• La bruja de Biertan de Veronica Cervilla

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    Crina desperto, sobresaltada y algo aturdida. Oyo los golpes en la puerta y palpo el otro lado de la cama. Habia vuelto a pasar la noche sola, pero ya estaba acostumbrada. Ultimamente eran contadas las noches que su marido pasaba en casa. Ataviada con un camison celeste, se levanto y se cubrio con la manta de piel de oso que reposaba sobre la cama. Descalza, a pesar de las bajas temperaturas, se dirigio a toda prisa hacia la puerta de madera pintada y acerco el oido con cautela. --?Quien es? --!Abre, Crina! --respondio al otro lado una voz grave, de sobra conocida. Cosmin habia sido su confesor desde que tuvo edad suficiente para asistir a las liturgias. Era un antiguo amigo de la familia: confiaban en el lo suficiente como para relatarle sus miserias y aceptar el perdon que les ofrecia. Crina no le habia notado nunca tan preocupado como aquella manana, asi que abrio la puerta con un nudo en el estomago. Por la expresion grave del hombre, comprendio que no traia buenas noticias. --Guarda un par de mudas de ropa --la apremio el en cuanto vio asomar la cabeza de la joven --, los hombres del obispo se dirigen hacia aqui. --?Que sucede? ?Es Velkan? --Si, me temo que tiene algo que ver con tu esposo. No habia tiempo para mas explicaciones. El revuelo en los alrededores anunciaba que los hombres del obispo ya andaban cerca, asi que se apresuro a regresar al dormitorio y metio un par de vestidos y calzas en un bolso de cuero. Despues, cambio el camison por algo mas abrigado. El invierno ya asomaba por las empedradas calles de Biertan y pronto llegarian las nieves a los Carpatos. --!Crina Ardelean! !El Obispo de Biertan reclama tu presencia! Aquellos gritos, unidos al rumor expectante de los vecinos, que sin duda ya se habian congregado frente a la casa para cotillear, aceleraron los latidos de su corazon. Ya iba a salir cuando se percato de que aun andaba descalza, asi que tuvo que volver para colocarse las botas. --!Senora Ardelean! !Por favor! No nos obligue a utilizar la fuerza. --No sera necesario --Crina aparecio en la puerta con el bolso al hombro y forzando un gesto de dignidad en el rostro--. ?Por que me requiere el obispo de esta forma? --se acerco para susurrar a uno de los hombres--: ?No ve que me esta poniendo en evidencia? --El obispo sera quien le revele sus motivos. Por favor --respondio el hombre, un tipo de cuerpo espigado y bigote, apartandose a un lado y senalando el camino hacia la iglesia con un gesto de la mano. El otro caballero, mas corpulento, se situo delante para marcar el paso. Caminaba con la cabeza alta, el ceno fruncido y la boca encogida como si estuviera masticando un pomelo. Crina lo seguia, haciendo esfuerzos por no fijarse en las mujeres que cuchicheaban a su paso. Cada mirada que se cruzaba con la suya y cada dedo que la senalaba le recordaban que estaba siendo escoltada por los hombres del obispo, un <> reservado a delincuentes y condenados. El pasillo de curiosos se le hizo eterno y, a pesar del frio invernal que acechaba Biertan, sus mejillas se encendieron con un rojo intenso. No fue capaz de continuar con el rostro descubierto, asi que opto por colocarse la capucha del vestido. La iglesia no estaba lejos, pero le parecia que llevaba horas caminado. Durante el resto de la marcha no despego los ojos del suelo pedregoso, ni siquiera cuando subieron los ciento setenta y dos peldanos de la escalera cubierta con techo de madera que llegaba hasta la cima de la colina. Alli, en la parte mas alta del pueblo, se encontraba la muralla que abrazaba las tres naves de la iglesia. Con cada paso su furia y su preocupacion aumentaban, pero como la joven bien educada que sus padres la habian obligado a ser, lo disimulaba apretando los dientes y levantando las cejas, forzando una serenidad ficticia. No fue necesario atravesar la puerta de la capilla principal, el obispo los esperaba fuera con cara de circunstancias. A pesar de la barba y los cabellos blancos, el anciano era robusto y todavia conservaba una postura firme. Crina corrio hacia el hombre y se arrodillo. --?Que puede haber sido tan grave como para enviar a sus hombres a por mi y castigarme con esta deshonra, mi senor? --Levantate, Crina --le pidio el obispo con dulzura poniendole la mano en la cabeza, y luego la ayudo a ponerse de pie--. No soy yo ni es la Iglesia quien te reclama por