• La tia Cosima de Florencia Bonelli

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    En mis tiempos no tenia nombre. Ahora lo llaman bullying. Treinta y tres anos atras, con solo trece y una familia deshecha, comence a padecer las burlas y las agresiones de mis companeros del secundario, aunque, si debo ser justa, el que llevaba la voz cantante en la aplicacion del tormento era uno; los demas seguian su batuta como los obedientes musicos de una orquesta. Tomarme de punto no se presentaba como un desafio a la inteligencia ni un comportamiento original. Nada en mi inspiraba la palabra hermoso, ni siquiera lindo o agradable. Gorda, estrabica, palida, lo que realzaba la ligera pelusa negra sobre el labio superior, dientes chuecos y cejuda, encarnaba el epitome del objeto de burla. Los lentes con el parche en el ojo bueno se convirtieron en la frutilla del postre. Como solia ocurrir en mi vida, nada podia ser normal ni simple, por lo que a ese cumulo de desventajas fisicas se le asociaba un nombre con el cual llegue a reconciliarme, pero que en aquella instancia lo juzgue un castigo: Cosima. Lo habia elegido mi padre, y mi madre, como de costumbre, no habia dicho ni mu. El, empecinado en que me bautizasen en honor a su adorada madre italiana, me habia echado una maldicion. Para colmo, me llamaba solo Cosima. Cosima Facchinetti. Nada de Maria Cosima o Cosima Alejandra, que me habria permitido escapar por la variante. Simplemente Cosima, lo cual a el, mi atormentador, le inspiro la ocurrencia de apodarme la tia Cosima, en referencia al tio Cosa, el personaje de Los locos Adams. Confieso que habria deseado poseer un cabello tan tupido y largo que me cubriese de pies a cabeza. La agresividad de el me tomo inadvertida; no me la esperaba porque habiamos pasado juntos el verano del 82 y nos habiamos hecho amigos. Su familia, los Lanz Reuter, muy adinerados, poseia una quinta en el mismo country de mi madrina; es mas, los terrenos colindaban. Yo estaba alli porque mi madre habia caido en una depresion luego del abandono de mi padre y se olvidaba de mi. No cocinaba, no lavaba la ropa, no limpiaba, no hacia las compras, no pagaba las cuentas. Transcurria el tiempo echada en la cama, llorando un rato, insultando a mi padre en el proximo. Un dia, muerta de hambre, hurgue en su cartera en busca de dinero, decidida a embarcarme en una hazana digna de Indiana Jones, mi heroe favorito: caminar varias cuadras hasta el supermercado para comprar algo que llevarme a la boca. Yo, que jamas iba sola a ninguna parte, encontraba aterradora al tiempo que fascinante la oportunidad de salir en busca de comida. La aventura quedo en la nada cuando me di cuenta de que no habia ni un centavo en la billetera. En ese momento llamo mi madrina y la cuestion se zanjo rapidamente: me iria con ella a la quinta a pasar el verano mientras mi madre se recuperaba de la defeccion de mi padre. Lo conoci una tarde de enero, en la que, aburrida, sali a caminar. En realidad ya lo conocia; lo habia espiado varias veces mientras el se divertia en la piscina de su casa con una nena, la hermana menor, deduje. No le distinguia los rasgos desde esa distancia; sin embargo, al cruzarmelo en la calle supe que era el. Paso velozmente en la bici en direccion contraria. Segui caminando como si se hubiese tratado del viento, pese a que el corazon me bailo en el pecho. Unos segundos despues me alcanzaron el estruendo de un golpe y un grito. Me gire y lo vi caido en la calle; le salia sangre por la nariz. Corri a auxiliarlo. En silencio, sin intercambiar palabra, lo ayude a sentarse en el cordon. --Pone la cabeza hacia atras --le indique, familiarizada como estaba con los sangrados nasales. Me obedecio sin chistar. A continuacion le acerque mi panuelo --era previsora, jamas salia sin panuelo-- y se lo presione contra la nariz. Abrio los ojos, asombrado, y me quede mirandolo, cautivada pataleo que escapaba