• La favorita de Kiera Cass

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    Me subi un poco los tirantes del vestido, para cubrirme los hombros. Carter estaba callado; su silencio me provocaba mas escalofrios que la falta de calefaccion en las celdas de palacio. Habia sido horrible oir sus grunidos de dolor mientras los guardias le golpeaban una y otra vez, pero al menos entonces sabia que respiraba. Estremecida, encogi las piernas y acerque las rodillas al pecho. Otra lagrima me cayo por la mejilla, y lo agradeci, aunque solo fuera por la calidez del liquido sobre la piel. Lo sabiamos. Sabiamos que podia acabar asi. Y, aun asi, nos habiamos visto. Era inevitable. Me pregunte como moririamos. ?Ahorcados? ?De un tiro? ?O quizas algo mucho mas elaborado y doloroso? No pude evitar desear que el silencio de Carter significara que ya habia muerto. O, por lo menos, que fuera el quien muriera primero. Antes que permitir que su ultimo recuerdo fuera mi muerte, preferiria que fuera su fallecimiento lo ultimo que recordara yo. En aquel mismo momento, solos, en aquella celda, lo unico que deseaba era que cesara su dolor. Algo se movio en el pasillo, y el corazon se me acelero. ?Habia llegado el momento? ?Era el fin? Cerre los ojos, intentando contener las lagrimas. ?Como habia ocurrido todo? ?Como habia pasado de ser una de las candidatas mas queridas de la Seleccion a la sentencia por traicion, a estar alli encerrada, a la espera de mi castigo? Oh, Carter... Carter, ?que hemos hecho? No me tenia por una persona vanidosa. Aun asi, casi cada dia, despues del desayuno, sentia la necesidad de volver a mi habitacion y retocarme el maquillaje antes de dirigirme a la Sala de las Mujeres. Sabia que era una tonteria: Maxon ni siquiera me veria hasta la noche. Y para entonces, por supuesto, ya me habria maquillado de nuevo y habria cambiado de vestido. Tampoco es que tuviera mucho efecto lo que yo pudiera hacer. Maxon se mostraba educado y agradable, pero no me parecia que hubiera entre nosotros una conexion como la que tenia con otras chicas. ?Que tenia yo de malo? Aunque sin duda me lo estaba pasando muy bien en el palacio, tenia la sensacion de que habia algo mas, algo que las otras chicas entendian --bueno, al menos algunas de ellas-- y yo no. Antes de entrar en la Seleccion, me tenia por una chica divertida, guapa y lista. Pero ahora que me encontraba en medio de un punado de chicas cuya mision diaria era la de impresionar a un solo chico, me sentia poca cosa, aburrida e insignificante. Me daba cuenta de que habria tenido que hacer mas caso a mis amigas de casa, que parecian tener prisa por encontrar marido y formar un hogar. Se habian pasado la vida hablando de vestidos, del maquillaje y de los chicos, mientras yo prestaba mas atencion a lo que me ensenaban mis tutores. Tenia la sensacion de haberme perdido alguna clase importante, y ahora me sentia rezagada. No. Era cuestion de no dejar de intentarlo, nada mas. Habia memorizado hasta el ultimo detalle de la clase de historia que nos habia dado Silvia unos dias antes. Incluso habia puesto por escrito algunos conceptos para tenerlos a mano por si se me olvidaba algo. Queria que Maxon pensara que era una chica lista y completa. Tambien queria que pensara que era guapa, asi que tenia la sensacion de que aquellos viajes a mi habitacion eran absolutamente necesarios. ?Como lo haria la reina Amberly? Ella estaba esplendida en todo momento, sin hacer ningun esfuerzo aparente para conseguirlo. Me detuve un momento en las escaleras para mirarme el zapato. Parecia que uno de los tacones se me habia enganchado en la alfombra. No vi nada, asi que segui adelante, impaciente por llegar a la Sala de las Mujeres. Al llegar a la planta baja me eche el cabello atras por encima del hombro y pense si lo que estaba haciendo no tendria un sentido mas profundo. La verdad es que queria ganar. No habia pasado mucho tiempo con Maxon, pero parecia amable, divertido y... --!Ahhh! --El tacon se me engancho con el borde de un escalon y cai aparatosamente sobre el suelo de marmol--. !Auch! --!Senorita! --Levante la vista y vi a un guardia que se acercaba a la carrera--. ?Se encuentra bien? --Estoy bien. No ha sido nada. Solo el golpe... !Y el ridiculo! --No se como pueden caminar con esos zapatos. Es un milagro que no tengan todas algun tobillo roto. Me ofrecio la mano, y se me escapo una risita. --Gracias --dije, echandome el cabello atras y alisandome el vestido. --A su disposicion. ?Esta segura de que no se ha hecho dano? --dijo, mirandome algo nervioso, por si tenia algun corte o magulladura. --Me duele un poco la cadera por el golpe, pero, por lo demas, estoy perfectamente --dije, y era cierto. --Quiza deberia llevarla a la enfermeria, para asegurarnos. --No, de verdad --insisti--. Estoy bien. El suspiro. --?No le importaria