• El secreto mejor guardado de Jackson (Amar a un multimillonario 1) de Towanda Richardson

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    Cuando Tiffany buscaba su primer trabajo como profesora, no podia imaginar que acabaria dando clase a los reclusos de la prision de Westmoore Fields. Ni que uno de ellos seria Jackson Higgins, con toda la leyenda negra que acarrea a sus espaldas.

  • Yo caminare de tu mano de Towanda Richardson

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    Lena Bouvier es una nina prodigio de la informatica. Con solo veinticinco anos, dirige el departamento de programacion de una importante empresa de diseno de aplicaciones para moviles. Es feliz con su trabajo, con su puesto de entrenadora de un equipo de baloncesto adaptado, con sus amigos. Hace mucho tiempo que dejo de llorar por el desgraciado golpe del destino que la dejo postrada en una silla de ruedas cuando solo era una adolescente.

  • La identidad oculta de Dylan (Amar a un multimillonario 2) de Towanda Richardson

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    Dylan lleva demasiado tiempo siendo alguien que no quiere ser. Que no merece ser. Lleva demasiado tiempo con el peso de la culpabilidad sobre sus hombros, y ya no sabe que mas hacer para solucionarlo. Hasta que decide romper con todo e iniciar una nueva vida en la que ni sus errores del pasado, ni el dolor que provoco ni su fortuna familiar sean un lastre para ser feliz.

  • Yo curare tus heridas (Corazone heridos 1) de Towanda Richardson

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    Jamie Parks lo tenia todo. Apenas habia cumplido los veinte cuando todos sus suenos se cumplieron. Era el hombre mas feliz del mundo. Hasta que un maldito accidente en una pista de esqui se lo llevo todo por delante. Su profesion, sus ilusiones y sus ganas de vivir.

  • Vosotros sereis mi vida (Corazones heridos 3) de Towanda Richardson

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    Alex y Emma llevan juntos toda una vida. Enamorados casi desde ninos, cumplen en San Francisco todos sus suenos. Hasta que, pocas horas despues de graduarse en la universidad, y con todo listo para empezar su nueva vida, Alex le rompe el corazon a Emma. Ella solo encuentra consuelo en los brazos de Sam, un buen amigo de ambos, al que acude porque el dolor es tan fuerte que no puede soportarlo sola.

