• Asesino de brujas. La bruja blanca de Shelby Mahurin

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    Unidos como uno para amarse, para honrarse o para arder.
    Dos anos atras, Louise le Blanc huyo de su aquelarre y se refugio en la ciudad de Cesarine, donde renuncio a la magia para vivir de lo que pudiera robar. Alli, cazan a brujas como Lou. Les temen. Y las queman.
    Como cazador de la Iglesia, Reid Diggory ha vivido su vida bajo una regla: <>. Pero cuando Lou realiza una gran artimana, tanto ella como Reid se ven obligados a aceptar una situacion impensada: el matrimonio.
    Lou, incapaz de ignorar sus sentimientos que son cada vez mas fuertes, pero sin poder cambiar quien es, Lou debe elegir.
    Asesino de brujas: la bruja blanca se desarrolla en un mundo de mujeres empoderadas, magia oscura y donde los romances son fuera de serie. Cuando lo termines de leer, querras mas.

  • Asesino de brujas 3. Dioses y Monstruos de Shelby Mahurin

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    Belladona, eufrasia, baya de arrayan, colmillo de vibora y ojo de buho, pizca de flora, pellizco de animal, para vil posesion o proposito puro. Icor de un amigo, icor de un contrario, un alma negra como noche insondable, pues en la oscuridad se halla el almario do surcan las animas lo inescrutable. El hechizo es familiar; oh, si, muy familiar. Nuestro favorito. Ella nos deja leerlo a menudo. El grimorio. La pagina. El hechizo. Nuestros dedos repasan cada trazo de pluma, cada letra difuminada, y cosquillean con una promesa. La promesa de que jamas estaremos solos, y les creemos. Le creemos a ella. Porque no estamos solos, nunca estamos solos, y los ratones viven en nidos con cientos de otros ratones, con muchisimos ratones. Se refugian todos juntos para cuidar de sus crias, de sus hijos, y encuentran recovecos calientes y secos con mucha comida y magia. Encuentran rincones sin enfermedad, sin muerte. Nuestros dedos se enroscan en torno al pergamino y dejan nuevas huellas. Muerte. Muerte, muerte, muerte, nuestra amiga y enemiga, irremediablemente nos llega a todos. Excepto a mi. Los muertos han de olvidar. Cuidado con suenos que impidan dormir. Ahora desgarramos el papel, lo rompemos en pedazos. En trocitos minusculos. Se desperdigan como ceniza en la nieve. Como los recuerdos. Los ratones se refugian todos juntos, si; se mantienen a salvo y calientes los unos a los otros, pero cuando una cria de la camada enferma, los ratones se la comen. Oh, si. Se la zampan entera, enterita, para alimentar a la madre, al nido. El ultimo en nacer siempre esta enfermo. Siempre es pequeno. Devoraremos a la ratoncita enferma, y ella nos alimentara. Ella nos alimentara. Acecharemos a sus amigos, sus amigos (un grunido brota por mi garganta ante la palabra, ante la promesa vacia), y los alimentaremos hasta que esten gordos de afliccion y culpabilidad, de frustracion y miedo. Alla donde vayamos, ellos nos seguiran. Y entonces los devoraremos a ellos tambien. Y cuando devolvamos a la ratoncita enferma a su madre en Chateau le Blanc, cuando su cuerpo se marchite, cuando sangre, su alma se quedara con nosotros para siempre. Ella nos alimentara. Jamas estaremos solos. Capitulo 2 L'enchanteresse Reid La neblina se extendio por el cementerio. Las lapidas, viejas y agrietadas, con sus nombres borrados hace mucho por los elementos, alanceaban el cielo desde donde estabamos, sobre el borde del acantilado. Incluso el mar en lo bajo estaba silencioso. En esta inquietante luz previa al amanecer, por fin comprendi la expresion silencioso como una tumba. Coco se paso una mano por los ojos cansados antes de senalar hacia la iglesia mas alla de la neblina. Pequena. De madera. Parte del