hacerme un favor e ir de todos modos? Si estuviera herida y yo no hubiera hecho nada para ayudar, me sentiria fatal. --Me miro con unos ojos azules que resultaban terriblemente convincentes--. Y apuesto a que el principe querria que fuera. Seguramente en aquello tenia razon. --De acuerdo --accedi--. Ire. El sonrio, torciendo minimamente los labios. --Muy bien --dijo, y me cogio en sus brazos. Me quede sin aliento de la sorpresa. --No creo que esto sea necesario --proteste. --No importa --dijo el, y se puso a caminar, asi que ya no podia bajar. --Corrijame si me equivoco, pero usted es la senorita Marlee, ?verdad? --Asi es. No dejaba de sonreir, y yo no pude evitar sonreirle a el. --He estado estudiando los nombres de todas para no equivocarme. Lo cierto es que no creo que fuera el mejor en la instruccion, y no tengo ni idea de como he acabado destinado en palacio. Pero quiero asegurarme de que no se arrepientan de esa decision, asi que al menos intento aprenderme los nombres. De este modo, si alguien necesita algo, sabre de quien estan hablando. Me gustaba su forma de hablar. Era como si contara una historia, aunque solo estuviera hablandome de si mismo. Tenia la voz ligera y se le animaba el rostro al hablar. --Bueno, ya has cumplido con tu deber holgadamente --dije yo, para animarle--. Y no seas tan duro contigo mismo. Estoy seguro de que harias una instruccion excelente, si te destinaron aqui. Tus jefes debieron de ver un gran potencial en ti. --Es usted demasiado amable. ?Quiere recordarme de donde es? --De Kent. --Oh, yo soy de Allens. --?De verdad? Allens estaba justo al este de Kent, al norte de Carolina. En cierto modo, eramos vecinos. --Si, senorita --dijo, asintiendo sin dejar de caminar--. Esta es la primera vez que salgo de mi provincia. Bueno, la segunda, contando la instruccion. --Igual que yo. Me cuesta un poco acostumbrarme al clima. --!A mi tambien! No veo la hora de que llegue el otono, pero no estoy seguro siquiera de que aqui haya otono. --Ya te entiendo. El verano esta muy bien, pero no si dura eternamente. --Exacto --dijo, convencido--. ?Se imagina lo rara que sera la Navidad? --No puede ser lo mismo, sin nieve --respondi yo, con un suspiro. Y estaba convencida de ello. Sonaba con el invierno todo el ano. Era mi estacion favorita. --Desde luego que no --dijo el. No sabia muy bien por que sonreia tanto. Quiza fuera porque la conversacion me resultaba muy natural. Nunca me habia sido facil hablar con un chico. Lo cierto era que no tenia mucha practica, pero era agradable pensar que quiza no fuera tan dificil como pensaba. Al acercarnos a la entrada del hospital freno el paso. --?Te importaria dejarme en el suelo? --le dije--. No quiero que piensen que me he roto una pierna, o algo asi. --En absoluto --contesto el, sonriendo y chasqueando la lengua. Me dejo en el suelo y me abrio la puerta. En el interior habia una enfermera sentada ante una mesa. El guardia hablo por mi: --Lady Marlee se ha caido en el vestibulo y se ha dado un pequeno golpe. Quiza no sea nada, pero queriamos estar seguros. La enfermera se puso en pie, aparentemente contenta de tener algo que hacer. --Oh, Lady Marlee, espero que no sea gran cosa. --No, solo me duele un poco aqui --dije yo, tocandome la cadera. --Le echare un vistazo enseguida. Muchas gracias, guardia. Ya puede volver a su puesto. El guardia saludo agachando la cabeza y se dispuso a marcharse. Justo antes de que la puerta se cerrara, me guino el ojo y me sonrio, y yo me quede alli, sonriendo como una idiota. Las voces del pasillo aumentaron de volumen y me devolvieron al presente: oi los saludos de los guardias solapandose unos a otros, todos diciendo una unica palabra: <>. Maxon estaba ahi. Me levante corriendo y me asome al ventanuco de mi celda justo a tiempo para ver como abrian la puerta de la celda del otro lado del pasillo --la de Carter-- y Maxon entraba, escoltado por otros guardias. Hice un esfuerzo por oir lo que se decia, pero no pude descifrar ni una palabra. Tambien oi algun debil murmullo de respuesta, y supe que era de Carter. Estaba despierto. Y vivo. Suspire y me estremeci al mismo tiempo, y luego volvi a recolocarme los tirantes de tul sobre los hombros. Al cabo de unos minutos, la puerta de la celda de Carter se abrio de nuevo; vi que Maxon se acercaba a mi celda. Los guardias le dejaron entrar y la puerta se cerro tras el. Me miro y se quedo sin aliento. --!Dios Santo! ?Que te han hecho? --dijo, acercandose y desabrochandose la chaqueta al mismo tiempo. --Maxon, lo siento mucho --dije, entre lagrimas. El se quito la chaqueta y me envolvio con ella. --?Te han roto el vestido los guardias? ?Te han hecho dano? --Yo no queria traicionarte. Nunca quise hacerte ningun dano. El levanto las manos y me cogio las mejillas. --Marlee, escuchame. ?Te han pegado los guardias? Negue con