• Papeles falsos de Valeria Luiselli

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    A diferencia de muchos cementerios en Europa, San Micheleno es un destino tan frecuente para el turismo necrologico intelectual y por eso no existen guias ni mapas precisos, ni mucho menos una lista con las coordenadas de sus muertos celebres, como los que hay a la entrada de cementerios como Montparnasse o el Pere Lachaise. En San Michele se encuentran otros personajes conocidos --Ezra Pound, Luchino Visconti, Igor Stravinsky, Sergei Diaghilev-- y sus tumbas estan senaladas, pero en un letrero apenas visible, frente a la pequena seccion apartada donde reposan sus restos. Si uno no sabe que los extranjeros notables estan separados de los venecianos comunes --como si en una necropolis tambien fueran inevitables los ghettosartisticos--, puede pasar horas deambulando entre los Antoninos, Marcelinos y Francescos, sin saber que nunca encontrara ahi ecos de Los cantos ni reverberaciones de La consagracion de la primavera. San Michele es una isla rectangular, aislada de Venecia por un brazo de agua y una muralla. Vista desde un avion, la isla del cementerio podria parecer un enorme libro de tapa dura: uno de esos diccionarios robustos, pesados, donde descansan eternamente las palabras como esqueletos en descomposicion. Hay algo de ironico en el hecho de que Joseph Brodsky este enterrado ahi, frente a la ciudad en la que siempre estuvo y siempre quiso estar solo de paso. Tal vez el poeta hubiera preferido una sepultura lejos de Venecia. A fin de cuentas, la ciudad era para el como un <> o, si se quiere una metafora mas literaria, una Itaca cuya fuerza atractiva consistia en estar siempre lejana, en ser siempre un lugar efimero, imaginado. Se suma a esto que Brodsky declaro durante una entrevista que queria ser sepultado en los bosques de Massachusetts, o que quizas hubiese sido correcto que el cadaver regresara a su natal San Petersburgo. Pero supongo que no tiene sentido especular sobre los deseos postumos de una persona. Si la voluntad y la vida son dos cosas imposibles de separar, la muerte y el azar lo son tambien. SERGEI DIAGHILEV (1877-1979) Despues de buscar la tumba de Brodsky durante varias horas y no haber encontrado siquiera la de Ezra Pound, estuve a punto de tirar la toalla. En lo que reunia fuerzas para encaminarme a la salida del cementerio, me sente a la sombra de un arbol y me fume un cigarro. En su ensayo Correr tras el propio sombrero, Chesterton decia que de encontrarse frente a una vaca en una caminata por el campo, solo un verdadero artista podria pintarla; mientras que el, no sabiendo copiar las piernas traseras de los cuadrupedos, preferia pintar el alma misma de la vaca. Yo, que ni soy artista ni soy Chesterton, no sabria como hacer ninguna de las dos cosas. Nunca he sido como esa clase de personas --a las que envidio profundamente-- que son capaces de perderse en la meditabunda contemplacion del vuelo de un pajaro, en el trabajoso ir y venir de las hormigas, en la suspension beatifica de una arana que cuelga en sus propias viscosidades. Soy, desafortunadamente, demasiado impaciente para encontrar poesia en los ritmos suaves de la naturaleza. Pero en un cementerio no hace falta tener una sensibilidad especial hacia los reinos animal y vegetal: basta permanecer sentado en silencio lo que dura un cigarro prendido, para dejarse poseer por la vitalidad que florece entre las tumbas. Bajo los cipreses, como manecillas de gigantescos relojes de sol, el tiempo se ensancha y fluye. Quiza sea el silencio mismo el que magnifique los aleteos freneticos de los insectos; tanta calma, la que trastorne el languido reptar de los lagartos; tanta muerte, la responsable de animar las hojas morbidas de los chopos. Bien dice un sabio desconocido: <>. Estaba por apagar mi cigarro cuando estallo una algarabia de graznidos. Primero unos pocos, y luego decenas, tal vez centenares --como si el graznido, al igual que la risa, fuera algo contagioso entre las aves. Henri Bergson aseguraba que la risa solo puede surgir si su objeto es, o se asemeja, a lo propiamente humano; que un gato o un sombrero no pueden provocarnos risa, al menos que veamos en ellos una expresion, una forma, o una actitud humana. Puede ser. Puede que, al menos de lejos, esos graznidos de pajaro fueran como las carcajadas de viejos tuberculosos, y que solo por eso yo estallara tambien en una carcajada en medio del silencio. En todo caso, si no me di por vencida en el empeno de encontrar la tumba de Brodsky, fue por el buen humor que me provoco de subito esa tertulia de gaviotas broncas. Si no encontraba al poeta, podia al menos averiguar si si eran graznidos o mas bien viejos venezianos al borde de la muerte. Ademas, ?por que no correr tras una tumba o tras unos pajaros si Chesterton, tan gordo, tan digno y tan inteligente, era capaz de correr tras un sombrero? EZRA POUND (1885-1977) Las tumbas de los extranjeros celebres del cementerio no solo se encuentran en un recinto apartado de los venecianos comunes (no vaya a ser que un gondolero se acueste junto a la mujer de Stravinsky), sino que incluso entre los extranjeros hay divisiones. Los rusos que frecuentaban Venecia, por un lado; los demas, por otro. Lo extrano e ironico es que Joseph Brodsky no descansa con la intelligentsia moscovita ni leningradense, sino en un recinto diferente, a un lado de su gran enemigo Ezra Pound. La tumba del ruso, a diferencia de las demas, no esta senalada en un cartel oficial del cementerio a la entrada del recinto, sino que algun alma benevolente escribio su nombre con liquid paper entre el nombre del poeta de Los cantos y la flecha que indica la direccion de ambas tumbas: RecintoEvangelicoEzraPound(IosifBrodskji) Imagine