• Los motivos del Lobo de Liliana Escliar

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    Dos anos atras, el fue el senuelo. La noche anterior, Daniel Parodi y su hija se habian desvelado con la noticia de la caida de un meteorito gigante en una ciudad impronunciable de Rusia, algo que segun los entendidos confirmaba el inminente fin del mundo. Zoe tenia diecisiete anos y una pasion morbosa por ese tipo de noticias. Creia en los fenomenos paranormales, los ovnis, la existencia de una conspiracion universal y el Apocalipsis, queria estudiar la carrera de Letras y en las ultimas semanas se habia <> al veganismo, una forma de vegetarianismo extremo que a Daniel, carnivoro consecuente, le parecia una aberracion. Sin embargo ahi estaba, insomne a las cinco de la manana frente a la heladera abierta llena de tofu, hamburguesas de lenteja y brotes de soja. Desde la muerte de Patricia --siete meses atras la habian empujado a las vias del tren para arrebatarle la cartera-- que Parodi no podia dormir. El, criminologo, jefe del laboratorio de investigacion forense de la Policia, no habia podido cazar al raterito que habia matado a su mujer. Habia hecho que Fabian, ese prodigio de las computadoras de solo veintidos anos, un adolescente lleno de granos y complejos que se le quedo pegado del curso de criminologia que dicto cinco anos atras y es como un hijo, destripara cuadro a cuadro el video de seguridad de la estacion de Belgrano. Habia visto las imagenes tantas veces, que podia recordar la secuencia sin errores: Patricia en el extremo del anden que va a Retiro ve aproximarse el tren hacia el paso a nivel de Juramento, mira la hora y despues hacia atras, como si esperara a alguien. En ese momento, una persona --?un hombre joven?-- entra en la imagen, le arrebata la cartera y Patricia cae hacia las vias boca arriba, como quien se tira en un colchon de agua. A las siete y media, todavia sin dormir, se lavo la cara y los dientes sin mirarse al espejo y fue a llevarle a Zoe el desayuno a la cama. Siempre lo habia hecho para <> y despues de la muerte de Patricia lo habia seguido haciendo para su hija. Para mimarla y, tambien, porque sin ese ritual no tendria por que ni para quien levantarse. La manana del dia que iba a morir, Zoe se desperto feliz. Iba a anotarse en la facultad. Cuando salio del cuarto, Daniel la miro y fue como cuando la veia jugar: se habia vestido y actuaba una urgencia eficiente <>. Habia desmontado todos los gestos de nena, como quien saca las munecas de los estantes. Le ofrecio llevarla pero no, claro que no. En cambio, le dio las llaves del auto e imposto, el tambien, el rol de viejo canchero y despreocupado que nunca habia sido. Hacia calor y se habia quedado dormido en el sillon, arrullado por el ruido del ventilador de techo mientras esperaba a Zoe. Desperto con el filo de un cuchillo en la garganta. Podia ver las gotas de sudor y sentir el olor de la transpiracion de su verdugo, ridiculamente enmascarado --penso-- como un ninja criollo. Daniel repaso mentalmente todos los movimientos que deberia hacer para llegar a la cocina, al estante donde guardaba su arma, pero no conto con que tenia quince kilos de mas y todos en la panza. Cuando intento incorporarse, el ninja lo noqueo de un golpe en la sien. Lo que siguio en esas horas que parecieron dias fue una rutina de tortura meticulosa en la que Parodi no tuvo, no pudo tener, ni siquiera la posibilidad de descontar el marcador con una trompada. El hombre no hablaba, no decia quien lo habia mandado ni por que. Lo habia atado por las munecas con una soga que despues izo hasta dejarlo colgado. Parodi estaba molido a golpes, apenas podia abrir los ojos, que empezaban a hincharse; la lengua era un pez globo contra la mordaza. El ninja lo habia pateado, escupido, cortado y a el lo unico que se le ocurria pensar era que asi colgado seguro parecia una pinata. No iba a matarlo. Nadie se cubre la cara para matar. Parodi tomo nota del tatuaje que asomaba del antebrazo de su torturador --algo asi como una esvastica deformada-- y penso que era cuestion de aguantar hasta que terminara. No habia entendido nada. Horas mas tarde, cuando Zoe entro y lo vio colgado de la viga