• Yo, Dita Kraus. La bibliotecaria de Auschwitz de Dita Kraus

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    ?Por que la he llamado una vida aplazada? 1 Mi vida no es la vida real. Es algo anterior al comienzo de <>, una especie de prologo a la narracion. Todavia no cuenta, es solo un ensayo. Y alguien observa desde atras, tal vez desde arriba, y me juzga. Hay un ser que controla y valora mi comportamiento. Tal vez no este ahi fuera, sino dentro de mi. ?Quiza sea mi madre? ?O mi abuela? ?O algo mas interno... mi <>? No tengo ni idea. Pero siempre esta ahi, sosteniendo un espejo invisible delante de mi. Noto su aprobacion y su desaprobacion, esta ultima me hace estremecer por dentro, tratando de reprimir la conciencia intranquila, o buscarme excusas, aunque el sentimiento negativo es tremendamente tenaz e imposible de ahuyentar. Trato de encontrar razones para haber hecho o dicho lo que desagrada a mi controlador, pero al mismo tiempo se que solo estoy intentando justificar mi ofensa. Aun no se que relacion tiene esto con la sensacion de que mi vida este aplazada. Hasta donde recuerdo, siempre he estado mas centrada en el manana que en lo que experimento en este momento concreto. Incluso ahora, cuando voy a un concierto, estoy pensando en el viaje de vuelta y la agenda del dia siguiente, no en la musica que he ido a escuchar. Cuando como, mi mente esta en lavar los platos, y cuando me acuesto ya estoy planeando lo que hare al despertar. Nunca esta en el aqui y el ahora, e intuyo que me estoy perdiendo el disfrute del presente. Hay demasiado control: nunca me dejo llevar, nunca me relajo del todo. Siempre esta presente <>, siempre juzgando. Debia de ser muy pequena cuando empece a aplazar mi vida. Era una especie de posposicion indefinida, una satisfaccion aplazada. ?Como la <>? Aceptando la amarga realidad de que no conseguiria lo que queria, desde luego no a corto plazo, probablemente nunca. Me decia a mi misma que debia tener paciencia, que la plenitud tal vez viniera mas adelante. O nunca. Pensaba que tal vez, si ponia mi esperanza en espera y no pensaba en ella, algun dia podia salir bien. En el fondo, sigo pensando que el circulo se cerrara y que las cosas tomaran su debido curso, que todo volvera a su lugar normal; solo tengo que aplazarlo. Sin embargo, estos fragmentos atrasados de mi vida, estos espacios vacios, han creado lagunas, de modo que el mosaico de mi existencia tiene angulos muertos donde la imagen queda inacabada. Son muchas lagunas. ?Como voy a llenarlas? El tiempo se acaba: quien sabe cuanto me queda de vida. Ya tengo cuatro nietos y cuatro bisnietos. La mayoria de los personajes de mi pasado murieron y no pueden contestar a mis preguntas. Intentare reunir esos fragmentos y escribirlos: tal vez consiga un esbozo que llene los espacios en blanco del mosaico... 2 Infancia Mis primeros recuerdos surgen de la nada que precede a la memoria consciente. Son como una imagen que parpadea unos instantes en la pantalla y vuelve a desaparecer en la oscuridad. Pero cada una de ellas esta banada de emocion. Me han colocado sobre una bascula infantil, en una mesa cubierta con un hule, en la consulta de la medica. Estoy desnuda y noto el metal duro y frio contra mi espalda. Puede que tenga dos, o dos anos y medio. Madre y la medica de blanco se ciernen sobre mi. No tengo miedo porque sonrien. La doctora Desensy-Bill era nuestra pediatra. Recuerdo otras visitas posteriores. Me ponia la palma de la mano sobre el pecho, me daba unos golpecitos con el dedo corazon y luego escuchaba, apretando la oreja contra mi piel. La consulta estaba unida a su casa por una puerta de cuero marron acolchado con botones de laton. A veces, Madre se quedaba a hablar con la doctora y me hacian salir por la gruesa puerta que, aunque pesada, se movia con facilidad y sin hacer ruido, para ir a jugar con su hija Lucy. Esta tenia mas o menos mi edad, pero no me caia demasiado bien. Era aburrida. Otro recuerdo. Es de noche y estoy de pie sobre mi cama, llorando aterrada. Debo de ser muy pequena, porque estoy agarrada a la barandilla de la cuna con ambas