que encontraria al menos un punado de groupies afanados en dejar un amuleto o un beso sobre la tumba de Brodsky. Pero quizas Brodsky sea menos celebre que Julio Cortazar o que Jim Morrison, y yo simplemente guardaba el mal sabor de boca que me habian dejado tiempo atras los cementerios franceses. Pero en el Recinto Evangelico no habia nadie. Nadie, salvo una anciana, cargada con todo tipo de bolsas de mercado llenas de bartulos, parada frente a la tumba de Ezra Pound. No preste mucha atencion y me encamine directamente hacia el ruso, como si marcara mi bando: tu con Pound, pues yo con Brodsky. JOSEPH BRODSKY (1940-1996) Sobre la tumba de Brodsky, inscrita con las fechas 1940-1996 y su nombre en cirilico, habia chocolates, plumas y flores. Pero sobre todo, chocolates. No habia, como suele haber en casitodas las tumbas de los cementerios italianos, un retrato del difunto incrustado en la lapida. Habia esperado con ansiedad ver el ultimo rostro de Joseph Brodsky. En su libro sobre Venecia, Marca de agua, Brodsky escribe: <>. De una forma laxamente paradojica, el anonimato es una caracteristica de la ausencia: es la ausencia de caracteristicas. Un rostro joven es anonimo; esta vacio de expresiones y de rasgos que lo identifican y nombran. A medida que envejece, adquiere las huellas que lo distinguen de los demas. Una cara que se va arrugando es cada vez menos anonima. Pero mientras un rostro envejece y adquiere mayor definicion, se expone, al mismo tiempo, a mas y mas miradas de desconocidos --o, para seguir con la imagen de Brodsky, a mas espejos de cuartos de hotel por donde han pasado tantos reflejos que todos devuelven el mismo semblante, deshecho como sus camas deshechas. Asi, un rostro tambien va perdiendo la definicion que ha ido tomando con los anos, como si a fuerza de ser visto tantas veces a traves de ojos ajenos, tendiera a volver a su principio informe. De esta manera, el exceso de definicion que adquiere un semblante con el tiempo, y que culminaria tal vez en un monstruoso exceso de identidad --en una mueca--, se contrarresta con la simultanea perdida de esa identidad. Es quiza por ese motivo que todos los bebes y todos los ancianos se parecen entre si sin parecerse a nadie en particular. En el principio y en el trecho final los rostros son anonimos. Es logico, entonces, que un muerto ya no tenga rostro alguno. Las caras de los muertos deben ser, en todo caso, como las que vislumbro Ezra Pound en el metro de Paris: <>. Sobre la lapida de Brodsky no habia ningun retrato. Era justo que no existiera ese sello definitivo de identidad; era mas honesto el gris liso y opaco de la piedra --reflejo del anonimato de un hotelmensch por excelencia, hombre de muchos cuartos de hotel, muchos espejos, muchas caras. Mejor detenerse frente a la tumba y tratar de recordar alguna fotografia deBrodsky sentado en una banca de Brooklyn, o traer a la memoria una de esas grabaciones de su voz, al mismo tiempo poderosa y quebradiza, como de quien ha pasado muchas horas en soledad y ha adquirido contundencia a base de dudar: Un arbol. Su sombra, y la tierra; las raices que la penetran y se aferran. Monogramas entretejidos. Barro y piedras firmes. Las raices se entretejen y mezclan. Las piedras tienen una masa propia que las libra de la atadura de un arraigo normal. Esta piedra se sujeta firmemente. Uno no puede moverla ni desenterrarla. Las sombras de un arbol atrapan al hombre, como las redes a los peces. El resultado de un encuentro largamente esperado con un desconocido suele ser decepcionante. Lo mismo con un difunto, solo que en este ultimo caso no hace falta disimular nuestra decepcion: un muerto, en ese sentido, es siempre mas agradable que un vivo. Si al llegar frente a el nos damos cuenta de que en realidad no teniamos nada que hacer ahi, que lo entretenido era buscar su tumba y lo de menos era encontrarla --?que cosa dirian las piedras de Venecia que no le hayan dicho ya a Ruskin hace mas de un siglo y medio?--, podemos darnos la media vuelta a los pocos minutos y el muerto no nos lo reprochara. Con los muertos no hace falta ser bien educados, aunque la religion haya intentado inculcarnos siempre un comportamiento absurdamente decoroso en las misas y en los cementerios. Guardar silencio, rezar y caminar despacio con la cabeza gacha, las manos dobladas a la altura del vientre, son costumbres que poco le importan a quien reposa bajo tierra. Por eso resulto tan oportuna la anciana que habia estado parada junto a la tumba de Pound -- segun me parecia hasta ese momento, en una meditacion profunda. La mujer se arrimo a la sombra del arbol donde estabamos Brodsky y yo en un silencio ya incomodo, y se empezo a rascar las piernas como si tuviera pulgas o lepra. Despues de rascarse se acerco un poco mas y se detuvo frente a la sepultura de Brodsky. Con toda tranquilidad, como quien efectua labores domesticas de rutina, empezo a guardarse los chocolates que le habian dejado al poeta. Cuando habia terminado con estos, se guardo tambien las plumas y los lapices. Despues, como para no quedar mal, le dejo una flor que, supongo, se habia robado de la tumba de Pound. Imagine, por la familiaridad con la que se movia entre las dos tumbas, que era una vieja amiga de los poetas, o quiza la duena de la pension donde Brodsky se hospedo en algunos de sus viajes a Venecia. Le pregunte, timida y balbettando en mi italiano fracturado, si habia conocido a Joseph Brodsky, y si lo habia venido a visitar. <>. La anciana suspiro y se agacho para rascarse otra vez las piernas; recogio las bolsas pesadas, llenas de souvenirs necrologicos, y salio del Recinto Evangelico, como los venados del poema de W. H. Auden que Brodsky siempre citaba: silently and very fast.