la cabeza. --Uno de ellos me arranco las alas del disfraz al empujarme para que entrara en la celda, pero no me han hecho nada mas. Suspiro, evidentemente aliviado. Que buen hombre que era, aun preocupandose por mi bienestar, incluso despues de haber descubierto lo mio con Carter. --Lo siento muchisimo --susurre otra vez. Las manos de Maxon se posaron en mis hombros. --Ahora empiezo a darme cuenta de lo inutil que es resistirse cuando se esta enamorado. Desde luego no te culpo por ello --dijo. Yo le mire y vi la bondad en sus ojos. --Intentamos parar. Te lo prometo. Pero le amo. Me casaria con el manana mismo... si aun siguieramos con vida. Deje caer la cabeza, sollozando incontroladamente. Habria querido comportarme como una dama, aceptar mi castigo con elegancia. Pero me parecia tan injusto... Era como si me lo quitaran todo antes incluso de tener ocasion de disfrutarlo. Maxon me froto la espalda con suavidad. --No vais a morir. Le mire, incredula. --?Que? --No habeis sido sentenciados a muerte. Suspire con fuerza y lo abrace. --!Gracias, gracias! !Muchisimas gracias! !Es mas de lo que nos merecemos! --!Para, para! --dijo, tirandome de los brazos. Di un paso atras, avergonzada por haber reaccionado de un modo tan inapropiado despues de todo lo que habia pasado. --No habeis sido sentenciados a muerte --repitio--, pero, aun asi, se os va a castigar. --Miro al suelo y meneo la cabeza--. Lo siento, Marlee, pero manana os van a azotar en publico --dijo. Parecia que le costaba mirarme a los ojos; si no supiera que aquello era imposible, habria pensado que entendia nuestro dolor--. Lo siento. He intentado evitarlo, pero mi padre insiste en que hay que mantener las apariencias; y como ya han circulado imagenes vuestras por ahi, no puedo hacer nada para hacerle cambiar de opinion. Me aclare la garganta. --?Cuantas veces? --Quince. Creo que la intencion es ser mucho mas duros con Carter que contigo, pero, en cualquier caso, va a ser increiblemente doloroso. Se que hay gente que incluso pierde el conocimiento. Lo siento muchisimo, Marlee. Parecia decepcionado consigo mismo. Yo, en cambio, no podia pensar en nada mas que en su bondad. Levante la cabeza, intentando mostrarme segura de que podria superarlo. --?Vienes a decirme que me devuelves la vida y la del hombre que quiero, y te disculpas? Maxon, no he estado mas agradecida en mi vida. --Van a convertiros en Ochos --dijo--. Todo el mundo lo vera. --Pero Carter y yo estaremos juntos, ?verdad? Asintio. --Entonces, ?que mas puedo pedir? Soportare los azotes, si ese es el precio. Aceptaria tambien los suyos, si fuera posible. Maxon esbozo una sonrisa triste. --Carter me ha suplicado, literalmente, que le dieran a el los tuyos. --No me sorprende --dije, sonriendo yo tambien, mientras los ojos se me llenaban de nuevo de lagrimas, esta vez de felicidad. Maxon meneo la cabeza de nuevo. --Y yo que pensaba que empezaba a entender lo que es estar enamorado, y de pronto os veo a vosotros dos, que quereis asumir el uno el dolor del otro, y me pregunto si he entendido algo. Me cubri mejor con su chaqueta. --Si que lo has entendido. Se que lo has entendido --dije, mirandole a los ojos--. Ella, por otra parte..., puede que necesite tiempo. Esbozo una sonrisa. --Va a echarte de menos. Solia animarme para que saliera mas a tu encuentro. --Solo una amiga de verdad renunciaria a ser princesa en favor de otra persona. Pero yo no estaba hecha para ti, ni para la corona. Ya he encontrado a la persona ideal para mi. --Una vez me dijo algo que nunca olvidare --recordo el, hablando lentamente--: <>. --Tenia razon --dije yo, pasando la mirada por la celda, y nos quedamos en silencio unos momentos--. Tengo miedo. Me abrazo. --Acabara enseguida. Los momentos previos seran lo peor, pero procura pensar en otra cosa mientras hablan. Y yo intentare conseguirte las mejores medicinas, las que usan conmigo, para que te cures mas rapido. Me eche a llorar, abrumada por el miedo, el agradecimiento y mil sensaciones mas. --De momento, intenta dormir todo lo que puedas. Le he dicho a Carter que descanse tambien todo lo que pueda. Eso os ayudara. Asenti, con la cabeza aun apoyada en su hombro, y el me abrazo con fuerza. --?Que ha dicho? ?Esta bien? --Le han golpeado, pero, de momento, esta bien. Me ha pedido que te diga que te quiere y que hagas lo que yo te diga. Suspire, reconfortada por sus palabras. --Siempre estare en deuda contigo. Maxon no respondio. Simplemente me abrazo, hasta que estuve mas tranquila. Por fin me beso en la frente y se giro para marcharse. --Adios --susurre. El me sonrio y dio dos golpes en la puerta. Un guardia le abrio y le acompano a la salida. Yo volvi a mi lugar junto a la pared y encogi las piernas bajo el vestido, usando la chaqueta de Maxon como manta improvisada. Y me deje llevar de nuevo por mis recuerdos...