como una pinata, el entendio que ya no habria tiempo para nada y que era --iba a ser-- victima por efecto transitivo: un <> inapelable como un balazo en la cabeza. El verdugo lo habia molido a palos y ahora esperaba justo eso: que Zoe entrara asi como entro, liviana y sin presentimientos. Que abriera esos ojos verdes que tenia, desorbitados de sorpresa y de miedo. Que lo mirara a el: --Papa, que pasa... ?Cuanta desesperacion entra en un segundo? Parodi quiso gritar <>, pero no pudo nada. La mordaza le anudaba la lengua y fue un segundo, o tal vez menos: su hija giro la cabeza y a lo mejor, ojala, no llego a ver como brillo el filo antes de cercenarle el cuello. Zoe se inclino hacia el como un muneco oscilante, los pies firmes en el piso, y golpeo con la frente la panza de Parodi. Cuando cayo --y Parodi juraria que pudo oir como crujia la frente de su hija contra el piso-- el verdugo saludo con una inclinacion de cabeza y salio tarareando: raton que te atrapa el gato/ raton que te va a atrapar/ raton que si no te atrapa/ manana te atrapara. Lo que siguio fue el derrumbe, una demolicion dia tras dia y piedra tras piedra de todo lo que alguna vez el fue o tuvo, que es lo mismo. Estuvo internado tres semanas en un limbo de morfina. El ninja le habia quebrado los dos brazos, la nariz y un par de costillas. Tenia un pulmon perforado, la cara reventada y varios dientes menos. Lo habia destrozado a conciencia, cuidadosamente, para romperlo sin matarlo, pero a el le dolia otro dolor. Era --intento explicarle a Ernesto-- como si le hubieran sacado toda la piel y estuviera cayendo en un pozo interminable y tan estrecho, que su cuerpo en carne viva raspara contra las paredes mientras caia. Ernesto, el viejo, no se movio de al lado de la cama en los veintitres dias. Se habia retirado de la Policia <>, en el 76, y desde entonces mal llevaba una libreria especializada en espias, detectives y buenos autores en general, sin best sellers ni novedades. Todo un exito. Era lo mas parecido a un padre desde que los de Daniel murieron en un accidente en la ruta 2 volviendo de Coronel Vidal, treinta anos atras. A Martin Parodi, que tambien se habia retirado de la Policia, se le habia metido en la cabeza que era un buen negocio criar conejos. Los habian chocado de atras y el Valiant en el que viajaban se despisto y dio tres vueltas antes de terminar con las ruedas girando en el aire. Nunca encontraron al culpable ni a los conejos. Cuando Parodi salio del hospital no tenia a quien llevarle el desayuno a la cama ni por que levantarse. O vestirse, o trabajar, o seguir vivo. Ernesto fue con el al departamento. Olia a cloro. Los de limpieza de escenas habian hecho un buen trabajo pero, aun asi, la sangre de Zoe habia dejado vetas negras en la madera del living. Daniel miraba el parquet descolorido desde la puerta, sin entrar. Estaba encogido, como si tuviera que agacharse para pasar por el marco. --No puedo. Era la casa que habian comprado con Patricia. Ahi habian comido su primera cena de casados, un picnic de pizza en caja de carton porque no tenian ni muebles, ni platos, ni cubiertos. Ahi habia llevado a su beba recien nacida y se habia desvelado con la primera fiebre. Ahi habia vuelto despues de enterrar a su mujer, pero ya no. No podia volver a vivir ahi. El viejo no insistio. Dijo <> y amontono en dos bolsos la ropa de Parodi. Cuando termino, cerro la puerta y podria haber tirado las llaves por la ventana. Daniel no volvio nunca mas. Meses mas tarde, cuando terminaron los tramites de sucesion, acepto la primera oferta que le hicieron y malvendio el departamento con muebles y todo. En 2005, la <> --un nombre que, segun el mismo Ernesto admitia, era muy <>-- habia cambiado a <>: un homenaje a la hermosa libreria catalana y un intento, fallido, de atraer mas clientes. Era una construccion de 1900 con piso damero, techos altisimos, una enorme mesa central donde se apilaban <> y estanterias en todas las paredes. En una de ellas, un riel sostenia la escalera con ruedas para desplazarse por los estantes superiores <>, decia, orgulloso, el viejo. Aunque la pelicula, con un Fred Astaire demasiado viejo para la librera Audrey Hepburn, decia tambien, era <>.