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En su habitacion del hotel, Emma Reed miraba la pantalla de su tablet, conectada a la camara de vigilancia de su hija Maddie. Su marido estaba tendido con ella en la cama, aunque despierto. Emma sabia que estaba nervioso, angustiado, por la forma en que se masajeaba la frente con sus dedos, con un codo en alto, en la oscuridad. A pesar del dolor que el le habia causado, Emma Reed sintio que el corazon le daba un brinco en el pecho. Llevaba ya en el hotel cuatro dias. Emma se habia ido de la casa en mitad de la noche, en un taxi, a un hotel alejado del centro, donde no corriese el peligro de encontrarse con Jared Whiteman. Echaba de menos a Maddie. Esa manana, habia ido a verla, despues de llamar a Eloisa y asegurarse de que Jared habia salido. Le pidio a la asistenta que no le dijese nada. La mexicana, fiel a su jefe, asintio con reticencias, sintiendose desleal. Estaba incomoda, e insistio en que se fuera pasados apenas quince minutos, lo suficiente para que Emma Reed pudiese abrazar a su nina aunque, claro, para la asistenta mexicana, ella no era mas que la madrastra de Maddie Whiteman. Con la luz apagada y acostada sobre su fria cama de hotel, Emma espiaba cada noche a su hija a traves de aquella camara. Veia a Jared leerle un cuento, arroparla antes de salir del cuarto, dejando la puerta entreabierta, para que Maddie no llorase si se despertaba en mitad de la noche. Emma no sabia bien si se conectaba cada noche para ver solo a Maddie o para verlo a el. Y aquel dia era diferente. Emma habia llorado. Tenia los ojos enrojecidos y la nariz hinchada. Un peso dentro del estomago. Necesitaba a Jared mas que nunca. A ese amor se superponia una rabia profunda y dolorosa, que provenia de lo mas recondito de su vientre. Cogio su movil y le envio un escueto mensaje de texto. Lo vio a traves de la camara, alargar la mano para alcanzar su movil, leer su mensaje e incorporarse como si le hubieran pinchado. Volver a releer el mensaje de su esposa, levantandose, apresurandose hacia la puerta para llamarla. El telefono de Emma vibro sobre su mano. Seguramente estaba hablandole desde su habitacion. - Emma, vas a volver a la casa inmediatamente - fue lo primero que dijo, en un tono duro, autoritario. Ella se quedo en silencio, escuchando la entrecortada respiracion de su marido. - ?Me estas escuchando? Quiero que vuelvas a casa ahora - remarco esa ultima palabra, subiendo el volumen de su voz y espaciando las silabas - Tenemos que hablar. - No - respondio Emma, con una impasible calma, sin alterarse - Ire el martes a su oficina, a las cuatro, con mi abogada. Le aconsejo que avise a Sterling - lo trato con formalidad a proposito. Sabia que eso le molestaba. Jared resoplo, desesperado. Guardo silencio sin saber que decir unos segundos, hasta que, finalmente, se atrevio a preguntar: - ?Me vas a pedir el divorcio? - Hablaremos el martes - respondio Emma, impasible. - Dime donde estas y yo ire a hablar contigo esta... Corto la llamada sin dejarlo decir nada mas. Ahora era ella quien iba a dictar las normas. Capitulo 2 Era dificil entender como habian llegado a aquella situacion apenas tres meses despues de la boda. Todo parecio ir bien durante un tiempo hasta que una serie de fatalidades se encadenaron de forma impredecible y caprichosa. Incluso antes de conocer a Emma Reed, el millonario habia dirigido su vida "sentimental" de una forma un tanto excentrica, como alguien que no cree en el amor ni sabe que es. Su primer matrimonio, con su amiga y socia Nora Mitchell, fue por pura conveniencia y estaba basado unicamente en la amistad. Cuando Nora supo que tenia un tumor, acordaron casarse para proteger la empresa. Ella le pidio adoptar a una nina, ya que no queria morir sin saber lo que era la maternidad, y Jared Whiteman accedio sin demasiado entusiasmo, solo para complacer a una vieja amiga por la que nunca sintio nada mas alla de la lealtad y el afecto. Fue al morir Nora cuando empezo a plantearse como queria que fuese la vida de Madelaine Whiteman. Adoraba a la nina, pero su