  • La elite de Kiera Cass

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    No soplaba el aire en Angeles, y me quede un rato alli tendida, inmovil, escuchando el sonido de la respiracion de Maxon. Cada vez era mas dificil pasar con el un momento realmente tranquilo y placido. Intentaba aprovechar al maximo esos ratos, y me alegraba comprobar que cuando el parecia estar mas a gusto era cuando nos encontrabamos a solas. Desde que el numero de chicas de la Seleccion se habia reducido a seis, se mostraba mas ansioso que al principio, cuando eramos treinta y cinco. Me imagine que pensaria que tendria mas tiempo para hacer su eleccion. Y aunque me sentia culpable al pensarlo, sabia que yo era el motivo por el que deseaba ese tiempo de mas. Al principe Maxon, heredero al trono de Illea, le gustaba. Una semana atras me habia confesado que, si yo admitia que sentia lo mismo, sin reservas, acabaria con el concurso. Y a veces yo acariciaba la idea, preguntandome como seria estar con Maxon, sin nadie mas, solo nosotros dos. Sin embargo, el caso era que no era solo mio. Habia otras cinco chicas alli, chicas con las que salia y a las que susurraba al oido, y yo no sabia como tomarme aquello. Y ademas estaba el hecho de que aceptar al principe implicaba asumir tambien una corona, idea que solia pasar por alto, aunque solo fuera porque no estaba segura de que podia significar para mi. Y luego, por supuesto, estaba Aspen. Tecnicamente ya no era mi novio --habia roto conmigo antes incluso de que escogieran mi nombre para la Seleccion--, pero cuando se presento en el palacio como soldado de la guardia, todos los sentimientos que habia intentado borrar invadieron de nuevo mi corazon. Aspen habia sido mi primer amor; cuando le miraba... era suya. Maxon no sabia que Aspen estaba en el palacio, pero si sabia que habia dejado atras una historia con alguien, algo que intentaba superar, y habia accedido a darme tiempo para pasar pagina mientras el intentaba encontrar a otra persona con quien pudiera ser feliz, si es que yo no me decidia. Mientras movia la cabeza, tomando aire justo por encima de mi cabello, me lo plantee: ?como seria querer a Maxon, sin mas? --?Sabes cuanto tiempo hace que no miraba las estrellas? --pregunto. Me acerque un poco mas sobre la manta para protegerme del frio: la noche era fresca. --Ni idea. --Hace unos anos un tutor me hizo estudiar astronomia. Si te fijas, veras que las estrellas, en realidad, tienen colores diferentes. --Espera. ?Quieres decir que la ultima vez que miraste las estrellas fue para estudiarlas? ?Y por diversion? Chasqueo la lengua. --Por diversion... Tendre que hacerle un hueco a eso entre las consultas presupuestarias y las reuniones del Comite de Infraestructuras. Oh, y las de estrategia para la guerra, que, por cierto, se me da fatal. --?Que mas se te da fatal? --pregunte, pasandole la mano por la camisa almidonada. Animado por el contacto, Maxon trazo circulos sobre mi hombro con la mano con la que me rodeaba la espalda. --?Por que quieres saber eso? --respondio, fingiendose importunado. --Porque aun se poquisimo de ti. Y da la impresion de que eres perfecto en todo. Resulta agradable comprobar que no es asi. El se apoyo en un codo y se quedo mirandome. --Tu sabes que no lo soy. --Te acercas bastante --replique. Sentia los pequenos puntos de contacto entre nosotros. Rodillas, brazos, dedos. El sacudio la cabeza y esbozo una sonrisa. --De acuerdo. No se planear guerras. Se me da fatal. Y supongo que seria un cocinero terrible. Nunca he intentado cocinar, asi que... --?Nunca? --Quizas hayas observado el monton de gente que te atiborra de pastelillos a diario, ?no? Pues resulta que a mi tambien me dan de comer. Se me escapo una risita tonta. En mi casa yo ayudaba a preparar casi todas las comidas. --Mas --exigi--. ?Que mas se te da mal? El me agarro y se coloco muy cerca, con un brillo en sus ojos marrones que indicaba que escondian un secreto. --Hace poco he descubierto otra cosa... --Cuentame. --Resulta que se me da terriblemente mal estar lejos de ti. Es un problema muy grave. Sonrei. --?Lo has intentado? El fingio que se lo pensaba. --Bueno..., no. Y no