Ver todos los libros de: Lecxia Fenrira
Todas las personas tienen metas, todas las personas tienen objetivos y el de ella era bastante obvio: queria tener la boda de sus suenos. Si, todo tenia que ser perfecto y como no, para una mujer como ella tan ordenada, abogado, joven y bella, tenia que ser asi. No debia ser de otra forma. Rebeca estaba feliz, no lo podia negar. Habia conocido al hombre de sus suenos: Alberto, un tio que era un exitoso arquitecto quien, por cierto, tenia una firma reconocida en la ciudad. Se conocieron en la universidad y las cosas se dieron como un flechazo instantaneo. La abogado estrella de la corte tuvo una vida tranquila. Era la menor de tres hermanos y, de paso, era conocida por tener los ojos verdes mas brillantes y hermosos que alguien podria admirar. Su cabello era largo, por los hombros, de un rubio brillante. Siempre impecable y siempre bien peinado, por supuesto. De nina desarrollo la necesidad de verse bien, de cuidar su imagen hasta lo mas pequeno. Asi que era muy consciente de que imagen proyectaba a los demas. Esto lo mismo tambien hizo que tomara la decision de ser bien estricta con su alimentacion y establecer una rutina de ejercicios para mantenerse en forma. Asi pues, paso sus anos de secundaria y universidad, no solo como una estudiante destacada, sino tambien por ser una excelente atleta con dotes impresionantes para el deporte. Su figura naturalmente delgada, se convirtio en una mas firme y de musculatura marcada. El lema de "mente sana y cuerpo sano" era muy serio para ella. Sus padres a veces pensaban que para ser una chica tan joven, era un poco estructurada. Pero bien, asi era su hija y la amaba de manera incondicional. Por supuesto, esto represento que ella se convirtiera en una de esas chicas que todos los hombres desean. Sin embargo, gracias a su caracter tan determinante, solo se permitia estar con personas que resultasen verdaderamente interesantes para ella. De resto, ni siquiera se molestaba en interactuar con tios sin cerebro. Alberto no solo era guapo, tambien era brillante y muy educado. Ella sabia que seria la persona perfecta para su familia y bueno, lo demas es historia. Lo cierto es que Rebeca era una persona querida por la gente que se encontraba a su alrededor. Su novio moria por ella, al igual que sus amigos y el resto de su familia. Al igual que alguien que le estaba siguiendo los pasos desde hacia mucho tiempo. --Disculpame que te cite aqui para ver unas flores, pero es que ni mi mama ni mis amigas pudieron venir. Me da mucha pena contigo. --No te preocupes. Yo estoy encantado de estas cosas de bodas y demas. Es... Digamos, entretenido. --Gracias, en serio. No podria hacer esto sola. Francamente pense que seria facil porque tu sabes como soy, pero no. Esto de organizar una boda es abrumador. --Venga, no te quites credito. Eres una tia que esta preparada para lo que sea. De seguro esto no es nada comparado con las cosas que has hecho anteriormente. --Y pues, no lo se. Digamos que es distinto... A veces prefiero olvidarme de este asunto, decirle a Alberto que nos figuemos y nos casemos en Bali. --No es mala idea. Deberias considerarlo seriamente --dijo el picandole un ojo. --Eres terrible. Si sigo contigo seguramente tendre ideas locas. Mark rio a carcajadas, era un tio gracioso, pero le gustaba mas que le hicieran reir. La miro un rato luego de que ella se fijara en unas vitrinas con zapatos que queria para su viaje de luna de miel. Ella no paraba de hablar y el de mirarla fijamente. Mark y Alberto se conocieron de ninos, asi que fue natural la decision del novio de designar a Mark como el padrino de la boda. La notica le puso muy contento, claro, asi que estaba ansioso por conocer a la mujer que habia conquistado