trabajo y la empresa siempre estuvieron por encima de lo demas. Fusiones, absorcion de consorcios rivales, viajes de negocios, reuniones. Su empresa crecia. No le importaba el dinero, pero era adicto al poder. Su trabajo ocupaba su vida y se le hacia cada vez mas dificil aranar algunas horas para ver a Maddie. Incluso en el fin de semana, con frecuencia, tenia cenas de negocios y se veia obligado a dejar a la nina al cuidado de Eloisa Flores, su asistenta. Y entonces, un dia Maddie empezo a preguntar por que ella no tenia una mama como las otras ninas. Jared hizo el esfuerzo de salir con alguna que otra mujer, pero todas lo hastiaron. Ninguna parecia ser lo suficientemente buena para el, siempre exigente al juzgarlas. Llevo a algunas para que conocieran a su hija, pero en ninguna vio ni la mas minima senal de encajar bien con Maddie. Todas fingian un interes en su hija adoptada un tanto artificial, impostado, y la trataban como un medio para conseguir el claro proposito de convertirse en la esposa de un millonario hombre de negocios bostoniano, portada en dos ocasiones de la revista Bloomberg Businessweek, viudo, y muy atractivo. Ademas, todas requerian una atencion que Jared Whiteman no estaba dispuesto a concederles. No era un hombre muy dado al galanteo. Pedia lo que queria, y casi siempre era solo sexo. Con eso le bastaba y hacia su ajetreada agenda mucho mas simple. Tratar de complacer a una mujer y tomarse el tiempo de conocerla eran dos tareas agotadoras para el, asi que despues de acostarse con ellas unas cuantas veces, dejaba de llamarlas o les decia, sin rodeos y sin compasion, que aquello no funcionaba y que no volveria a verlas mas. - ?Nunca te has preguntado quien y como sera la madre biologica de Maddie? - le pregunto un dia Laurie Martinez, esposa de su mejor amigo. Esa pregunta obsesiono al millonario. Por la noche, en su cama, consideraba que tal vez esa era la solucion que estaba buscando. Quien, mejor que su verdadera madre, podria cuidar a Maddie, dedicarle el tiempo y la energia que ella necesitaba, con afecto y entrega. La semana siguiente, llamo a su abogado, Alexander Sterling, y le explico su plan. Lo primero: buscar a un investigador privado, comprar informacion, seguir a la madre biologica durante algunos meses, cerciorarse de que cumplia con las expectativas del Sr. Whiteman y de que no era un peligro para Madelaine. No tenia demasiadas esperanzas de dar con una madre biologica a la altura de su hija y de el mismo. Sin embargo, se sorprendio al toparse con aquella doctorada en historia del arte por la Universidad de Chicago, especialista en pintura europea del Renacimiento y del Barroco. Cuando Emma Reed lo conocio, bajo el pretexto de comprar una de las piezas de su galeria de arte, Jared ya lo sabia todo sobre su tediosa rutina diaria, las horas a las que solia volver a su casa, sus intereses, la informacion que compartia en sus redes sociales, las relaciones sentimentales que habia tenido en los ultimos anos, en que y como gastaba su dinero, su historial de credito, su limpia ficha policial, y su expediente medico. La agencia de investigacion le habia pasado incluso un interesante dosier sobre las tortuosas circunstancias que rodearon la concepcion de su hija adoptiva. Su intencion era ser duro y frio con Emma Reed, a la que no conocia mas alla de aquellas fotos y documentos. Por fin, se dijo, tenia la oportunidad de ser dolorosamente claro con sus intenciones y sus propositos con respecto a una mujer, y los suyos eran contratar a una esposa. De manera que la trato como a la candidata a un puesto. Alexander Sterling ya tenia redactado el contrato matrimonial y estaba listo para imprimirlo una vez que Jared Whiteman diese su aprobacion a aquella bonita pasante de Chicago: "Adelante", fue el escueto mensaje que Jared Whiteman le envio despues de conocer a Emma Reed en su oficina, un lunes por la tarde. Ella se habia sentido ofendida por aquel contrato. Por la subita y sorpresiva oferta que Jared Whiteman le hizo al dia siguiente de estrecharle la mano por primera vez. Sin promesas de