  • Los ingravidos de Valeria Luiselli

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    ?Cuantas vidas y cuantas muertes son posibles en la existencia de una misma persona? Los ingravidos es una novela sobre existencias fantasmales; una evocacion, a la vez melancolica y llena de humor, sobre la imposibilidad del encuentro amoroso y el caracter irrevocable de la perdida. Dos voces componen esta novela. La narradora, una mujer del Mexico contemporaneo, relata sus anos de juventud como editora en Nueva York, en los que el fantasma del poeta Gilberto Owen la perseguia por el metro. Ambos narradores se buscan en el espacio insondable de los trenes subterraneos, donde viajaban en sus respectivos pasados.

  • Desierto sonoro de Valeria Luiselli

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    Un matrimonio en plena crisis viaja en coche con sus dos hijos pequenos desde Nueva York hasta Arizona. Ambos son documentalistas y cada uno se concentra en un proyecto propio: el esta tras los rastros de la ultima banda apache; ella busca documentar la diaspora de ninos que llega a la frontera del pais en busca de asilo. Mientras el coche familiar atraviesa el vasto territorio norteamericano, los dos ninos escuchan las conversaciones e historias de sus padres y a su manera confunden noticias de la crisis migratoria con la historia del genocidio de los pueblos originales de Norteamerica. En la imaginacion de los ninos, las historias de violencia y de resistencia politica colisionan, entrelazandose en una aventura que es la historia de una familia, un pais y un continente.