esperes que empiece a hacerlo ahora. Nos reimos sin levantar la voz, agarrados el uno al otro. En aquellos momentos, me resultaba facilisimo imaginarme que el resto de mi vida podia ser asi. El ruido de pisadas sobre la hierba y las hojas secas anunciaba que alguien se acercaba. Aunque nuestra cita era algo completamente aceptable, me senti algo violenta, y ergui la espalda de inmediato, para quedarme sentada sobre la manta. Maxon tambien lo hizo. Un guardia se acercaba a nosotros rodeando el seto. --Alteza --dijo, con una reverencia--. Siento importunarle, senor, pero no es conveniente permanecer aqui fuera tanto tiempo. Los rebeldes podrian... --Comprendido --replico Maxon, con un suspiro--. Entraremos ahora mismo. El guardia nos dejo solos. Maxon se volvio hacia mi: --Otra cosa que se me da mal: estoy perdiendo la paciencia con los rebeldes. Estoy cansado de enfrentarme a ellos. Se puso en pie y me tendio la mano. Se la cogi y observe la frustracion en sus ojos. Los rebeldes nos habian atacado dos veces desde el inicio de la Seleccion: una vez los nortenos (simples perturbadores), y otra vez los surenos (cuyos ataques eran mas letales). Y no tenia mucha experiencia al respecto, pero entendia muy bien que estuviera agotado. Maxon estaba recogiendo la manta y sacudiendola, descontento por que nos hubieran interrumpido de aquel modo. --Eh --dije, llamando su atencion--. Ha sido divertido. El asintio. --No, de verdad --insisti, dando un paso adelante. El cogio la manta con una mano para tener el otro brazo libre y rodearme con el--. Deberiamos repetirlo algun otro dia. Puedes contarme de que color es cada estrella, porque la verdad es que yo no lo veo. --Ojala las cosas fueran mas faciles, mas normales --repuso el, con una sonrisa triste. Me acerque para poder rodearlo con los brazos. Maxon dejo caer la manta para abrazarme. --Siento ser yo quien desvele el secreto, alteza, pero, incluso sin guardias, no tiene usted nada de normal. Relajo algo el gesto, pero seguia serio. --Te gustaria mas si lo fuera. --Se que te resultara dificil de creer, pero a mi me gustas tal como eres. Lo unico que necesito es mas... --Tiempo. Ya se. Y estoy dispuesto a dartelo. Lo que me gustaria saber es si al final querras quedarte conmigo, cuando pase ese tiempo. Aparte la mirada. Eso no podia prometerselo. Habia sopesado lo que significaban Maxon y Aspen para mi, de corazon, una y otra vez, pero no estaba segura... Salvo, quiza, cuando estaba a solas con uno de los dos. En ese momento, estaba tentada de prometerle a Maxon que seguiria a su lado para siempre. Pero no podia. --Maxon --susurre, viendo lo desanimado que parecia al no obtener una respuesta--. Aun no te puedo decir eso. Pero lo que si puedo decirte es que quiero estar aqui. Quiero saber si tenemos... --dije, y me quede cortada, sin saber como plantearlo. --?Posibilidades? Sonrei, contenta al ver lo bien que me entendia. --Si. Quiero saber si tenemos posibilidades de que lo nuestro funcione. El me aparto un mechon de pelo y me lo puso detras del hombro. --Creo que si, que hay muchas posibilidades --contesto, con toda naturalidad. --Estoy de acuerdo, pero, solo... dame tiempo, ?vale? Asintio. Parecia mas contento. Asi era como yo queria que acabara nuestra noche juntos, con cierta esperanza. Bueno, y quizas algo mas. Me mordi el labio y me acerque a Maxon, diciendolo todo con la mirada. Sin dudarlo un segundo, se inclino y me beso. Fue un beso calido y suave. Hizo que me sintiera deseada. De hecho, quise mas. Podria haberme quedado alli horas, pidiendo mas. Sin embargo, Maxon enseguida se echo atras. --Vamonos --dijo, sonriente, tirando de mi en direccion al palacio--. Mas vale que entremos antes de que lleguen los guardias a caballo, con las lanzas en ristre. Cuando me dejo en las escaleras, senti el cansancio de golpe, como si me cayera un muro encima. Practicamente me arrastre hasta la segunda planta, pero, al rodear la esquina para llegar a mi habitacion, de pronto me desperte de nuevo. --!Oh! --exclamo Aspen, sorprendido el tambien al verme--. Debo de ser el peor guardia del mundo; todo este rato he supuesto que estarias dentro de tu habitacion.

