soportarla hasta el ultimo dia de mi existencia; aunque, hasta ahora que llevamos mas de tres meses casados y se ha presentado cuatro veces desnuda en mis aposentos con la intencion de consumar nuestro matrimonio, me doy cuenta que ni por cien mil libras la habria aceptado. Esas fueron unas cuantas de las humillaciones que lady Riley Gibbs, condesa de Devonshire, tuvo que escuchar por parte de su marido. Cada una mas dolorosa que la anterior. En los libros que alguna vez tuvo el placer de leer, el amor entre la pareja protagonica surgia de a poco, paso a paso con distintos acercamientos que con el tiempo empezaban a hacerse mas comunes entre ellos; no obstante, ahora se daba cuenta que ella no era ese tipo de personaje que salia de la inspiracion de un buen samaritano que tenia una historia de amor para contar. Lastimosamente ese no era su caso. Era una persona de carne y hueso que se habia unido en matrimonio por una promesa que su padre, el marques de Winchester, hizo con el de su marido, porque cuando ella nacio, su dote fue cedida a la familia Gibbs, que en aquel entonces se encontraba en la quiebra. Algo en lo que ahora no estaban, sino todo lo contrario. Desde que tenia uso de razon, todas sus lecciones y ensenanzas se resumian en satisfacer al conde de Devonshire, en cada nueva leccion le hablaban sobre sus gustos, aficiones y talentos, aptitudes que a cualquier nina enamoradiza habrian emocionado facilmente. En aquel entonces, Riley sentia que su sueno estaba al alcance de sus manos: el cual consistia en tener un matrimonio a base de amor, porque su unico objetivo era enamorar al conde. Sin embargo, nadie le hablo sobre el odio que lord Devonshire sentia hacia ella, un error bastante catastrofico desde su perspectiva. Enterarse que su esposo sentia repugnancia hacia su cicatriz --de la cual el se entero el mismo dia que la adquirio hace muchos anos--, fue un golpe letal para su autoestima y entusiasta perseverancia. Su familia le habia escondido la parte mas fea de su futuro esposo y no habia previsto el infierno que ella tendria que vivir junto a el. Porque si, lastimosamente el individuo con quien la prometieron no era el caballero de armadura que ella se habia imaginado en su infancia; sino todo lo contrario. Su vida de casada no era sencilla. Durante el primer ano de matrimonio, su madre, Noelle Stanton, le habia dotado de un sinfin de consejos para seducir a su esposo y poder enamorarlo; pero Riley comprendia que ningun consejo le serviria porque para poder seducir a un hombre, lo primero era que el susodicho se sintiera minimamente atraido hacia ella. El cual no era su caso ni lo seria nunca. Su esposo no la consideraba hermosa, ni siquiera aceptable, siempre tenia un comentario despectivo para ella. El primero de lo que el consideraba uno de sus defectos --que no dudo en cubrir--, fue la tonalidad de su piel: la cual era un poco mas dorada, en comparacion a la que poseian las damas inglesas, por los origenes italianos de su amada madre. Solucion: vestidos de cuello alto y mangas largas. Su estatura era de uno cincuenta y cinco, una altura misera para un hombre que pasaba los uno ochenta y cinco. Su cuerpo no era voluptuoso, carecia de curvas y sus ojos eran demasiados grandes para el agrado del conde, a quien no le gustaba mirarle a la cara. En cuanto a sus aptitudes, penso que podria gustarle que adorara leer, admirar el buen arte y pintar; pero lord Devonshire nunca se esforzo por conocerla y la denomino como una esposa aburrida e insipida, criada en el campo. Los primeros meses trato de ser optimista, creyo que pronto todo cambiaria y el se daria cuenta que estar casado con ella no era tan malo como pensaba; pero habia momentos donde simplemente no podia seguir soportando tantos desplantes. El conde habia optado por la aplicacion de nuevas restricciones que solo iban dirigidas para ella, lo cual la llevaba a sentirse mas retraida y preocupada. En esa casa no le importaba a nadie, su suegra la odiaba y su cunada tenia prohibido hablarle. Con el tiempo se dio cuenta que esas restricciones aumentaban en numero cada vez que el conde recibia una nueva correspondencia, en ocasiones el dejaba su despacho hecho un desastre. Desde hoy no te quiero en la mesa en la que como; desayunaras, almorzaras y cenaras en tu alcoba, a no ser que lo hagas antes o despues que nosotros. Intento comer antes, pero no funciono, el llegaba a la mitad de su comida y la echaba con una simple mirada del comedor que compartia con su madre, la condesa viuda, y su hermana, lady Laurine Gibbs. Opto por comer despues, pero todo se salia de su control cuando el permanecia mas tiempo de lo normal en el comedor conversando con su madre. Al final se resigno a comer en su alcoba, incomoda, pero a la vez contenta de tener su alimento a la hora correspondiente. Eso fue facil de sobrellevar, aunque odiaba comer sola, hasta que vino la segunda restriccion. No quiero que entres a mi biblioteca, no puedes tocar nada de ahi, y tampoco quiero que camines por mi casa mientras yo este dentro, el verte me pone de mal humor. Todas sus alarmas se prendieron y no tuvo mas remedio que acudir a su madre y pedirle una serie de consejos para enamorar a su marido, quien parecia querer matarla dentro de las cuatro paredes de su alcoba. Confeso, con verguenza, que su matrimonio no estaba consumado, que por mas que luchara, lord Devonshire no tenia intencion alguna de tocarla. La indignacion de su madre fue tal, que Noelle ideo un plan que haria que su marido se postrara a sus pies. Con sus alentadoras palabras, fue imposible no ilusionarse y volver a creer, por lo que esa tarde salio de la casa de sus padres con la idea de iniciar una nueva lucha. Despues de su primera noche junto a su esposo, Riley penso que todo ese ano de sufrimiento habia llegado a su fin. Sin embargo, cuando la luz del dia emergio, la realidad le dijo que las cosas no funcionaban asi y un verdadero infierno se desato para ella. Su matrimonio ya estaba consumado, pero para conseguirlo se habia burlado de un noble orgulloso, prepotente y vengativo, humillandolo vilmente. En aquel momento, habria dado todo lo que tenia para volver el tiempo atras y obedecerle cuando le ordeno que anulara todo, que renunciara al compromiso para dejarlo en libertad. Sus gritos e insultos le hicieron regresar a su horrible realidad, advirtiendole que las segundas oportunidades no existian; y su mundo de ilusiones y esperanza se tino de negro cuando el dolor fue palpable en su rostro. Totalmente desnuda, junto a la comoda a la que fue a parar, todo se hizo anicos a su alrededor. Ya no deseo mejorar su vida conyugal, ya no quiso ser aceptable para el, ya no penso en la feliz familia que siempre quiso formar. En aquel momento solo queria huir, esconderse de la furia que ella habia desatado en su esposo. Que tonta fue. Esa era la vida real, un mundo donde la mujer debia obedecer a su marido. Por suerte, ese dia desperto en su realidad; aunque le hubiera gustado que no fuese el peso de la mano masculina sobre su rostro lo que le advirtiera que acababa de cometer el mas grande error de su vida y su tormento apenas estaba dando inicio.
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