• El ultimo caso de Johnny Bourbon (Pero sigo siendo el rey 2) de Carlos Salem

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    Siempre llego demasiado tarde o demasiado temprano a los lugares donde ya nadie me espera. Me niego a consultar el reloj de plastico en mi muneca para conocer la hora. Seria un insulto a la placidez de los gatos que reinan en el cementerio y saben que el tiempo, como suele decir un casi amigo mio, era otra cosa. En todo caso el sol, que tiene algo de gato recostado alli arriba, dice que es mediodia. La hora sin sombra. El momento en el que Peter Pan descansa y el capitan Garfio suena con hacerse unas botas de piel de cocodrilo para pisar sus propios miedos. El mediodia tiene algo de frontera. Si miras hacia delante o hacia atras, no adviertes diferencias. Y siempre hay diferencias. Yo estoy vivo, aunque desorientado. Tu estas muerta. 1/ La Dalia Roja La mitologia de la novela negra y el cine del mismo tono llevan decadas convenciendonos de que las rubias son portadoras de lios y las pelirrojas llevan la tragedia enredada en sus melenas. Se equivocan. Las verdaderamente peligrosas son las muchachas de pelo verde. La primera vez era lunes, y la vi venir a tiempo. Yo asomaba por la puerta de mi despacho y un taconeo demasiado festivo me detuvo. Entorne la hoja de cristal traslucido y la vi doblar el pasillo que viene desde la recepcion de la agencia. Delgada pero con curvas. Piernas largas y el paso inexacto de quien va pensando en otra cosa. En demasiadas cosas. Llevaba una minigabardina de vinilo rojo, un bolso muy pesado para sus hombros y una boina negra y ladeada, que le afrancesaba el rostro y le quitaba unos cinco anos a sus casi treinta. Tenia el pelo verde. Retrocedi, cerre la puerta y me pegue a la pared. Su silueta se recorto borrosa contra el cristal y el punito golpeo con timidez. --?Senor Arregui? --dijo la voz pequena, propia de quien llama a un lobo del mismo modo que a un cachorrito--. Necesito hablar con usted, por favor. Es un asunto de vida o muerte. En mi oficio, cuando alguien te dice eso, por lo general se trata de localizar a un marido que no quiere ser localizado, recabar datos para la disputa de una herencia dudosa, o un prosaico caso de cuernos. Odio los casos de cuernos. Si el cliente (o la clienta) acierta con sus sospechas y se las confirmas, te mira como si fuera culpa tuya. Y si le aportas pruebas de que su pareja no tiene ninguna relacion clandestina, creen que no has hecho bien tu trabajo, cuando, si hicieran bien su propio trabajo sentimental, no tendrian de que preocuparse. --?Senor Arregui? --repitio la vocecilla. Yo calle, como un cobarde, mientras repetia mentalmente: pelo verde, pelo verde, pelo verde, pelo verde, pelo verde. Estudie los rodapies del despacho, en busca de una hormiga. En un tiempo, sembraba los rincones de migas de pan empapadas en agua y azucar, para convocarlas. Pero desde que en verano hicieron la desinfeccion anual de las oficinas, me siento un poco mas solo. --Me voy, senor Arregui --se dio por vencida--. Pero volvere. Y yo senti lo que habran sentido los japoneses cuando MacArthur pronuncio esa misma frase en 1942. El tozudo general yanqui cumplio su amenaza. Y la chica del pelo verde tambien lo haria. Como corresponde a un hombre de mi historial, habituado al peligro, espere una hora y media antes de salir de mi escondite. Mariana, la secretaria, se habia marchado a comer y me ahorro el trabajo de reganarle por dejar pasar a un cliente a mi despacho sin avisar. Tampoco le habria dicho nada. Desde hace seis anos mantiene una relacion sentimental con Maximo Legrand, mi socio, y aunque ella se sigue comportando como siempre, yo no acabo de hallar la manera de tratarla. Supongo que no me incomoda tanto que Legrand le doble la edad, como el hecho de que estan enamorados. Los enamorados creen que solo ellos respiran de verdad y en todo encuentran motivo para la maravilla. Resultan agotadores. Max y Mariana mantienen el tipo en la agencia, pero fuera no se sueltan de la mano ni para rascarse la nariz. No exagero. Solemos quedar a tomar una copas en el Malone y los he visto, a el mover apenas la nariz, y a ella, alzar las manos entrelazadas para rascarsela sin soltarse. Empalagan. Y me provocan cierta envidia. Mucha. Yo queria ser asi con Claudia, pero no podia. No sabia. Cuando a uno le cuesta expresar sus sentimientos, en lugar de hacer algo al respecto, se dedica a lamentarlo como si dijera <> y lo sigue haciendo hasta que es demasiado tarde. Despues de que Claudia muriera, hace ya casi once anos, he pensado muchas veces en todas las tonterias que me hubiera gustado compartir con ella. Pero ya no podia. Siempre llego demasiado tarde o demasiado temprano. Como el dia en que la mataron. Pero eso es otra historia. Siempre es otra historia. 2 / El viaje de su vida Fue una semana rara. De llamadas raras y visitas inesperadas. Ya casi me habia acostumbrado al trabajo rutinario del despacho, y la inminencia de mi cincuenta cumpleanos me tenia bloqueado. Hubiera sido inutil hablar del asunto con mi socio. Maximo Legrand me hubiera dicho, como siempre, que yo estaba hecho un chaval, que ya quisiera uno de treinta y cinco estar tan en forma, y que lo que tenia que hacer era dejarme de ligues y volver a enamorarme, que lo de Olivia (el tambien la seguia llamando asi) no habia sido del todo culpa mia. Asi que llevaba dias tratando de evitarlo a el y a Mariana, aunque nada me salvaria de la comida de cumpleanos del viernes. Despues de comer, me sorprendio la llamada al telefono fijo de casa. No era domingo, sino lunes. Solo una persona usa ese numero y solo llama en domingo.