  • La traicionada de Kiera Cass

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    Desde el coche de caballos en marcha, mire por encima del hombro y a traves de la ventanilla trasera, como si alguien pudiera seguirme. Pero enseguida me recorde a mi misma que era una idea ridicula; no quedaba nadie en Coroa que pudiera ir tras de mi. Silas --mi marido-- estaba muerto, igual que mis padres. Aun tenia alguna amiga en la corte, pero eran leales al rey Jameson, y ahora aun mas, despues de que lo hubiera dejado plantado la misma noche en que iba a declararseme. En cuanto a Jameson..., al menos daba la impresion de que contaba con su perdon por haberme fugado con un plebeyo, y no un plebeyo cualquiera, sino uno extranjero, nada menos. Delia Grace habia ocupado mi puesto al lado el rey, y yo no tenia ningunas ganas de recuperarlo. Y no habia nadie mas. Aparte de ellos, las unicas personas que me importaban iban en el carruaje, a mi lado. Aun asi, seguia mirando. --Me he pasado la mayor parte de mi vida adulta haciendo eso exactamente --comento lady Eastoffe, mi suegra, apoyando una mano en mi muslo. En el otro banco, delante de nosotras, dormia Scarlet, mi hermanastra. Aunque durmiera, habia algo en su postura que dejaba claro que podria despertarse en una fraccion de segundo, una reaccion que se habia vuelto habitual en ella desde el ataque. Por la ventanilla lateral vi a Etan, que cabalgaba con ese gesto orgulloso e irritante, siempre atento. Escrutaba la fina niebla, y por el modo en que ladeaba constantemente la cabeza estaba claro que escuchaba con atencion, por si percibia alguna senal de peligro. --Espero que despues de este viaje todos podamos dejar de mirar atras constantemente -- comente. Lady Eastoffe (ahora debia llamarla <>) asintio, mirando a Scarlet, muy seria. --Ojala. Cuando lleguemos a casa de los Northcott, tenemos que encontrar el modo de enfrentarnos al rey Quinten. Cuando lo hagamos, las cosas se pondran en su sitio... para bien o para mal. Trague saliva, reflexionando sobre el sentido de aquellas ultimas palabras. Un dia saldriamos del palacio del rey Quinten victoriosos, o no saldriamos nunca. Observe a mi nueva madre: aun me sorprendia que hubiera aceptado un matrimonio que la unia tan estrechamente a un rey tan malvado. Aunque lo cierto era que yo habia hecho lo mismo, casi sin darme cuenta. Los Eastoffe eran descendientes de Jedreck el Grande, el primero de la larga serie de reyes de Isolte. El actual soberano del pais, el rey Quinten, era descendiente del primer hijo varon de Jedrek, pero la primogenita habia sido una mujer. Los Eastoffe eran descendientes del tercer hijo de Jedreck. Solo Etan --que era de la familia Northcott-- podia presumir de un linaje que se remontaba hasta la primogenita de Jedreck, su hija mayor, a la que habian despojado de sus derechos dinasticos a favor del primer varon. Independientemente de como fuera la historia, Quinten veia en todos los Eastoffe y Northcott una amenaza al reinado de su dinastia, que duraria poco, a menos que la salud de su hijo mejorara repentinamente. Yo no lo entendia. No entendia por que parecia decidido a deshacerse --no, a matar-- a todos los hombres con sangre real. El principe Hadrian no era lo que se dice un hombre fuerte, y, cuando al rey Quinten le llegara su hora --como les llega a todos los mortales--, alguien tendria que ocupar el trono. No veia que sentido tenia que estuviera matando a todos los que podian reclamarlo legitimamente. Silas incluido. Asi que ahi estabamos, decididas a hacer lo que fuera necesario para que las muertes de nuestros seres queridos no hubieran sido en vano, y del todo conscientes de que probablemente no lo conseguiriamos. --?Quien va ahi? --grito una voz, perfectamente audible por encima del crujido de las ruedas. Al momento, el coche se detuvo. Scarlet irguio el cuerpo de golpe, y de bajo la falda saco un pequeno cuchillo que yo no sabia que escondia. --Soldados --murmuro Etan--. De Isolte. --Luego se dirigio a ellos alzando la voz--: Buenas tardes. Soy Etan Northcott, soldado de su majestad... --?Northcott? ?Eres tu? Observe que Etan relajaba el gesto y fruncia los parpados, como para ver mejor. De pronto se le veia mucho mas tranquilo. --?Colvin? --dijo el. No hubo respuesta, asi que asumi que seria afirmativa--. Estoy escoltando a mi familia de vuelta a casa, procedentes de Coroa. Ya habras oido lo de mi tio. Estoy acompanando a su viuda y a sus hijas a casa. Se produjo una pausa: evidentemente, el mensaje resultaba confuso para el soldado, que tardo un momento en reaccionar. --?Viuda? ?Me estas diciendo que lord Eastoffe ha muerto? El caballo de Etan se puso algo nervioso, pero el enseguida reacciono y lo mantuvo firme. --Asi es. Y sus hijos. Mi padre me confio que me encargara de traer al resto de la familia a casa. Un silencio