manos. Madre y Mitzi, nuestra doncella, estan conmigo, tratando de calmarme. Pero yo no me tranquilizo, porque hace un instante una mano atraveso la pared e intento agarrarme. Madre me saca de la cuna y me lleva al otro lado de la pared, al cuarto de bano, para mostrarme que no hay ningun agujero. Ella y Mitzi me dicen que ninguna mano puede atravesar una pared solida. Pero no lo saben: ellas no la han visto. Yo si. Cuando dejo de llorar, vuelven a dejarme en la cuna, creyendo que me han convencido. Me tapan y apagan la luz. Sin embargo, el miedo sigue ahi y durante varias semanas, solo me duermo si separan la cuna de la pared. Otra escena sale de la oscuridad del no saber. Es perturbadora. Yo estoy en la banera y Madre sentada en el borde. De pronto, veo lagrimas cayendo sigilosamente por sus mejillas. Madre esta llorando en silencio. Me asusta y yo tambien empiezo a llorar. <> Pero ella sacude la cabeza, no me contesta. No se por que lloraba. ?Le hizo dano alguien? ?Fue culpa mia? ?Me porte mal? No se, no tengo ni idea. Y aun ahora, al recordarlo, siento tristeza, culpa y dolor. El nombre de soltera de mi madre era Elisabeth Liesl Adler. Tenia un hermano llamado Hugo, diez anos mayor que ella. Su madre murio cuando ella aun era un bebe y su padre, juez, volvio a casarse. Madre decia que su madrastra era una mujer justa y concienzuda, pero que le faltaba efusividad y amor maternal. No recuerdo al abuelo Adler, murio al poco de nacer yo. Hugo tambien se hizo juez. Se caso, pero no tuvo hijos. Solo le llegue a ver dos veces en mi vida. Wilhelm Adler con su hija, Elisabeth Adler-Polach Cuando tenia seis o siete anos, Madre y yo paramos en Brno dos o tres dias de camino a nuestro lugar de veraneo en los montes Tatras. Recuerdo claramente dos escenas de aquella visita. Madre se echo a llorar cuando entramos en casa del tio Hugo. Era el mismo piso donde habia crecido; cuando ella se caso, Hugo se quedo alli. Seguia teniendo los mismos muebles y le traian recuerdos. La otra escena que me viene a la memoria es en el juzgado. Hugo presidia un juicio vestido con una toga morada de juez, y nosotras estabamos al fondo de la sala. Cuando termino la sesion, Madre le comento que le habia parecido tranquilo, poco emocionante, y Hugo contesto: <>. Mis padres dejaron su Brno natal para mudarse a Praga poco despues de casarse. Alquilaron un pequeno apartamento en la planta baja de una villa. Tenia un jardin con cesped, parterres y arbustos de grosellas junto a la valla. Yo tenia permiso para coger las grosellas, pero no me gustaban, eran velludas y sabian acidas. El dueno, el senor Hackenberg, era amigo y companero de partido de mi abuelo Johann. Los Hackenberg tenian un pastor aleman enorme llamado Putzi, que era tan bueno que me dejaba subirme a su lomo. Hay una foto mia desnuda, con dos anos mas o menos, de pie junto al perro, y los dos medimos lo mismo. Me viene otro recuerdo: el senor Hackenberg y mi madre sentados en un banco del jardin, mientras yo juego en el arenero. Estoy cavando con las manos, haciendo un tunel. De pronto, una cosa horrible, rosa y viscosa, sale retorciendose del agujero hacia mi. Grito de miedo y corro a los brazos protectores de mi madre. Cuando ve lo que me ha asustado, se echa a reir. El senor Hackenberg tambien se rie. Me siento avergonzada, humillada. ?Como pueden reirse cuando estaba tan asustada? Mi madre se ha puesto del lado del senor Hackenberg y los dos se burlan de mi. Me ha decepcionado, me ha traicionado. ?Como iba yo a saber que solo se trataba de un inocente gusano? Era la primera vez que veia una criatura tan espantosa. Cuando tenia unos tres o cuatro anos nos mudamos a otro piso en Praga-Holesovice, y en esa epoca nos dejo Mitzi, la doncella. Hoy en dia, solo los ricos tienen internas, pero en la Europa de antes de la guerra era algo habitual. Las jovenes hijas de los aldeanos pobres venian a la ciudad en busca de empleo, a aprender a cocinar, a aprender modales y, con algo de suerte, a encontrar marido. Dormian en una diminuta habitacion que habia para el servicio en practicamente todos los pisos, recibian un pequeno