• Jose, mas alla del olvido de Andrea Nusan

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    Jose aun no daba credito a lo que acababa de escuchar. --?Quiere decir que no recordare nada? ?Nada en absoluto? --Noto que su garganta se resecaba y que empezaba a faltarle el aire. --Es algo mas complicado que eso, don Jose. El doctor Llopis era amigo de su familia desde hacia treinta anos, y le costaba mucho tener que pronunciar aquellas palabras. Pero sabia que ser el portador de malas noticias era el precio que llevaba implicito, a veces, su profesion. --La enfermedad no solo afectara a su memoria --continuo--, tambien a sus habitos diarios: comer, andar, hablar... Es algo asi como una vuelta a la infancia. --Solo que esta vez no es para empezar a vivir, ?verdad? --Jose suspiro mientras miraba, por la ventana de la clinica, como la gente andaba por las calles con prisa, de un lado para otro. Los almendros estaban en flor y llenaban la acera de color y de un ambiente casi poetico. Sin embargo, nadie parecia darse cuenta; tenian demasiadas cosas en que pensar y no tenian tiempo para detenerse a observar aquella maravilla. Pronto el olvidaria hasta el nombre de la calle. El doctor se acerco por detras y le toco el hombro de forma amigable. --Sera mejor que se siente, don Jose; asi podre explicarle que debera hacer a partir de ahora. --Sus palabras sonaban en la cabeza de Jose como un eco lejano--. Va a necesitar de toda la ayuda que le puedan prestar, asi que deberia decirselo cuanto antes a su familia. Tambien seria conveniente que fuera delegando el cuidado de dona Amparo a manos mas profesionales. Con las ultimas palabras del doctor revoloteando por su mente, recogio todos los informes y salio de la clinica con el corazon en un puno. <>, le habia preguntado antes de salir. <>. <>, habia insistido. <>. Aquel hombre de mirada triste, barba y pelo cano, y arrugas en la piel, sentia que su mundo acababa de desmoronarse como un castillo de naipes. A sus ochenta y seis anos, recien cumplidos, ya se habia hecho a la idea de que algun dia dejaria este mundo, y eso no le daba miedo. Estaba preparado. Habia sido feliz en su vida. Es decir, todo lo feliz que alguien puede ser cuando, estando enamorado de una persona, se casa con otra, sabiendo que jamas la querra como a la primera. Y eso era lo que mas lo atormentaba desde que salio de la consulta del doctor. ?Acaso seria posible olvidar al amor de su vida? ?Olvidar el azul de su mirada, el rojo de sus labios, la suavidad de su piel? Habian pasado cuarenta anos desde que vio por ultima vez a Ana, pero recordaba cada gesto, cada palabra y cada sentimiento como si hubiese sido ayer. Y la esperanza de volver a verla, aunque fuese solo una vez mas, lo habia mantenido vivo todos esos anos al lado de su mujer y sus hijas. 2 Cuando llegue a Moraleja en mayo de 1957, solo pensaba en divertirme. Y me sorprendio lo facil que me resulto adaptarme a mi nuevo habitat. El pueblo era precioso; el aire era mas limpio que en Valencia; el cielo, mas azul, y la gente parecia sonreir siempre a pesar de sus problemas. Mis padres me habian mandado alli recomendados por unos amigos extremenos. Iba con una cuadrilla de albaniles valencianos y murcianos a restaurar el tejado de la iglesia del pueblo. Pensaron que asi sentaria, por fin, la cabeza, pues hasta entonces ni siquiera me habia planteado el buscar un trabajo de verdad y formar una familia, como el resto de mis amigos. Preferia ir de guateque en guateque y reirme todo lo que pudiera. Yo no habia salido nunca de Valencia, exceptuando los dos anos que pase en Ceuta haciendo el servicio militar, asi que aquello me parecio una aventura. Mi tia Belen, hermana de mi madre, vivia en una casa humilde a las afueras del pueblo y me habia ofrecido quedarme alli las semanas que durase el trabajo. Ella, mujer trabajadora y vitalista, conservaba, a sus sesenta anos, aquella belleza y fortaleza que me habian contado que tuvo en su juventud, aunque a mi siempre me parecio