incomodo. --Le damos nuestro pesame a tu familia. Os dejaremos pasar, pero tenemos que hacer un control de seguridad. Protocolo. --Si, por supuesto --accedio Etan--. Lo entiendo. El soldado se acerco para examinar nuestro carruaje mientras otro lo rodeaba para mirar los bajos. Por su voz, comprendi que el que nos miraba era el que habia estado hablando con Etan. --Lady Eastoffe --dijo, mirando a Madre--, lamento muchisimo su perdida. --Le agradecemos la consideracion. Y sus servicios --respondio ella. --Las senoras han tenido suerte de haber dado con el mejor regimiento de Isolte --dijo, sacando pecho--. Este camino suele estar plagado de coroanos. Prendieron fuego a un poblado fronterizo hace apenas dos semanas. Si las llegan a encontrar, no se que les habria podido pasar. Trague saliva, baje la mirada y me gire hacia el soldado. Viendo a una dama de mas junto a las de la familia Eastoffe y la direccion de la que veniamos, enseguida ato cabos. Fruncio los parpados y miro a Etan para que se lo confirmara. --La viuda de mi primo Silas --explico el. El soldado meneo la cabeza. --No puedo creerme que Silas nos haya dejado..., ni que se casara --anadio, mirandome de nuevo. Parecia estar ordenando sus pensamientos, asimilando que Silas se hubiera casado con una coroana, algo que le resultaba increible. Como a muchas otras personas. Su gesto, en un principio sentencioso, se transformo en una sonrisa complaciente. --No puedo culparla por querer salir de alli --me dijo, senalando con un gesto de la cabeza el camino que habiamos dejado atras--. No sigo mucho las noticias de Coroa, pero es imposible no estar al tanto de que su rey practicamente se ha vuelto loco. --?Tu crees? --dijo Etan--. Yo diria que ya lo estaba antes. El soldado se rio. --Tienes razon. Pero, segun parece, una joven lo rechazo, y desde entonces no hay quien lo entienda. Se rumorea que destrozo uno de sus mejores barcos a hachazos, ahi mismo, en el rio, a la vista de todos. Tambien se dice que tiene otra amante, aunque no le es fiel en ningun sentido de la palabra. Y he oido que hace unas semanas prendio fuego a su castillo. --Yo he estado ahi --dijo Etan, sin inmutarse--. Desde luego no se ha perdido gran cosa. Tuve que hacer un gran esfuerzo para morderme la lengua. Por mal que estuviera Jameson, nunca habria destruido la obra maestra de la artesania coroana que era el castillo de Keresken. Pero lo que mas me dolia --si es que era cierto-- era que Jameson se estuviera viendo con otras chicas a espaldas de Delia Grace. No podia soportar la idea de que, despues de luchar tanto por conseguir lo que queria, tuviera que admitir que estaba completamente equivocada. El soldado se rio estentoreamente ante la ocurrencia de Etan, pero luego se puso serio. --Con lo impredecible que esta ultimamente, se dice que podria intentar invadirnos. Por eso tenemos que registrar los carruajes, incluso los de las personas de confianza. Jameson esta tan loco que ahora mismo podria hacer cualquier cosa. Senti que me ruborizaba, y me dio mucha rabia. Por supuesto, nada de eso era cierto. Jameson no estaba loco, ni planeaba ninguna invasion, ni nada por el estilo..., pero la mirada desconfiada de aquel hombre me dejo bien claro que era mejor que me guardara aquellos pensamientos para mi sola. Madre me apoyo una mano en la rodilla para tranquilizarme y hablo al guardia por la ventanilla: --Desde luego, lo comprendemos, y les damos las gracias de nuevo a todos ustedes por su trabajo. Los tendre presentes en mis oraciones en cuanto lleguemos a casa. --Esta limpio --dijo el otro soldado desde el lado contrario de la carroza. --Pues claro que lo esta --respondio el primero, en voz alta--. Son los Eastoffe, bobo. -- Meneo la cabeza y se retiro--. !Abrid las barricadas! --les grito a los otros--. Dejadles pasar. !Id con cuidado, Northcott! Etan asintio, y por esta vez no dijo nada. Cuando llegamos a la frontera, observe por la ventanilla y vi a decenas de hombres. Algunos nos saludaban, mostrando respeto, mientras que otros se limitaban a mirar. Temi que alguno de ellos me reconociera como la chica que supuestamente habia vuelto loco a su rey, y que me exigieran salir del carruaje para volver con el. Nadie lo hizo. Habia emprendido aquel viaje voluntariamente. Mas que eso, lo habia deseado. Pero aquel pequeno incidente me hizo darme cuenta de que no solo estaba cruzando una frontera; estaba penetrando en un mundo diferente. --El camino hasta casa no deberia ofrecer mayores dificultades --dijo Etan, cuando dejamos atras a la multitud. Scarlet volvio a meterse entre los pliegues de la falda el pequeno punal que habia escondido entre las manos. Menee la cabeza; ?que pensaba hacer con el exactamente? Madre se acerco y me rodeo los hombros con un brazo. --Un obstaculo menos; quedan muchos otros por delante --bromeo. Y, pese a todo, me rei.