sueldo y tenian una tarde y una noche libres a la semana. A menudo, no permanecian mucho tiempo con la familia, ya fuera porque eran demasiado lentas, o porque las sorprendian robando, algunas se quedaban embarazadas y tenian que ser despedidas. A mi madre le lleno de orgullo que Mitzi nos dejara porque se iba a casar. Su prometido era un zapatero que tenia una tienda a la vuelta de la esquina, en la calle principal, cerca de la parada numero seis del tranvia. Poco despues de la boda, Mitzi me invito a desayunar un domingo. Me dejaron ir sola, ya que el domingo por la manana la calle estaba desierta, y sali contenta de que nadie me acompanara. Mitzi y su marido vivian en la trastienda, en una habitacion que olia a cuero y pegamento. La tienda estaba cerrada y Mitzi me hizo sentir como una distinguida invitada. Me sirvio un buen trozo de gugelhupf como el que hacia mi madre, aunque el suyo sabia mas festivo, no se por que. Estaba feliz y orgullosa de que me trataran como a una adulta. Hubo mas desayunos como aquel, pero se fueron espaciando y, despues de un tiempo, Mitzi y el zapatero se marcharon; creo que el tuvo que cerrar la tienda porque no les daba suficiente para vivir. Nunca mas supimos de ella. Cuando Mitzi aun estaba con nosotros, mi madre y yo fuimos a pasar unas vacaciones a su pueblo. Estaba en la region germanoparlante de Bohmwerwald, el Bosque de Bohemia. Mitzi se quedo unos dias alli con nosotras, y luego volvio a Praga para supervisar a los pintores, que estaban redecorando el piso durante nuestra ausencia. Lo recuerdo porque cuando volvimos, olia a pintura y a suelos recien encerados. Habia un rio poco profundo detras de la alqueria donde nos alojabamos. Me viene otro recuerdo de estar con varios ninos del pueblo, metidos hasta las rodillas en el riachuelo. El agua corria cristalina y buscabamos oro. Si, oro de verdad. Los granos eran como semillas de amapola, pero brillaban entre los guijarros bajo el agua transparente. Los poniamos en la palma de la mano y dejabamos que el sol jugara con ellos. Era muy emocionante. Aun hoy, cuando veo alguna pelicula sobre la fiebre del oro, recuerdo que alguna vez yo tambien fui una buscadora. En aquel pueblo descubri lo que era la muerte. Habia un camino que recorria el pie de la colina, en la otra orilla del rio. Un caballo yacia en el camino, con la cabeza y el cuello colgando por la pendiente inclinada. Detras de el, habia un carro volcado. El caballo no se movia. Estuve un rato alli de pie, mirandolo, esperando a que se levantara. Tenia varias personas a mi alrededor. Ellos tambien esperaban. Pero el caballo no se movia y empece a comprender el hecho terrible y aterrador de que el animal no volveria a levantarse... que estaba muerto. Senti angustia y miedo. Pero, como en tantos otros descubrimientos posteriores en la vida, mas que toparme con un fenomeno nuevo, fue como si un conocimiento que ya estaba latente en mi saliera a la luz de la consciencia. Como dijo Platon: <>. Aquel fue el primer indicio de que el mundo no era un lugar tan luminoso y feliz como lo habia sido hasta entonces. Mi siguiente encuentro inesperado con la muerte sucedio anos mas tarde, cuando tenia ocho. Una manana, cerca de la escuela, vi a un grupo de chicos pegados a la verja del patio. Al otro lado habia una cuesta empinada y, al pie de esta, la via del tren. Alli, sobre los railes, habia una figura: una persona muerta, aunque parecia mas un monton de harapos que un cuerpo. Los ninos lo miraban atentamente, mudos e inmoviles. Fue un momento de profunda tristeza. Yo sabia que habia sido un suicidio; alguien no queria seguir viviendo y decidio arrojarse bajo un tren. En mi recuerdo, ese lugar ha quedado asociado para siempre con la tragedia. Incluso cuando volvi a mi escuela, sesenta anos despues, me vi arrastrada al mismo sitio junto a la verja, como si aquella triste figura siguiera tirada alla abajo. Una visita habitual en casa era la tia Lori, una pariente lejana de la abuela que me caia muy bien. Siempre traia regalos bonitos. No estaba casada ni tenia hijos, pero sabia perfectamente como hacer feliz a una nina.