tejado se habia venido abajo. No se veia luz alguna a traves de las ventanas de la rectoria. --Parece abandonada. --?Y si no lo esta? --Beau resoplo mientras sacudia la cabeza, pero se paro con un bostezo--. Es una iglesia y nuestras caras estan pegadas por todo Belterra. Incluso un parroco rural nos reconocera. --Muy bien. --Su voz cansada llevaba menos mordiente de lo que seguramente pretendia--. Duerme fuera con el perro. Todos a la vez, nos giramos para mirar el espectral perro blanco que nos seguia. Habia aparecido a las afueras de Cesarine, justo antes de que decidieramos bordear la costa en lugar de ir por la carretera. Todos habiamos visto lo suficiente de La Foret des Yeux para una eternidad. Durante dias, el perro nos habia seguido, sin acercarse nunca tanto como para que lo tocaramos. Receloso, confuso, los matagots habian desaparecido poco despues de su aparicion. No habian vuelto. Tal vez el perro fuese un espiritu atormentado el mismo, un nuevo tipo de matagot. Tal vez fuese solo un mal presagio. Tal vez fuera por eso que Lou todavia no lo habia bautizado. La criatura nos miro, sus ojos eran un toque fantasmal sobre mi cara. Aprete la mano de Lou con mas fuerza. --Llevamos toda la noche andando. Nadie nos buscara dentro de una iglesia. Es tan buen sitio como cualquier otro para escondernos. Si no esta abandonada --segui hablando a pesar de que Beau habia empezado a interrumpir-- nos marcharemos antes de que nos vea nadie, ?de acuerdo? Lou le sonrio a Beau, con la boca muy abierta. Tan abierta que casi pude contar todos sus dientes. --?Tienes miedo? --Despues de los tuneles --le dijo, tras lanzarle una mirada dubitativa--, tu tambien deberias tenerlo. La sonrisa de Lou desaparecio, y se noto como Coco se ponia tensa y apartaba la mirada. La tension enderezo mi propia columna. Sin embargo, Lou no dijo nada mas; se limito a soltar mi mano y dirigirse hacia la puerta de la iglesia. Giro el picaporte. --Abierta. Sin decir una palabra, Coco y yo la seguimos a traves del umbral. Beau se reunio con nosotras en el vestibulo un momento despues, mientras estudiaba la sala en penumbra con una suspicacia clara. Una gruesa capa de polvo cubria los candelabros. La cera que habia goteado hasta el suelo de madera se habia endurecido entre las hojas muertas y demas restos. Nos llego una corriente de aire desde el santuario un poco mas alla. Sabia a salmuera. A descomposicion. --Joder, este lugar esta encantado --susurro Beau. --Ese lenguaje. --Frunci el ceno en su direccion y entre en el santuario. Se me comprimio el pecho al ver los bancos destartalados. Las paginas rotas de los himnarios amontonadas en un rincon para pudrirse--. Esto fue un lugar sagrado en el pasado. --No esta encantado. --La voz de Lou resono con eco en el silencio. Se detuvo detras de mi para levantar la vista hacia la vidriera. La cara suave de santa Magdalena le devolvio la mirada. Era la santa mas joven de Belterra; habia sido venerada por la iglesia por regalarle a un hombre un anillo bendecido, por el cual su negligente esposa habia vuelto a enamorarse de el y se habia negado a separarse de su lado, incluso cuando su marido se embarco en un peligroso viaje por el mar. Se habia adentrado detras de el en las olas y se habia ahogado. Solo las lagrimas de Magdalena pudieron resucitarla--. Los espiritus no pueden vivir en suelo consagrado. --?Como sabes eso? --pregunto Beau, con el ceno fruncido. --?Como es que no lo sabes tu? --replico Lou. --Deberiamos descansar. --Pase un brazo en torno a los hombros de Lou y la conduje hasta un banco cercano. Estaba mas palida de lo habitual, con oscuras sombras bajo los ojos y el pelo enredado y despeinado por el viento despues de varios dias de