Ver todos los libros de:
Mamen Sanchez
EL despacho del inspector Manchego no era un despacho propiamente dicho, sino mas bien una sala diafana dividida en varios cuadrilateros separados por delgados paneles de pladur, muy practicos, eso si, donde cada cual era libre de fabricar su propio collage de recortes, fotografias, notas con mensajes urgentes, felicitaciones de Navidad, informes policiales y listas telefonicas de restaurantes con envio a domicilio. La distribucion recordaba bastante a la de los probadores de algunos centros comerciales en los que, inevitablemente, dado que carecen de techo y de cualquier sistema de aislamiento acustico, se escuchan comentarios tremendamente indiscretos sobre los diversos tipos de frutas y embutidos con los que puede compararse la anatomia femenina moldeada por un pantalon demasiado estrecho. La diferencia era que alli, en lugar de catastrofes esteticas, se ventilaban asuntos de otra indole; mas del tipo violencia y malos tratos, robos con intimidacion, asaltos a cajeros o peleas callejeras. Palabras como <
>, <>, <> y <> saltaban de un cubiculo a otro como pulguillas en un colchon infesto. Tampoco se llamaba Manchego, pero el inspector, cuyo verdadero nombre era Alonso Jandalillo, fantaseaba con la idea de parecerse al Quijote no solo por la coincidencia del patronimico, sino tambien por la inmortalidad de sus gestas --a pesar de que hasta el momento su historial no reflejaba ninguna digna de mencion--, y por ese motivo habia adoptado el alias Manchego en las dos o tres operaciones de campo en las que habia intervenido. Que bien sonaban aquellas tres silabas acompanadas del ruido de fondo del walkie-talkie. A veces, el, que era un hombre de accion por mucha barriga que estuviera echando ultimamente, se lamentaba del sedentarismo al que le obligaba su comoda tarea de despacho en aquella comisaria de barrio a la que lo habian destinado el dia en que cumplio los cincuenta y quedo exento de patrullar las calles de Madrid. Anoraba el subidon de adrenalina que experimentaba al volante de su coche oficial con la sirena a todo volumen y el altavoz intimidatorio: <>. Por eso, la irrupcion imponente del senor Marlow Craftsman y de su interprete, el senor Bestman, en los tres metros cuadrados en que consistia su finca, ambos con traje de chaqueta de tweed y chaleco, maletin de cuero negro, zapatos caros y gabardina gris, le devolvieron la esperanza en aquella profesion que tanto le apasionaba a pesar de que la mayor parte del tiempo no le daba mas que disgustos. Sintio el impulso de levantarse a recibirlos, pero se contuvo a tiempo. Un inspector de policia no es un hombre de negocios, se recordo, no estrecha manos, no sonrie, ni siquiera interrumpe el ritmo mecanico de su teclado. A lo sumo, y como muestra maxima de cortesia, se quita el cigarrillo de la boca y lo golpea un par de veces contra el borde del cenicero, se aclara la garganta con un carraspeo y luego dice: <>. Entonces, una vez que los ojos de los visitantes se encuentran al mismo nivel que los propios y ya no hay modo de que lo intimiden a uno mirandolo de arriba abajo, puede elevar la cabeza y preguntar: <>. Marlow Craftsman rondaba los sesenta anos de edad, a juzgar por las lineas de expresion que rodeaban sus ojillos de rata. Estaba palido como un fiambre, tenia la piel del mismisimo color del jamon cocido y sus labios eran tan estrechos que parecian haber sido dibujados con tiralineas. El interprete era algo mas joven, pero igual de rosa. Tenia mas pelo, gris y negro, y usaba gafas para ver de cerca. --Permitame presentarle a mi jefe --dijo Bestman en un espanol gramaticalmente impecable y acusticamente horripilante--: Mister Marlow Craftsman, de Craftsman&Co. El inspector puso cara de bobo. Lo noto perfectamente. Por la emocion con la que el sujeto habia pronunciado aquel nombre, seguido de un silencio prolongado para dejar rebotar el eco de su voz en el pladur, lo mas probable era que se hallara ante un magnate de las finanzas. Sonaba a banco. Un banco de esos que llevan mas de ciento cincuenta anos en manos de la misma familia de aristocratas ingleses. Porque no cabia duda de que aquellos dos especimenes eran hijos de la Perfida Albion; de ahi sus aires de superioridad y la marca Hamilton de sus relojes, aguda observacion de la que mas tarde tendria tiempo de jactarse, cuando rememorara la escena. --Aja --respondio sin anadir ningun comentario, dado que no tenia ni la mas remota idea de que significaba aquel nombre. --Mr. Craftsman viene de Londres para denunciar la desaparicion de su hijo Atticus Craftsman. Puesto que la ultima residencia conocida del joven senor Craftsman se encuentra en el numero 5 de la calle del Alamillo, hemos sido advertidos por Scotland