a mi mente de nina de doce anos, pero que percibia de ninera instintiva. Con el tiempo comprendi que se habia tratado de la tristeza de hallarme frente a una de las maravillas del mundo moderno, sus ojos, los mas bellos que he visto. Aun hoy desafio a quien sea a encontrar otros mas perfectos. De un azul cobalto, eran tan grandes que resultaban desproporcionados en su rostro de nene. Y, si su cabello era rubio, muy rubio, las pestanas, en cambio, eran negrisimas. Con los anos fui descubriendole otras perfecciones, como una nariz pequena y delgada , labios bien delineados, dientes parejos y mandibulas fuertes, hallazgos que solo servian para confirmar la belleza de el y acentuar mi fealdad. Cuestion que lo ayude a restanar la hemorragia nasal y lo acompane a su casa, caminando, porque la rueda de la bicicleta se habia torcido. No le pregunte que le habia sucedido; percibia que lo mortificaba que lo hubiese visto caido. El, en cambio, me ataco para aliviar el dolor causado por el orgullo herido. --Vos sos la que me espias cuando estoy en la pileta, ?no? --Si. --?Por que me espias? --No te espio solo a vos --me defendi--. Tambien miro a la nena. --Mi hermana --ratifico--. ?Por que nos espias? --Porque me divierte verlos. --?Queres venir a jugar a mi casa manana? --?A la pileta? --Si --contesto sin darse cuenta que la invitacion me gustaba poco y nada. Despues de haber padecido durante anos los comentarios acidos de mi padre acerca de mis habitos alimentarios y de las formas rellenas de mi cuerpo, vestir traje de bano me acomplejaba. Igualmente ese verano del 82 fuimos inseparables, el, su hermana Nora y yo. Desde la manana hasta la noche, haciamos todo juntos. Jamas habia sido tan feliz y, pese a que mi padre habia desaparecido de la faz de la Tierra despues de haber vaciado su empresa, por la noche ya no lloraba sino que imaginaba las aventuras que emprenderia con Ignacio al dia siguiente. Asi se llamaba, Ignacio; hasta nombre perfecto tenia. Aun recuerdo con claridad el instante en que me pregunto el mio. --Cosima --susurre. --?Que? --Co-si-ma. --Alzo las cejas en abierto asombro y yo me apresure a aclarar-: Es italiano -- como si la excusa valiese para justificar su rareza. Ignacio era vanidoso, manipulador y egoista, y Nora y yo acababamos haciendo lo que el queria. Si jugabamos a un juego de mesa y el iba perdiendo, lo que ocurria con frecuencia, abandonaba; simplemente decia: "Me harte"; se levantaba y se iba. Si jugabamos al viejito, teniamos que permitirle que nos atrapase, en caso contrario se ponia de mal humor. Atrapar a Nora resultaba facil; a mi no tanto, porque, pese a mis kilos de mas, era rapida y corria en zig zag, algo que lo irritaba sobremanera. El, que practicaba rugby y se consideraba uno de los mejores del equipo, no podia permitirse que una gordita bizca lo venciese. Si jugabamos a las escondidas y yo era la que contaba, lo dejaba llegar a la piedra antes de atraparlo; si contaba el, me escondia en un lugar visible para que me descubriese con facilidad. Pequenas concesiones que valian la pena si ayudaban a mantenerlo de buen humor, porque cuando estaba contento y sonreia era la vision mas esplendorosa que yo habia contemplado. De noche, antes de quedarme dormida, fantaseaba con que "se me largaba", como deciamos para significar que me pedia que fuese su novia. Nunca se me largo y, aunque no deberia haberme desilusionado, consciente de que el era demasiado hermoso para mi, lo hice, me desilusione. Que el marcase mis defectos me lastimaba profundamente. Una tarde me pregunto: --?Con que ojo me miras? --Con los dos. --?Ves doble como Clarence? --Hablaba del leon de la serie Daktari. --No --me apresure a contestar, aunque la respuesta debio haber sido si. --?Vas a tener el ojo torcido toda la vida? --Uso lentes y un parche en el ojo bueno para curarme. --?Un parche? ?Como un pirata? --Asenti--. Nunca te vi con el parche; tampoco