duro viaje. Mas de una vez, cuando ella creia que no la estaba mirando, habia visto convulsionarse todo su cuerpo, como si luchara contra alguna enfermedad. No me sorprenderia. Habia sufrido mucho. Todos lo habiamos hecho--. Los aldeanos se despertaran pronto. Investigaran cualquier ruido extrano. Coco se instalo sobre un banco, cerro los ojos y se echo la capucha de la capa por encima de la cabeza. Para no vernos. --Alguien deberia montar guardia. Aunque abri la boca para ofrecerme a hacerlo, Lou me interrumpio. --Lo hare yo. --No. --Negue con la cabeza, incapaz de recordar la ultima vez que Lou habia dormido. Notaba su piel fria y pegajosa contra la mia. Si de verdad estaba luchando contra alguna enfermedad, necesitaba descansar--. Duerme tu. Yo vigilo. Un sonido reverbero muy profundo en su cuello mientras ponia una mano sobre mi mejilla. Su pulgar rozo mis labios, se demoro ahi un poco. Igual que sus ojos. --Preferiria mil veces vigilarte a ti. ?Que veria en tus suenos, Chass? ?Que oiria en tus...? --Ire a ver si hay comida en la despensa --musito Beau. Paso por nuestro lado de mal modo y miro atras para lanzarle a Lou una mirada de asco. Mi estomago gruno mientras lo veia marchar. Trague saliva e ignore la punzada de hambre. La repentina y desagradable presion en mi pecho. Con suavidad, retire la mano de Lou de mi mejilla y me quite el abrigo para darselo a ella. --Vete a dormir, Lou. Te despertare al atardecer y podremos... --las palabras quemaron mi garganta--... podremos continuar. Hacia el Chateau. Hacia Morgane. Hacia una muerte segura. Lou habia dejado bien claro que iria al Chateau le Blanc, la acompanaramos o no. A pesar de mis protestas, a pesar de recordarle por que buscabamos aliados para empezar, por que los necesitabamos, Lou seguia afirmando que podia manejar a Morgane ella sola. Ya oisteis a Claud. Afirmaba que esta vez no dudaria. Ella ya no puede tocarme. Afirmaba que reduciria su hogar ancestral a cenizas, junto con toda su familia. Construiremos uno nuevo. ?Un nuevo que?, habia preguntado yo con recelo. Un nuevo todo. Jamas la habia visto actuar con una intensidad tan decidida. No. Obsesiva. La mayoria de los dias, un brillo feroz iluminaba sus ojos, una especie de hambre salvaje, pero en otros, no los tocaba ninguna luz en absoluto. Esos dias eran muchisimo peores. Se dedicaba a observar el mundo con una expresion aturdida, y se negaba a reconocerme a mi o a mis debiles intentos de consolarla. Habia solo una persona que podia hacer eso. Y el ya no estaba. Ahora tiro de mi para tumbarme a su lado, mientras me acariciaba el cuello casi sin pensar. Sus dedos frios hicieron que un escalofrio bajara correteando por mi columna y senti un repentino deseo de apartarme. Hice caso omiso. La sala se sumio en un silencio denso y pesado, excepto por los grunidos de mi estomago. El hambre era una companera constante esos dias; ya ni siquiera recordaba la ultima vez que habia comido hasta saciarme. ?Con Troupe de Fortune? ?En el Hueco? Al otro lado del pasillo, la respiracion de Coco se hizo poco a poco mas regular. Me concentre en el sonido, en las vigas del techo, mas que en la piel gelida de Lou o en el dolor en mi pecho. No obstante, pocos segundos despues, unos gritos brotaron de la despensa y la puerta del santuario se abrio de par en par. Beau salio disparado y paso como una exhalacion hasta mas alla del pulpito. --!Retirada! --Gesticulo como loco hacia la salida mientras yo me levantaba de un salto--. !Hora de irnos! Ahora mismo, ahora mismo, vamonos... --!Alto! --Un hombre encorvado con las vestiduras de un cura irrumpio en el santuario con un cucharon de madera en la mano. De el goteaba estofado amarillento. Como si Beau hubiese interrumpido