Rocio Duran Bollo - TODOS SUS LIBROS
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Titeres con cabeza de Rocio Duran Bollo
https://gigalibros.com/titeres-con-cabeza.htmlViernes, 24 de diciembre de 2004 Ricardo Gabarra, tumbado bocabajo sobre el suelo, junto al quitamiedos de la carretera mas transitada de las afueras de Madrid, respiraba despacio e intentaba recuperar la calma, mientras se juraba a si mismo no volver a disparar a un hombre. Lo peor ya habia pasado y estaba vivo. Era libre. Jamas habia vivido esa sensacion antes. Era una mezcla de felicidad, triunfo y miedo que le impedia hasta pensar. No sabia que esos sentimientos fueran la expresion de la libertad, o al menos no era asi como los recordaba de cuando era un hombre libre, siete anos atras, antes de que la prision acabase con cualquier minimo atisbo de esperanza. La carretera aun podia verse sin demasiada dificultad, pero pronto se convertiria en unas lineas reflectantes sobre un fondo negro. Levanto la mirada. Con mucho esfuerzo alcanzo a ver un panel de esos que anuncian los pormenores del trafico, en el que se leia una advertencia: <
>; una fecha: <<24 de diciembre de 2004>>; y un deseo: < >. Despues de leerlo se quedo paralizado un instante al darse cuenta de como un simple panel destinado a otras personas y a otros fines resumia tan bien su situacion: el peligro, que desde luego existia; la lluvia, que en unos minutos habia provocado que el frio se pegase a su cuerpo y que la humedad penetrase hasta lo mas profundo de su ser; y, quiza lo peor, que ese deseo era lo mas cerca que iba a estar de la felicidad en esas Navidades. Sacudio la cabeza. Sabia que aun no podia relajarse y mucho menos permitir que su mente le jugara malas pasadas, aunque la ansiedad, el terror sufrido por lo que acababa de ocurrir y una mezcla de sensaciones que luchaban sin tregua dentro de el y que daban paso al cansancio, comenzaban a invadirle. Aparto por un instante los ojos del asfalto que observaba entre la maleza, apoyo la frente en un monton de tierra que asomaba entre los hierbajos aplastados por el peso de su cuerpo y volvio a respirar. Necesitaba ser otra persona, tener una nueva identidad... otra vez. Pero esta seria la ultima: o lo lograba o se dejaria atrapar, asesinar, o lo que fuera que quisieran hacerle. No podia seguir huyendo. Estaba demasiado cansado y se sentia demasiado mayor. Ademas, habia abandonado toda idea relativa a reencontrarse con su mujer, que era el motor que habia guiado sus pasos hasta ese momento; ella no lo merecia. Tantos anos pensando que estaba muerto, todos esos suenos frustrados e imposibles de recuperar. Por no hablar de las heridas. Miles de heridas forjadas con el paso del tiempo que no cicatrizarian jamas. < >, penso mientras una ligera sonrisa se dibujaba en sus frios y agrietados labios. Queria descansar unos minutos mas, pero era consciente de que debia estar alerta. Se enderezo con cuidado para buscar un coche que creyo haber oido acercarse. Fue entonces cuando la vio. No estaria a mas de cien metros de distancia y apenas se distinguia pese a su fondo blanco: la corona real sobre el haz de lictores entrelazado con el hacha y una espada rendida. < >, recordo, y se quedo quieto, abandonado a su destino. Al menos esperaba que realmente fueran los buenos. --Ni se te ocurra moverte. Una sola estupidez y eres hombre muerto. El acero que sintio en la nuca lo convencio. Lunes, 12 de abril de 2004 Ana --Hola, guapa --dijo el hombre--. ?Como te llamas? La pequena miraba a aquel hombre intentando adivinar por que la saludaba a ella. Sus labios apretados no parecia que fuesen a abrirse para pronunciar palabra alguna desde el asiento trasero de ese Volvo XC90 detenido en la calle Eloy Gonzalo, frente a la panaderia Orio, donde se encontraba sentada. --?No me vas a decir nada? ?Cuantos anos tienes? El silencio de la nina incomodo al hombre, pero no se dio por vencido. --El se llama Aki y solo tiene seis meses. --Le enseno un gatito negro, con la punta de la cola blanca, que escondia bajo el abrigo. El rostro de la pequena se ilumino. --Me llamo Ana y tengo siete anos. ?El gatito es tuyo? --Si. El gatito es mio. ?Donde esta tu mama? --Ha entrado un momento a comprar el pan. --Ah, vaya, el pan. ?Y te ha dejado aqui solita? --Me dijo que tardaria un minuto. --La nina hablaba con seguridad mientras acercaba a la ventanilla una muneca vestida de color rosa y con unos tirabuzones de ese rubio blanco y brillante que les suelen poner--. Y no estoy sola, estoy con Pepilla. --!Que bien! --El hombre sonrio de forma exagerada--. ?Y crees que a Pepilla le gustaria jugar con Aki? La nina dudo. Agarro mas fuerte a la muneca y la apreto contra su pecho. Desde donde se encontraba podia ver la panaderia aunque no a su madre, por mucho que estirara la cabeza. Segun se movia, sus pequenos rizos negros se balanceaban y sus enormes ojos oscuros se abrian mas y mas, buscandola. --Vale --dijo mientras se quitaba el cinturon y tiraba de la palanca de la puerta--. Pero quiero coger yo al gatito. --Claro, princesa, no te preocupes. La nina dio un salto para bajar del coche. Tardo mas de lo esperado porque se distrajo un segundo mirando al frente al escuchar que las campanas de la parroquia de Santa Teresa y Santa Isabel comenzaban a sonar. El hombre aguardaba con