con los lentes. --Estoy de vacaciones --me excuse. --?Y los lentes y el parche te van a enderezar el ojo? --Tal vez. --Porque no es muy lindo tener un ojo chueco. A mi me pone incomodo porque no se a cual de tus ojos tengo que mirar. Tambien me hirio profundamente cuando uno de sus amigos de rugby paso dos dias en la quinta y el me ignoro; ni siquiera me contesto cuando lo salude. Aferro a su amigo por el brazo y camino deprisa con la clara intencion de alejarse de mi. Jugue con Nora, pero no era lo mismo. Ignacio poseia un entusiasmo ausente en su hermana menor. El amigo se fue y el me busco, y yo lo recibi como si nada hubiese sucedido. Solo me limite a preguntarle: --?Por que no me saludaste el otro dia? --lo que merecio una encogida de hombros como respuesta--. ?Estabas enojado conmigo? --insisti. --No --fue todo lo que dijo. Una noche, casi al final de las vacaciones, mientras pensaba en mi principe azul, me sobresaltaron unos golpecitos en la ventana. Levante la persiana y ahi estaba el. Lloviznaba, por lo que tenia el rostro y el pelo cubiertos por una fina capa de agua. Abri. El se trepo con destreza y salto dentro. Observe sus zapatillas mojadas y embarradas y el piso de madera, y no me atrevi a pedirle que se las quitase. El no se percato de que lo ensuciaba. ?Que pasa? ?Que haces aqui a esta hora? Se quedo mirandome con una expresion en la que sus ojos azules y enormes me contemplaban con un gesto desolado. Me di cuenta de que las gotas de lluvia se le mezclaban con lagrimas y de que le temblaba la barbilla. --Mi papa y mi mama se van a separar --susurro, corto de aliento--. Nos lo dijeron esta noche, a Nora y a mi, despues de cenar. El quebranto en su voz y su semblante desvalido me causaron una impresion indeleble. El heroe vencido. La impresion enseguida se volvio compasion. Lo tome de la mano y lo conduje hasta la cama, donde lo obligue a sentarse en el borde. Le saque las zapatillas embarradas antes de indicarle que subiese. Nos sentamos como los indios, uno frente al otro. Habia resultado emocionante y extrano tocarlo y sentirlo confiado, mas bien entregado, mientras yo lo guiaba. El corazon me latia rapidamente. --?Tu papa se va de tu casa y ustedes se quedan con tu mama? --pregunte al fin. --No se --balbuceo y se limpio la nariz con la manga del pijama--. Creo que si. --Seguro que ustedes van a vivir con ella y a tu papa lo van a ver los fines de semana. Vos y Nora tienen suerte. Alzo la vista y me destino un ceno cargado de fastidio. --?Suerte, Cosima? Yo no veo la suerte por ningun lado. --Tienen suerte porque al menos tu papa no va a desaparecer como el mio. --Se le relajo el entrecejo y separo los labios para hablar, pero no emitio sonido--. Al menos tu papa y tu mama les avisaron que se iban a separar. Yo me entere antes de Navidad, un dia en que volvimos a casa con mama y ella empezo a gritar como loca cuando se dio cuenta de que papa habia hecho las valijas y se habia ido. --?Y ahora donde esta? Tu papa --aclaro, y yo me encogi de hombros--. ?No sabes donde esta tu papa? --se escandalizo. --No. Mama tampoco sabe. Y se lo pasa en la cama llorando. No se que vamos a hacer --me atrevi a murmurar, pues era mi gran preocupacion. Esos dias con Ignacio y Nora constituian un sueno, un recreo. Yo sabia que, tarde o temprano, el despertador sonaria y tendria que regresar a la nefasta realidad. ?Que queres decir con que no sabes que van a hacer? Resultaba evidente que mi situacion, a la cual juzgaba mas tragica que la suya, le interesaba al tiempo que despojaba de dramatismo a su coyuntura. --Nadie me lo dice, pero yo oi a mama cuando hablaba con mi madrina y le contaba que estamos en la quiebra. Mi papa se llevo toda la plata. No tenemos un peso. Abrio grandes los ojos y dibujo una "o" muda con sus labios suculentos y perfectos. Nada de lo explicado antes lo habia asombrado tanto como la noticia de la pesima situacion economica