amor, sin falsas perspectivas. La guapa pasante de Chicago entendio que el solo queria a alguien que se ocupase de Maddie como una madre y construyese con el la grata ilusion de una familia feliz. Conveniente sexo sin las molestias de cortejar a una mujer. Una esposa bonita que llevar a sus cenas de negocios. A cambio: un millon de dolares o un negocio propio, ropa y zapatos caros, una casa en la mejor zona de Boston, vacaciones en cualquier parte del mundo. Las seguridades y las comodidades que concede el dinero en America. A ella lo que realmente le importaba era recuperar a su hija. Todo estaba claro y era un acuerdo entre adultos. Y sin embargo, Emma Reed no fue facil. Tenia escrupulos, era timida, y se nego a su deseo durante casi un mes, rehuyendolo, incluso cuando el ya tenia el derecho de tomar de ella lo que quisiese. Emma lo rechazaba con la altiva sutileza de quien se niega a ser una propiedad o un juguete. Esa actitud mojigata no hacia sino excitar aun mas al millonario, que acabo por rendirla, casi a la fuerza, en su noche de bodas. Habia despertado un deseo que Emma Reed no acababa de comprender. "El chofer estara ahi a las doce. Hoy almorzaras conmigo", le envio Jared Whiteman a traves de Telegram a las nueve, apenas tres dias despues de la boda. "Digame como tengo que vestirme", respondio ella, imaginando que se trataba de algun compromiso de negocios. "Uno de esos femeninos vestidos que me provocan una ereccion. Y no te pongas bragas", fue su respuesta. Emma Reed se sonrojo, leyendo aquel mensaje. "Sr. Whiteman, yo tenia razon. Es usted un millonario pervertido". Jared replico: "Tambien yo tenia razon. Usted es una mojigata incurable, Sra. Whiteman". A Emma le cosquilleo el estomago, viendolo referirse a ella como Sra. Whiteman. Al cabo de un momento, le llego la respuesta seria: "Vamos a ser tu y yo". Eso solo podia significar que a el le gustaba pasar tiempo con ella, se dijo Emma Reed. Empezaba a fantasear con que Jared se enamorase. Luego, agitaba la cabeza sacudiendose esa estupida ensonacion y se recordaba a si misma que aquello no era mas que un contrato. El restaurante en el que se vieron estaba en la ultima planta de un rascacielos, con unas increibles vistas del centro de Boston. Tras el almuerzo, al bajar en el ascensor, Jared Whiteman presiono el boton de parada. A Emma Reed se le estremecio el vientre, y empezo a sudar, cuando el se le puso delante, y la estrecho entre sus brazos. Con sus manos acariciandole las nalgas, comprobo si ella habia sido lo suficientemente atrevida como para no ponerse ropa interior. Arrugo la nariz, con decepcion, al notar los bordes elasticos bajo la fina tela de su vestido. Exhalo un tanto melodramatico. - Esos juegos eroticos no estan en el contrato - le recordo ella. - Ya - dijo el, deshaciendo el abrazo y dando un paso para ponerse a su lado. Presiono de nuevo el boton para reanudar la bajada - Era mucho esperar que te atrevieras a complacerme. Emma insistia en mantener las distancias, tratandolo de "usted" en privado. En ese pequeno detalle, Jared Whiteman supo leer las reticencias de Emma Reed y se negaba a darle tregua. Cada noche, al acostar a Maddie, Jared exigia de su esposa lo que le pertenecia. Ella obedecia, sin querer admitir lo mucho que empezaba a gustarle que Jared Whiteman insistiese en su intento de domenarla. El le hacia el amor una, dos veces. Emma no se negaba. De hecho, esperaba con la misma impaciencia que el el momento de meterse bajo la colcha. Y sin embargo, aun buscaba formas de herirlo con pequenos desprecios, apenas perceptibles, que no escapaban a la atencion de su esposo. - Anda, quitate la ropa - le susurraba, robandole los primeros besos de la noche. Unas veces divertido y otras desesperado por su obcecacion, Jared Whiteman la acogia en sus brazos: - Todas las noches volvemos a empezar - bromeo - Si sabes que te lo voy a pedir, por que no te acuestas desnuda de una vez. Emma Reed grunia, avergonzada. No podia evitarlo. Era su forma de mantener la cabeza y el corazon frios.
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