su almuerzo de media manana. Los trocitos de verduras desperdigados por la barba canosa y descuidada que ocultaba la mayor parte de su cara confirmaron mis sospechas--. He dicho que vuelvas aqui... Freno en seco y derrapo hasta pararse cuando nos vio al resto. Por instinto, me gire para esconder la cara entre las sombras. Lou se echo la capucha por encima de su pelo blanco y Coco se puso en pie, preparada para salir corriendo. Pero ya era demasiado tarde. Una chispa de reconocimiento ilumino sus ojos oscuros. --Reid Diggory. --Me miro de arriba abajo, luego detras de mi--. Louise le Blanc. --Incapaz de reprimirse, Beau se aclaro la garganta desde el vestibulo y el cura lo miro unos instantes antes de soltar una risita burlona y sacudir la cabeza--. Si, tambien se quien eres tu, chico. Y tu -- anadio en direccion a Coco, cuya capucha todavia ocultaba su rostro entre las sombras. Como habia prometido, Jean Luc habia anadido su cartel de <> al lado de los nuestros. Los ojos del cura se entornaron al percatarse de la daga que habia desenvainado--. Guarda eso antes de que te hagas dano. --Sentimos haber entrado aqui sin permiso. --Levante las manos en ademan de suplica, mientras fulminaba a Coco con la mirada a modo de advertencia. Sali al pasillo con disimulo, y empece a dirigirme poco a poco hacia la salida. Detras de mi, Lou hizo lo mismo--. No pretendiamos causar ningun dano. El cura solto un bufido desdenoso, pero bajo el cucharon. --Os habeis colado en mi casa. --Es una iglesia. --La apatia resto enfasis a la voz de Coco, que dejo caer la mano como si de repente no fuese capaz de soportar el peso de la daga--. No una residencia privada. Y la puerta no estaba cerrada con llave. --Tal vez para tentarnos --sugirio Lou con un placer inesperado. Con la cabeza ladeada, contemplo al cura fascinada--. Como una arana con su tela. El ceno del cura se fruncio ante el abrupto cambio de tema, al igual que el mio. La voz de Beau reflejo nuestra confusion. --?Que? --En las zonas mas oscuras del bosque --explico Lou, arqueando una ceja--, vive una arana que caza otras aranas. L'Enchanteresse, la llamamos. La hechicera. ?No es asi, Coco? --Coco no respondio, y Lou continuo hablando con decision--. L'Enchanteresse se cuela en las telaranas de sus enemigos, tironea de sus hebras de seda y les hace creer que han atrapado a una presa. Cuando las aranas llegan para darse el festin, la hechicera ataca, envenenandolos despacio con su veneno singular. Los saborea durante dias. De hecho, es una de las pocas criaturas del reino animal que disfruta infligiendo dolor. La miramos todos con cara de pasmo. Incluso Coco. --Eso es perturbador --comento Beau al cabo de unos instantes. --Es inteligente. --No. --Beau hizo una mueca, la cara contorsionada--. Es canibalismo. --Necesitabamos un sitio donde refugiarnos --intervine yo, con la voz un poco demasiado alta. Demasiado desesperada. El cura, que habia estado observando como renian con una expresion de desconcierto, se giro hacia mi--. No sabiamos que la iglesia estaba ocupada. Nos marcharemos de inmediato. El hombre continuo mirandonos en silencio, el labio un poco retraido. El oro broto ante mi en respuesta. Buscaba. Tanteaba. Protegia. Hice caso omiso de su pregunta silenciosa. No necesitaria magia ahi. El cura blandia solo una cuchara. Aunque hubiese llevado una espada, las arrugas de su cara indicaban que era mayor. Anoso. A pesar de su altura, el tiempo parecia haber marchitado su musculatura y haber dejado a un anciano enclenque y larguirucho a su paso. Podiamos escapar de el sin problema. Agarre la mano de Lou para estar preparados, lance un rapido vistazo a Coco y a Beau. Los dos asintieron una vez a modo de confirmacion.