en la que nos encontrabamos mi madre y yo. --Papa se llevo todo --recalque-- y nos dejo a mama y a mi solas y sin nada. --Hijo de puta --murmuro, y yo me sobresalte pues nunca deciamos palabrotas--. Cuando yo me case --prosiguio, ajeno a mi estupor-- le voy a dar mucho dinero a mi esposa y jamas la voy a abandonar. Nada dije; me limite a envidiar a la chica que se convertiria en su esposa con un sentimiento fuerte, nuevo e incomodo. --?Queres leche con Nesquik y Merengadas? --le ofreci. Sabia Dios que yo las necesitaba --Si, que rico. Regrese con el botin, al cual habia agregado unas Sonrisas de frambuesa, las favoritas de Ignacio. Comimos en silencio. Yo bebia la leche y me esforzaba por no hacer ruido al tragar. Aunque apenas picoteaba una Merengada para que no pensase que era una gorda, me moria por retorcer el merengue y paparme una detras de la otra. A el le importaba todo muy poco excepto satisfacer su deseo, por lo que tragaba y masticaba con la educacion de un chimpance. En mi opinion, las confesiones reveladas y la comida compartida acababan de sellar una amistad perfecta en esa noche lluviosa de verano. Nunca me habia sentido tan cerca ni unida a otro ser humano como a Ignacio Lanz Reuter. Nos quedamos dormidos despues de acabar la leche y de charlar acerca de los pros y los contras de tener los padres juntos o separados. Nos reimos hasta que nos dolio la panza llena de Nesquik. A veces se quedaba callado y me miraba fijamente el ojo bueno, y yo deseaba convertirme en la Cenicienta, que era la chica mas hermosa que yo conocia, para inspirarle lo mismo que experimentaba yo al observarlo a el. Hubo un instante en el que fantasee con que se me largaria, no lo hizo. Igualmente, esa me parecio la mejor noche de mi vida. Por eso, cuando dos semanas mas tarde nos encontramos en el Saint Peter's English School senti alivio y felicidad. Era mi primer dia en esa escuela nueva y amenazadora; el, en cambio, la conocia desde jardin de infantes. Me acerque medio corriendo y lo salude. Lanz me destino una mirada como la que se le destinaria a un marciano. Dio media vuelta y se alejo. Me quede de una pieza. El desprecio que me habia hecho durante la visita de su companero de rugby se repetia, solo que en esta oportunidad no duraria dos dias sino que se prolongaria durante cinco anos, los peores cinco anos de mi vida. Esos recuerdos evoque la manana del 20 de mayo de 2015 cuando Marita, mi asistente, me entrego el tazon con cafe con leche y el listado de pacientes y distingui entre los nombres el de Ignacio Lanz Reuter. Despues de tantos anos su nombre aun me afectaba. Ese no era su nombre pues mis pacientes eran exclusivamente ninos. Debia de tratarse de su hijo; resultaba improbable que hubiese muchos Ignacio Lanz Reuter en Buenos Aires. --?Quien llamo para fijar la cita con este nene? Ignacio Lanz Reuter --aclare y lo senale. --?Asi se pronuncia? ?Roiter? --pregunto Marita y yo asenti--. Llamo la secretaria del padre, una mujer muy eficiente, muy profesional, diria casi maquinal, y se mostro insistente en que le dieramos el primer turno disponible, que pagarian lo que fuese para que vos atendieras a Ignacio lo antes posible. --?Asi dijo, que pagarian lo que fuese? --Que pagarian lo que fuese --repitio mi asistente--. Palabras exactas. Sonrei con ironia y sacudi la cabeza. Acababa de confirmar que se trataba de el. Por lo visto, las manas del senor Lanz Reuter no formaban parte del pasado. En su listado de valores el dinero y la belleza fisica constituian los pilares sobre los que se apoyaba el sentido de la vida, por lo que yo, fea y pobre, no tenia derecho a existir. Se trataba de un concepto en el que se habia empenado para que lo aprendiese. Sus metodos pedagogicos se refinaban de ano en ano. Un dia, en tercero, me encaro con su cohorte de idiotas, que le festejaban las bromas con risas similares a las de las hienas. --Tia Cosima, ?como haces