  • El Principe de Kiera Cass

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    La vispera de su cumpleanos, Maxon se da cuenta de que la Seleccion, que le parecia tan estimulante, es ahora muy intimidante. Cuando se confiesa con su amiga de toda la vida Daphne, la princesa francesa, queda sorprendido por su respuesta: ella lleva mucho tiempo enamorada de el y lo que de verdad le gustaria es poder optar a ganarse el corazon del principe, algo que el proceso de la Seleccion hace imposible.
    La agria discusion con Daphne y las acusaciones que esta le hace provocan que Maxon se plantee algunas cuestiones:
    ?Sera verdad que tenia el amor al alcance de la mano y no se dio cuenta? ?Y si no tiene la capacidad de sentir una emocion tan profunda?
    Sin embargo, la noche antes de que la competicion empiece de verdad conocera a America Singer. Le pilla desprevenido la antipatia que la chica parece sentir por el y se toma a broma lo brutalmente sincera que es, pero eso no hace mas que aumentar su curiosidad por ella.
    En El principe, accedemos al corazon de Maxon, vemos su humildad, sus miedos y su humor y habilidad para no tomarse en serio a si mismo al mismo tiempo que empezamos a entender las razones que hacen que se enamore de America.

  • La seleccion de Kiera Cass

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    Cuando llego la carta, mi madre se puso euforica. Ya habia decidido que todos nuestros problemas se habian solucionado, que habian desaparecido para siempre. Pero su plan tenia un gran problema: yo. No creo que fuera una hija particularmente desobediente, pero ahi fue donde dije basta. No queria pertenecer a la realeza. Y no queria ser de los Unos. No queria ni siquiera <>. Me escondi en mi habitacion, el unico lugar donde no llegaba el parloteo que llenaba la casa, para pensar en algo que pudiera convencerla. De momento, tenia toda una serie de opiniones claramente formadas..., pero estaba segura de que no escucharia nada de lo que alegara. No podia seguir dandole esquinazo mucho mas tiempo. Se acercaba la hora de la cena y, al ser la mayor de los hermanos que seguiamos en la casa, me tocaba a mi ocuparme de la cocina. Me levante de la cama y decidi enfrentarme al enemigo. Mama me lanzo una mirada, pero no dijo nada. Ejecutamos una danza silenciosa por toda la cocina y el comedor mientras preparabamos pollo, pasta y unas rodajas de manzana, y poniamos la mesa para cinco. Si levantaba la vista de lo que estaba haciendo, ella me lanzaba una mirada furiosa, como si asi pudiera avergonzarme y hacerme desear las cosas que ella queria. Era algo que hacia a menudo, como cuando me negaba a aceptar un trabajo en particular porque sabia que la familia que nos acogia se mostraba innecesariamente maleducada; o cuando queria que yo hiciera una limpieza a fondo porque no podiamos permitirnos pagar a un Seis para que se ocupara de ello. A veces le funcionaba. A veces no. Y en esta ocasion no tenia ninguna oportunidad. Mama no me soportaba cuando me ponia tozuda. Pero aquello lo habia heredado de ella, asi que no tenia por que sorprenderse. De todos modos, en este caso no se trataba solo de mi. Ultimamente ella tambien habia estado tensa. El verano llegaba a su fin, y muy pronto nos enfrentariamos al mal tiempo. Y a las preocupaciones. Mama dejo la jarra de te frio en el centro de la mesa con un golpe de rabia. La boca se me hacia agua al pensar en el te con limon. Pero tendria que esperar; seria un desperdicio tomarme mi vaso ahora y luego tener que beber agua con la comida. --?Tanto te costaria rellenar el formulario? --dijo por fin, incapaz de contenerse ni un momento mas--. La Seleccion podria ser una magnifica oportunidad para ti, para todos nosotros. Solte un sonoro suspiro, convencida de que rellenar aquel formulario seria en realidad una experiencia proxima a la muerte. No era ningun secreto que los rebeldes --las colonias subterraneas que odiaban Illea, nuestro gran y relativamente joven pais-- lanzaban ataques sobre el palacio, violentos y frecuentes. Ya los habiamos visto en accion en Carolina. Habian calcinado la casa de uno de los magistrados, y habian destrozado los coches de unos cuantos Doses. Una vez incluso se habia producido una fuga sonada de una prision, pero, teniendo en cuenta que solo habian liberado a una adolescente embarazada y a un Siete que era padre de nueve hijos, no pude evitar pensar que en aquella ocasion habian hecho bien. No obstante, aparte del peligro potencial, sentia que se me romperia el corazon solo de plantearme participar en la Seleccion. No pude evitar sonreir al pensar en todos los motivos que tenia para quedarme exactamente donde estaba. --Estos ultimos anos, tu padre lo ha pasado muy mal --anadio ella, enfadada --. Si tuvieras la mas minima compasion, pensarias en el.