ver en su mirada un halo de tristeza. Vivia sola, pues nunca se habia casado. Y es que, segun me contaron, el amor de su vida, un joven militar frances llamado Francois Fontaine, habia fallecido seis meses antes de la boda, tras las trincheras de la gran guerra. Mi tia jamas se recupero de ese mazazo emocional, y con solo veinte anos decidio emigrar a Extremadura junto con su mejor amiga, Manuela, y el marido de esta, Justino. El, extremeno de nacimiento, se habia trasladado a Valencia por trabajo, y alli conocio a Manuela y se enamoro de ella. Llevaban casados dos anos cuando decidieron volver a Moraleja, el pueblo de Justino. Los padres de el ya habian fallecido, y le habian dejado en herencia lo poco que tenian: un terreno a las afueras y una casa. Asi que convencio a Manuela para regresar a su tierra y que su legado no se perdiese. Ella acepto con una unica condicion: que parte de ese terreno se lo cediesen a Belen para que pudiera construirse una casa y empezar de cero. Y es que, al parecer, la noticia de la muerte de Francois habia corrido como la polvora entre los familiares y amigos de mi tia, y entre los muchos dimes y diretes de la gente, decidieron ponerle el sobrenombre de <>. Manuela sabia que si mi tia se quedaba en Valencia, le esperaba una vida de soledad y chismorreos, y ella no consentiria eso para la que se habia convertido, por derecho, en su hermana, aunque no fuera de sangre. Justino cedio a las peticiones de su mujer, pues la amaba y, ademas, tenia mucho aprecio a Belen, quien siempre apoyo la relacion y vio con buenos ojos sus ganas de volver a su tierra natal. Al llegar a Moraleja sin estudios ni padrinos, todos se tuvieron que poner a trabajar en el unico sitio en el que entonces podian hacerlo: la hacienda de los De Mora, familia de la que yo no sabia nada en aquella epoca, y que seria mi ruina tiempo despues. Para cuando llegue, mi tia ya hacia anos que habia dejado de trabajar en el campo y sobrevivia dando clases de costura a jovenes casaderas que querian estar preparadas para ser buenas esposas y madres. Ella y Manuela seguian siendo muy buenas amigas y se ayudaban en todo. Sobre todo desde siete anos atras, cuando Justino murio a causa de un ataque al corazon mientras recogia patatas en los campos de la familia De Mora. A pesar de que yo nunca habia tenido trato con mi tia, pues cuando se marcho de Valencia, ella y mi madre se distanciaron y no volvieron a hablarse, solo hizo falta una carta para que Belen me aceptara como si siempre hubiesemos sido una familia unida. Yo tenia treinta anos y muchas ganas de comerme el mundo. Lo que nunca pude imaginar es que el mundo acabaria comiendome a mi a traves de los ojos azules mas bonitos que he visto y vere en toda mi vida. --?Que haces, papa? --Carmen, la hija pequena de Jose, entro en su despacho. --No sabia que ya habiais venido -- contesto el apagando la pantalla del ordenador--. ?Y la fiera? --Le dio un beso. --Viene ahora con Pedro. Ana queria chuches, y ya sabes como se pone cuando quiere algo. -- Jose sonrio pensando en lo terca que se ponia su nieta de cuatro anos cuando se le antojaba algo --. ?Y mama? --Creo que esta en la cocina con Avelina, acabando de hacer la comida. --?Han venido ya Isabel y los peques? --No, tu hermana no ha llegado aun. --Vale, pues voy a saludar a mama para que tu puedas seguir haciendo lo que sea que estuvieras haciendo... --dijo con tono burlon y una sonrisa. Jose se la devolvio con un cierto sentimiento de culpa. Habian pasado tres meses desde su cita con el doctor Llopis, y estaba hecho un lio. Aun no habia decidido si queria contarle a su familia lo de su enfermedad. Sin embargo, si habia tomado la decision de escribir sus memorias para narrar su historia con Ana. No podia aceptar que algun dia olvidaria al amor de su vida y el tiempo tan maravilloso que habia pasado con ella. Y penso que tal vez si lo escribia podria recordarla. Los gritos de sus nietos, David y Jorge, entrando por la puerta lo devolvieron a la realidad.