para venir a este colegio si tu mama no puede pagarlo? Lo mire a los ojos y no le conteste. El sabia mejor que nadie que asistia a esa escuela carisima porque mi madrina, que era la directora, pagaba la cuota con un buen descuento. En caso de depender del sueldo de administrativa de mi madre habria concurrido a una escuela publica. En ocasiones, cuando las bromas y los comentarios de Lanz Reuter se volvian insoportables, le pedia a mi madre que me sacase del Saint Peter's. Me observaba con la mirada nublada de quien consume pastillas para regular la mayor parte de las funciones vitales y respondia simplemente "no". Intentar explicarle que el mio no era un capricho habria sido lo mismo que proponerme atrapar el viento con las manos, por lo que, como de costumbre, escondia mis sentimientos y seguia yendo a esa escuela a la que detestaba. El dia en que Lanz Reuter me pregunto por que iba al Saint Peter's si mi madre no podia pagarlo le sostuve la mirada hasta que se presento Carlitos Naum para defenderme como un caballero de brillante armadura, solo que mi caballero media un metro cincuenta y siete, pesaba cuarenta kilos y tenia pies equinovaros. Lanz Reuter lo apodaba Cuasimodo, aunque sabia bien que los defectos fisicos de mi querido amigo se compensaban con un coeficiente intelectual altisimo. Yo amaba y admiraba a Carlitos tanto como a mi golden retriever Indiana. Con ellos dos en el mundo, me convencia, no necesitaba de nadie, solo de una cuota de valor diaria para soportar las horas en esa maldita escuela. --Vamos, Cosi --intervino Carlitos y me tendio la mano--. No le hagas caso a este idiota. --?A quien le decis idiota, vos, Cuasimodo? --Haces bien en preguntar, Lanz Reuter. --Pronunciaba el apellido con la fonetica castellana porque sabia cuanto detestaba Ignacio que no se respetase la alemana--. Con tanto imbecil aqui --aclaro y barrio con el dedo a sus amigotes-- no podes saber a quien me refiero. Pero resulta ser que me refiero a vos, que sos el rey de los idiotas. Lanz, que con los anos y la practica del rugby se habia vuelto un mastodonte, lo empujo apenas. Carlitos, debil y poco equilibrado a causa de sus pies zambos, cayo sentado. Salte a socorrerlo. Lanz me retuvo por el brazo y me sonrio con malicia al decirme: --Que se levante solo, si puede, tu amigo el rengo.

  • Nacida bajo el fuego de Aries de Florencia Bonelli

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    La historia de un primer amor ardiente y apasionado entre dos jovenes a la busqueda de un destino marcado por las estrellas.

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    Una mujer extraordinaria, que atraviesa la siniestra Guerra de los Balcanes en los anos 90 del siglo XX, trata de luchar contra sus fantasmas y encuentra la redencion en el amor. Esta historia se cuenta en dos volumenes: Aqui hay dragones. La historia de La Diana I y Dime, ?quien es como Dios? La historia de La Diana II.

  • Marlene de Florencia Bonelli

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    Enero de 1914. La famosa soprano Micaela Urtiaga Four, conocida en Europa como La divina Four, decide regresar a Buenos Aires, su ciudad natal, despues de anos de ausencia. Sin embargo, el remanso que ansiaba hallar entre sus seres queridos se transforma en un torbellino cuando su vida se vincula repentinamente a la de Carlo Varzi, un proxeneta del barrio de La Boca, un hombre temible y sin escrupulos, con un pasado tan oscuro como su presente. Y, aunque Micaela tratara de vencer la atraccion que ese hombre ejerce sobre ella, finalmente cedera al impulso que la domina. Remordimientos y temores, deseo y pasion; el conflicto sera inevitable. Esta novela, ambientada en el Buenos Aires que vio nacer el tango, retrata la historia de una mujer que lucha por superar sus miedos y defender su amor, y la de un hombre que intenta redimirse en el contexto mas denigrante, tambien por amor.