  • El secreto mejor guardado de Jackson de Towanda Richardson

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    Tiffany bajo del taxi con una mueca de fastidio. El calor de agosto en Kentucky deberia haberla hecho desistir de llevar aquella ropa, pero hacia anos que Tiffany se vestia cada manana por pura intuicion y que no le importaban ni las opiniones ajenas, ni la incomodidad ni la temperatura reinante en el ambiente. Claro que Tiffany no sabia que aquel dia, su primer dia de trabajo, iba a estar presidido por una ola de calor y por un taxista negligente que no habia revisado a tiempo el sistema de aire acondicionado del coche. Cuando ya estaba a punto de olvidarlo sobre la tapiceria del asiento trasero, tomo su maletin de cuero por el asa y lo transporto (casi casi lo arrastro) hasta la garita donde le habian comunicado que debia presentarse aquel diez de agosto, a las nueve en punto de la manana. La garita de acceso a la carcel de Westmoore Fields, el penal de maxima seguridad del estado. Tiffany habia acabado su carrera de Literatura Inglesa, con no poco esfuerzo, un par de meses antes. Los estudios nunca habian sido lo suyo, pero en su casa eran el peaje innegociable para que sus padres siguieran pasandole una asignacion mensual que le permitia hacer lo que a ella mas le gustaba: comprar. Libros y ropa, fundamentalmente, aunque no hacia ascos a perfumes, maquillajes, muebles y, en general, cualquier objeto disponible en alguna seccion de unos grandes almacenes. Se habia decidido por estudiar Literatura porque leer era una de las pocas actividades que la apasionaba. Desde nina, se habia refugiado en los libros de la sensacion de abandono que los continuos viajes de sus padres le provocaban. Su familia poseia empresas a lo largo y ancho del pais, y los senores Thownsend pasaban demasiado tiempo ocupandose de asistir en ellas a reuniones de los diferentes consejos de administracion, y demasiado poco pendientes de su unica hija. Tiffany habia crecido para ser guapa y casarse bien. Asi, literalmente, se lo habia dicho su padre al cumplir dieciseis anos, durante la gran fiesta de celebracion que habian dado en la mansion de la familia en Newport, que mas bien era la gran fiesta de presentacion de Tiffany en el mercado matrimonial de la costa este. Y, bueno, ella habia cumplido mas o menos bien en lo de ser guapa -la falsa modestia servia de poco cuando la genetica habia sido tan generosa-, pero podia considerarse un completo fracaso en lo del matrimonio. Acababa de cumplir veinticuatro anos y sus experiencias con los hombres se reducian a tres novios, hijos perfectos de los amigos perfectos de sus padres perfectos, a los que habia dejado antes de sentir la tentacion de tirarse por una ventana presa del aburrimiento que le provocaban. Eran buenos chicos, eso estaba fuera de toda duda, pero no eran para ella. Tiffany sonaba con un hombre de verdad, uno que hiciera que la piel le temblara desde el cuero cabelludo hasta las puntas de los dedos de los pies. Un hombre que la hiciera sentir mujer, hermosa, fascinante... sexual. De esa otra faceta, preferia no hablar. Habia probado lo del sexo esporadico durante su estancia en Yale, pero habia conseguido el mismo conteo de orgasmos que en toda la experiencia anterior con sus novios: cero. No se podia caer mas bajo. Cuando acabo la carrera, Tiffany tuvo que tomar una decision crucial. Sus padres se lo habian dejado muy claro: en el momento en que se licenciara, debia elegir entre ser mantenida por un marido o ser autosuficiente. Ellos le cortaban el grifo, indignados con que hubiera puesto mas empeno en acabar la carrera, cuando todos sabian que los estudios no eran lo suyo, que en buscar un buen partido que los hiciera abuelos, jugara al golf con su padre y le ofreciera un nivel de vida similar a aquel al que estaba acostumbrada desde la cuna. Contra todo pronostico, Tiffany dijo que trabajaria. Que le cortaran el grifo, que ella se buscaria la forma de salir adelante. Que no queria casarse todavia, entre otras cosas, porque aun no habia encontrado al hombre que hiciera que los pelos de la nuca se le erizaran solo con mirarla fijamente. Al fin y al cabo, solo tenia veinticuatro anos. No habia prisa en la busqueda. Tiffany podia parecer una valiente, pero lo cierto fue que temblo tanto cuando comunico a sus padres su decision que tuvo que agarrar su telefono ultimo modelo con las dos manos para evitar que se le cayera al suelo. Recordo entonces que, si se rompia en mil pedazos, seria ella quien tendria que pagar un sustituto, y que su nula experiencia laboral no le proporcionaria un trabajo en el que se pudiera permitir grandes alardes. Lo cierto es que Tiffany habia sido tan valiente porque pensaba que sus padres no aceptarian. Que su padre le daria una prorroga a su nina bonita o que su madre le suplicaria al cabeza de familia que no obligara a su hija a hacer algo tan indigno para una mujer como trabajar duro. Habia una manicura que conservar y el posible futuro de Tiffany tirando hamburguesas sobre la plancha de un McDonald's no era la mejor receta para ello. Pero sus padres se habian mantenido firmes en la promesa, y la siguiente vez que Tiffany acudio a su centro comercial favorito, la tarjeta de credito aparecio como denegada en la caja. Y entro en panico, claro. Le quedaban cuatrocientos veintisiete dolares en efectivo, de los quinientos que habia tenido la suerte de retirar unos dias antes, porque siempre le gustaba tener algo de dinero suelto en casa. Aquel dia, Tiffany salio corriendo de la residencia universitaria en la que vivia desde hacia seis anos y se encontro en su buzon la carta que le comunicaba que le quedaban dieciocho dias de estancia pagada. El once de agosto, como muy tarde, debia abandonar su habitacion o abonar ella misma los dos mil seiscientos dolares que costaba el alquiler cada mes. El motivo por el que habia abandonado su habitacion con prisas se incremento. Tenia que hablar con el profesor McMillan. El era el unico profesor de toda la facultad que siempre habia mostrado interes en que ella se aplicara en los estudios, y sabia que la ayudaria a orientar su vida laboral. Entro en su despacho tan despeinada que su madre se habria horrorizado ante la idea de que presentara ese aspecto delante de un profesor. Pero su madre no estaba alli, ni tampoco al otro lado de su cuenta corriente, asi que mostrar aspecto desesperado quiza incluso la ayudara. El profesor McMillan la miro de arriba abajo, probablemente poco acostumbrado a que Tiffany no mantuviera su fachada impecable y sus modales exquisitos, y le pregunto que hacia alli. Dos horas, unos tres litros de lagrimas y dos tazas de te verde despues, Tiffany salia del edificio de la facultad de Literatura con un trabajo bajo el brazo. Seria la profesora de alfabetizacion del modulo de presos de nivel uno de la carcel de maxima seguridad de Westmoore Fields. Que Dios la cogiera confesada. No es que aquel fuera el trabajo de sus suenos. Incluso la idea de servir cafes en Starbucks a todos aquellos companeros que, sin duda, a partir de ese momento la mirarian por encima del hombro le parecia mejor que entrar en una carcel a dar clase a unos tipos que, para empezar, le daban un miedo atroz. Pero el profesor habia conseguido convencerla apelando a su autoestima, que no era una maravilla precisamente, y al hecho de que el trabajo estaba bastante mejor pagado que cualquier otro que Tiffany pudiera conseguir con su expediente academico raspadito y su experiencia laboral, que se resumia en cero dias trabajados en toda su vida. Los mismos que orgasmos disfrutados, por cierto