impaciencia, vigilando la panaderia y, a la vez, a la pequena. Cuando sono la segunda campanada, a la nina aun no le habia dado tiempo a posar ambos pies sobre el suelo. El hombre lanzo el gato contra la pared y, con sus dos enormes manos, agarro a la cria, le tapo los ojos y la boca, y la llevo en volandas hasta el maletero del coche aparcado detras del Volvo. El sonido de la ultima campanada coincidio con el ruido que hizo la bailarina azul de la pequena al impactar contra el suelo. Capitulo 1 Miercoles, 6 de octubre de 2004 El rostro vendado y la piel fria, mojada e inerte de una nina junto a un gato negro muerto fue la imagen que, con un sobresalto, desperto a Laura a las dos de la manana. Tras el desconcierto inicial, se incorporo y se seco las gotas de sudor que perlaban su frente. No estaba segura de saber donde se encontraba. Miro a su alrededor pero no consiguio reconocer lo que veia. Cerro los ojos de nuevo y respiro hondo con el unico deseo de que, al volver a abrirlos, la muerte se hubiese alejado de su mente. Las pesadillas habian vuelto despues de tanto tiempo. Ya casi habia olvidado esa sensacion de miedo e impotencia que tanto sufrimiento le habia causado anos atras. Le resultaba curioso como la mente era capaz de olvidar y de recordar con la misma facilidad. Por fin se atrevio y despego los parpados. Sus ojos se encontraron sin querer con el espejo sobre su comoda que solia darle los buenos dias, y la imagen que reflejo le hizo sentirse vacia. Se volvio a tumbar en la cama. El sol se colaba por las rendijas de la persiana y mostraba con sus reflejos los colores del arco iris en los sitios mas insospechados, como en su mano, y decidio jugar a agarrarlos entre los dedos mientras meditaba y respiraba para tranquilizarse. < >, penso. Lo malo de esa pesadilla en concreto era que ya formaba parte de su vida y, por desgracia, tenia gran semejanza con el mundo real. < >. Se lo habian aconsejado una y otra vez, y ella se lo repetia casi a diario, pero no lo lograba. Ese caso, esa nina, ese hombre... la estaban poniendo a prueba. No era la primera vez que le ocurria. Habia trabajado en muchos asuntos que la habian llevado hasta el limite, pero nunca se habia planteado abandonar. Y ahora, cuando creia que la experiencia y la frialdad por fin la acompanaban, sentia que por primera vez en toda su carrera estaba a punto de darse por vencida. Pero no debia, no podia. A veces sentia como si tuviera una deuda con los muertos que podria saldar con esta nina. Como si todos los asesinatos a los que se habia tenido que enfrentar y que no habia sido capaz de resolver se hubiesen reencarnado en este, lo que no dejaba de ser algo absurdo y obsesivo. ?Acaso los muertos daban segundas oportunidades? Decidio levantarse y sentarse frente al ordenador. Escribio en un buscador las palabras clave: < >, < >, < >, pero todo lo que aparecia eran muertes de pequenas a manos de sus familiares, muchas veces un padre despechado que lo que queria era vengarse de la madre o, si no, depredadores sexuales. En muchas ocasiones pertenecientes al entorno de la menor; en otras, las menos, simples desconocidos que las pequenas habian tenido la inmensa mala suerte de cruzarse. Laura sabia que cuando empezaba a sonar con sus asuntos la cosa era grave y que no dejaria de hacerlo hasta el final: con la sentencia condenatoria. Lo extrano era que las pesadillas solian llegar con los crimenes sin culpable o con un sospechoso contra el que aun no habia suficientes pruebas; incluso en los supuestos en los que, pese a haber culpable y pruebas, el juicio se presumia complicado. Nada de eso ocurria en este asunto: aqui habia un asesino confeso que llevaba cerca de seis meses en prision provisional a la espera de juicio. Jaime Andradas tamborileaba con sus dedos sobre la mesa de nogal del despacho del jefe de la seccion IV de la Unidad de Droga y Crimen Organizado, Joaquin Gutierrez, mientras este le dedicaba una mirada escrutadora. Su companero se retrasaba, no era nada extrano, pero si dificil de disculpar una y otra vez. --Llevamos mas de veinte minutos esperando a Olivares. ?Donde demonios se ha metido? -- pregunto Gutierrez aflojandose el nudo de la corbata. --Lo he llamado al movil pero no me lo coge. Quiza este conduciendo. Estoy convencido de que estara a punto de entrar por la puerta --respondio Jaime sin levantar la vista de la antigua mesa y sin dejar de golpear sus dedos contra ella. Rodrigo Olivares, oficial del Cuerpo Nacional de Policia, llevaba cinco anos destinado en la UDYCO central. En concreto en el grupo 41, dedicado a cocainicos, integrado en la seccion IV. Bajito, con el pelo recogido en una coleta y con un tatuaje en el antebrazo derecho --en el que con letras antiguas, grandes y negras podia leerse non omnis moriar--, se movia por todo el territorio nacional segun la femina de turno. Era capaz de organizar un viaje a Las Palmas un fin de semana, el miercoles siguiente pasar el dia en Valencia, y el jueves llegar a un juzgado de Madrid a declarar en cualquier juicio en el que hubiese sido citado como testigo. Jaime no sabia como lo conseguia. Ese rasgo de su personalidad despertaba tanto recelo en el resto de los agentes de la unidad como admiracion en su companero. Pero eso a veces le hacia perder la nocion del tiempo, y no siempre en el mejor momento