Irene Adler - TODOS SUS LIBROS
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En busca de Anastasia de Irene Adler
https://gigalibros.com/en-busca-de-anastasia.htmlLondres, 1919. Una pequena multitud se ha reunido para el funeral del doctor Watson. Entre quienes rinden homenaje al ayudante del gran detective esta Irene Adler, que casi cincuenta anos despues ha regresado para buscar a sus viejos amigos. Solo con ayuda de ellos podra defender a Mila, su hija adoptiva, de las intenciones de un enemigo muy poderoso. ?Conseguira convencer al arisco e infalible Sherlock Holmes y a Arsene Lupin, el fascinante y poco fiable bandido, para recomponer el extraordinario trio de otros tiempos?
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El castillo de hielo de Irene Adler
https://gigalibros.com/el-castillo-de-hielo.htmll tren se detuvo justo en mitad del valle. Al otro lado de la ventanilla, los bosques de abetos que tapizaban las laderas de las montanas se dejaban acariciar por el sol de la tarde. Todo parecia inmovil y sereno, como en un paisaje colgado en el salon de alguna anciana de la alta sociedad. El contraste entre aquel panorama y mi estado de animo me arranco de los labios un corto suspiro. Debiamos de llevar parados un rato, pero no me di cuenta hasta aquel momento, como si me hubieran despertado las voces que ahora se oian en el valle. --Una vaca en las vias... o algun otro pequeno incidente por el estilo --me explico Horace Nelson, nuestro fiel mayordomo, con una sonrisa apenas esbozada--. Estoy seguro de que dentro de poco nos pondremos en marcha de nuevo. Mire por la ventanilla y no vi vacas pastando, pero si me parecio ver algo, apenas una sombra huidiza en el verde brillante del prado que desaparecio enseguida entre los abetos. Yo, distraida por muchos otros pensamientos, no le di importancia. Tendrian que pasar algunos dias para que me percatara de que aquel episodio insignificante habia sido, en realidad, el primer indicio de un gran misterio. El mas denso e intrincado con el que me habia tropezado nunca. Por entonces, de todos modos, no tenia la menor sospecha y no hice mas que asentir, esbozando a mi vez una palida sonrisa para Horace. Reflexione, por contra, acerca de cuanto habia cambiado el comportamiento del senor Nelson con respecto a mi en aquellas ultimas semanas. Era como si hubiera retrocedido varios pasos para volver a la discreta cortesia que siempre me habia reservado, hasta unos meses atras. Aquella era su manera de hacerme saber que comprendia la convulsion en que se hallaba mi espiritu y que, en lo que de el dependiera, tenia intencion de dejarme en paz. Pero la paz en si era para mi algo extremadamente distante, inalcanzable, en aquellos dias. De hecho, ?como podia encontrar la paz quien acababa de ver como el destino ponia patas arriba su vida y como todo lo que le parecia seguro de repente se escurria entre sus dedos? www.lectulandia.com – Pagina 6 Todo habia ocurrido pocas semanas antes, mientras me encontraba en Paris: acababa de salir de un oscuro asunto en el que Sherlock y Arsene, mis grandes amigos, y yo misma nos habiamos visto involucrados, no sin grandes peligros, cuando el destino habia decidido imponer un brusco giro a mi vida. Una senora de hermoso rostro y ojos profundos con la que me habia encontrado en varias ocasiones en el pasado, siempre de manera fugaz y un tanto misteriosa, esta vez se habia sentado a hablar conmigo y me habia desvelado por fin su (!nuestro!) secreto; se llamaba Alexandra Sophie von Klemnitz y era mi verdadera madre. Muchas veces, con el transcurso del tiempo, he vuelto a pensar en las horas siguientes a aquella revelacion con la esperanza de comprender, al menos en mi recuerdo, cuales fueron mis sentimientos. Pero cada vez que la memoria trata de aferrar aquellos momentos, todo se vuelve borroso y no puedo dejar de ser avasallada de nuevo por la misma confusa sinfonia de impresiones y estados de animo. Recuerdo, por ejemplo, que tuve la sensacion de encontrarme en un extrano sueno en el cual nada de lo que me ocurria era real. Y tambien recuerdo que pense largo y tendido en mis sentimientos hacia el senor y la senora Adler; por mucho que los quisiera, especialmente a mi padre, ?acaso no habia advertido siempre una inexplicable sensacion de que me eran ajenos? Asi era. Pero !que desconcierto habia provocado en mi el enterarme de que no se trataba de la intangible impresion de una muchachita de animo inquieto, sino de algo que tenia todo el peso y toda la crudeza de la realidad! Y recuerdo, ademas, ciertos pensamientos que trataba de mantener alejados y que retornaban continuamente para herirme como punzadas. ?Por que aquella mujer de aspecto tan amable me habia abandonado, aceptando separarse de mi, de su hija? ?Como habian podido los senores Adler vivir tanto tiempo ocultando aquella mentira? ?Como habian podido, dia tras dia, prestarse con tanta dedicacion a tal farsa? Y, sobre todo, ?quien era yo realmente? ?Quienes eran mi padre y mi familia? Tal vez sea precisamente ese sentimiento el que recuerdo con mayor nitidez: la intransigencia de la chica que era yo por entonces, deseosa de obtener todas las respuestas de inmediato para poder poner fin asi al carrusel de mentiras en que me parecia que se habia convertido mi vida. Y estos son, tambien, los recuerdos para mi mas dolorosos hoy. Porque el odio y el desprecio que en aquellos dias rezumaba mi alma herida no excluian siquiera a quien, como el senor Leopold Adler, no merecia en realidad ninguna condena, pues habia tomado cada una de sus decisiones guiado por una innata bondad de espiritu. Pero el corazon de una chica es impetuoso y considera enganos o viles excusas todo lo que no contribuya a aplacar su sed de verdad. Con tal turbulencia animica viajaba entre los majestuosos perfiles de los Alpes suizos en direccion a Davos, donde precisamente iba a encontrarme con Alexandra Sophie von Klemnitz, la desconocida, la que debia esforzarme en aprender a llamar <
>. Aquel encuentro, obviamente, habia sido decidido de comun acuerdo con los senores Adler. Porque mis padres adoptivos, pese a mi insistencia cada vez mas vehemente, www.lectulandia.com – Pagina 7 se habian empenado en no darme ninguna explicacion sobre las circunstancias de mi adopcion. --Son explicaciones que una madre tiene el derecho, es mas, el deber de dar a su hija mirandola a los ojos --me habia dicho la senora Adler, tensando los musculos de la cara para contener las lagrimas--. Tendras que esperar, pues, a poder hablar con la senora Von Klemnitz.