tus pecados, solo he accedido a cumplir la solicitud que se me ha hecho. Pesa una amenaza sobre los sagrados lazos de tu matrimonio, hija. --?De mi matrimonio? --pregunto Crina, arqueando las cejas--. Senor, ahora si me esta asustando. --Y asustada debes estar, nina --el anciano se dirigio con pesar a los hombres que la habian traido--: llevadla a la Torre de la Prision. --!?A la Prision?! --grito, con las mejillas incandescentes y las lagrimas asomando a sus pequenos ojos azules. --Lo siento, Crina --susurro el obispo y luego bajo la cabeza. Crina sabia lo que eso significaba. Todo el pueblo lo sabia. La escoltaron hasta la Torre de la Prision sin que se resistiera y, con cada pisada sobre los peldanos de piedra que conducian a la parte superior, iba perdiendo un trocito de dignidad. En su familia habia algun matrimonio que habia recurrido a tal extremo y que habia sufrido la verguenza y el desprecio de sus conocidos. ?Como habia podido pasarle a ella? Los dos hombres abrieron la puerta de barrotes que daba acceso a la celda sin muchos miramientos y la empujaron dentro. A continuacion, volvieron a cerrar con llave y se marcharon. --?Quien ha sido? --grito Crina a los hombres que se alejaban--. ?Quien ha pedido nuestro encierro? Como respuesta, un portazo. I --He sido yo --respondi desde la unica silla de la minuscula estancia. --!Velkan! --se volvio hacia mi, confundida. --Tienes dos semanas, Crina --hice una pausa para empujar el nudo que tenia en la garganta --. Dos semanas para ser sincera o el divorcio sera efectivo. Crina se dejo caer hacia el suelo, despacio, y alli permanecio en silencio, con aquella mirada penetrante y triste, tan llena de odio. Habian pasado horas y Crina no se habia movido de los barrotes. Yo la observaba desde la esquina de enfrente, a tan solo un par de metros y, sin embargo, sentia que nos separaba un oceano. Mi esposa… y ni siquiera se dignaba a mirarme. De vez en cuando dejaba escapar un suspiro de hastio que me daba esperanzas: tal vez aun era posible conservarla. --Se que ahora me odias… --Dejare de odiarte si terminas con esto y nos vamos a casa, a seguir con nuestras vidas --me interrumpio ella con un tono de suplica al que poco antes habria sucumbido. --No puedo hacer eso --respondi, aunque deseaba hacerlo y continuar fingiendo que nos queriamos. --?Es por mis reproches cuando llegas tarde a casa? Porque puedo dejar de hacerlo… --?Y que pasara despues? --dije, acercandome a ella--. ?Que haras cuando ya no te quede mas espacio donde guardar tu rencor? Seras una vieja amargada… --Entonces deja de comportarte como un nino --Crina se levanto y me sujeto la cara con ambas manos, buscando mi mirada--. Ahora tienes una esposa. !No puedes andar por ahi cada noche! --?Por que te casaste conmigo? Crina dudo un momento, desvio su mirada ofendida y no respondio a la pregunta. Iba a necesitar algo mas que un par de horas para hacerla entender, asi que no retrase el momento mas y saque el diario de mi petate. Lo sujete con delicadeza, pues las cubiertas de cuero ya se estaban cuarteando y las hojas se habian vuelto fragiles y amarillentas. Me acerque a ella y lo deje a su lado, en el suelo. --?Que es eso? --pregunto mirandolo de soslayo, intentando ocultar su curiosidad. --Dos semanas tienen muchas horas y aqui no hay nada que hacer, salvo conversar y pensar. Intuyo que este libro puede hacer tu estancia mas amena. --!Ja! --solto ofendida--. !Que detalle! Gracias por encerrarme aqui y darme este libro mohoso para entretenerme. --?Tienes algo mejor que hacer? Incapaz de encontrar una respuesta ingeniosa, tomo el libro y lo abrio por la primera pagina. Estaba escrito a mano, pero bastaba con reparar en los renglones perfectamente rectos, en la letra redondeada y cuidada, para saber que quien lo escribio era meticuloso y seguro de si mismo. Crina poso el dedo en la primera linea y comenzo a leer en voz alta: --<> --cerro el libro de un golpe y lo lanzo con fuerza, haciendolo aterrizar bajo la estrecha mesa que habia en la celda--. Pero, ?como te atreves a darme un libro sobre brujeria? Es eso, ?no? !Hay otra! --se cubrio la boca con la mano como si hubiera descubierto un secreto y no pude evitar soltar una carcajada--. Dios mio, estas embrujado, ?no es cierto? Tengo que salir de aqui. Debo llamar al obispo y… --Pero, ?que dices? --la interrumpi. Me agache y la sujete por los hombros. --!No me toques! !No quiero que me contagies! --me empujo.