Yard de la conveniencia de abrir diligencias aqui, en su comisaria, por ser la mas cercana a su domicilio. --?Les envia Scotland Yard? --Aquello prometia. --No exactamente, senor Jandalillo... --Inspector Manchego --le interrumpio el policia. --No exactamente, inspector Manchego --repitio el otro--. Simplemente, hemos sido derivados aqui por la oficina de alla. --Entiendo. --El caso es que el senor Atticus Craftsman lleva tres meses sin dar senales de vida. La ultima comunicacion que establecio con su padre fue a traves de un mensaje telefonico el pasado 10 de agosto. --?Podria escuchar el mensaje? --pregunto Manchego. --Esta en ingles --respondio el interprete al tiempo que abria su maletin y sacaba un smartphone de ultima generacion. Apreto varios botones. Acerco el dispositivo a la oreja del inspector y contuvo la respiracion. Manchego escucho una voz nasal, como de persona constipada, sobre un ritmico sonido de fondo, una especie de lamento o de oracion, y los acordes de una guitarra. Por supuesto, no entendio una sola palabra de lo que decia el interlocutor, pero si pudo intuir que no se trataba de ningun mensaje de socorro porque no habia angustia en el tono de voz. Tambien por la noche, al recordar este detalle, se felicitaria por sus dotes de investigador. --?Que dice? --Tuvo que reconocer que el idioma ingles era su gran asignatura pendiente. --Dice textualmente: <>. El inspector, automaticamente, dirigio una mirada inquisitiva al senor Craftsman. El hombre, a su vez, tenia sus ojillos colorados clavados en los del inspector. --?Y bien? --lo interrogo--. ?Sabe a que se refiere? El interprete tradujo. El senor Craftsman respondio. --Mi jefe dice que probablemente se refiera al trabajo del que se estaba encargando en Madrid. Manchego se echo para atras. Despues de todo, iba a resultar que este caso era como todos. Asuntos feos de estupefacientes y ajustes de cuentas. --Senor Crasman --lo increpo--, ?esta su hijo involucrado en el trafico de drogas? --!No, por Dios! --respondio Bestman sin traducir siquiera--. El joven senor Craftsman, al igual que su padre, aqui presente, su difunto abuelo y todos sus antepasados por linea paterna hasta el siglo XVII, se dedica al negocio editorial. --Entiendo --dijo Manchego. --Es un joven respetable, educado en Exeter College, Oxford, con un expediente academico sobresaliente y una trayectoria profesional intachable. Nunca se ha visto envuelto en ningun asunto turbio de ninguna clase. El es la victima, no el sospechoso. El inspector Manchego le dio una larga calada a su cigarro. Habia dado un paso en falso, cierto, pero es que, segun les explico a los ingleses, era necesario explorar todas y cada una de las posibles causas de una desaparicion, hasta las mas inverosimiles. --Hay que ir descartando opciones --sentencio. --El senor Craftsman se inclina mas bien por la eventualidad de un secuestro --respondio el traductor. --?Por que? --quiso saber Manchego--. ?Han recibido ustedes alguna llamada exigiendo un rescate? ?Tienen alguna prueba de que el joven haya sido retenido en contra de su voluntad? --Lo cierto es que no. --Entonces, cinamonos a los hechos y no divaguemos, senores mios. Era importante mantener siempre una posicion de dominio sobre el ingles, se dijo Manchego. Abrio el programa informatico que contenia los formularios de denuncias, selecciono la pestana <> y escribio: <>, aunque luego lo cambio por <> a instancias del traductor: El denunciante, Marlow Craftsman, denuncia la desaparicion de su hijo, Atticus Craftsman, de treinta anos de edad, un metro ochenta y siete, de complexion mas bien robusta, rubio, ojos verdes, ligera cojera por una antigua lesion de remo... Se detuvo y fruncio el ceno. --?De remo? --Asi es. Una rotura de tendon. Manchego se imagino al joven remando en una trainera por el rio Tamesis. La espalda musculosa, los hombros vigorosos, los brazos fornidos, pero ?las piernas? Casi no se utilizaban las piernas en una trainera. Mentalmente apunto: <>. ... siendo la ultima direccion conocida del joven senor Craftsman el segundo derecha del numero 5 de la calle del Alamillo, Madrid, y habiendose puesto en contacto con su padre por ultima vez el dia 10 de agosto de 2012 a las ocho de la noche, hora de Londres. Se detuvo un momento. Vacilo. Despues tecleo la ultima frase: No hay indicios de que el caso tenga relacion con el trafico de drogas. --Muy bien, senores --dijo despues de tomar aire--. Tramitare la denuncia hoy mismo y la investigacion dara comienzo cuanto antes. Recibiran noticias mias muy pronto. Hizo ademan de levantarse a despedirlos, pero al ver que los dos hombres permanecian sentados regreso a su silla de inmediato. El senor Craftsman daba indicaciones al traductor. Muchas.
General