el corazon de su amigo. El le comentaba que la chica no solo era hermosa, sino tambien dulce, inteligente, casera y bondadosa. Resaltaba como su lengua afilaba era capaz de desestimar cualquier argumento bobo y le sorprendia la velocidad de su mente. --Ella parece ir mas rapido que los demas. Incluso a veces me cuesta seguirla. Pero la amo, la amo como a nada en la vida. Es perfecta. Mark estaba intrigado, aunque como buen mujeriego pensaba que esas palabras eran eso: palabras vacias que no decian mucho. Las mujeres para el eran diversion de una noche o de varias --en el mejor de los casos--. No la habia conocido como Alberto hubiera querido porque el estaba pasando una temporada en el exterior haciendo cualquier cantidad de cursos, asi que tendria que esperar a que el momento se diera y por fin salir de las dudas. Llego al pais y su amigo insistio tanto en verse esa misma noche que el cedio solo por el. --Venga, tio, esta bien. Solo dejame descansar un poco y despues quedamos para un bonito sitio. --No vayas a traer a ninguna de tus mujeres. Rebeca es una mujer seria y quiero que tenga una imagen buena de ti. --Tio, por Dios, eso sono demasiado medieval. --Es la verdad. --Vale, que no llevo a nadie. Si, estaba de malhumor porque queria salir de alli con cualquier excusa y follar. Pero bien, su amigo era su amigo y no habia nada que hacer. Quedaron en un restaurante que estaba en el centro. En cuanto llego, se encontro a Alberto y se dieron un abrazo de esos sentidos. Mark olvido lo pesado que se puso su amigo al sentirse feliz de verlo. --?Como te fue? --dijo Alberto con una sonrisa. --Bien, no me puedo quejar. Debo decirte que las tias suecas son divinas y no se complican para nada, eh. --No empieces. --Solo te comento... Por cierto, ?en donde esta la senorita en cuestion? Ya a estas alturas estoy que quiero saber quien te tiene asi de enamorado. Pareces un tarro de dulce y promesas. --No juegues con eso, tio. En serio te digo que esta es la mujer. --Pidamos unas pintas mientras llegas. Asi nos ponemos al dia. Estoy que te tengo que contar un monton de cosas. Los dos conversaron como siempre. Entre unas cuantas tapas y cerveza. Mark casi olvido por completo que debian encontrarse con la chica en cuestion. Pero, sucedio y nunca penso que se transformaria de manera abrupta. Ella entro meneando el cabello, las caderas y sonriendo con una sonrisa amable, dulce y tambien de sorpresa porque vio en la mesa a alguien que no conocia. Como fue de esperarse, Alberto estaba contento, pero Mark, el pobre tio, quedo aplastado por ese encanto y la belleza de esa mujer. --!Hola! Debes ser Mark. Lo siento mucho, trate de salir temprano, pero tuve que presentarme para un juicio. Trate de aplazarlo, pero el demandante queria hacerlo hoy. Por eso vengo a esta hora. Alberto la sostenia de la cintura, mientras le daba un beso en la mejilla. Mientras, Mark estaba de pie, tratando de disimular que se habia sentido terriblemente atraido. Ella se sento luciendo ese vestido negro ajustado, el blazer del mismo color, los zapatos de tacon y el cabello pulcramente peinado. Pero lo que realmente lo dejo tonto fueron esos ojos verdes y esos labios gruesos de color rojo. Su rostro, tan blanco y tan lindo, con una expresion que no habia visto en las otras chicas. Se sentaron a comer y a beber. Ella no dejaba de hablar de su trabajo y de que los juicios se estaban volviendo un poco pesados. Pero, lo mas interesante del asunto era que si te ponias a ver la escena desde afuera, los dos estaban como embobados. --Le hable a Mark sobre ti. El no me creia que fueras asi de perfecta. Ahora ya lo sabe y me puede dar la razon. Rebeca se puso un poco roja por la verguenza y le tomo el rostro de su novio con una dulzura que encendio el interior de Mark con el fuego de los celos. --Como sabras, Mark, Alberto tiende a la exageracion, pero supongo que ahi esta parte de su encanto. --?Me excusan un momento? Es que acabo de llegar de viaje y estoy un poco mareado. --?Estas bien? --dijo Alberto con notable preocupacion. --Si, si, no te preocupes. Solo voy a echarme un poco de agua en la cara y regreso. Antes de levantarse, ella le dirigio una sonrisa y fue ahi cuando sintio que algo dentro de el se habia roto para siempre. El ruido del restaurante, la gente hablando, las copas chocando. Todo quedo en el profundo olvido, puesto que el estaba demasiado absorto en la imagen de ella que ya estaba en su memoria. Entro al bano y abrio una de las puertas de los cubiculos que estaban alli. Se sento sobre la tapa del inodoro y se llevo las manos en la cabeza. Cerro los ojos y se le manifesto el fulano mareo que habia mencionado en la mesa y el cual habia inventado porque necesitaba un tiempo para entender lo que le estaba pasando. Ella se le aparecia de manera constante, recurrente. Era tan fuerte que parecia sentir golpes de ella sobre sus retinas. Era doloroso y tambien exasperante. Nunca en su vida habia vivido por una situacion asi. Jamas, asi que no entendia lo que le estaba pasando. Por supuesto, siempre fue un hombre que no tuvo problemas con las mujeres. Era bien sabido que cualquier chica estaba a su disposicion en todo momento. Pero ella se le aparecio en un momento de su vida en el que puso en duda muchas de las cosas que ya un hombre de su edad habia dado por sentado. El corazon le latia con fuerza y la sensacion de malestar se le estaba haciendo cada vez mas real. No podia creer que se sintiera tan descompuesto. Olvido el sabor agradable de la cerveza, las tapas de bacon y aceitunas, el crocante del pan o las anecdotas graciosas de su amigo y las de el. Nada de eso tuvo mas sentido. Salio del lugar y fue al lavabo para echarse agua fresca. Se miro en el espejo y se sorprendio de su expresion de preocupacion. Un poco mas de agua, una rapida secada y saldria como si nada hubiera pasado. Tambien era experto en eso. Volvio a caminar por el pasillo y antes de enfrentarse a la gente, se armo una sonrisa para fingir que todo estaba bajo control. Los encontro riendose y de nuevo el calor en el fondo del estomago, el malestar y las ganas de irse de alli. Ya no queria saber nada mas. --Oye, ?te sientes mejor? ?Que tal si comemos algo? Quizas asi puedas recuperar un poco el color. --Alberto, tambien fue demasiado pedirle que viniera si acababa de llegar de viaje. Rebeca le dirigio una mirada y sus ojos brillantes le dieron a entender que comprendia, de cierto modo, lo que le estaba pasando. Pero, ?como cojones comprenderia esa mezcla tan turbia de sentimientos? --Vale, vale. Que no pasa nada. Debe ser la edad que me tiene con estos achaques tan molestos, hostia. --?Piensas quedarte? ?O prefieres que nos veamos cuando estes descansado? --volvio a preguntar Rebeca. --Creo que mejor me voy. No pense que este tema del jetlag me afectara asi. Que molesto esto. De verdad que no queria arruinar la velada. --No lo haces --dijo ella-- poniendole la mano sobre la suya-- Se que eres una de las personas mas importantes para Alberto, y para mi es mas que suficiente el hecho de que hayas hecho un espacio para conocerme. El contacto de su piel hizo que sintiera como si una corriente de electricidad pasara por todo su cuerpo. Fue calor, frio, hielo, amor, terror, fuerza y debilidad. Todo eso, mucho de todo, que se junto para que se diera cuenta que ya no tendria escapatoria de esa mujer. --Gracias a ti. Bueno, espero que nos podamos reunir con mayor tranquilidad. Lo siento mucho
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